El beduino que lucha desde Israel por sacar a su familia del infierno de Gaza
Dos evacuaciones, del Sina¨ª y Gaza, y el estigma de la colaboraci¨®n acabaron llevando al clan familiar de Riad El Shtiwi a un poblado sin nombre en el desierto del Neguev
Riad El Shtiwi abre una carpeta con documentos en ¨¢rabe y hebreo, compilados durante d¨¦cadas, para explicar c¨®mo ¨¦l ha acabado aqu¨ª y su mujer Widad y cuatro de sus hijos (que nacieron en Israel) en Gaza entre el hambre y las bombas. Un ¡°aqu¨ª¡± dif¨ªcil de definir: una precaria aldea en el desierto israel¨ª del Neguev que no tiene nombre oficial ni aparece en los mapas, como otras decenas de los denominados ¡°poblados no reconocidos¡±, principalmente beduinos. Se la conoce como Tel Arad, por cercan¨ªa al sitio arqueol¨®gico hom¨®nimo a unos 25 kil¨®metros del mar Muerto, aunque los separa un camino de tierra sin se?alizar y con camellos en el que su clan familiar ha culminado un periplo por tres territorios (Egipto, Gaza e Israel) que narra medio siglo de historia del conflicto de Oriente Pr¨®ximo.
Las autoridades israel¨ªes reubicaron en 2005 en Tel Arad a Riad y a otras 68 familias de los Armilat, un clan beduino originario de la costa norte de la pen¨ªnsula egipcia del Sina¨ª. Los sacaron de un lugar que s¨ª ten¨ªa nombre (Dahaniya), pero que todos en Gaza llamaban de otra forma: la ¡°aldea de los colaboracionistas¡±. La hab¨ªan edificado las autoridades militares israel¨ªes en los a?os setenta (cuando controlaban tanto Gaza como el Sina¨ª, a ra¨ªz de su victoria en la Guerra de los Seis D¨ªas de 1967) para compensarles por apropiarse de sus tierras para construir el asentamiento jud¨ªo de Yamit y haber espiado y estado de su lado durante el conflicto. Cuando Israel y Egipto firmaron la paz en 1978, una parte del clan regres¨® al Sina¨ª. La familia de Riad march¨® a Dahaniya, donde ten¨ªan agua corriente, electricidad y media hect¨¢rea de tierra por persona.
En 1994, comenzaron a aplicarse los Acuerdos de Oslo entre israel¨ªes y palestinos, Gaza se convirti¨® (junto con Jeric¨®, en Cisjordania) en el primer lugar en el que onde¨® la bandera palestina y Dahaniya, en un lugar protegido por barreras y soldados israel¨ªes. Los propios vecinos caminaban armados en ocasiones y una brecha indisimulable separaba a los beduinos de los colaboracionistas palestinos que Israel meti¨® all¨ª en la Primera Intifada (1987-1993), para no acabar asesinados en Cisjordania por haber pasado informaci¨®n al enemigo. Israel¨ªes y palestinos pactaron dejar Dahaniya bajo soberan¨ªa israel¨ª ¡°a la espera de una declaraci¨®n de amnist¨ªa general [palestina] para los residentes del pueblo¡±. Ni lleg¨®, ni se libraron jam¨¢s del estigma.
En 2005, el Gobierno de Ariel Sharon decidi¨® unilateralmente retirar sus tropas y 9.000 colonos de Gaza, convertida en un avispero, para centrarse en Cisjordania. Las im¨¢genes que han pasado a la historia son las de soldados sacando por la fuerza a colonos jud¨ªos vestidos de naranja, el color del movimiento opuesto a la evacuaci¨®n. Nadie se preocup¨® mucho entonces por la suerte de la ¡°aldea de los colaboracionistas¡±. Aunque Israel construy¨® Dahaniya, no la incluy¨® en el plan de compensaci¨®n por la evacuaci¨®n, as¨ª que recibieron menos dinero que los colonos jud¨ªos. Quedarse en la nueva Gaza con el sambenito de colaboracionista y sin la protecci¨®n de los soldados israel¨ªes era una opci¨®n arriesgada. Algunos volvieron a sus or¨ªgenes en Egipto y otros pidieron al Supremo el traslado a Israel. El caso acab¨® en la mesa de Sharon, que decidi¨® concederles un permiso de residencia temporal hasta que ¡°se aclare¡± si de verdad su vida correr¨ªa peligro en Gaza.
Los militares les dejaron cerca de la inh¨®spita Tel Arad, con tiendas de campa?a y un cami¨®n cisterna. En las cr¨®nicas de la ¨¦poca, los evacuados del clan se quejaban de su nueva vida, sin tierras para los tomates, ni electricidad. La cisterna, adem¨¢s, fallaba, as¨ª que ten¨ªan que andar igual varios kil¨®metros para obtener agua. ¡°Nos devolvieron 30 a?os atr¨¢s¡±, recuerda Riad, mientras las mujeres preparan cordero y arroz que cenar¨¢n luego sentados en el suelo, cerca del fuego.
