El papel de padres y madres en el aprendizaje de h¨¢bitos positivos (y de los que no lo son tanto)
Los primeros a?os de vida son los m¨¢s importantes para el desarrollo de pr¨¢cticas saludables, pues los ni?os son especialmente receptivos a la ense?anza y modelado de comportamientos por parte de progenitores, hermanos y educadores
Hay ni?os y ni?as que no son ¨²nicamente un calco f¨ªsico de sus progenitores, sino que tambi¨¦n son un fiel reflejo de sus comportamientos y actitudes. De igual manera que los hijos tienen rasgos f¨ªsicos que les asemejan a sus progenitores, como el mismo color de ojos o de cabello, tambi¨¦n reproducen conductas que recuerdan el proceder de los adultos. Como, por ejemplo, el uso de un vocabulario cargado de palabras malsonantes, la obsesi¨®n por el orden o la pr¨¢ctica de tirar los envoltorios de los caramelos a la papelera. Y es que la gran mayor¨ªa de las conductas que se ponen en pr¨¢ctica durante la ni?ez, y que acompa?ar¨¢n durante la vida adulta, son fruto de la observaci¨®n en los padres, seg¨²n aseguran los expertos.
Los menores comienzan a incorporar h¨¢bitos de sus educadores desde una edad muy temprana, en cuanto son capaces de desenvolverse porLAos adultos deben plantear una comunicaci¨®n adecuada aprenden de las acciones y comportamientos de sus padres desde el momento en que nacen¡±, afirma la psic¨®loga educativa Amaya Prado, vocal de junta de gobierno del Colegio Oficial de la Psicolog¨ªa de Madrid (COP). A medida que crecen comienzan a imitar sus conductas y a incorporar costumbres en su rutina diaria, como cepillarse los dientes, lavarse las manos antes de comer, decir ¡°por favor¡± y ¡°gracias¡±, y otras actividades y actitudes cotidianas que los adultos realicen. ¡°Este proceso de imitaci¨®n y adopci¨®n de h¨¢bitos y rutinas generalmente comienza alrededor de los 18 meses y contin¨²a a lo largo de la infancia y de la adolescencia¡±, a?ade Prado.
No hay una edad espec¨ªfica que se pueda considerar como la mejor para que los ni?os desarrollen h¨¢bitos positivos y eviten los negativos, ya que el desarrollo de formas de proceder est¨¢ influenciado por una variedad de factores, incluyendo el entorno familiar, las caracter¨ªsticas del ni?o y las experiencias. ¡°Sin embargo, los primeros a?os de vida son los m¨¢s importantes para el desarrollo de pr¨¢cticas saludables. Durante este tiempo, los menores son especialmente receptivos a la ense?anza y modelado de comportamientos por parte de sus padres y educadores¡±, explica Prado. ¡°Con los h¨¢bitos y rutinas les estamos ayudando a tener un entorno seguro y predecible y esto les aporta seguridad y bienestar emocional¡±, prosigue, ¡°y, a medida que los ni?os crecen, es importante seguir reforzando y apoyando el desarrollo de h¨¢bitos y rutinas, con una actitud paciente y comprensiva¡±.
Las figuras de referencia para el ni?o deben ser modelos de buenos h¨¢bitos a trav¨¦s de la coherencia y consistencia de su ejemplo. ¡°Adem¨¢s, los adultos deben plantear una comunicaci¨®n adecuada en la que expliquen los h¨¢bitos y su importancia mediante una participaci¨®n activa, donde exista una negociaci¨®n de los mismos, sobre todo cuando los menores son m¨¢s mayores o ya adolescentes¡±, asegura Prado. Es importante que los progenitores sean un buen ejemplo de autorregulaci¨®n, sobre todo, en situaciones dif¨ªciles y de toma de decisiones: ¡°Es esencial el reconocimiento y elogio para reforzar las conductas, todo ello, con flexibilidad, paciencia y comprensi¨®n, teniendo en cuenta las etapas evolutivas del ni?o¡±.
Un h¨¢bito se forja a trav¨¦s de la repetici¨®n de una conducta, produciendo cambios a nivel psicol¨®gicos, neurobiol¨®gicos y en el entorno. Esto va a depender de las caracter¨ªsticas del individuo, el tipo de conducta que se quiera adquirir como h¨¢bito y la pr¨¢ctica que se realice para su adquisici¨®n. ¡°Sin duda, para que una conducta se convierta en una rutina debe implicar una repetici¨®n y, para ello, se pueden hacer uso de diferentes t¨¦cnicas que van a facilitar esa adquisici¨®n, como pueden ser el refuerzo, el castigo o el modelado y moldeamiento, entre otras¡±, apunta por su parte Ana Jim¨¦nez-Perianes, profesora de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica Infantojuvenil de la Universidad CEU San Pablo.
La adquisici¨®n de esas pr¨¢cticas en los menores est¨¢ influenciada por diversos factores dentro de su entorno. Tanto los padres, como los hermanos y la escuela desempe?an un papel fundamental en este proceso. Los padres y cuidadores principales influyen de manera significativa en la adquisici¨®n de su rutina en los primeros a?os de vida. ¡°Ser¨¢n ellos los que comiencen a proporcionar unas rutinas en su entorno. Pero, sin duda, los hermanos tambi¨¦n act¨²an como modelos a seguir, principalmente los hermanos mayores. Hay que tener en cuenta que las din¨¢micas familiares van a contribuir a la formaci¨®n de h¨¢bitos, ya sea de forma positiva o negativa¡±, manifiesta Jim¨¦nez-Perianes.
Por otro lado, la escuela proporciona un entorno donde se van a poner en pr¨¢ctica los h¨¢bitos adquiridos en el entorno familiar, ¡°pero tambi¨¦n se van a ense?ar otros nuevos como los relativos a la organizaci¨®n, las tareas, la puntualidad o la interacci¨®n social. De tal manera que esos h¨¢bitos influir¨¢n tambi¨¦n en la adquisici¨®n de valores y principios del menor¡±, agrega esta profesora.
Para conseguir modificar h¨¢bitos inadecuados, los adultos deben mostrar una comunicaci¨®n abierta y comprensiva. ¡°De este modo, se puede detectar si hay un error en el aprendizaje de ese h¨¢bito o de la edad evolutiva de aprendizaje, o si hay alg¨²n problema que dificulte su consecuci¨®n¡±, asegura Prado. Para esta experta, es importante identificar desencadenantes y conviene establecer expectativas claras y realistas: ¡°Ser modelo de comportamientos positivos, el refuerzo positivo, el apoyo y la comprensi¨®n. Es crucial abordar el proceso con paciencia y compasi¨®n, centr¨¢ndose en el crecimiento y desarrollo del hijo¡±.
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