Las tensiones entre hoteleros y agricultores ponen en guardia al Valle de Guadalupe
El ¨¦xito de la principal zona vitivin¨ªcola de M¨¦xico atrae al sector tur¨ªstico y ocasiona conflictos entre quienes defienden un ¨¢rea principalmente agr¨ªcola
El Valle de Guadalupe es otro de los muchos para¨ªsos que puede presumir M¨¦xico, un peque?o Mediterr¨¢neo con vi?edos y olivares al lado de Pac¨ªfico, entre Tijuana y Ensenada, que proporciona algunos de los mejores vinos del pa¨ªs y un modo de vida rural para una poblaci¨®n que no alcanza los 10.000 habitantes, pero que cada a?o recibe entre 800.000 y un mill¨®n de visitantes. Las tensiones est¨¢n a flor de piel entre los que defienden un turismo sostenible que se ba?e en vino, si quiere, pero no en albercas, y los que consideran que el negocio de la hosteler¨ªa es leg¨ªtimo y necesario para completar los ingresos agr¨ªcolas. Del ¨¦xito que se tenga en ese equilibrio entre ambas partes depender¨¢ la supervivencia de estos cerros rocosos a cuyos pies se extienden vi?edos trazados con tiral¨ªneas. La Baja California ha celebrado esta semana el Congreso Mundial del Vino, delegaciones de medio centenar de pa¨ªses han podido visitar las bodegas que salpican este territorio por donde hace siglos pasaron las misiones espa?olas. As¨ª se llama una de las uvas aut¨®ctonas: misi¨®n.
Dicen los bodegueros que los nuevos consumidores reclaman un vino natural, ecol¨®gico, acorde con otras formas de vivir m¨¢s sostenibles. Lo mismo ocurre con el enoturismo, gente que disfruta con el encanto de lo rural, modos sencillos, disfrute lento. Pero el turismo, no hay pa¨ªs en el mundo que no lo sepa, tiende a convertirse en plaga r¨¢pidamente, arrasando zonas enteras que jam¨¢s volver¨¢n a parecerse a lo que eran. Ese riesgo lo enfrenta ahora el Valle de Guadalupe: los agricultores se quejan de una actividad que puede dejar exhausto un acu¨ªfero sobreexplotado que ya presenta un d¨¦ficit de 18 millones de metros c¨²bicos; pero los que se dedican tambi¨¦n a la hosteler¨ªa, ya sea con un hotel en medio del vi?edo, con un restaurante o con un airbnb son conscientes de que convertir una zona rural en una ciudad puede acabar con la gallina de los huevos de oro. En algo parecen coincidir casi todos: el crecimiento de la hosteler¨ªa est¨¢ en su punto, no se puede estirar mucho m¨¢s.
Los a?os noventa empezaron bien para el vino. Un consenso entre los vecinos y los expertos concluy¨® en un ordenamiento ecol¨®gico del suelo que prioriz¨® el paisaje, es decir, la agricultura de vides y olivos, cultivos que no se quejan de sed. Una empresa defini¨® tambi¨¦n los pol¨ªgonos urbanos. ¡°M¨¦xico hace buenas leyes, pero no las respeta¡±, dice Ileana Espejel, ec¨®loga de la Facultad de Ciencias de la Universidad Aut¨®noma de Baja California, con 30 a?os de trabajo en la zona. ¡°De lo que se dict¨®, apenas hay un cumplimiento del 3% y un 11% en lineamientos parciales¡±, dice. Se fij¨® entonces que se pod¨ªa vivir en el vi?edo si se compraban cuatro hect¨¢reas y solo se constru¨ªan 250 metros cuadrados. ¡°Pero r¨¢pido se vendieron lotes de hect¨¢reas que se fragmentaban y las albercas lo salpicaron todo. Se empezaron a celebrar bodas y con ellas crecieron los alojamientos. Las inmobiliarias sabr¨¢n c¨®mo arreglan los permisos en las administraciones¡±, dice Espejel. Esta investigadora, premio Nacional al M¨¦rito Ecol¨®gico en 2017 y experta en Planeaci¨®n de Uso de Suelo en Zonas ?ridas, ha visto c¨®mo los ejidatarios se volv¨ªan locos con la subida del metro cuadrado en la zona y c¨®mo los nuevos negocios compran el uso de agua de algunos propietarios rurales que no siembran en sus terrenos. ¡°Riegan en demas¨ªa, tanto los agricultores como otros negocios, unos porque no saben, otros porque les interesa un dinero r¨¢pido¡±, asegura. Pero su mensaje se centra en el turista: ¡°No pidas lo que no hay¡±, porque la demanda genera la oferta, dice. ¡°Si no hay coca cola, pues que no la pidan, si no hay albercas, que se conformen¡±, dice.
