Los muertos civiles que inflaman la batalla entre Israel y Hezbol¨¢
Los bombardeos israel¨ªes en el sur de L¨ªbano han matado a 88 civiles, entre ellos ni?os, ancianos, mujeres, sanitarios y periodistas. Su sangre alimenta el ciclo de venganza en las reglas no escritas de ocho meses de enfrentamientos


Cuando oy¨® el estruendo, Mohamed Hussein Hamdan no sab¨ªa que sus padres estaban en casa. Era 28 de febrero y la aviaci¨®n militar israel¨ª acababa de lanzar en Kafra, una aldea del sur de L¨ªbano, un misil ¨Dpreciso y con poca carga explosiva, a tenor de la destrucci¨®n¨D contra la vivienda de Hussein Ali Hamdan (87 a?os) y Manar Ahmed Abadi (85). El hombre daba por hecho que sus padres se encontraban en Beirut, donde se hab¨ªan resignado a convertirse, ya octogenarios, en unos de los 94.000 desplazados de la zona fronteriza que esperan ¨Dpor lo general en casas de familiares¨D desde hace ocho meses el fin de un fuego cruzado entre Israel y Hezbol¨¢ que, sin embargo, nunca ha estado tan cerca como ahora de degenerar en guerra abierta.
Hussein y Manar s¨ª estaban en su casa en Kafra, como recuerda hoy un cartel sobre los escombros con sus rostros y una frase en ¨¢rabe: ¡°M¨¢rtires del sionismo traicionero¡±. Acababan de llegar de la capital para recoger el documento de propiedad de otra vivienda. Lo necesitaban porque se dispon¨ªan a llevar ante los tribunales al arrendatario por impago, cuenta Mohamed. El misil los mat¨® de inmediato. El ej¨¦rcito israel¨ª lo contaba as¨ª en un comunicado: ¡°Nuestros cazabombarderos golpearon instalaciones militares e infraestructura terrorista de Hezbol¨¢¡±. La expresi¨®n ¡°infraestructura terrorista¡± engloba aquellos inmuebles vac¨ªos que Israel sospecha ocupados por milicianos.
¡°Estaba fumando narguile [pipa de agua] en una casa a unos 200 metros de aqu¨ª cuando o¨ª la explosi¨®n. Alguien me dijo: ¡®Hay un incendio en casa de tus padres, no est¨¢n all¨ª, ?verdad?¡¯. ¡®No, no, est¨¢n en Beirut¡¯, respond¨ª. Empec¨¦ a llamarlos por tel¨¦fono mientras corr¨ªa hacia la casa, pero me daba como apagado y no me pod¨ªa acercar, porque hab¨ªa fuego en la calle. Entonces alguien me dijo: ¡®Lo siento, s¨ª que estaban en la casa¡±, recuerda.
Mohammed, de 46 a?os, camina sobre los escombros de la casa ¨Dintentando no tropezar con los trozos de baldosas rotas, ni clavarse los hierros que sobresalen del hormig¨®n armado¨D para explicar d¨®nde se tumbaba su madre en la hamaca o d¨®nde sol¨ªan jugar abuelos y nietos hace apenas un a?o. ?l vivi¨® en Rusia, donde conoci¨® a su hoy mujer. Cuando en 2017 decidieron establecerse en Kafra, se hicieron un hueco en la casa familiar. ¡°A mis padres les encantaba estar rodeados de nietos, pero cuando tienes una gran familia tambi¨¦n quieres que descansen, y ellos ya estaban mayores¡±, se?ala. En 2023 se mudaron a otra casa.
Poco despu¨¦s, estall¨® la guerra en Gaza, Hezbol¨¢ atac¨® a Israel (t¨ªmidamente al principio) y el fuego cruzado se convirti¨® en diario. Los padres buscaron protecci¨®n en la capital, mientras que Mohamed y su mujer se quedaron en Kafra, un feudo de la milicia Hezbol¨¢ a apenas ocho kil¨®metros de Israel en el que cualquier veh¨ªculo de paso corre el riesgo de acabar en chatarra. Un d¨ªa m¨¢s tarde, un misil israel¨ª mat¨® a cuatro hombres de Hezbol¨¢ en una carretera secundaria cerca de la ciudad de Tiro, como dejaban constancia una mancha negra y unas pocas piezas de coche desperdigadas por el asfalto.



