D¨ªa del padre: es el momento de repensar nuestras paternidades
La clave est¨¢ en la implicaci¨®n que intentamos ejercer hoy algunos hombres y que nos lleva a padecer esa ambivalencia que hasta ahora era propia de las madres, que eran las que lidiaban a diario con la parte menos amable de la crianza
¡°T¨ªo, no sabes la que me lio el otro d¨ªa Carles. Est¨¢ en plena etapa de rabietas, se pill¨® un rebote porque no le daba otra galleta y de la propia rabieta se atragant¨® con la que estaba comiendo y casi se me ahoga. Acabamos los dos llorando¡±, me contaba el otro d¨ªa por tel¨¦fono uno de mis mejores amigos, Campi, mientras yo, como cada tarde de lunes a viernes, hac¨ªa horas extra de parque con mis hijos. A m¨ª, que ya tengo dos hijos, algo m¨¢s mayores que el suyo, de ocho y cinco a?os, no me cost¨® imaginar la escena que mi mujer y yo -juntos y en solitario- hemos vivido mil y una veces desde que en 2013 naci¨® nuestra primera hija. Carles, a sus poco m¨¢s de dos a?os, chillando y llorando como uno no imagina que pueda hacerlo un ni?o de esa edad, incontrolable, inconsolable. ¡°La furia del beb¨¦ gigante de El viaje de Chihiro, as¨ª de impostergable, es su reclamo. Si la dejas llorar, empieza un terremoto mayor, que te destruye la paciencia, la autoestima, de pronto sos un psic¨®pata insensible, lleno de furia, un padre no apto para la paternidad, de esos que dejan al beb¨¦ en el auto para meterse a apostar en el casino¡±, escrib¨ªa Pedro Mairal en uno de los textos que componen Maniobras de evasi¨®n (Libros del Asteroide).
Mi amigo, por su parte, desesperado. Con prisa porque ten¨ªa que llegar a dejarlo en la Escuela Infantil, con prisa porque hoy en d¨ªa parece que siempre vamos con prisa. Pensando en esos gritos de su hijo, col¨¢ndose en casa de cada uno de sus vecinos. Primero a un paso de convertirse en ese psic¨®pata insensible del que habla Mairal. Luego asustado con el atragantamiento. Llorando de miedo. Llorando tambi¨¦n por pura desesperaci¨®n. ¡°S¨¦ de lo que me hablas, porque no sabes la de veces y la de d¨ªas que he acabado llorando desde que soy padre¡±. Algo as¨ª deb¨ª responderle yo en una conversaci¨®n que, siguiendo los mismos derroteros, se extendi¨® durante 15 o 20 minutos.
Unos d¨ªas m¨¢s tarde le consult¨¦ a mi amigo una duda que llevaba d¨ªas dando vueltas en mi cabeza: ¡°?T¨² te imaginas a tu padre (o al m¨ªo) llamando a un amigo (como t¨² me llamaste a m¨ª el otro d¨ªa) y cont¨¢ndole aquello de la rabieta de Carles, el atragantamiento y c¨®mo acabasteis llorando los dos? ?Y al amigo de tu padre, como yo el otro d¨ªa, confes¨¢ndole que eso de llorar en la crianza de sus hijos le ha pasado un porr¨®n de veces?¡±. Su respuesta, v¨ªa WhatsApp, no se hizo esperar: ¡°Claro que no. Es m¨¢s, dudo que mi padre se llegase a quedar solo conmigo cuando yo ten¨ªa dos a?os. Pero te digo m¨¢s, nosotros mismos hace 10 o 15 a?os tampoco nos hubi¨¦ramos llamado ni contado esto. Ni esto ni muchas otras cosas. Piensa que hemos pasado horas y horas hablando y entre los amigos nunca hemos llegado a contarnos si en casa ten¨ªamos alg¨²n problema, si yo con Patri o vosotros con cualquiera de vuestras parejas o exparejas est¨¢bamos bien o ten¨ªamos alg¨²n problema. Los t¨ªos no nos enteramos de los problemas de los amigos porque no solemos hablarlos. Nos enteramos ya cuando se han solucionado o cuando vemos al otro hundido en la mierda¡±.