El Cielo es una de esas bodegas que se promocionan para bodas, conciertos, buena restauraci¨®n, alojamientos. Son, dicen, una ¡°referencia enotur¨ªstica¡± con tratamiento de aguas residuales y con paneles solares. ¡°Hace 10 a?os las visitas no ten¨ªan donde quedarse, porque ni Uber hay para volver a la ciudad. Lo que tenemos claro es que hay l¨ªmites que no podemos sobrepasar, pero creo que todav¨ªa puede crecer el turismo un 50%¡±, platica Natalia Romero, coordinadora del ?rea de Degustaciones de El Cielo. Y la secunda el gerente de Enoturismo de la bodega, Andr¨¦s Arenal: ¡°Los propietarios de El Cielo ya eran hoteleros, pero su intenci¨®n era vin¨ªcola cuando se instalaron, despu¨¦s vieron el potencial de la zona para la hosteler¨ªa¡±, dice. ¡°El enoturismo apenas estamos inici¨¢ndolo, hay posibilidades de crecer¡±, sostiene. ?El agua? ¡°Traemos pipas de Ensenada para las 35 villas con tres habitaciones cada una¡±. Nada de acu¨ªfero, defiende.
En la actualidad, hay en el Valle de Guadalupe y sus alrededores, otros peque?os valles, unas 3.700 hect¨¢reas de vi?edo y unas 900 habitaciones para alojamiento, incluidas las 55 que tiene Marco Antonio Estudillo en sus cuatro hoteles de las bodegas Maglen. Estudillo es productor vitivin¨ªcola, coordinador de la Asociaci¨®n Emprendedores del Valle de Guadalupe AC, con 250 empresas afiliadas, y experto en derribar mitos. ¡°Es un mito de los catastrofistas eso de que hay muchos hoteles, hay unos 30 que suman unas 300 habitaciones y otras 600, aproximadamente, de habitantes que abren sus rec¨¢maras para rentar o peque?os negocios de tres a seis habitaciones¡±, explica. ¡°Es un mito tambi¨¦n que los due?os construyan sin tener vi?edos o cultivos y otro mito que usen agua del acu¨ªfero, porque traemos pipas del servicio p¨²blico y privado de Ensenada¡±.
Estudillo, en todo caso, est¨¢ tambi¨¦n por el equilibrio. Es consciente de que esta zona, como tantas otras rurales, tiene un desarrollo muy estacional. Los hoteles se llenan en la vendimia, o con ocasi¨®n de alg¨²n concierto, pero ¡°el promedio de ocupaci¨®n de las habitaciones anual es del 37%¡å. No hay mucho m¨¢s que crecer, con esas cifras. ¡°Las inversiones son a largo plazo, para subsistir, no esperando un retorno urgente y se invierte por amor a la cultura del vino¡±, asegura. ¡°Invertir m¨¢s en hospedaje ser¨¢ sobreinversi¨®n no redituable y se da?ar¨ªa la imagen de la zona¡±. Opina que el valle vive un buen momento que permite a sus pobladores permanecer en la tierra con un empleo. ¡°Los extremistas del apocalipsis han hecho una buena funci¨®n porque la gente se ha parado a razonar y todos quieren cuidar su valle sin inversiones agresivas¡±.
