Clyo Mendoza: ¡°La ira y el erotismo son fuerzas evolutivas¡±
En ¡®Furia¡¯, su primera novela, la escritora oaxaque?a mezcla la disidencia frente al orden establecido con la oralidad de las historias que escuch¨® de ni?a como hija de una maestra rural en la sierra
Frente al cad¨¢ver de un ni?o, la guerra termina para dos soldados de bandos opuestos. Desertar, ante el alucinatorio desierto mexicano, es otro comienzo antes que un final. Juan y L¨¢zaro han matado tanto que no recuerdan ni quienes eran. Ahora, abandonados a s¨ª mismos, se descubren: una historia en com¨²n de la que solo uno recoger¨¢ pedazos, una vida que se traduce en condena y un miedo a¨²n m¨¢s profundo que el desierto y su violencia estruendosa.
¡°Me gustar¨ªa que fueras una mujer, L¨¢zaro. As¨ª yo ser¨ªa un hombre normal¡±, dice Juan en la oscuridad de una cueva. ¡°Qu¨¦ m¨¢s da que seamos: putos, hombres, mujeres; a nadie le importa, no somos nadie, Juan¡±, responder¨¢ L¨¢zaro antes de auparse al caballo. No volver¨¢, pero el descubrimiento de su secreto arrojar¨¢ a Juan a una cacer¨ªa imposible de terminar.
La historia de Furia, la primera novela de Clyo Mendoza (Oaxaca, 1993), no comienza ah¨ª, pero esa b¨²squeda es su punto de partida. ¡°Me interesaba mucho hablar de las disidencias, voluntarias e involuntarias. Ya sea sexual, pol¨ªtica, geogr¨¢fica o neuronal, una disidencia es una manera de habitar el mundo. Y muchas veces el yo se vuelve contra el yo¡±, afirma la autora, ganadora del Premio Internacional de Poes¨ªa Sor Juana In¨¦s de la Cruz en 2018 ¡ªla m¨¢s joven en conseguirlo¡ª, que este mi¨¦rcoles presenta la novela en Espa?a y Argentina con la editorial Sigilo, tras la edici¨®n mexicana de Almad¨ªa.
Ante la p¨¦rdida, Juan busca a su padre, un hombre que dice ser soldado antes de abandonar su casa para siempre. Vicente Barrera, un vendedor de hilos que arras¨® como un torbellino por las vidas de mujeres que lo odian y lo veneran, pasa sus ¨²ltimos d¨ªas amarrado como un perro rabioso. Un trabajador de morgue, Salvador, se pierde en el desierto y confunde los cactus con la persona que ama. Sobre los ecos de de las historias de estos hombres rotos ¡ªy de sus madres, amantes y compa?eras¡ª Mendoza desnuda la pulsi¨®n animal que se cuece y estalla entre el dolor, el miedo y el deseo alrededor de un paisaje que los aprisiona tanto como los libera.
¡°Nos han ense?ado a creer en ideas fijas: la verdad, dios, el sexo, el amor¡±, dice Mendoza sobre sus personajes. ¡°A muchos hombres les ense?an a ser estoicos, fuertes, intocables, conceptos que a la larga llegan a ser muy limitantes y dolorosos¡±. Detr¨¢s de Juan y L¨¢zaro, Sara y C¨¢stula, madres abandonadas a su suerte, que lloran abnegadas, pero que tambi¨¦n recorren la tierra del sol abrasador entre fantasmas y deseos en silencio. ¡°La educaci¨®n judeocristiana dice que la furia, el erotismo, no tienen ning¨²n poder trascendental. Creo que es algo que nos han ense?ado sobre todo a las mujeres, una moralidad que tambi¨¦n ha aprovechado el Estado en su laicidad como un sistema de sometimiento ideol¨®gico¡±, describe la autora. ¡°Ambas son una expresi¨®n de vida. Hay que replantearnos por qu¨¦ la ira y el erotismo han sido tan mal vistos a lo largo de la historia, si son una fuerza liberadora y evolutiva, dos rasgos que nos hacen la especie que somos¡±.
