Un viaje desde ?frica con los deseos cumplidos
Asfaw, Sillah y Boukat llevan m¨¢s de 20 a?os en Madrid, tienen contrato indefinido y nacionalidad espa?ola
Ten¨ªa 25 a?os cuando lleg¨® a Espa?a en 1998. En la terminal del aeropuerto, Negist Asfaw (Ad¨ªs Abeba, Etiop¨ªa) se encontr¨® frente a unas escaleras mec¨¢nicas que le causaron verdadero pavor. Dos personas tuvieron que ayudarla a subir en ellas. Cuando lleg¨® a la casa donde iba a trabajar de ni?era, no quer¨ªa deshacer la maleta. Solo ansiaba volver a su hogar. Fanta Sillah (Banjul, Gambia) llevaba entonces varios meses en Espa?a. Lleg¨® con 22 a?os y embarazada de su primer hijo. Su marido hab¨ªa conseguido un empleo y decidieron emprender un largo viaje en busca de otro futuro. Mientras, Saida Boukat (Casablanca, Marruecos) se encontraba todav¨ªa en su pa¨ªs natal, aunque ya estaba pensando en emigrar. Ten¨ªa 20 a?os cuando lleg¨® su visado. Tuvo que vencer el miedo y preparar todo para coger un avi¨®n. Tambi¨¦n empez¨® cuidando a una ni?a, y tampoco quer¨ªa deshacer su equipaje. Ninguna hablaba espa?ol. El panorama es muy diferente dos d¨¦cadas despu¨¦s. Asfaw, Sillah y Boukat han concluido con ¨¦xito sus rutas hacia la integraci¨®n.
Las tres obtuvieron la nacionalidad espa?ola diez a?os despu¨¦s de llegar a Madrid, el per¨ªodo m¨ªnimo de residencia continuada que les exige la ley para adquirirla. Este tiempo se reduce a dos para los migrantes procedentes de Latinoam¨¦rica o Guinea Ecuatorial, entre otros. En Espa?a, residen 1.807.706 personas procedentes de ?frica. En 2020, 37.195 inmigrantes obtuvieron la nacionalidad, la mayor cifra desde 2016. De ellos, un 40% fueron mujeres.
Asfaw ha pasado 23 a?os, casi la mitad de su vida, en Espa?a. Los ¨²ltimos 14 ha trabajado con contrato indefinido en un hipermercado, donde tambi¨¦n fue encargada durante cinco a?os. Desde que lleg¨®, ha vivido en Torrelodones (Madrid). Parece conocer a todo el mundo y se siente orgullosa de ello. En el tiempo que toma un t¨¦, saluda a una decena de personas. ¡°?Hola, guapa! ?C¨®mo est¨¢s?¡±, pregunta con alegr¨ªa a cada conocida que pasa a su lado. Aprendi¨® espa?ol en su d¨ªa a d¨ªa, al estar en contacto con compa?eros y clientes.
Mientras viv¨ªa en Etiop¨ªa, Asfaw, o Nikki como la llaman cari?osamente, consigui¨® un empleo a trav¨¦s de la embajada espa?ola en su pa¨ªs despu¨¦s de haber estudiado la carrera de Turismo. Con el tiempo, tambi¨¦n logr¨® que llegaran a Madrid con un contrato laboral dos de sus nueve hermanos. ¡°El resto se qued¨® all¨ª porque tienen un buen trabajo. Mi familia est¨¢ muy bien, muy estable¡±, relata. Aunque en ?frica no ten¨ªa una mala situaci¨®n econ¨®mica, su pa¨ªs todav¨ªa sufre problemas de desarrollo. Eso llev¨® a Asfaw a pensar en emigrar desde muy peque?a: ¡°Siempre tenemos sue?os¡±, admite.
