?C¨®mo gestionar la Navidad con ni?os sin ponerse de los nervios? Olv¨ªdate de la perfecci¨®n
Incluso en la mayor armon¨ªa familiar, econ¨®mica y de salud, todo padre tendr¨¢ sus momentos hist¨¦ricos cuando sus fiestas navide?as imaginadas choquen con la realidad. Pero la vida no es un cat¨¢logo ni una revista
Cuando eres ni?o, hay una ¨¦poca m¨¢gica en la vida donde disfrutas de todo lo bueno de las fiestas navide?as: regalos con envoltorios vistosos, luces imaginativas que iluminan las calles, villancicos pegadizos que suenan por todas partes, reuniones familiares con primos que no ve¨ªas desde hace tiempo, mucho dulce y muchas actividades infantiles. Pero para los padres la visi¨®n de la Navidad se centra m¨¢s en una sucesi¨®n agobiante de colas, colas y m¨¢s colas, con otros padres nerviosos y ni?os hiperactivos con los que solo ser¨ªas comprensivo si fueran los tuyos, transportes p¨²blicos colapsados, falta de plazas para aparcar, megafon¨ªas atronadoras por todas partes con villancicos que ya no aguantas m¨¢s. Adem¨¢s, est¨¢n los ayudantes de Pap¨¢ Noel que parecen salir del casting de una funci¨®n escolar, rollos de papel de envolver que se han ido acumulando a?o a a?o que no te llegan para nada, pero que da pena tirar, y turrones que traen las visitas pero que son de sabores que no te gustan y que merodear¨¢n por casa hasta marzo.
Y, por supuesto, a ello se suma la magia de la conciliaci¨®n navide?a, varias semanas con los ni?os en casa, seguramente constipados.
Cuando llegas a una cierta edad, se te juntan en la cabeza los dos tipos de Navidades. Por un lado, la felicidad infantil, cuando no te ten¨ªas que ocupar de nada y todo era fiesta, felicidad y turrones, donde en much¨ªsimas casas estaba toda la familia y en armon¨ªa. Y, por la otra, las navidades de ahora, en las que eres consciente de toda la log¨ªstica, de los gastos y hasta de los triglic¨¦ridos, y cuando vas a montar la mesa te entra morri?a por las sillas que ya no ocupar¨¢n los que faltan y emoci¨®n por las que ahora ocupar¨¢ la familia que has creado.
Todo padre sabe por adelantado que se pondr¨¢ de los nervios ya a mitad de diciembre, cuando se adentre con sus cr¨ªos en una jugueter¨ªa para intentar agarrar un cat¨¢logo entre decenas de adultos que pisotean, ignoran el espacio m¨ªnimo interpersonal y hacen sus pedidos a voz en grito sin darse cuenta de que hay ni?os a su alrededor.
O cuando intente compaginar tantas horas de vacaciones escolares con las obligaciones laborales adultas, con horarios y entregas concretos.
O cuando se pase horas comprando y cocinando manjares, para que luego los ni?os se llenen con ganchitos y aceitunas y dejen los platos chupados y medio llenos.
O cuando intente hacer una foto familiar de esas bonitas, de las que por fin se animar¨¢ a enmarcar, y uno est¨¦ con los cascos, otro con el m¨®vil, otro haciendo la siesta y nadie le haga caso.
Incluso en la mayor armon¨ªa familiar, econ¨®mica y de salud, todo padre tendr¨¢ sus momentos hist¨¦ricos, sobre todo cuando su Navidad id¨ªlica imaginada choque con la realidad concreta de su presente.
Pero el truco es recordar que es ahora cuando se est¨¢n creando para tus hijos esos recuerdos maravillosos que les har¨¢n emocionarse y ponerse nost¨¢lgicos dentro de unos a?os (y, ya de paso, esperemos que tambi¨¦n les hagan felices ahora). As¨ª que olv¨ªdate de la perfecci¨®n de las pel¨ªculas, series y reportajes del ?Hola!, con banquetes espectaculares en mesas infinitas, llenas de criaturas repeinadas y trajeadas, posando con sonrisas deslumbrantes. Porque la vida real no es un cat¨¢logo ni una revista. Tiene ni?os que se manchan, que se enfadan, que se a¨ªslan, que a veces ni saludan cuando llegan los invitados o sois vosotros los invitados, y que, seg¨²n el d¨ªa, igual ni dan las gracias despu¨¦s de todo el esfuerzo.
Y disfruta de lo que tienes, de lo que hayas podido comprar y cocinar, de las conversaciones que haya en la mesa y de las sonrisas de los cr¨ªos en cada uno de los momentos navide?os. Aunque est¨¦n manchados, se hayan ca¨ªdo tres copas, hayan saltado encima del sof¨¢ sin quitarse los zapatos y hayas limpiado la mesa aguantando los bostezos mientras los dem¨¢s se lo pasaban bien.
Seguramente, t¨² tambi¨¦n ser¨¢s feliz al verlos felices. Y, adem¨¢s, tienes un comod¨ªn: cuando abras la nevera y te la encuentres llena de sobras que no hace falta cocinar experimentar¨¢s un momento m¨¢gico.
Feliz Navidad paternal a todos.
Y, por cierto, esos turrones que nadie se quiere comer y que de normal aguantan camuflados en un mueble hasta marzo, bien triturados dan para varios batidos que te alegran un domingo.
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