De inc¨®gnito, perseguidos o en el exilio: los periodistas resisten en Centroam¨¦rica
Tres periodistas de Nicaragua, El Salvador y Guatemala narran en primera persona c¨®mo es seguir contando la realidad ante la embestida autoritaria en la regi¨®n y la criminalizaci¨®n de su trabajo
Un reportero invisible que, para seguir contando Nicaragua desde el terreno, tiene que borrarse del mapa: nadie puede saber a qu¨¦ se dedica, no firma sus historias y vive en alerta permanente a que alguna fuente lo delate, a que el Gobierno lo identifique y vaya a por ¨¦l, como ha hecho con m¨¢s de 200 informadores que han acabado encarcelados o han salido por veredas rumbo al exilio en los ¨²ltimos a?os. Una periodista a la que diagnostican dolencias relacionadas a ¡°vivir bajo persecuci¨®n constante¡± en El Salvador, donde, por su trabajo, ha sido espiada, robada y por el que se siente amenazada. Un editor y presentador que acaba en el exilio despu¨¦s de que le armasen casos judiciales en Guatemala, un pa¨ªs que ha emprendido una persecuci¨®n contra voces cr¨ªticas, que incluye tambi¨¦n a fiscales, jueces y magistrados que lucharon contra la corrupci¨®n.
Todos tienen algo en com¨²n: frente a una realidad que los persigue y los acosa, resisten. Siguen contando Centroam¨¦rica ante el auge de los sistemas autoritarios que criminalizan la libertad de prensa y expresi¨®n y convierten a los periodistas en enemigos del poder.
Tres periodistas cuentan c¨®mo es hacer su trabajo en la Nicaragua de Daniel Ortega y Rosario Murillo, El Salvador de Nayib Bukele, y c¨®mo es contar desde el exilio una Guatemala en la que los poderes del Estado est¨¢n demostrando tener un pacto no escrito para frenar la lucha contra la corrupci¨®n y acallar a las voces cr¨ªticas. Es una realidad llena de desaf¨ªos en la que internet y las redes sociales se convierten en aliados para vencer la censura. (El testimonio del periodista nicarag¨¹ense es an¨®nimo por motivos de seguridad)
Nicaragua: Escribir con la maleta hecha para huir del r¨¦gimen de Ortega
Testimonio an¨®nimo: ¡°Oficialmente ni siquiera existo¡±
Debajo de la mesa en la que suelo escribir tengo mi maleta hecha. La puse ah¨ª, al contacto con mis pies, por si un d¨ªa recibo una llamada¨C espero recibirla a tiempo¨C que me alerte de que la Polic¨ªa de Nicaragua me quiere capturar, como ha sucedido con al menos 10 periodistas y directivos de medios de comunicaci¨®n que han sido encarcelados desde que se desataron las protestas contra su r¨¦gimen en abril de 2018, o de que alg¨²n operador de Daniel Ortega y Rosario Murillo me busca. A la mayor¨ªa de mis colegas que han sido condenados les acusaron de ¡°difundir noticias falsas¡± o ¡°traici¨®n a la patria¡±, un par de leyes aprobadas en 2020 para criminalizar las voces cr¨ªticas.
En la maleta hay unas pocas mudas de ropa, art¨ªculos de higiene, una computadora, y mis documentos m¨¢s importantes: pasaporte, tarjeta de vacunaci¨®n y un papel del hospital que prueba que soy un paciente cr¨®nico por hipertensi¨®n y cardiopat¨ªa. Si me capturan, al menos tendr¨¦ una prueba de que necesito el medicamento que tomo a diario, pues varios presos pol¨ªticos han denunciado que no reciben las medicinas que requieren en la c¨¢rcel. Pienso ¨Cquiero creer¨C que tener preparada la maleta puede ahorrarme unos minutos, y que me servir¨¢ si tengo que esconderme en alguna casa por unos d¨ªas, o si definitivamente me toca huir de Nicaragua por veredas o por puntos ciegos de la frontera para no ser apresado, al igual que lo hicieron 185 periodistas nicarag¨¹enses que se han exiliado desde 2018. S¨®lo la semana pasada, una fuente me confirm¨® que un nuevo grupo de 11 periodistas estaba huyendo del pa¨ªs.