Un caso similar es el de Sillah. Lleva 24 a?os en Espa?a y ha trabajado 14 en una residencia de mayores. Desde que lleg¨®, ha vivido en el pueblo madrile?o de La Cabrera, donde tanto ella como su familia est¨¢n completamente integrados. Sus cuatro hijos han nacido en esa localidad y uno es concejal del Ayuntamiento del municipio. Pese a todo, extra?a su tierra. Dej¨® atr¨¢s a su madre, sus hermanos y al resto de su gente. Sus primeros a?os no fueron f¨¢ciles. Estuvo limpiando casas de manera irregular: ¡°Nunca me atrev¨ª a preguntar por un contrato. Ten¨ªa miedo de sacar el tema y que me echaran a la calle¡±. Con el tiempo, gracias a que su marido s¨ª ten¨ªa un contrato laboral, consigui¨® regularizar su situaci¨®n. En Espa?a, no pueden expulsar a uno de los c¨®nyuges si su pareja tiene empleo y estabilidad.
Boukat se expresa con rapidez, como quien tiene muchas tareas pendientes y poco tiempo que perder. Trabaja como encargada en una empresa de limpieza y supervisa la labor de una veintena de personas. Asegura que nadie le ha regalado nada. Se muestra orgullosa y segura de s¨ª misma por haber logrado llegar a donde est¨¢ con esfuerzo y dedicaci¨®n. Su primer empleo en Espa?a lo obtuvo hace m¨¢s de 20 a?os como cuidadora de una ni?a. Sin embargo, antes de tener esa opci¨®n, los amigos de sus hermanos, en Italia, solo le ofrec¨ªan casarse con ella para que pudiera salir de Marruecos, en lugar de ayudarla a buscar una salida laboral. Esto la empuj¨® a emigrar a Madrid. Ya no le queda nadie en su ciudad natal. Sus hermanos viven en Italia y sus padres ya han fallecido. ¡°?Cuando voy all¨ª de vacaciones, me siento rara!¡±, confiesa.
La suerte juega un papel fundamental cuando se trata de migrar, como insiste Asfaw: ¡°Vine con empleo y lo mantengo, pero muchos no han tenido esta fortuna¡±. Agradece haberse encontrado con personas que la han ayudado de forma desinteresada. Aun as¨ª, sabe que no todos los migrantes pueden decir lo mismo: ¡°Mucha gente s¨ª ha sufrido. Muchas amigas me cuentan cosas como que, cuando quieren hacer amistad, no conf¨ªan en ellas. Racismo hay en algunos sitios. Todav¨ªa queda. Pero, gracias a Dios, yo no me siento de esa forma¡±. Sillah y Boukat, tampoco. Pese a todo, Boukat asegura que siempre ha tenido que hacer el doble de trabajo para conseguir aquello que le correspond¨ªa. Se muestra orgullosa por haber logrado llegar a donde est¨¢ hoy.
Las tres coinciden en que la vida de los migrantes al llegar a Occidente se ve de forma id¨ªlica en sus lugares de origen: ¡°All¨ª piensan que, cuando emigras a otra parte, ya tienes coche y casa, pero no es as¨ª. Hay que esforzarse mucho¡±, admite Asfaw. ¡°Lo pintan todo bonito. No saben que si no tienen fuerza y valor desde el principio van a quedarse igual que en los lugares en los que nacieron¡±, a?ade Boukat. Sillah asegura que los medios de comunicaci¨®n de su pa¨ªs no muestran la realidad. ¡°Mucha gente viene enga?ada en busca de una vida mejor para su familia y acaban perdiendo a su hijo por el camino. Es muy duro¡±, lamenta.
Boukat se cas¨® con un marroqu¨ª, tambi¨¦n de nacionalidad espa?ola, y sus hijos han nacido en la Pen¨ªnsula. Afirma que su vida est¨¢ en Espa?a y no se le pasa por la cabeza regresar a su ciudad natal. Asfaw no descarta el regreso a Etiop¨ªa, pero tampoco cree que pudiera acostumbrarse a estar en el pa¨ªs africano despu¨¦s de haber pasado casi la mitad de su vida en Espa?a. Por el contrario, Sillah confiesa que le gustar¨ªa volver a Gambia alg¨²n d¨ªa: ¡°Cuando me toque la loter¨ªa, volver¨¦¡±, bromea. Todas tuvieron que renunciar a su nacionalidad para obtener la espa?ola. Aun as¨ª, no se arrepienten.
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