En la b¨²squeda de respuestas, los personajes de Mendoza se enfrentan al infierno, que m¨¢s que un incendio dominado por un se?or con cuernos es la posibilidad de una verdad absoluta. En la figura de un mercader que vaga por el desierto contando historias, cada personaje enfrenta la posibilidad de saber lo que busca. ¡°Conocer la verdad objetiva, no nuestra verdad mortal, es algo atroz¡± afirma Mendoza. ¡°La enfermedad en el libro es esa falta de verdad: ?soy un perro o me imagino que soy un perro?¡±.
Hija de una maestra rural que se llev¨® a sus hijos a recorrer la Sierra Mixteca, Mendoza reconoce el origen del libro en las historias que escuch¨® en la monta?a cuando era ni?a y en el inter¨¦s por esas rupturas que marcan una vida frente al orden establecido. ¡°Ciertas cosas nunca se escriben, pero dentro de las familias, s¨ª que se cuentan. Siempre agregando algo, inventando, por lo que me pregunto hasta qu¨¦ punto la memoria lo ha modificado para que sea m¨¢s c¨®modo o sea un reto¡±, dice. Entre los golpes de la violencia de la costa pegada a la tierra caliente de Guerrero, una educaci¨®n conservadora por no haber otra cosa, y un inter¨¦s obsesivo por los estados alterados de la conciencia, la literatura de esta escritora de 28 a?os destila entre la vigilia y el sue?o, con una contundencia po¨¦tica y un dominio feroz de la tradici¨®n oral mexicana.
Ella agrega el reconocimiento del erotismo ¡°como un placer de vida, una experiencia m¨¢s all¨¢ del contacto con otra persona¡±. Algo que encontr¨® en la escritora de Marosa di Giorgio. En el lenguaje alucinatorio y en el mundo de genealog¨ªas mezcladas con bestias, oscuridades y una exuberante naturaleza de la poeta uruguaya, Mendoza conecta con las experiencias que m¨¢s le interesa comunicar. ¡°Mi infancia pas¨® en espacios bien exuberantes, la selva, la costa, donde una experiencia er¨®tica puede ser el agua, los pececitos que te est¨¢n mordiendo la pie... pero Furia es un poco m¨¢s dram¨¢tico¡±.
En Furia el desierto tambi¨¦n sangra, decide, y ata el destino de los dem¨¢s. La corporalidad del paisaje es una constante en la literatura de Clyo Mendoza. En su primer poemario, Anamnesis (Cuadrivio, 2016), hecho de la violencia intergeneracional contra las mujeres y las pesadillas del alma que entra en otro cuerpo, las voces son diluvio y el abismo el oc¨¦ano. En Silencio (Fondo Editorial del Estado de M¨¦xico, 2018), un hombre lanza a su esposa al r¨ªo hecha pedazos, la mujer habla del horror, pero su voz es un eco en la sierra.
¡°La brujer¨ªa, la relaci¨®n con dios, hay una fascinaci¨®n ah¨ª, especialmente desde la perspectiva de los pueblos ind¨ªgenas. Los mayas dicen que un estado alterado que puede llevar a la evoluci¨®n de la conciencia, porque te hace plantarte la muerte sin morirte¡±, dice Mendoza, licenciada en Letras Hisp¨¢nicas por la Universidad Metropolitana de M¨¦xico. Hoy anda repasando un documental de Alain Resnais y Chris Marker, Las estatuas tambi¨¦n mueren, una denuncia de la banalizaci¨®n de la colonia sobre el arte africano. La desolaci¨®n de las estatuas atrapadas en museos ¨C¡±todo eso que estaba destinado a altares, a espacios naturales, a manifestar la humanidad¡±¨C lleva a la escritora a pensar en el lenguaje, un territorio en el que disecciona una lucha presente y una preocupaci¨®n por el pasado. ¡±Estamos decidiendo si el lenguaje est¨¢ vivo o es algo inanimado, no emp¨¢tico¡±, dice, y gira: ¡°Lo que m¨¢s me preocupa es si los ancianos se dejan de preocupar por contar porque ya nadie les escucha. ?Qu¨¦ nos va a pasar cuando nos dejen de contar cosas?¡±.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.