Darle el m¨®vil al ni?o en las rabietas es contraproducente: ?cu¨¢l es el mejor m¨¦todo para gestionarlas?
Sustituir la gesti¨®n de una pataleta, algo habitual entre los uno y los tres a?os, por un tel¨¦fono hace que este no aprenda a dirigir sus emociones de forma correcta. Es mejor dejar pasar el momento de ira y acompa?arles cuando llegue el de la tristeza
Aferrado al carro del supermercado, entre el lineal de las pastas y de las legumbres, tiran de ¨¦l con fuerza en un intento por dirigirlo hacia la puerta de salida. Sus padres procuran convencerle de que pronto terminar¨¢n de hacer la compra. Palabras que le resultan vac¨ªas y que no consiguen otra cosa que enrocarle m¨¢s en su actitud. Tras un tira y afloja, sin ning¨²n avance, el peque?o, de cuatro a?os, los somete a una prueba m¨¢s y se lanza al suelo mientras grita desconsoladamente. Una situaci¨®n inc¨®moda para los adultos, que zanjan colocando el m¨®vil de uno de ellos en sus manos. Es un ejemplo, pero sin duda cotidiano para muchas familias.
Las rabietas a edades tempranas suelen aparecer entre los uno y tres a?os y forman parte del proceso madurativo. Unos estallidos, en ocasiones, intensos y abruptos, que se originan por la resistencia de los menores a las demandas de los padres, la frustraci¨®n con los acontecimientos externos o el sentimiento de estar agotados o hambrientos. ¡°Suelen ocurrir cuando los ni?os todav¨ªa est¨¢n adquiriendo las habilidades de lenguaje para describir sus emociones y deseos y deben disminuir significativamente, junto con el comportamiento f¨ªsicamente agresivo, alrededor de los cuatro a cinco a?os, cuando aumentan su vocabulario emocional, sus habilidades de autorregulaci¨®n y su conocimiento de las manifestaciones socialmente aceptadas de la emoci¨®n¡±, afirma la doctora Ar¨¢nzazu Ortiz Villalobos, psiquiatra de Infancia y Adolescencia del Hospital Universitario La Paz. Para esta experta, si bien conductas como morder, golpear o las rabietas pueden ser embarazosas para los padres ¡ªespecialmente cuando ocurren en un ambiente p¨²blico como la calle o un supermercado¡ª ¡°es normal, dentro de los l¨ªmites razonables¡±, subraya.
Para combatir estos enfados incontrolados, muchos padres y madres suelen entregar a sus hijos sus smartphones, una acci¨®n que, para los expertos, se vincula con la dejaci¨®n de sus labores de control, de establecimiento de normas y l¨ªmites, y de regulaci¨®n de las propias emociones y comportamientos del ni?o. ¡°El m¨®vil no puede sustituir estas funciones parentales, no puede ser un medio para evitar y aplazar dichas tareas¡±, sostiene la doctora Silvia Guti¨¦rrez Priego, psiquiatra de Infancia y Adolescencia del Hospital Infantil Universitario Ni?o Jes¨²s y coordinadora de la Unidad de Primera Infancia del servicio de Psiquiatr¨ªa y Psicolog¨ªa cl¨ªnica. Para Guti¨¦rrez debe ser un elemento m¨¢s, que est¨¦ al servicio de la educaci¨®n y, si acaso, a modo de premio: ¡°Claro est¨¢, estableciendo tiempos y lugares claros de uso, no haciendo una utilizaci¨®n indiscriminada y a demanda del menor¡±.
Hoy en d¨ªa, el tel¨¦fono inteligente es una ventana infinita a un mundo de contenidos ilimitados, de acceso r¨¢pido y muy personalizado. ¡°Cada ni?o con la yema de su dedo puede elegir lo que quiere, cu¨¢ndo y c¨®mo. La entrega por parte de los progenitores de este tipo de herramientas para contener las rabietas puede tener tambi¨¦n consecuencias en las emociones¡±, afirma Abel Dom¨ªnguez, psic¨®logo infantil. Dom¨ªnguez explica que el tel¨¦fono resulta un aturdidor: si el ni?o no come, se le da el m¨®vil; si se aburre y se altera en la sala de espera de cualquier consulta, ah¨ª est¨¢ de nuevo el m¨®vil. ¡°Al final ese dispositivo hace la funci¨®n de calmante, pero no ayuda a redirigir la rabieta¡±, incide. En su opini¨®n, los menores solo aprenden a gestionar la ira o la frustraci¨®n cuando experimentan estas emociones: ¡°Si en el momento en que el ni?o sufre una pataleta le cambian el foco atencional con el tel¨¦fono, estamos interfiriendo en el correcto aprendizaje de la gesti¨®n emocional¡±.
Se suelen reconocer dos fases en la rabieta: la primera, la de la ira, y la segunda, la de la tristeza. ¡°Durante la primera fase lo mejor es no hacer nada. Cualquier cosa que hagan los padres incrementar¨¢ la intensidad y duraci¨®n de la ira. En esos momentos les resulta muy dif¨ªcil procesar cualquier informaci¨®n¡±, mantiene Ortiz Villalobos. Seg¨²n la experta, lo conveniente es dejar que la fase de ira pase, vigilando que no se lastimen y no nos lastimen. ¡°Y cuando llegue la fase de tristeza les consolaremos y calmaremos¡±, agrega Villalobos.
Para que el ni?o se tranquilice y acepte la situaci¨®n que le produce la pataleta, los progenitores deben actuar con serenidad y firmeza, manteniendo su postura sin retroceder porque, si modifican su posici¨®n, el menor aprender¨¢ que consigue cambiar sus decisiones y esos enfados se har¨¢n m¨¢s frecuentes. Para Guti¨¦rrez, no hay que tener miedo a las rabietas y hay que ser capaz de soportarlas sin angustiarse y sin pensar que el peque?o est¨¢ sufriendo de una manera desproporcionada. ¡°No hay que olvidar que los l¨ªmites ayudan a crecer, proporcionan seguridad y ayudan a fomentar la tolerancia a la frustraci¨®n. Sin embargo, la ausencia prolongada de estos en el tiempo genera insatisfacci¨®n, frustraci¨®n, ego¨ªsmo y, a largo plazo, infelicidad. Y, por supuesto, sin utilizar el m¨®vil como herramienta¡±.
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