¡°La situaci¨®n en Malvinas no ha cambiado porque hemos dejado de pensar c¨®mo cambiarla¡±
Federico Lorenz, historiador y autor de una decena de libros sobre el conflicto entre Argentina y el Reino Unido, repasa los claroscuros de una de las conmemoraciones m¨¢s sensibles para su pa¨ªs en su 40 aniversario
El 2 de abril de 1982, la Junta militar argentina decidi¨® el desembarco de sus tropas en las islas Malvinas. Miles de soldados, entre ellos j¨®venes proscritos y sin experiencia militar, llegaron al fr¨ªo de unas lejanas islas en el sur del Atl¨¢ntico con una consigna: ¡°Venimos a liberarlos¡±. En el archipi¨¦lago, territorio controlado por el Reino Unido, la radio brit¨¢nica contaba los horrores de la dictadura argentina. Seg¨²n el testimonio de los veteranos de la guerra, los isle?os los recibieron con sospecha: ?Viene a liberarnos un pa¨ªs gobernado por una dictadura? Diez semanas despu¨¦s, las fuerzas brit¨¢nicas desalojaron a las tropas argentinas. Pero el conflicto, que este s¨¢bado cumple 40 a?os, qued¨® como una memoria imborrable en la conciencia nacional.
¡°Si un sentido tienen las conmemoraciones es que la experiencia humana tiene tres ejes temporales: el pasado, el presente y el futuro. Las conmemoraciones argentinas tienen m¨¢s que ver con el pasado que con el futuro, y eso es un problema¡±, afirma el historiador Federico Lorenz (Buenos Aires, 51 a?os). Autor de m¨¢s de una decena de libros sobre el conflicto entre Argentina y el Reino Unido, profesor, curador y exdirector del Museo Malvinas e Islas del Atl¨¢ntico Sur entre 2016 y 2018, Lorenz es una de las voces m¨¢s autorizadas sobre el combate marcado a fuego en la memoria de los argentinos. Un par de d¨ªas antes del aniversario de la guerra, Lorenz se re¨²ne con EL PA?S para analizar por qu¨¦ el conflicto es un reclamo vivo en el pa¨ªs. ¡°Creo que una manera de hacer el homenaje es pensar qu¨¦ pa¨ªs queremos para darle sentido a eso que vivieron esos j¨®venes que fueron a combatir viviendo en dictadura¡±, dice el historiador. ¡°Muchos no lo eligieron, pero terminaron siendo la esperanza de una regeneraci¨®n nacional. Hay que hacerse cargo de eso¡±.
Pregunta. ?Qu¨¦ significa la consigna ¡®Las Malvinas son argentinas¡¯ a 40 a?os de la guerra?
Respuesta. Es una posibilidad de descentralizarnos para pensarnos como naci¨®n. El litoral argentino, desde Malvinas a Tierra de Fuego, es un espacio que obliga a pensar en los puntos de contacto m¨¢s que en las fronteras. Creo que es algo que no hacemos con las islas y que sirve para pensar la vida de las personas m¨¢s all¨¢ de las disputas nacionales. Uno llega al sur argentino y se da cuenta de que la gente tiene m¨¢s cosas en com¨²n con los isle?os que con la gente de Buenos Aires. Sin abandonar las consignas, que no se plantea, hay que plantear un trabajo de educaci¨®n social.
P. ?Por qu¨¦ es imposible dejar las consignas de lado?
R. Hay muchos elementos. El primero es el antiimperialista, aunque en la pr¨¢ctica, en los ochenta, la potencia imperialista era Estados Unidos y no el Reino Unido. Tambi¨¦n hay una idea de pa¨ªs no realizado, de pa¨ªs con un destino manifiesto que quer¨ªa ser la Europa de Am¨¦rica y que no puede completarse hasta que consiga las islas. Esa es una idea que se lleva construyendo desde que hay Estado moderno en la Argentina.
P. ?Son esas banderas un motor para algo m¨¢s?
R. Desde ya. El gran problema es que desde los cincuenta, desde el derrocamiento de Juan Domingo Per¨®n, Malvinas empez¨® a funcionar en t¨¦rminos de pol¨ªtica interna. Hoy, que la situaci¨®n est¨¢ estancada desde la guerra, son una bandera muy importante. Y tambi¨¦n es muy importante no correrse del eje ret¨®rico. La situaci¨®n de hecho no ha cambiado porque hemos dejado de pensar c¨®mo cambiarla.
P. ?Qu¨¦ se puede hacer para cambiarla?
R. Si los argentinos se mantienen en una l¨®gica de sostener ritualmente ciertas ideas sin pensar en pol¨ªticas concretas ante el conflicto, a largo plazo las Malvinas van a terminar extra?adas del pa¨ªs. De alg¨²n modo estamos hablando de unas islas que ya no existen. Congelados en el trauma de la guerra y del reclamo, dejamos de pensar en c¨®mo vinculamos las islas con nosotros.
P. ?C¨®mo pensar la relaci¨®n de otra manera?
R. Tal vez desde una l¨®gica regional. El extremo austral de Am¨¦rica es una regi¨®n transnacional. Los v¨ªnculos a escala local son m¨¢s estrechos que los nacionales. Pasa en muchas fronteras y es un ejercicio anal¨ªtico c¨®modo sin el elemento pasional.
P. ?Es posible quitarle el elemento pasional?
R. El tiempo hace su trabajo¡ En alg¨²n momento creo que cierta intensidad bajar¨¢ y permitir¨¢ cierta racionalidad para pensar la cuesti¨®n. De Malvinas como de tantas otras. Al final se trata de esa l¨®gica pol¨ªtica en la que discutir en realidad es esperar a que termines de decir lo tuyo para decir lo m¨ªo. Respeto que hables, pero lo que importa es lo que yo te voy a decir ahora.