No soy ning¨²n delincuente ni pr¨®fugo de la justicia. Soy de los pocos periodistas que quedan en Nicaragua, intentando contar lo que pasa desde adentro, en el terreno. Pero soy consciente de que en alg¨²n momento podr¨ªa ser acusado por las instituciones que deben establecer justicia en Nicaragua y que en realidad son controladas como marionetas por la pareja presidencial. Incluso existe la posibilidad de que me quiten la nacionalidad, como hicieron con unos 20 periodistas en febrero de este a?o. Esta es la realidad que como periodista nicarag¨¹ense me ha tocado vivir.
Desde hace unos 10 a?os, cuando empec¨¦ a trabajar en los medios, el ejercicio period¨ªstico no ha sido f¨¢cil. Entonces ten¨ªamos problemas de libertad de expresi¨®n e informaci¨®n similares a los que padecen los colegas de otros pa¨ªses de la regi¨®n. Pero a ra¨ªz de las protestas de 2018, cuando el r¨¦gimen perpetr¨® una masacre contra los ciudadanos que se lanzaron a las calles para pedir su dimisi¨®n, los periodistas que cubrimos y documentamos estos delitos nos convertimos en adversarios, en objetivos a agredir.
El acoso contra los periodistas se ha agudizado en el ¨²ltimo a?o. En julio de 2022, unos agentes de la Polic¨ªa allanaron las casas de unos colegas del diario La Prensa. El motivo: hab¨ªan cubierto la expulsi¨®n del pa¨ªs de un grupo de monjas. Fue una simple cobertura de una de las tantas agresiones contra la Iglesia Cat¨®lica, otro de los blancos del r¨¦gimen. De acuerdo a la narrativa oficial, las manifestaciones masivas de 2018 fueron ¡°un intento de golpe de Estado¡± urdido por los obispos, Estados Unidos, empresarios, algunas oeneg¨¦s y antiguos disidentes del sandinismo. Seg¨²n la propaganda oficial, dentro de este supuesto esquema, los periodistas independientes nos dedicamos a difundir fake news para manipular a la opini¨®n p¨²blica. Esto ha llegado a tal punto que las declaraciones de pol¨ªticos o ciudadanos en medios independientes o cadenas internacionales de noticias han sido tomadas como pruebas para los juicios en contra de decenas de presos pol¨ªticos.
En julio pasado, cuando los agentes de la Polic¨ªa persiguieron a los reporteros de La Prensa, tambi¨¦n llegaron a la casa de otros periodistas. Fue la primera vez que hice mi maleta y me fui dos meses a vivir a otras casas. No ve¨ªa a mi familia y rechazaba invitaciones de amigos. No pod¨ªa salir a ninguna parte. Fue un parteaguas en el quehacer period¨ªstico. Ahora somos conscientes de que salir a reportear nos puede llevar a la c¨¢rcel.
Regres¨¦ a mi casa cuando sent¨ª que pod¨ªa. Este sentimiento de seguridad de volver con tranquilidad a donde vivo es un acto de fe, como otros a los que me aferro para poder seguir reporteando y viviendo en estas condiciones. Lo que m¨¢s me frustra es dejar de hacer periodismo: ir a los lugares, hablar con las personas, entrevistar a los funcionarios p¨²blicos. En otras palabras, ejercer mi profesi¨®n sin miedo y que las fuentes tampoco tengan temor de expresarse. El miedo se ha apoderado, con justificada raz¨®n, de todos en Nicaragua, donde una declaraci¨®n o menci¨®n en un medio de comunicaci¨®n puede llevarte a una celda.