El Valle de Guadalupe es el ejemplo de que hablar de agricultura en M¨¦xico no tiene que ser hablar de extrema pobreza, comienza Fernando P¨¦rez Castro, de la bodega La Lomita y la finca la Carrodilla, de producci¨®n org¨¢nica. Es, adem¨¢s, el presidente del Consejo Estatal de Productores de Vid de Baja California. En este valle, la agricultura, es decir, la actividad primaria, es el motor de la econom¨ªa y ¡°ha habido talento para procesar la materia prima. El ¨¦xito de esa actividad y de hacer un valle hermoso es lo que despu¨¦s han aprovechado los hoteleros. De los 4.500 trabajadores dados de alta en el valle, unos 3.500 son del sector vitivin¨ªcola. Defendemos la ruralidad, la gente del campo y las bodegas¡±, explica. Es pesimista. No le da m¨¢s de 10 a?os al valle con el crecimiento actual del turismo, dice. Como ejemplo pone el precio de la hect¨¢rea en la zona, ¡°unos 180.000 d¨®lares, cuando en el resto del Estado est¨¢ en 15.000, son similares al Napa Valley o a Burdeos¡±, exclama. No est¨¢ en contra de un hotel con algunas caba?as, pero d¨ªa a d¨ªa ve peligrar los cerros que rodean los cultivos: ¡°Ya existen 1.000 hect¨¢reas impactadas de manera irregular en zonas agr¨ªcolas o de conservaci¨®n¡±. Cree que ¡°hay una responsabilidad moral en todo esto. Creo que tenemos buena convivencia entre los agricultores y los hoteles, somos parte del problema y debemos resolverlo¡±. P¨¦rez Castro concluye sus reflexiones: ¡°Los grandes de estos negocios y antros viven en San Diego y no le apuestan un c¨¦ntimo a la agricultura. Yo no tengo problemas, ni mis hijas los van a tener, ellas tambi¨¦n se podr¨¢n ir a vivir a San Diego, pero los trabajadores s¨ª, se ver¨¢n obligados a salir hacia Estados Unidos, pero de forma ilegal¡±.
Cuando se habla del Valle de Guadalupe y de su exitoso desarrollo inicial, muchos mencionan a Hugo D¡¯Acosta, un emprendedor de la ¨¦poca, que compr¨® una finca cuando se vend¨ªan ¡°regaladas¡± y hoy tiene varias bodegas, como Casa de Piedra o Paralelo. ?l fund¨® la Escuelita, para aprender el oficio de la viticultura, y eso dio origen a varios proyectos de emprendedores en la zona. ¡°El 75% de las bodegas son peque?as a¨²n, pero s¨ª se ve el peligro. Una cosa es el enoturismo, la ruralidad, ser un buen anfitri¨®n con el que llega para que vean c¨®mo se vive, pero no se puede uno disfrazar de Mickey Mouse ni de mariachi. Eso es un turismo servil. Ya lo dec¨ªa Toledo, el pintor, que el turismo es muy contaminante¡±. D¡¯Acosta tambi¨¦n es pesimista: ¡°Se pudo haber hecho del Valle de Guadalupe un lugar donde la gente disfrutara la viticultura sin renunciar a modelos sostenibles, pero eso ya pas¨®. Ya no va a ser. Dicen que somos hippies. Yo solo me siento libre, pero mejor hippy que h¨ªpster¡±.
?Qui¨¦n es optimista? Ileana Espejel. ¡°Yo creo que el valle se salva, pero las autoridades se tienen que poner las pilas. Todos saldremos ganando, sabemos que si se destruye el paisaje con las construcciones perdemos todos. Nadie quiere la competencia de cientos de hoteles. La gente demandar¨¢ m¨¢s vino, y habr¨¢ que traerlo de otras partes. Un turista, con estudios que hice en la costa, gasta ocho veces m¨¢s agua que un habitante local. Estamos en un punto de inflexi¨®n todav¨ªa. Si esto se dispara, la zona rural se volver¨¢ una ciudad. M¨¦xico tiene solo un 14% de su territorio cultivable, es decir, zonas planas y f¨¦rtiles, no podemos perder ni un cent¨ªmetro para la agricultura. Donde hay tierra de cultivo no pueden crecer ciudades¡±.
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