Mohamed fluct¨²a entre tres sentimientos al hablar. Uno es el dolor por perder a sus padres ¡°en un segundo¡±. ¡°No deseo a nadie en el mundo sentir algo as¨ª. Que no me veas llorar no significa que no llore por dentro en silencio¡±, dice. Otro, el odio hacia Israel y ¨Da diferencia de los palestinos, que lo mencionan con menos frecuencia¨D hacia quien m¨¢s lo arma y apoya, Estados Unidos. ¡°Para m¨ª son lo mismo. Los dos han matado a mi familia. Encontr¨¦ un trozo de munici¨®n entre los escombros. No era israel¨ª, era estadounidense¡±, puntualiza. Son, respectivamente, el Peque?o y el Gran Sat¨¢n, en la terminolog¨ªa fundamentalista de la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n, sost¨¦n de la milicia de Hezbol¨¢ y tan chi¨ª como los 4.000 habitantes de esta aldea. El tercero es el orgullo ideol¨®gico: ¡°No s¨¦ qu¨¦ pretend¨ªan con esto, pero nunca nos iremos de aqu¨ª. Es nuestra tierra¡±.
Una tierra donde las im¨¢genes nada tienen que ver con las de Gaza, donde los bombardeos (con cargas de hasta una tonelada) han matado a casi 8.000 ni?os y 5.500 mujeres, y un algoritmo de inteligencia artificial calcula como ¡°da?o colateral¡± aceptable 100 civiles por cada comandante de Ham¨¢s, seg¨²n una investigaci¨®n period¨ªstica. El ej¨¦rcito israel¨ª est¨¢ usando f¨®sforo blanco en zonas residenciales pobladas (algo prohibido por el derecho internacional) en el sur de L¨ªbano, seg¨²n han documentado ONG de derechos humanos como Human Rights Watch y Amnist¨ªa Internacional. Pero el tipo de impactos en las casas ¨Dcon apenas da?os en los edificios colindantes¨D muestran el uso de proyectiles contra objetivos espec¨ªficos. El panorama es, adem¨¢s, muy distinto entre las aldeas chi¨ªes m¨¢s castigadas (donde no hay un alma, cada tanto se ve una casa en ruinas y solo se oye el zumbido de los drones israel¨ªes) y las localidades cristianas o drusas, con peluquer¨ªas abiertas y gente secando hojas de tabaco en su parcela.
El n¨²mero de civiles muertos en L¨ªbano es, de hecho, muy bajo comparado con Gaza: 88, de los que 27 eran mujeres; 12, ni?os; 19 trabajadores sanitarios y tres periodistas, seg¨²n los ¨²ltimos datos que recoge la oficina humanitaria de Naciones Unidas, del 29 de mayo. El Ministerio de Sanidad liban¨¦s cifra el total de muertos en el pa¨ªs por bombardeos israel¨ªes desde octubre en 375, sin distinguir entre civiles y combatientes. Hezbol¨¢ s¨ª los reconoce (como ¡°m¨¢rtires en el camino a Jerusal¨¦n¡±) tanto en L¨ªbano como en Siria: unos 320. Es la misma cifra que dio la pasada semana el ministro israel¨ª de Defensa, Yoav Gallant, al acusar al l¨ªder de Hezbol¨¢, Hasan Nasral¨¢, de ¡°arrastrar a L¨ªbano a una realidad muy, muy dif¨ªcil¡±. En el norte de Israel los muertos superan los 30, 10 de ellos civiles.