En los ¨²ltimos meses, me da temor cuando consulto a fuentes que no conozco bien. Tengo miedo de que uno de ellos sea simpatizante del Frente Sandinista, el partido en el poder, y me pueda denunciar por ser periodista. He seguido reporteando, cada vez menos y con mayor planificaci¨®n. Tomo medidas que no puedo detallar aqu¨ª porque pondr¨ªa en riesgo a los pocos periodistas que quedan en Nicaragua. Pero s¨¦ que ning¨²n protocolo de seguridad es infalible. En m¨¢s de una ocasi¨®n, por la adrenalina de pisar la calle, me he encontrado en una conversaci¨®n con la esposa de un polic¨ªa, con un militar retirado o con un miembro del partido sandinista. Por suerte, no ha pasado a m¨¢s y nadie me ha delatado o denunciado por ser periodista. No quiero resignarme a seguir haciendo periodismo encerrado en un cuarto, pero tengo que aceptar que cada vez es m¨¢s peligroso salir; cada d¨ªa se pone m¨¢s complicado hacer mi trabajo.
No s¨¦ cu¨¢ntos periodistas quedamos en el pa¨ªs. Varios de los que todav¨ªa permanecemos hemos optado por decirles a los otros colegas, con los que no tenemos mucha confianza, que ya dejamos de trabajar en esto. Todos estamos alerta y desconfiamos. Hace una semana, en una redada, capturaron a algunos colegas. En esos d¨ªas, dorm¨ª en una casa de seguridad por si llegaban a buscarme. No llegaron, y por eso sigo en el pa¨ªs.
Creo que el protocolo de seguridad m¨¢s efectivo es ¡°desaparecer¡±. Me refiero a la medida que han elegido todos los periodistas nicarag¨¹enses de no firmar sus textos. Hemos dejado de publicar fotograf¨ªas nuestras e informaci¨®n en redes sociales, no compartimos noticias cr¨ªticas hacia el r¨¦gimen y tratamos de no asistir, ni siquiera de forma virtual, a cualquier actividad de gremios de periodistas.
Al inicio fue dif¨ªcil aceptar que no puedo viajar a ning¨²n festival de periodismo, ni a un taller fuera del pa¨ªs, y menos a recibir un reconocimiento, porque oficialmente ni siquiera existo. Me esfuerzo por pasar desapercibido. Muchos cr¨ªticos del r¨¦gimen estamos en una especie de ¡°pa¨ªs por c¨¢rcel¡± de facto por el control f¨¦rreo que existen en las fronteras y el aeropuerto. A los periodistas nos proh¨ªben las salidas y nos quitan el pasaporte si somos identificados por nuestra profesi¨®n. Es el precio que tenemos que pagar para estar todav¨ªa con nuestras familias y vernos con los amigos de vez en cuando para tomar unas cervezas.
Otra medida de seguridad que he tomado es no trabajar en ninguna oficina despu¨¦s de que varias instalaciones de medios de comunicaci¨®n hayan sido confiscadas por el r¨¦gimen. Escribo en un cuarto que tiene una ventana por la que puedo ver los techos de las casas vecinas. Por esa ventana, despu¨¦s de mediod¨ªa, entra el sol directo al escritorio en el que trabajo, debajo del cual est¨¢ mi maleta. En la ciudad donde vivo, en estos d¨ªas tenemos una ola de calor de m¨¢s de 41 grados de sensaci¨®n t¨¦rmica que me impide trabajar por las tardes. Pese a todo, mi mayor preocupaci¨®n es que no me llegue a tiempo la llamada de alerta. Temo que sea tarde cuando me d¨¦ cuenta que los operadores del r¨¦gimen van a llegar a allanar mi casa. Que me capturen es una de mis pesadillas m¨¢s recurrentes en las madrugadas de los ¨²ltimos meses, cuando me despierto sobresaltado, balbuceando algunas palabras.