P. ?C¨®mo convive el desconocimiento con el apasionamiento?
R. Se puede responder con una consigna: Malvinas es un sentimiento. Si le pregunt¨¢s a cualquier argentino si las Malvinas son argentinas te va a decir que s¨ª. La respuesta a la que hay que prestar atenci¨®n es al por qu¨¦. Las islas son un tatuaje en el coraz¨®n de los argentinos y no es sencillo lidiar con eso. Las convicciones y las pasiones no conviven necesariamente. Por eso se puede conciliar saber poco de las islas con saber lo necesario: que son argentinas.
P. ?Cu¨¢l es la relaci¨®n de Argentina con los isle?os?
R. Fue muy cambiante, y eso tambi¨¦n es da?ino en t¨¦rminos de pol¨ªtica exterior. Pas¨¢s de la pol¨ªtica de seducci¨®n a una de decir que son ocupadores. Pas¨¢s de llevarles fruta fresca, poner vuelos semanales, construir pistas de aterrizaje y becas estudiantiles a desembarcar militarmente 10 a?os despu¨¦s. Desde el punto de vista de los isle?os, no somos confiables.
P. ?Reconocer esa voz ser¨ªa una derrota?
R. No lo creo. La idea de negociaci¨®n implica ceder, pero para ceder primero hay que escuchar. Creo que ser¨ªa todo m¨¢s sencillo comenzando ac¨¢: qu¨¦ tipo de sociedad queremos ser, qu¨¦ econom¨ªa queremos tener. Y despu¨¦s ver c¨®mo encajan las Malvinas en eso, no al rev¨¦s. Me parece que ese es el punto.
P. ?C¨®mo se desata el reclamo de una guerra iniciada por una dictadura?
R. Este pa¨ªs puede estar orgulloso porque encar¨® el regreso de la democracia juzgando a los terroristas de Estado. Pero ?qu¨¦ se construye con eso? Las identificaciones de los soldados en las islas las hizo el Equipo de Antropolog¨ªa Forense, creado para identificar a las v¨ªctimas del Gobierno militar. No es que los soldados sean v¨ªctimas de la dictadura, pero que un instrumento que construimos para revisar nuestro pasado y acercarnos a la verdad sirva tambi¨¦n para que los familiares de los muertos de Malvinas sepan d¨®nde est¨¢n sus hijos, es algo que te enaltece como pueblo. No hacemos todo mal, pero creo que la Argentina no est¨¢ acostumbrada a los grises, los grises no convocan, no sirven en una tribuna.
P. ?C¨®mo comenz¨® su curiosidad sobre el conflicto?
R. Cuando estudiaba para profesor, a principios de los noventa, empec¨¦ a hacer entrevistas a veteranos. Sol¨ªa preguntar qu¨¦ es lo que m¨¢s recordaban de la guerra, y me llam¨® la atenci¨®n que la mayor¨ªa eleg¨ªa hablar de la posguerra, de la manera en la que hab¨ªan vuelto. Para m¨ª siempre hubo que pensar la guerra de Malvinas junto a la dictadura. En esa ¨¦poca investigar este tema te arrojaba a cuestiones complicadas. Si est¨¢s investigando una guerra nacida en dictadura, la siguiente pregunta es cu¨¢nto de la l¨®gica de la guerra estaba en el pensamiento pol¨ªtico de la sociedad contempor¨¢nea. Eso estaba en los militares represores que a su terrorismo de Estado lo llamaban guerra, pero tambi¨¦n en las organizaciones armadas. La paleta de gris es monumental. Por eso reducir el conflicto a 1982 es insatisfactorio.
P. ?Qu¨¦ recuerda de sus entrevistas con excombatientes?
R. Recuerdo dos momentos muy claramente. El primero es uno que me dijo: ¡°Yo quiero que me recuerden ahora, pero nos van a recordar cuando estemos muertos¡±. Despu¨¦s otro que me cont¨® que usaba la medalla por debajo de la campera [abrigo], porque le daba verg¨¹enza. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, pero ah¨ª hab¨ªa algo.
P. ?Qu¨¦?
R. Una profunda negaci¨®n de la sociedad de su responsabilidad en haber alentado a esos j¨®venes y haberles dado la espalda cuando la guerra termin¨®. Por eso es c¨®modo refugiarse en las consignas. A nadie le gusta cuestionar lo que hizo mal.
P. ?Cu¨¢nta de esa responsabilidad viene del relato que impuso la dictadura?
R. Much¨ªsimo. La guerra coincidi¨® con lo que despu¨¦s llamamos el ¡°show del horror¡±. Las revistas prohibidas de la ¨¦poca sacaban en la tapa a una vedette desnuda y dentro el testimonio de un superviviente de la represi¨®n militar. Ven¨ªa todo junto. Las revelaciones sobre la dictadura se comieron lo espec¨ªfico que tuvo la guerra. Pero la diferencia con Malvinas es que fue el hecho m¨¢s p¨²blico de la dictadura, por eso es m¨¢s dif¨ªcil responder a la pregunta de d¨®nde estaba yo mientras pasaba esto con un ¡°No sab¨ªa¡±.
P. Usted es profesor de secundaria, ?cu¨¢l deber¨ªa ser el foco de la discusi¨®n en ese ambiente?
R. Las Malvinas deber¨ªan ser un tema de todo el a?o, no del 2 de abril. En gran medida, la recuperaci¨®n de la democracia, como la conocemos, se la debemos a los combatientes de Malvinas. Claramente no murieron por eso y no fueron a la guerra por eso. Pero socialmente, que los militares se fueran del poder condicionados como se fueron, se debe a Malvinas.
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