Presas por la marihuana: radiograf¨ªa de un delito en extinci¨®n
Representan a la mayor poblaci¨®n carcelaria mexicana. Son pobres, v¨ªctimas de violencia y con personas dependientes a su cargo. Domitila Miranda es una de ellas y su caso encarna el fracaso de la pol¨ªtica contra las drogas
Domitila Miranda Mondrag¨®n parte entre porras su pastel de cumplea?os. Son 58 de vida y exactamente uno fuera de prisi¨®n, donde fue a parar en 2019 por transportar 21 kilos con 70 gramos de marihuana de Oaxaca a Ciudad de M¨¦xico tras ser extorsionada. As¨ª que Domitila ten¨ªa un doble motivo para estar feliz rodeada de hijos, nueras y nietos festej¨¢ndola. ¡°P¨¢sele a comer pastel, vecina¡±, gritaba al repartir los trozos entre las mesas que sac¨® a la vereda frente a su domicilio.
Domitila es una mujer menuda y compacta. Se peina tirante hacia atr¨¢s en un apretado mo?o en el que se intuye un cabello negro largo y abundante. De cara lavada y sin ning¨²n adorno a la vista. Camina ¨¢gil adentro y fuera de la casa con una ligera giba por las d¨¦cadas sentada frente a la m¨¢quina de coser.
Su perfil coincide con el de la mayor¨ªa de las mujeres presas por delitos contra la salud en M¨¦xico: pobres, de contextos vulnerables, v¨ªctimas de violencia, con bajo nivel de estudios, trabajos informales y personas dependientes a su cargo. Adem¨¢s, encerrar a una mujer afecta a todo su alrededor. Al dejar su comunidad sus redes de apoyo se ven da?adas, otras mujeres tienen que hacerse cargo de sus dependientes, ellas se ven abandonadas. Estigmatizadas cuando terminan sus condenas y se quieren reincorporar a la vida que dejaron en pausa.
Las mujeres presas por trasladar marihuana componen la mayor poblaci¨®n carcelaria de M¨¦xico. De acuerdo con datos del Censo Nacional del Sistema Penitenciario Federal en 2020, las mujeres privadas de la libertad por los delitos de narcomenudeo y delitos contra la salud representan el 40,8% de la poblaci¨®n penitenciaria femenina en los centros federales y estatales, mientras que los hombres encarcelados por los mismos delitos representan un 31.4% de la poblaci¨®n masculina.
Sus sentencias tambi¨¦n son m¨¢s largas. ¡°Al principio ve¨ªamos una constante de 10 a?os. Es mucho tiempo si consideras que lo que llev¨® a estas mujeres a prisi¨®n fue la pobreza, la falta de recursos, un estado que se olvid¨® de ellas¡±, se?ala Amaranta Valga?¨®n, directora de la Fundaci¨®n Equis, dedicada a hacer investigaci¨®n e incidencia sobre justicia social y g¨¦nero. ¡°Si queremos reducir este tipo de delitos, la pol¨ªtica no es poner a militares en la calle ni aumentar el presupuesto a la persecuci¨®n, sino a acortar la brecha de desigualdades, individualizar las sentencias, ver el contexto de las mujeres¡±, sostiene.
El informe Las Mujeres Olvidadas por la Guerra Contra Narco, de la organizaci¨®n Asilegal, concluye que las mujeres ¡°reciben los impactos de toda una estructura machista que las coloca como ciudadanas de segunda clase y que no valora lo determinantes que son sus experiencias de discriminacio?n y violencia para el ana?lisis de la criminalidad¡±.
Se da adem¨¢s una paradoja: miles de mujeres est¨¢n en prisi¨®n por portar una planta que ya es legal en 21 de los 50 estados de Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas del mundo. Durante el sexenio del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador se presentaron dos iniciativas que podr¨ªan haber ayudado para subsanar esta injusticia: por un lado, la iniciativa para regularizar la marihuana. Por otro, la Ley de Amnist¨ªa, un compromiso para excarcelar a personas condenadas por delitos leves.
Ninguna de ellas sirvi¨® para nada. La regularizaci¨®n del cannabis qued¨® aparcada y no se movi¨® pese al pronunciamiento de la Suprema Corte, que dijo que es inconstitucional prohibir su consumo recreativo. La Ley de Amnist¨ªa es una iniciativa completamente insuficiente. En tres a?os de implementaci¨®n, apenas ocho mujeres han sido liberadas por amnist¨ªa despu¨¦s de complicados procesos burocr¨¢ticos. Domitilia es una de ellas. Pas¨® dos a?os y siete meses de prisi¨®n. La historia de Domitilia es la de la indefensi¨®n. Extorsionada y encarcelada por un delito que en otras partes del mundo ni siquiera se persigue.
Las otras v¨ªctimas del crimen organizado
Aquella no era la primera llamada an¨®nima que recib¨ªa Domitila, pero fue la que lo cambi¨® todo. ¡°Si nos cuelga el tel¨¦fono vamos a matar a uno de sus hijos¡±, escuch¨®. Era el 1 de octubre de 2019. Desde hac¨ªa un mes, le marcaban voces de hombres para insultarla y amenazarla y ella les colgaba. Qui¨¦n les dio su n¨²mero o por qu¨¦ la escogieron a ella es algo que sigue pregunt¨¢ndose.
