El acervo anarquista que sobrevive en M¨¦xico
Un exiliado espa?ol fund¨® en Ciudad de M¨¦xico la Biblioteca Social Reconstruir, uno de los archivos ¨¢cratas m¨¢s nutridos de Latinoam¨¦rica
La historia tiene algo de efecto mariposa. Un golpe de Estado en Europa puede conducir a la creaci¨®n de una biblioteca al otro lado del mundo. En Espa?a, un general bajito, con bigotillo y voz nasal, decidi¨® que estaba cansado de tanta libertad y empez¨® una guerra que dur¨® de 1936 a 1939. Como escribi¨® Fernando Fern¨¢n G¨®mez, con el fin de la contienda no lleg¨® la paz, sino la victoria. El general, de nombre Francisco Franco, result¨® ser un sangriento dictador que convirti¨® el pa¨ªs en un cementerio agujereado de fosas y un p¨¢ramo cultural. El alzamiento militar llev¨® al exilio a miles de personas, entre ellas el catal¨¢n Ricardo Mestre, un joven juez, periodista, maestro y editor. Fue miembro de la Confederaci¨®n Nacional del Trabajo (CNT), un sindicato ¨¢crata, y de la Federaci¨®n Anarquista Ib¨¦rica (FAI). Lleg¨® a M¨¦xico despu¨¦s de pasar por Argel¨¨s, uno de los campos de concentraci¨®n donde los franceses encerraron a los espa?oles que escapaban de Franco. En 1978 cre¨® la Biblioteca Social Reconstruir en el entonces Distrito Federal. Hoy, con m¨¢s de 4.000 libros, peri¨®dicos, panfletos, octavillas y documentos, ese proyecto constituye uno de los mayores acervos sobre anarquismo de Latinoam¨¦rica, que atesora textos de Pierre-Joseph Proudhon y primeras ediciones del escritor Ricardo Flores Mag¨®n, entre otros.
Entrar al edificio es como viajar al pasado, a un tiempo en el que todav¨ªa se cre¨ªa que las grandes ideas pod¨ªan cambiar el mundo. El segundo piso funciona como oficina del sindicato Frente Aut¨¦ntico del Trabajo. Archivadores en la esquina, fotograf¨ªas de manifestaciones y vieja propaganda. Muebles de madera clara y una luz que se cuela por los ventanales y le da un filtro como de pel¨ªcula de detectives de los a?os 50. La biblioteca est¨¢ en un peque?o local en la planta baja con alguna que otra mancha de humedad. Apenas dos salas principales con dos cuartitos m¨¢s peque?os. H¨¦ctor Moreno, Kiko, (49 a?os), gu¨ªa la corta visita.
La primera sala tiene una ventana que da a la calle, dos estanter¨ªas que se miran de frente y una gran mesa en medio para estudiar y leer. A la segunda estancia no se le ven las paredes, cubiertas de estanter¨ªas de metal repletas de libros. La biblioteca lleva seis a?os en este local ¡ªno es el original¡ª, en la colonia Guadalupe Victoria, pero el aspecto es el de una mudanza a medio hacer. Libros, fanzines y documentos se apilan en el suelo; decenas de cajas de material donado todav¨ªa sin clasificar; peri¨®dicos anarquistas de todas partes del mundo que, amarillentos, se acumulan en cualquier espacio donde hay hueco.
Moreno lleva gafas, el pelo lacio con el fleco a un lado, una camisa de franela y vaqueros. Acaricia los tomos con la misma delicadeza que si estuvieran hechos de porcelana. Muestra con orgullo un carnet de la CNT de 1940, primeras ediciones de las obras de Flores Mag¨®n o traducciones originales de Proudhon. ?l, junto con Martha Garc¨ªa y Tobi, integrantes los tres del Colectivo Acci¨®n Libertaria, conocieron a Mestre a principios de los 90. Empezaron a rondar la biblioteca y al poco tiempo quedaron ligados a ella. El catal¨¢n falleci¨® en 1996. Despu¨¦s de convencer a su hija, que quer¨ªa donar el archivo, consiguieron mantener el proyecto con ellos como una suerte de gestores.
