Hacer las paces con el pasado
Detr¨¢s de las falsificaciones de la historia se esconde la voluntad de dividir a la sociedad
Algunos pa¨ªses parecen atrapados por su historia y no precisamente de forma positiva. Da la sensaci¨®n de que temen que reconocer los horrores del pasado condicione su presente y afecte a la visi¨®n que los ciudadanos tienen de s¨ª mismos. El Gobierno polaco se niega a reconocer el antisemitismo antes, durante y despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial; una parte cada vez m¨¢s significativa de la derecha espa?ola sonr¨ªe mientras la ultraderecha explica que no hubo golpe de Estado en 1936 ¨Co peor incluso, que estaba justificado¨C y llama ¡°hurgar en el pasado¡± a dar una digna sepultura a miles de represaliados que siguen enterrados en fosas comunes; mientras Turqu¨ªa convierte en afrenta contra el Estado el reconocimiento del genocidio armenio o la Rusia de Putin blanquea sin complejos los cr¨ªmenes del estalinismo.
En todos los casos, existe un consenso entre los historiadores serios sobre lo que ocurri¨®, millones de documentos que lo prueban, miles de libros indiscutibles de testigos y de investigadores¡ Pero no importa: la ceguera ante la historia responde a la vieja frase de Groucho Marx: ¡°?A qui¨¦n va a creer? ?A m¨ª o a lo que ven sus ojos?¡±. Esta tendencia a falsear el pasado se ha instalado en EEUU, donde cinco Estados han aprobado leyes que dificultan la ense?anza en la escuela de la esclavitud o del trato discriminatorio que los ciudadanos negros han recibido a lo largo de la historia.
Los argumentos esgrimidos, como se?alaba el investigador Timothy Snyder en un art¨ªculo titulado ¡®La guerra contra la historia es una guerra contra la democracia¡¯, son que estas ense?anzas pueden provocar malestar entre los alumnos. ¡°La historia no es una terapia y el malestar forma parte del proceso de crecer¡±, escribe Snyder. La dificultad para admitir el pasado esclavista y segregacionista por parte de la sociedad estadounidense es uno de los temas del libro de Susan Neiman titulado Learning from the Germans (Aprendiendo de los alemanes), en el que comparaba la forma en que Alemania se enfrent¨® al pasado nazi y EEUU a las huellas de la esclavitud, que persisten en forma de racismo institucionalizado en muchos aspectos de la vida civil. Neiman, estadounidense asentada en Berl¨ªn, sosten¨ªa que en ingl¨¦s no existe una palabra similar al Vergangenheitsbew?ltigung alem¨¢n, que quiere decir algo as¨ª como ¡°hacer las paces con el pasado¡±. En castellano, de hecho, no ha prosperado ninguna expresi¨®n similar.
¡°El mal es lo que hacen otras personas. Nuestra gente siempre es muy buena gente¡±, escribe Neiman para ilustrar hasta qu¨¦ punto resultar dif¨ªcil lidiar con el pasado. Y ese es precisamente el problema: detr¨¢s de todos estos esfuerzos para falsificar la historia ¨Cen el fondo no se trata de otra cosa¨C se esconde de forma indisimulada la voluntad de dividir a la sociedad entre ellos y nosotros, entre los ciudadanos de bien y los dem¨¢s, entre los patriotas y los traidores. Al final, solo la verdad, la investigaci¨®n sincera de la historia y el reconocimiento de los cr¨ªmenes del pasado y su repercusi¨®n en el presente es lo ¨²nico que puede unir a una sociedad. Todas esas falsificaciones no son solo una mentira, son, como sostiene Snyder, un ataque contra la democracia.
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