Esa afirmaci¨®n me oblig¨® a revisar el pasado, a buscar conversaciones entre amigos en las que los sentimientos estuviesen sobre la mesa, en las que cualquiera de nosotros nos hubi¨¦semos abierto en canal sin temor a juicios. A bote pronto cont¨¦ dos o tres en toda mi vida. No m¨¢s. Todas ellas cara a cara con un solo amigo. Nada de hacer p¨²blicos los sentimientos y los males en grupo. Tampoco, pienso ahora, hab¨ªa comentado con ellos en voz alta todos los dolores de cabeza, los sinsabores y las contradicciones de la paternidad. S¨ª, hab¨ªa comentado, por supuesto, los momentos buenos. V¨ªdeos de mis hijos gateando, de sus primeros pasos, de sus primeras palabras, de sus cumplea?os. La vida en rosa. Supongo que, como ellos todav¨ªa no eran padres, cre¨ª que no me iban a entender. Que no iban a ser capaces de comprender c¨®mo lo que se supone que es la experiencia m¨¢s bonita de la vida, te puede hacer llorar de desesperaci¨®n. Sobre ese tema me empec¨¦ a abrir m¨¢s con algunos padres de compa?eros de clase de mi hija mayor. Luego con Campi, cuando ¨¦l, ya desde bien pronto, empez¨® a comprender que la paternidad estaba lejos de ser el camino de rosas que nos hab¨ªamos imaginado.
¡°?Por qu¨¦ piensas que estamos cambiando, que ahora somos m¨¢s capaces de abrirnos? ?Supones que ayuda en ese sentido ser padres?¡±, le pregunt¨¦ de nuevo. ¡°A m¨ª, por lo menos s¨ª, ser padre me ha vuelto m¨¢s sentimental. Pero mucho, adem¨¢s. Y tambi¨¦n imagino que tendr¨¢ algo que ver la edad. Al final, con 20 a?os, las conversaciones son m¨¢s b¨¢sicas, igual que los problemas¡±, respondi¨®.
Eso, sin embargo, no explicar¨ªa el hecho de que estas conversaciones fuesen imposibles para la generaci¨®n de nuestros progenitores. Al fin y al cabo, ellos tambi¨¦n ten¨ªan entonces entre 30 y 40 a?os. Tambi¨¦n eran padres. Quiz¨¢s, opino, la clave est¨¢ en la implicaci¨®n en esa paternidad, en la forma igualitaria en la que muchos intentamos ejercer hoy nuestro rol como padres y que nos ha llevado a padecer en nuestras propias carnes esa ambivalencia que hasta ahora era coto privado de las madres, que eran las que lidiaban a diario con las rabietas, con toda la parte menos amable que implica la log¨ªstica que lleva asociada toda crianza. Ya lo escrib¨ªa el fil¨®sofo italiano Luigi Zoja en El gesto de H¨¦ctor (Taurus): ¡°Para ser padre no basta con saber qu¨¦ es el padre: se necesita conocer al hijo y la relaci¨®n con ¨¦l¡±.
Explicaba Ritxar Bacete, escritor y especialista en g¨¦nero, masculinidades, feminismo, pol¨ªticas de igualdad y paternidad positiva, en una entrevista concedida EL PA?S que desde su punto de vista el confinamiento fue una oportunidad para repensar las paternidades. Pero no tanto desde la teor¨ªa, como se ven¨ªa haciendo, sino desde su vertiente m¨¢s pr¨¢ctica, desde los cuidados, desde la corresponsabilidad en las labores dom¨¦sticas.
Aseguraba al respecto que, durante esos meses de confinamiento -y en todos los meses de mundo pand¨¦mico que vinieron despu¨¦s-, hab¨ªa empezado a establecer conversaciones ¡°intensas y expresivas¡± sobre paternidad: ¡°Todos llegan con la misma narrativa, con el estr¨¦s, con s¨ªntomas de aquello que Betty Friedan bautiz¨® como el malestar de las mujeres. Una prueba de que algo est¨¢ cambiando son esos malestares de los hombres, c¨®mo empezamos a sentirnos mal porque no llegamos a todo, porque lo hacemos todo a medias. Como dice mi pareja: bienvenidos al mundo de la maternidad¡±, a?ad¨ªa confirmando en parte mi pseudo teor¨ªa sin aval cient¨ªfico. En esa misma entrevista, Bacete aseguraba que fantaseaba con la idea de que los padres seamos capaces de ¡°abrir conversaciones poderosas con otros padres sobre temas de paternidad, di¨¢logos honestos en los que hablemos sobre sentimientos, sobre las luces y sombras de la experiencia¡±.
Rememoro ahora la conversaci¨®n con mi amigo, todos los mensajes de WhatsApp que le siguieron, y pienso que esa fantas¨ªa ya est¨¢ llegando, ya empieza a ser una realidad. Y creo, tambi¨¦n, como titulaba aquella entrevista con Bacete, que poder mostrarnos vulnerables, quitarnos la coraza y no tener miedo de llorar y de mostrar los sentimientos ante nuestros iguales ¡°es uno de los elementos fundamentales de la apropiaci¨®n de la paternidad por parte de los hombres¡±.
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