Hace un a?o muri¨® Tobi por coronavirus, y con ¨¦l se perdi¨® la comunicaci¨®n con la descendiente de Mestre. A ella le pertenece el archivo, pero son Moreno, Garc¨ªa y otras tres personas quienes lo atesoran y pagan el alquiler del local, gracias a eventos y conciertos que organizan para recaudar fondos. El trabajo es voluntario, cada uno hace lo que puede cuando puede. Moreno acude casi todas las tardes a abrir la librer¨ªa despu¨¦s de su empleo, por lo menos un par de horas. ¡°Principalmente, viene la banda punk, j¨®venes universitarios y acad¨¦micos. Antes [del coronavirus] la gente ven¨ªa a estudiar mucho¡±, dice sentado a la mesa, en la que ha desplegado varios libros.
El principal objetivo que tienen ahora es el de clasificar y conservar mejor el acervo, digitalizarlo, pero reconocen que es una tarea dif¨ªcil: todos son voluntarios y hacen malabares para equilibrar sus trabajos, vidas personales y el compromiso con la biblioteca. Adem¨¢s, no dejan de llegar donaciones que ampl¨ªan la colecci¨®n.
La librer¨ªa vivi¨® sus d¨ªas de gloria en la calle Morelos, en el centro de la capital. All¨ª abri¨® Mestre el local, que pronto se convirti¨® en punto de encuentro de intelectuales y j¨®venes ¨¢cratas, de punks locales y viajeros que estaban de paso. ¡°La existencia de ese oasis libertario se iba extendiendo cada vez m¨¢s, hab¨ªa ocasiones en que la sala de lectura estaba totalmente llena, llegaban personas de diferentes edades, de la Ciudad de M¨¦xico, de otros Estados y pa¨ªses¡±, recuerda Garc¨ªa.
Por all¨ª no era extra?o ver a intelectuales de la ¨¦poca como Carlos Monsiv¨¢is, Octavio Paz, Enrique Krauze o Gabriel Zaid. Pero los que lo conocieron, dicen de Mestre que lo m¨¢s sorprendente era su conexi¨®n con los j¨®venes: esas veladas en las que el catal¨¢n empezaba a hablar durante horas con voz grave y hordas de veinta?eros encandilados segu¨ªan cada palabra con detalle. ¡°La diferencia de edades era muy considerable¡±, rememora Garc¨ªa, ¡°Mestre me llevaba 67 a?os, pero aun as¨ª y extra?amente, platicar con ¨¦l era como estar conviviendo con algunos de los compa?eros m¨¢s j¨®venes¡±.
Cuando Mestre muri¨®, ¡°fue un gran golpe dif¨ªcil de soportar¡±, contin¨²a. ¡°Ya no estaba en ese escritorio viejo; ya no escuch¨¢bamos su gran voz grave, fuerte; ya no sonaba su risa¡±. No mucho tiempo despu¨¦s los alquileres empezaron a subir y tuvieron que dejar el local de Morelos. Se trasladaron un par de a?os a un sitio peque?o en el barrio chino, pero tampoco pudieron mantenerlo. Durante seis a?os, el material descans¨® en cajas repartidas en casas de familiares de los gestores. Hasta que en 2015 consiguieron el lugar donde est¨¢n ahora. En ¨¦l han hecho desde cinef¨®rums hasta talleres de refuerzo escolar, siempre gratis. ¡°Creo que ha sido el mejor lugar en el que hemos estado. Hay una relaci¨®n con la comunidad¡±, cuenta Moreno.
¡ªVino una mujer preguntando por las clases de matem¨¢ticas gratuitas. ?Sabes qui¨¦n se lo hab¨ªa recomendado?
¡ª?Qui¨¦n?
¡ªEl cura de la iglesia de al lado.
El d¨ªa es nublado y el viento llega h¨²medo. Parece que est¨¢ a punto de romper a llover. A trav¨¦s de la ventana, Moreno se despide del periodista. Luego baja la cabeza y recorre con la mirada varios libros que un rato antes ha dejado sobre la mesa, como si fuera la primera vez que los ve.
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