Andr¨¦ Stern: ¡°Los ni?os aprenden porque se entusiasman, y no diferencian entre jugar y aprender¡±
Este m¨²sico, conferenciante, periodista, escritor y padre de dos hijos publica ¡®Entusiasmo¡¯, un libro sobre c¨®mo alimentar las capacidades durante la infancia desde el ejemplo y la confianza.
M¨²sico, conferenciante, escritor, periodista y padre de dos hijos, Antonin y Benjam¨ªn, Andr¨¦ Stern (1971) cree que el entusiasmo nos hace capaces de cualquier cosa, ¡°que nos libera de nuestros l¨ªmites¡±. Y que es en la infancia la etapa en la que las expectativas adultas y la jerarqu¨ªa aceptada de las disciplinas y profesiones, seg¨²n Stern, termina ahogando ese entusiasmo innato que todos tenemos y que es el que nos lleva a ser quienes queremos ser. A hacer lo que queremos hacer. As¨ª lo cuenta en Entusiasmo (Litera), un libro que en realidad es un viaje a una infancia que dif¨ªcilmente encaja en un mundo hecho a medida de los adultos. Hijo del investigador y pedagogo Arno Stern, Andr¨¦ no fue a la escuela. Dice que aquello y el acompa?amiento de su familia le permiti¨® experimentar y desarrollar sus capacidades a trav¨¦s del autoaprendizaje.
PREGUNTA: ?C¨®mo definir¨ªa lo que es el entusiasmo?
RESPUESTA: Yo definir¨ªa el entusiasmo como una fuerza que nos da alas, que nos da energ¨ªa para mover monta?as, que nos libera de nuestros l¨ªmites impuestos. Esa fuerza la tienen todos los ni?os, est¨¢ ah¨ª desde el principio, y eso les permite descubrir el mundo. No deber¨ªa limitarse a la infancia, sino que deber¨ªa acompa?arnos toda la vida.
P. ?Cu¨¢les son los ¡°efectos secundarios¡± del entusiasmo? ?Qu¨¦ ocurre cuando dejamos que se manifieste?
R. Cuando algo nos entusiasma recopilamos informaci¨®n y nos hacemos cada vez m¨¢s expertos y m¨¢s competentes en eso que nos apasiona. El primer efecto segundario del entusiasmo es la competencia: si somos competentes habr¨¢ gente que nos necesitar¨¢ independientemente de nuestra calificaci¨®n.
P. Confundimos el entusiasmo con la felicidad¡
R. Sentimos entusiasmo cuando sentimos felicidad y sentimos felicidad cuando sentimos entusiasmo. Sin embargo, es cierto que el entusiasmo nos puede llevar a atravesar momentos que no son de felicidad. Nuestros ni?os nos lo demuestran cuando hacen esfuerzos incre¨ªbles, como escalar una pared, coger un bal¨®n muy pesado o desplazar cosas con energ¨ªa: no ser¨ªan capaces de hacerlo, pero tienen esa capacidad de esfuerzo porque tienen ese entusiasmo y ah¨ª est¨¢ justamente la diferencia entre la felicidad y el entusiasmo.
P. Plantea que el entusiasmo es la clave del aprendizaje, pero tambi¨¦n advierte de que no existe un ¡°m¨¦todo¡±, que se trata m¨¢s de una actitud y no de una metodolog¨ªa.
R. Para los ni?os entusiasmarse es su forma de estar en el mundo. Tienen la necesidad de buscar ese genio que hay en su interior y que a su vez ser¨¢ el genio que les llevar¨¢ a ser ¨²tiles en este mundo. Para ellos no hay jerarqu¨ªas entre profesiones o disciplinas. Ellos se pueden entusiasmar tanto con el oficio de un astronauta como con el oficio de un barrendero. Somos los adultos los que establecemos permanentemente jerarqu¨ªas, los que les decimos que es m¨¢s importante una materia u otra. ?Y si pens¨¢ramos que aprender a leer no es m¨¢s importante que aprender a bailar?
P. ?Qu¨¦ necesitan ni?os y ni?as para despertar lo que les entusiasma?
R. Me cuesta decir ¡°lo que necesitan los ni?os¡± porque no creo que haya diferencias entre lo que necesita un adulto o lo que necesita un ni?o. Por ejemplo, si existen palabras malsonantes para un ni?o, entonces tambi¨¦n ser¨¢n malsonantes para que las pronuncie un adulto. Decir que los ni?os tienen necesidad de alguna cosa es una arrogancia porque entonces estamos discrimin¨¢ndolos, coloc¨¢ndolos en otro lugar, y este es un mal invisible en nuestra sociedad: el edadismo. Considero que los ni?os no existen: hay un ni?o en un momento dado y una persona detr¨¢s de ¨¦l cuyas necesidades van cambiando. En el momento que hemos hecho una categor¨ªa de ni?os, esta pasa a ser dominada por la categor¨ªa de adultos, que se atribuyen la capacidad de saber lo que el ni?o necesita. Es la misma historia que la del patriarca: la categor¨ªa hombre que decide lo que le hace falta a la mujer. Es la misma discriminaci¨®n.