Mi familia tiene tan interiorizado este temor que me sugirieron un escape de emergencia, que consiste en subirse a una escalera para salir por una ventana, y llegar al tejado de los vecinos. En una de esas casas est¨¢n previamente avisados de que puedo entrar, en cualquier momento, por un hueco. Es una salida, ni m¨¢s ni menos, como las que cuentan que hac¨ªa Pablo Escobar, el capo de la droga en Colombia, en los a?os 80. A m¨ª me causa gracia, y no me veo ni creo poder huir al estilo de pel¨ªcula narco.
Pero, conforme transcurre el tiempo, tengo la sensaci¨®n de que estoy cometiendo un delito al hacer periodismo. Porque en Nicaragua se persigue m¨¢s a los periodistas que a los narcos.
El Salvador: Hacer periodismo (y vivir) bajo persecuci¨®n constante
Por Julia Gavarrete (El Faro): ¡°El desgaste es cada vez m¨¢s fuerte y es una apuesta para callarnos¡±
So?¨¦ que me violaban. Es la segunda vez que lo escribo. De esa madrugada de agosto de 2020, recuerdo haber despertado en pleno llanto y con una profunda opresi¨®n en el pecho. Tambi¨¦n recuerdo las siluetas, los forcejeos sobre mi cama y gritos. Todo era muy confuso: me sent¨ªa incapaz de dividir la realidad del sue?o. Esa madrugada fue la primera vez que escrib¨ª sobre esto. En pleno ataque de p¨¢nico, tom¨¦ una vieja libreta y lo escrib¨ª. Lo hice porque intentaba convencerme de que nada de esto hab¨ªa ocurrido.
El 2 de julio de 2020, unas semanas antes de ese sue?o, irrumpieron en mi casa mientras yo estaba en una conferencia de prensa que el Ministerio de Salud brind¨® en Casa Presidencial. Est¨¢bamos encerrados, en plena cuarentena por covid-19. Cuando regres¨¦, solo un par de horas despu¨¦s, me encontr¨¦ con mi habitaci¨®n hecha un tiradero. Entraron, pero lo ¨²nico de valor que se llevaron fue mi laptop. Present¨¦ un aviso a la Fiscal¨ªa para que investigara, pero nunca avanz¨® ni ha avanzado hasta hoy. Ese robo desencaden¨® una serie de sue?os recurrentes. Sent¨ªa que deb¨ªa proteger a¨²n m¨¢s mi espacio, protegerme a m¨ª, pero tambi¨¦n a todos aquellos a quienes quiero. So?¨¦ una y otra vez que se met¨ªan a mi casa; pero, en el momento justo en el que intentaba averiguar de qui¨¦n se trataba, despertaba.
Nunca he cre¨ªdo que el robo fuera circunstancial y mucho menos que fuera pura casualidad. A?os m¨¢s tarde, en enero de 2022, publicamos en El Faro una pieza que revel¨® que hab¨ªamos sido blanco de un obsesivo espionaje con Pegasus, el software de origen israel¨ª que s¨®lo se le vende a gobiernos. Un an¨¢lisis que Citizen Lab y Access Now realiz¨® a nuestros dispositivos determin¨® que 22 miembros del peri¨®dico est¨¢bamos siendo infectados con el programa. Supimos las fechas exactas en las que ocurrieron esos ataques. En ese momento, reafirm¨¦ lo que siempre he cre¨ªdo: nada es circunstancial. El d¨ªa en que mi computadora fue robada, mi colega Carlos Mart¨ªnez fue difamado por una p¨¢gina que forma parte del ecosistema de medios de comunicaci¨®n controlados por el oficialismo, desde donde el Gobierno de Nayib Bukele hace propaganda, lanza ataques contra el periodismo independiente y difama impunemente a periodistas. Ese d¨ªa tambi¨¦n iniciaron las auditor¨ªas del Ministerio de Hacienda contra El Faro, con las que el presidente ha pretendido acusar al medio de lavado de dinero. Por ese acoso, El Faro movi¨® su estructura administrativa y legal a Costa Rica ante la falta de condiciones para seguir operando en El Salvador. Lo ha dicho el medio en un editorial: ¡°Nos vamos para quedarnos¡±. Es una decisi¨®n que busca proteger el periodismo que hacemos.