Para las familias beduinas que ya habitaban la zona, el cami¨®n cisterna fue, sin embargo, un escupitajo en la cara, tras a?os pidiendo sin ¨¦xito a las autoridades israel¨ªes conexi¨®n a la red de agua y electricidad. Tampoco las localidades jud¨ªas cercanas estaban muy felices por llegada de ¡°una poblaci¨®n d¨¦bil [econ¨®micamente] y desempleada¡± que ¡°solo aumentar¨¢ la criminalidad en la zona¡±, como dijo el entonces alcalde de la ciudad de Arad, Moti Brill. Una semana m¨¢s tarde, tras sermones en las mezquitas contra los reci¨¦n llegados, beduinos de la zona abrieron fuego contra sus casas. Huyeron de vuelta a la frontera con Gaza, pero las autoridades militares fueron muy firmes: O Tel Arad o nada. ¡°Nos forzaron a volver¡±, lamenta Riad.
¡°Ahora estoy contento de estar en Israel, no me arrepiento. No quer¨ªa quedarme en Gaza, ni marcharme [a Egipto]. Pero tambi¨¦n me sorprendi¨® que nos trajeran donde no hay nada, a dos kil¨®metros de la carretera principal.
Las autoridades no reconocen Tel Arad ni otros poblados (algunos, anteriores al nacimiento de Israel en 1948) para presionar a sus habitantes a reubicarse en ciudades, renunciando a su estilo de vida tradicional. El objetivo: liberar territorio para la expansi¨®n de las localidades jud¨ªas y los terrenos de entrenamiento militar. Como no son legales, tampoco lo es construir. ¡°Todo esto tiene ¨®rdenes de demolici¨®n¡±, dice mientras se?ala a dos estructuras. La din¨¢mica contrasta con aquellos asentamientos jud¨ªos en Cisjordania que el propio Estado de Israel considera ilegales: muy rara vez los desmantela y acaban recibiendo con el paso de los a?os protecci¨®n, fondos, luz, agua, carreteras de acceso e infraestructuras p¨²blicas.
Sobre la antigua Dahaniya se levanta hoy la parte gazat¨ª de la terminal fronteriza con Israel de Kerem Shalom y, en su momento, parte del aeropuerto con el que Gaza cont¨® brevemente y que simboliza como pocos el derrumbe del sue?o del proceso de paz. Construido con fondos internacionales (entre ellos de Espa?a), celebr¨® su primer vuelo con pompa en 1998. Cuatro a?os m¨¢s tarde, en plena Segunda Intifada, Israel ya hab¨ªa bombardeado la estaci¨®n de radar y la torre de control y levantado la pista de despegue con bulldozers.
Hoy, Riad, de 47 a?os, est¨¢ centrado en sacar de Gaza a Widad, a la que llama su mujer, pero no lo es legalmente, porque Israel proh¨ªbe desde 1977 la poligamia y ella es su segunda esposa. De 44 a?os, Widad es de Rafah. Se casaron en 2007 y tuvieron tres hijos (hoy de 15, 14 y 11 a?os) en una ¨¦poca en que Riad vivi¨® en Gaza. En 2016, con ¨¦l en Israel, ella entr¨® con un permiso de visita por enfermedad y aprovech¨® para quedarse en Tel Arad. ¡°Le construimos una casa y los ni?os estudiaban en la escuela de la zona¡±, recuerda Riad. Tuvieron otros cuatro hijos (hoy tienen entre tres y siete a?os) que nacieron en un hospital israel¨ª (Soroka) y estuvieron escolarizados en el pa¨ªs. Hace dos a?os, fueron deportados de vuelta a Gaza, por encontrarse en situaci¨®n irregular.
Las autoridades hacen la vista gorda con la poligamia, que siguen un tercio de los beduinos del Neguev, pero no es legal, as¨ª que Riad tuvo que hacer un test de ADN para probar que es el padre de los peque?os y pedir su vuelta. Recibi¨® los resultados el 2 de octubre de 2023.
Cinco d¨ªas despu¨¦s, Ham¨¢s lanz¨® su brutal ataque por sorpresa, Israel comenz¨® a devastar Gaza y todo (sacar a alguien de la Franja, avanzar tr¨¢mites¡) se volvi¨® una tarea herc¨²lea, pese a ser m¨¢s urgente que nunca. Tras peticiones y citas en el Ministerio de Interior, el 29 de julio present¨® el formulario de inscripci¨®n familiar y cuenta que recibir¨¢ respuesta en medio a?o. ¡°?Te das cuenta de lo que son ahora mismo seis meses en Gaza?¡±, protesta. ¡±A veces pienso: ¡®estamos en tiempos de guerra, es complicado...¡¯ Pero luego me doy cuenta de que es justo al rev¨¦s. Ser¨ªan 10 minutos: que alguien los lleve a Kerem Shalom y los saquen por ah¨ª. Ham¨¢s no se va a oponer¡±, argumenta.
Widad, mientras, pasa los d¨ªas con sus hijos comiendo de la beneficencia en una precaria tienda de campa?a cerca de la ciudad de Jan Yunis, tras huir del avance de las tropas hacia Rafah, donde al menos ten¨ªan cuatro paredes de hormig¨®n. ¡°En Rafah no est¨¢bamos contentos, porque quer¨ªamos volver a nuestra casa en Israel y los ni?os quer¨ªan estar con su padre. Ahora estamos peor, en una tienda de campa?a en la que hace mucho calor. La gente me pregunta: ¡®Tu marido es ciudadano israel¨ª, ?por qu¨¦ no los recibe a usted y a sus hijos?¡±, se?ala entre mensajes de voz y de texto en WhatsApp. ¡°De verdad, la vida es dura¡±.
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