P. Me parece muy interesante la cuesti¨®n del edadismo. ?C¨®mo influye esto en el entusiasmo?
R. El edadismo est¨¢ por todas partes, pero no lo vemos. A los ni?os no les tomamos en serio, y no tomamos en serio algo que hacen ¨Cy que es muy importante¨C que es jugar. Aprenden porque se entusiasman, y no diferencian entre jugar y aprender. Somos nosotros, los adultos, quienes no solo hemos separado el juego y el aprendizaje, sino que, adem¨¢s, hemos posicionado ambas acciones como opuestas. Pensamos que ya se les pasar¨¢ cuando sean mayores, que el juego y el entusiasmo son defectos de la infancia.
P. Explica en el libro que en nuestras sociedades aprender se convierte en algo doloroso porque el juego tiene poca o nula presencia. Les pedimos a los ni?os que dejen de jugar para ¡°aprender¡±, pese a que, como dice, son inseparables.
R. Cuando le pedimos a los ni?os que dejen de jugar para aprender pierden el entusiasmo. Los adultos hemos considerado que aprender es un esfuerzo, que aprender es algo serio, y tenemos que separarlo del juego porque es una actitud de placer.
Nuestro cerebro no est¨¢ hecho para aprender de memoria. Hemos confundido aprender y aprender de memoria. Aprender de memoria no funciona porque nuestro cerebro no est¨¢ hecho para eso, el cerebro resuelve problemas cuando buscamos resolver un problema. Cuando la informaci¨®n nos llega, si es ¨²til, entonces la memorizamos y es cuando el centro emocional se activa y podemos guardar esa informaci¨®n. Todas las personas de este mundo olvidan el 80% de las cosas, retienen el 20%, que son las cosas que nos han llegado a trav¨¦s de las emociones. Y vuelvo al juego: el juego es una actividad que enciende nuestro sistema emocional, por eso nuestros ni?os est¨¢n tan interesados en jugar porque los juegos les permite retener informaci¨®n para siempre.
P. ?Por qu¨¦ no confiamos en las capacidades de los ni?os y ni?as?
R. Porque hacer valer las capacidades de los ni?os es poner en duda toda la pedagog¨ªa que hay alrededor de la infancia. Confiar en un ni?o, en sus capacidades, le permite desenvolverse con mayor soltura y desarrollar sus competencias. Nos centramos en que saque buenas notas en el colegio para tener un buen oficio y que as¨ª pueda ganar mucho dinero, pero ahogamos su entusiasmo.
P. C¨®mo combinamos esto en la vida real.
R. Si al ni?o le damos confianza, y le dejamos vivir su entusiasmo, el ni?o no tiene problema con las indicaciones que le van a dar las personas m¨¢s experimentadas. Los ni?os hoy asumen una cantidad de noes enorme porque viven en un oc¨¦ano de negaciones en el que muy pocas cosas les est¨¢n permitidas. Por ejemplo, mi hijo conf¨ªa en m¨ª porque sabe que yo nunca le dejar¨ªa embarcarse en una aventura peligrosa, pero s¨ª le muestro confianza para que haga lo que sus capacidades le permiten. A Antonin le gusta mucho conducir peque?os coches, muy pesar m¨ªo, ya que creo que es un deporte que conlleva mucho riesgo. Tomar conciencia de ese peligro y respetar todas las normas de seguridad es parte de su entusiasmo y del desarrollo de sus capacidades.
P. Dice en el libro que seguir nuestro entusiasmo no es un lujo reservado a un pu?ado de privilegiados que pueden permit¨ªrselo. ¡°No hay nada que se resista a nuestro entusiasmo. Ninguna circunstancia, ni material ni moral, puede oponerse mucho tiempo a nuestra prodigiosa inventiva, cuando decidimos hacer posible aquello que nos entusiasma¡±.
R. Creo que pensar que el entusiasmo es un lujo inalcanzable es una excusa que utilizamos para no ir a la b¨²squeda de lo que nos entusiasma. Vivir pensando que no vas a poder hacer lo que te gusta es vivir en la desilusi¨®n. Me gusta pensar que a lo largo de la Historia hubo personas que tuvieron entusiasmo por algo y aunque les dec¨ªan que estaban locos, hoy son los que est¨¢n ah¨ª como grandes personajes. Les dec¨ªan que eran caminos muy dif¨ªciles, imposibles, y hoy nosotros quisi¨¦ramos llegar donde han llegado ellas.
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