Hay muchos otros medios que resisten a estos embates, a los ataques y a las amenazas; periodistas que con su trabajo est¨¢n dejando evidencia de los abusos de poder y de autoridad, aun cuando esa autoridad tiene todo el poder de amedrentarnos con un tan s¨®lo tuit, al retener nuestros documentos de identificaci¨®n o usando las mismas leyes. A pesar de eso, seguimos.
El periodismo independiente en El Salvador se enfrenta a una clara declaratoria de guerra. El presidente Bukele, sus funcionarios de Gobierno, como sus esbirros, arrecian los ataques y las amenazas cuando el periodismo hace su trabajo, el de fiscalizar y controlar las decisiones de quienes nos gobiernan. Los registros de la Asociaci¨®n de Periodistas de El Salvador (APES) hablan por s¨ª solos: cada vez son m¨¢s las agresiones contra periodistas.
El Gobierno defiende fehacientemente que en El Salvador hay libertad de prensa ¡°porque no hay ning¨²n periodista muerto¡±. ?Por qu¨¦, entonces, no investiga qui¨¦nes nos espiaron con Pegasus? Este es un programa que tambi¨¦n fue encontrado en los tel¨¦fonos de periodistas de otras partes del mundo al momento en el que fueron asesinados. La desidia del Gobierno nos ha llevado a algunos miembros de El Faro a demandar a NSO Group en una corte en Estados Unidos. Queremos saber simplemente qui¨¦nes est¨¢n detr¨¢s de este espionaje.
Sabemos que en el pa¨ªs jam¨¢s encontraremos respuestas porque las ¨²nicas que salen del Gobierno vienen acompa?adas de reformas, como las que legalizan el espionaje y buscan agilizar la intervenci¨®n de las comunicaciones. Pero hay much¨ªsimas otras que se suman al marco jur¨ªdico instaurado para censurarnos, perseguirnos, acusarnos y detenernos. La Asamblea Legislativa, controlada por el partido de Bukele, aprob¨® una Ley Mordaza para llevar a la c¨¢rcel hasta por 15 a?os a medios de comunicaci¨®n o periodistas que reproduzcan mensajes de pandillas que generen ¡°zozobra¡±. El Gobierno insiste en que ning¨²n periodista ha sido encarcelado, pero tiene las cartas para hacerlo cuando quiera.
Dicen que en El Salvador se respeta la libertad de prensa, pero se censuran los espacios ganados desde la firma de los Acuerdos de Paz. De nada sirve caer en el absurdo de defender que la libertad de expresi¨®n y de prensa se mide a partir de si hay o no periodistas asesinados cuando vemos c¨®mo acallan la voz de la ciudadan¨ªa por miedo a ser v¨ªctimas de un linchamiento p¨²blico en redes sociales o ir a la c¨¢rcel en un pa¨ªs donde no existe m¨¢s la independencia de poderes y que aplica el R¨¦gimen de Excepci¨®n contra todo aquel que consideren un criminal sin que existan garant¨ªas de defensa.
Pero siempre habr¨¢ quienes, pese a todo, hablar¨¢n y denunciar¨¢n. Eso nos permite seguir resistiendo a los ataques intimidatorios, a las agresiones y al espionaje al que estamos expuestos. S¨¦ que esto tiene altos costos, de salud f¨ªsica y mental, de horas en psicoterapia y visitas m¨¦dicas. Y ese es un sentir que compartimos entre colegas: el desgaste es cada vez m¨¢s fuerte y es una de las apuestas para callarnos.
