S¨ª, aunque no lo reconozcan, todos los padres tienen un hijo favorito
Seg¨²n la evidencia cient¨ªfica, m¨¢s de un 70% de progenitores muestra un trato preferencial hacia alguno de sus hijos, pero solo el 10% admite tener un descendiente predilecto
Por regla general, si se le pregunta a una madre o a un padre si tiene un hijo favorito, la respuesta inmediata es un ¡°No¡± rotundo: ¡°Pero, ?c¨®mo voy a tener yo a un hijo favorito? ?Yo los quiero a los dos por igual!¡±. Seg¨²n una encuesta del portal de datos p¨²blicos YouGov, de hecho, solo uno de cada diez progenitores admite tener un hijo predilecto. ¡°Admitir que tienes un descendiente predilecto es uno de los grandes tab¨²es de la crianza porque choca con el ideal de la madre o el padre perfecto, ese que debe ser siempre justo y equitativo. Este tema genera incomodidad, culpa y miedo al juicio social, especialmente hacia las madres, quienes suelen ser m¨¢s vigiladas en su rol¡±, sostiene Sara Tarr¨¦s, psic¨®loga y autora de Mi hijo me cae mal (Plataforma editorial, 2023).
Sin embargo, cada vez m¨¢s evidencias cient¨ªficas apuntan justo en el sentido contrario. Es decir, que lo normal es que los progenitores tengan un hijo favorito. Seg¨²n un estudio publicado en 2005 por investigadoras de la Universidad de California-Davis (EE UU), hasta el 74% de las madres y el 70% de los padres muestra un trato preferencial hacia uno de sus ni?os. Los resultados de un metaan¨¢lisis publicado recientemente, por su parte, sugieren que las ni?as, los peque?os y los que son m¨¢s responsables y organizados son los que suelen recibir un trato m¨¢s favorable por parte de sus padres y madres.
¡°Creo que estos estudios vienen a sistematizar algo que los psic¨®logos observamos de forma recurrente en la pr¨¢ctica cl¨ªnica, y es que cada hijo despierta en los padres algo diferente, fundamentalmente por las caracter¨ªsticas espec¨ªficas de cada ni?o¡±, afirma Raquel Hu¨¦scar, psic¨®loga perinatal y miembro del Colegio Oficial de la Psicolog¨ªa de Madrid. Su opini¨®n la corrobora Tarr¨¦s, para quien las emociones y subjetividades de progenitores influyen de forma inevitable en c¨®mo se relacionan con su descendencia: ¡°Es natural conectar m¨¢s con ciertos hijos en determinados momentos, ya sea por su temperamento, personalidad o circunstancias espec¨ªficas¡±.
Ambas expertas coinciden en apuntar que, por su experiencia, los favoritos suelen ser aquellos que resultan m¨¢s f¨¢ciles de criar desde la perspectiva adulta ¡ªni?os y ni?as con temperamentos tranquilos, d¨®ciles o que muestran rasgos como la responsabilidad y la amabilidad¡ª, ya que, de alguna forma, ese buen comportamiento ¡°les devuelve a los progenitores la idea de que son buenos padres¡±. A eso, Hu¨¦scar a?ade tambi¨¦n la importancia de la brecha que se abre entre el ideal de hijo que se tiene y la realidad, as¨ª como de la diferencia entre el ni?o o ni?a y los recuerdos que los adultos tienen de c¨®mo fueron ellos en su infancia. ¡°A progenitores que fueron muy cumplidores les cuesta entender que uno de sus reto?os sea totalmente diferente. El duelo por el hijo ideal puede dificultar a veces la conexi¨®n con alguno de los descendientes¡±, subraya.
Tener un hijo favorito no significa que se quiera menos a los otros
Como se?ala Tarr¨¦s, reconocer una inclinaci¨®n hacia un hijo no implica amar menos a los dem¨¢s, ¡°pero este matiz no siempre es f¨¢cil de comprender¡±. Una opini¨®n que comparte Hu¨¦scar. De hecho, seg¨²n la psic¨®loga perinatal, ese favoritismo puede ir cambiando a lo largo del tiempo a la par que cambien tambi¨¦n los ni?os. As¨ª, por ejemplo, puede que en la infancia uno de los descendientes tenga un temperamento m¨¢s f¨¢cil y que, sin embargo, se vuelva muy distante en la adolescencia; mientras que el otro, cuya primera crianza fue m¨¢s dif¨ªcil, con el tiempo se vuelva m¨¢s cari?oso y accesible. ¡°El amor hacia los hijos no es homog¨¦neo, ni siempre es tan incondicional como se nos cuenta, porque somos humanos y a veces esa incondicionalidad tiene matices¡±, a?ade Tarr¨¦s.
Partiendo de la base de que el favoritismo es algo casi natural, para la autora de Mi hijo me cae mal, no obstante, es crucial que madres y padres gestionen esa situaci¨®n de ¡°manera consciente¡± para evitar desigualdades que puedan tener consecuencias emocionales negativas en los hijos. Y es que, como explica la experta, ¡°los ni?os, incluso desde edades muy tempranas, son extremadamente sensibles a los matices en la relaci¨®n con sus progenitores¡±. No hace falta ni siquiera llevar a cabo acciones muy evidentes, como tomar constantemente partido por uno de los hermanos en los conflictos. El tono de voz, el tiempo dedicado a cada uno, la calidez de los gestos o, incluso c¨®mo se les habla frente a otras personas, son aspectos que pueden delatar.
Una investigaci¨®n titulada Young adults¡¯ retrospective reports of family cohesion, parental differential treatment, and sibling relationships y publicada en 2023 en la revista cient¨ªfica Family Relations concluy¨® que las diferencias percibidas por los hijos en el trato y en el control de los padres pueden afectar las relaciones entre hermanos y a la din¨¢mica familiar en general. Seg¨²n Tarr¨¦s, que el favoritismo por un hijo sea demasiado notorio tiene consecuencias para todos los implicados. El peque?o favorecido, seg¨²n la psic¨®loga, suele enfrentarse a una presi¨®n excesiva para cumplir las expectativas de los padres, lo que puede derivar en estr¨¦s, ansiedad o una identidad encasillada. El menos favorecido puede desarrollar baja autoestima, sentirse rechazado o exhibir comportamientos disruptivos como forma de buscar validaci¨®n. Y en la relaci¨®n entre hermanos se alimenta la rivalidad y el resentimiento, afectando los lazos familiares a largo plazo.
¡°Es fundamental entender que amar a los hijos de manera diferente no es negativo, siempre que seamos conscientes de estas din¨¢micas y evitemos que nuestras acciones o palabras reflejen un favoritismo evidente¡±, prosigue Tarr¨¦s. Para ella, ¡°la clave para prevenir estas percepciones negativas est¨¢ en pararnos a pensar, reflexionar sobre nuestras acciones y tratar de equilibrar las relaciones con todos los hijos, reconociendo la individualidad de cada uno y respetando sus necesidades y caracter¨ªsticas ¨²nicas¡±.
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