El contraste entre L¨ªbano y Gaza alimenta precisamente la idea por la que tantos defienden aqu¨ª la muqawama (resistencia). Ven a Hezbol¨¢ como una especie de seguro, de ej¨¦rcito aut¨¦ntico que venga las muertes en Gaza a la vez que disuade a Israel de una invasi¨®n y enfrentamiento como el que mantuvo durante 18 a?os (1982-2000) y que naci¨® precisamente para combatir. Nadie olvida tampoco que la milicia libanesa venci¨® simb¨®licamente a Israel en 2006 al hacer frente durante 34 d¨ªas a un enemigo tecnol¨®gicamente muy superior y matar a 165 israel¨ªes (121 de ellos soldados, m¨¢s de un tercio que todos los de ocho meses en Gaza). Hoy, tiene entre 50.000 y 100.000 hombres, m¨¢s y mejor arsenal y una d¨¦cada de entrenamiento en combate en la guerra siria, en apoyo del presidente Bachar el Asad.
Maldici¨®n de L¨ªbano, para algunos de sus habitantes; orgullo para otros; Hezbol¨¢ (y Amal, otro movimiento ch¨ªi) est¨¢n aqu¨ª omnipresentes. Un inmenso cartel con el rostro del l¨ªder de Hezbol¨¢, Hasan Nasral¨¢, da la bienvenida a la aldea de Bafliye, antes de otro con el mensaje: ¡°Los habitantes de esta tierra esperan al mahdi¡±. Es el ¡°imam oculto¡± que vive escondido desde el siglo IX y reaparecer¨¢ un d¨ªa para salvar el mundo, seg¨²n la principal rama del islam ch¨ªi, la duodecimana, que se profesa aqu¨ª.
Imad Mughniye, el n¨²mero dos de Hezbol¨¢ asesinado en Damasco en 2008 con un coche bomba por la CIA y el Mosad, observa al visitante desde la misma carretera decorada con c¨¢rteles celebrando el ataque de Ham¨¢s del 7 de octubre (casi 1.200 muertos en Israel y m¨¢s de 250 rehenes). ¡°El diluvio de los libres¡±, lo llaman, parafraseando su nombre (Diluvio de Al Aqsa) con im¨¢genes de la Explanada de las Mezquitas de Jerusal¨¦n que apelan a todos los musulmanes del mundo (sean sun¨ªes, como los palestinos, o ch¨ªies, como Hezbol¨¢) a combatir a Israel como parte de una lucha escatol¨®gica entre el bien y el mal.
Respuesta letal
Tanto en este lado de la frontera como en el israel¨ª, todos conocen las normas no escritas del enfrentamiento, pese a la enemistad. Atacar soldados o milicianos (con Israel causando unas diez veces m¨¢s bajas) es leg¨ªtimo. Si Israel mata alg¨²n dirigente o Hezbol¨¢ se aventura con una acci¨®n particularmente intr¨¦pida (derribar un dron, un globo de observaci¨®n o atacar lejos de la frontera...), la respuesta ser¨¢ m¨¢s letal y profunda.
Matar civiles es subir la apuesta. En febrero, por ejemplo, en uno de los picos de tensi¨®n m¨¢s cr¨ªticos, Israel mat¨® a 10, cinco de ellos ni?os, despu¨¦s de que Hezbol¨¢ hiciese blanco con un dron con explosivos en una importante base militar en la ciudad de Safed. ¡°Ha sido premeditado. Si Israel quisiera atacar combatientes, podr¨ªa haber evitado [matar] civiles. El enemigo pagar¨¢ con sangre el precio de derramar estos d¨ªas la sangre de nuestras mujeres y ni?os¡±, advirti¨® entonces Nasrala.

Uno de los 12 ni?os muertos desde octubre era Sara Qashaqash, de 11 a?os, junto con su t¨ªa Mariam, de 50 y viuda de un miliciano de Amal. Sobre los escombros de la casa se alza hoy la bandera amarilla de Hezbol¨¢. Las dos yacen en Hanine, una localidad tan en el punto de mira israel¨ª que se oye al viento mover las hojas de los ¨¢rboles y ni siquiera aparecen los habituales j¨®venes de Hezbol¨¢ para asegurarse de que los periodistas no son en realidad ¡°esp¨ªas del enemigo sionista¡±, como suele suceder en pocos minutos.
No son tiempos para despedidas largas a la vista de los sat¨¦lites estadounidenses que utilizan los servicios de inteligencia israel¨ªes, as¨ª que la sepultura es precaria. Apenas cemento y piedras puestos a toda prisa junto a una mezquita. Tambi¨¦n velas y ramos de flores, un mensaje (¡°En el camino a Jerusal¨¦n vuestras almas pasaron antes que vuestros cuerpos¡±) y un cartel de Sara sonriente con el uniforme de Imam al Mahdi, los scouts de Hezbol¨¢.
Tampoco Ali Qashaqash se ha quedado en Hanine para velar a su hermana y su sobrina. Est¨¢ desplazado m¨¢s al interior, en la localidad de Bazuriye, despu¨¦s de ver apagarse a su sobrina con impotencia, ¡°emparedada entre dos plantas de la casa [bombardeada], haciendo se?ales con las manos y pidiendo ayuda mientras se desangraba¡±.

¡°Sab¨ªa que estaban muriendo como m¨¢rtires, y eso me consolaba, porque es algo a lo que damos mucho valor. Amamos el concepto de martirio. Pero eso no justifica que disparen contra una casa donde hay mujeres y ni?os. ?Qu¨¦ ha visto de la vida una ni?a de 11 a?os? ?C¨®mo iba a haber luchadores en la casa si estaban mis padres y todo el mundo llevaba el m¨®vil?¡±, dice en referencia a que los milicianos evitan llevarlo para que Israel no los localice por el GPS.
Ali habla con calma, sin esconder su orgullo por el papel de la ¡°resistencia¡± y recordando que los aliados de Israel, las falanges cristianas, ya obligaron a su familia a escapar del mismo Hanine durante los 15 a?os de guerra civil que asolaron L¨ªbano (1975-1990). ¡°Sin la resistencia, nunca habr¨ªamos podido volver a nuestra tierra, a la que estamos muy apegados. Y si no existiese, Israel ya nos la habr¨ªa robado. Nos pusieron a un demonio [en alusi¨®n a Israel] al lado. ?Qu¨¦ hacemos? O lo enfrentamos o huimos¡±, lanza, justo cuando m¨¢s fuerte suenan los tambores de guerra.
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