Hace unos d¨ªas visit¨¦ a mi m¨¦dico. Me hice unos ex¨¢menes por algunos problemas de salud que he presentado. Todo aparenta estar bien, pero mi organismo dice lo contrario. Por algo ni el clonixinato de lisina, ciclobenzaprina o la tizanidine que me han recetado desde hace m¨¢s de un a?o hacen efecto.
¡°Hay una afectaci¨®n directa de vivir bajo persecuci¨®n constante¡¡±, me dijo el doctor sobre lo que cree es uno de los porqu¨¦s de que mi cerebro se mantiene bajo alerta todo el tiempo.
Guatemala: Contar desde el exilio un pa¨ªs que criminaliza a jueces y periodistas
Juan Luis Font (ConCriterio): ¡°Hago cada d¨ªa mi programa con la decisi¨®n de no ceder ante quienes preferir¨ªan silenciarme¡±
Sal¨ª al exilio el 1 de abril de 2022. Entonces me negaba a aceptar que era un viaje sin retorno. Desde Francia, mi primera parada, me apremiaba volver a Guatemala al lado de mi madre cuyo c¨¢ncer terminal avanzaba sin tregua. Tengo 56 a?os. Treinta y tres los he dedicado al oficio de periodismo, como reportero y director de medios.
En febrero de 2021, la Fiscal¨ªa Especial contra la Impunidad, bajo la gesti¨®n de Rafael Curruchiche, un fiscal considerado por Estados Unidos como actor corrupto y antidemocr¨¢tico, empez¨® una embestida contra antiguos fiscales, jueces y magistrados que hab¨ªan perseguido la corrupci¨®n. En octubre, gracias a una infidencia, supe que se preparaba una acusaci¨®n en mi contra. El fiscal Curruchiche hab¨ªa ido a la c¨¢rcel a tomar la declaraci¨®n a un antiguo ministro de Comunicaciones y Obras P¨²blicas, preso despu¨¦s de tres a?os pr¨®fugo, acusado por diferentes casos de corrupci¨®n. El exministro asegur¨® haberme sobornado para obtener coberturas complacientes. No ha ofrecido una sola nota para sustentar su acusaci¨®n falsa. Mis colegas presentaron, en cambio, publicaciones que revelaban la gran corrupci¨®n en la obra p¨²blica, desde sobrevaloraci¨®n de contratos hasta r¨ªos supuestamente dragados que se sal¨ªan de madre a pesar del dispendio. Varias de estas investigaciones period¨ªsticas hab¨ªan sido punto de partida de juicios y condenas en Guatemala.
Ante la acusaci¨®n, ofrec¨ª mi declaraci¨®n patrimonial y de ingresos, el informe de mis cuentas bancarias y los reportes de mis tarjetas de cr¨¦dito. La Fiscal¨ªa logr¨® mi arraigo, despu¨¦s revocado. El Ministerio P¨²blico me mencion¨® en al menos otros cuatro casos m¨¢s como sospechoso, pero no formul¨® cargos en mi contra. Mi caso no es ¨²nico. Michelle Mendoza, Sonny Figueroa, Marvin del Cid, Carlos Choc, todos periodistas independientes, tambi¨¦n han padecido la persecuci¨®n.
El sistema de justicia de Guatemala, actualmente cooptado, tiene adem¨¢s en su poder a Jos¨¦ Rub¨¦n Zamora, el fundador del diario elPeri¨®dico, el cual dirig¨ª durante 17 a?os. Zamora no ha tenido acceso a un juicio justo. Ha debido cambiar una decena de veces de abogado. Cuatro de sus defensores y tres de sus testigos han sido llevados a proceso.
La ¨²ltima vez que habl¨¦ con Zamora fue en mayo de 2022, cuando a¨²n estaba libre. Me urgi¨® a no volver a Guatemala. Desoy¨¦ndolo, entr¨¦ clandestinamente al pa¨ªs. Me ocult¨¦ en mi propia casa durante tres meses; sal¨ªa por las noches hacia el apartamento de mis padres; transmit¨ªa mi programa de radio por medio de Zoom fingiendo que me encontraba fuera. Usaba un encubridor de se?al para ocultar el origen de mi transmisi¨®n. El 27 de julio, cuando capturaron a Zamora dej¨¦ nuevamente el pa¨ªs. Mi madre muri¨® dos semanas despu¨¦s de mi salida.
Desde entonces, vivo entre Estados Unidos y M¨¦xico sin pedir asilo o refugio: me niego a pensar en un largo periodo sin volver a Guatemala. Hago cada d¨ªa mi programa de radio, con la decisi¨®n de no ceder ante quienes preferir¨ªan silenciar mi voz. El nuestro es un programa de discusi¨®n sobre la realidad pol¨ªtica guatemalteca, duro y confrontado, porque uno de mis colegas alinea su opini¨®n con la actuaci¨®n de los grupos de poder. Mis dos compa?eros conductores, igual que yo, no hemos cobrado sueldo desde enero pasado. La pauta de los grandes grupos de capital de Guatemala se alej¨® conforme avanzaba la lucha contra la impunidad y la corrupci¨®n. La publicidad estatal s¨®lo le llega a quienes son d¨®ciles con el Gobierno. Yo, mientras tanto, acepto trabajar en las consultor¨ªas que se me ponen delante para cubrir mis gastos y aspiro a becas de estudios que me den alguna estabilidad. Trabajo en crear un medio dirigido a centroamericanos en Estados Unidos.
En mi pa¨ªs hoy concurren dos causas que amenazan al periodismo y a la justicia independiente. La primera es una retaliaci¨®n por las acciones que llev¨® a cabo la Comisi¨®n de Naciones Unidas contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) entre 2006 y 2019 y la fiscal¨ªa de esa ¨¦poca. Aquella batida encarcel¨® a un presidente y una vicepresidenta y alcanz¨® a due?os de los mayores grupos de capital del pa¨ªs. Coincidi¨® adem¨¢s con un in¨¦dito cobro judicial de impuestos no pagados. Hubo empresarios que debieron entregar de un d¨ªa al otro 100 millones de d¨®lares al fisco en impuestos escamoteados al Estado.
En Guatemala, la riqueza se concentra en escas¨ªsimas manos. Uno de cada dos ni?os sufre desnutrici¨®n cr¨®nica y el pa¨ªs carece de un sistema de salud p¨²blica o de educaci¨®n que ofrezca esperanza a los m¨¢s pobres. Cuatro millones de guatemaltecos (de los 18 en total en el pa¨ªs) han decidido, hemos decidido, huir hacia Estados Unidos.
El poder pol¨ªtico, furibundo con las acciones contra la corrupci¨®n, expuls¨® a la CICIG, tom¨® el control de las cortes e instituciones, forz¨® la reelecci¨®n de la fiscal general que encubre sus robos: ha desplazado a los fiscales que investigan malos manejos y ha evitado ahondar en acusaciones tan graves como que el actual presidente financi¨® con fondos p¨²blicos parte de su campa?a electoral. Ese mismo poder hoy manipula el proceso electoral para colocar en la Presidencia este a?o a un nuevo representante de su alianza.
La segunda causa es un esfuerzo concertado para impedir el avance de los casos por graves violaciones a los derechos humanos durante la guerra civil guatemalteca (1960-1996). Estos implican a altos cargos militares, algunos de ellos relacionados con grandes grupos de capital.
A la prensa independiente, como a los antiguos fiscales, jueces y magistrados que se han visto obligados a salir del pa¨ªs so pena de c¨¢rcel, se le reclama su contribuci¨®n a esos dos procesos de b¨²squeda de justicia y democracia, detestables para quienes se benefician desde hace d¨¦cadas del sistema. A m¨ª, simplemente me cuesta verme haciendo otra cosa que no sea periodismo. Me avergonzar¨ªa callar lo que entiendo y lo que veo, como me averg¨¹enza y me duele el enojo de mis hijos hacia nuestro pa¨ªs.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.