Todo ocurri¨® en la misma casa donde nos encontramos: una sencilla construcci¨®n de una sola planta, con un peque?o patio a un costado y dos estancias dentro: una para cocina, comedor, dormitorio y otra que le sirve de ba?o y lavadero. Estamos en la delegaci¨®n de Iztapalapa, la m¨¢s populosa del valle de M¨¦xico y que carga con el estigma de la violencia, aunque Domitila naci¨® lejos de aqu¨ª, en Zit¨¢cuaro, Michoac¨¢n. Es ind¨ªgena mazahua. A la Ciudad de M¨¦xico se mud¨® hace dos d¨¦cadas desde los Estados Unidos para cuidar de su madre, una anciana menuda pero invencible, que fue la que le ense?¨® el oficio de costurera. As¨ª que realiz¨® el camino inverso desde el vecino norte y se compr¨® una m¨¢quina para no tener que salir a la calle a trabajar y estar m¨¢s cerca a¨²n de ella.
Sentada al costado de esa misma m¨¢quina, relata c¨®mo sucedi¨® esa conversaci¨®n que interrumpi¨® su vida:
¡ªNo me amenacen, qu¨¦ es lo que quieren, ?dinero?¡ª, se plant¨®. Y pens¨® en ped¨ªrselo a uno de sus hijos que vive en Estados Unidos.
¡ªQue nos ayude y nos haga un trabajo. Deje el miedo a un lado, prefiera la vida de sus hijos.
Y ella accedi¨®. Domitila sinti¨® que estaba poniendo la vida de su hijo en la balanza y no pudo decir que no. Aquella voz, agresiva, dura, faltona, la instruy¨® para ir a Oaxaca en cami¨®n y traer de vuelta una maleta a la Ciudad de M¨¦xico. Parece sencillo. Pero no lo es. Si no, lo hubiese hecho aquella voz.
Ese viernes, al salir del trabajo, regres¨® a su casa a esperar la llamada con las instrucciones. El tono cambi¨®, esta vez era amable. Cuando sal¨ªa de casa para tomar el cami¨®n a Oaxaca - con su propio dinero- su madre la inquiri¨®: ¡°?D¨®nde vas con esa bolsa?¡±. Ya nunca m¨¢s la volver¨ªa a ver. Muri¨® un a?o antes de que recuperara su libertad.
Para Domitila, todo era aterrador y desconocido. Para empezar, era la primera vez que viajaba a Oaxaca, ese estado en el que luego permanecer¨ªa casi tres a?os privada de la libertad.
Durante el trayecto recibi¨® varias llamadas de seguimiento y ¨®rdenes escuetas: ¡°Tome un carro¡±. ¡°Baje en la escuela y camine¡±. Un auto viejo se detuvo a su lado ¡°?Usted es la se?ora que mandamos a traer?¡±. Se subi¨® al asiento trasero, callada. En esos caminos de terracer¨ªa, Domitila pens¨® que terminar¨ªa su vida. Una hora despu¨¦s, la bajaron para entregarle una maleta. De ah¨ª a Oaxaca para tomar el cami¨®n de regreso. Cuando la polic¨ªa la par¨® en el primer ret¨¦n y fue directa por su equipaje, ella desconoc¨ªa que ah¨ª viajaba con un poco m¨¢s de 21 kilos de marihuana. De la patrulla a prisi¨®n, donde la sentenciaron a 6 a?os y 8 meses. ¡°La c¨¢rcel es muy dura, muchas se quieren adue?ar. Mucha gente se enferma porque tiene que estar a la orden de otra persona¡±, recuerda con escalofr¨ªos.
La guerra contra las drogas
Domitila se encontraba en Ciudad de M¨¦xico, en la casa donde cuidaba a su madre, la misma cuando el 10 de diciembre de 2006, el entonces presidente de M¨¦xico, Felipe Calder¨®n declaraba una ¡°guerra frontal¡± al narcotr¨¢fico. Una estrategia militarista contra el crimen organizado basada, por un lado, en el paradigma prohibicionista de las drogas y por el otro, en el punitivismo. M¨¦xico se convirti¨® en una sangr¨ªa: m¨¢s de 300 mil personas murieron de forma violenta y 110 mil permanecen desaparecidas. Pero hay muchas m¨¢s v¨ªctimas. En aquel momento, ella no pod¨ªa saber que se convertir¨ªa en una de ellas.
Otra de las consecuencias de la guerra de Calder¨®n: las c¨¢rceles se llenaron. De la mano de esta nueva ofensiva vino una pol¨ªtica de persecuci¨®n masiva a todos los eslabones de la cadena de la compra y venta de estupefacientes. En 2009, la conocida como Ley de Narcomenudeo endurece los supuestos y las condenas y pasa a formar parte del fuero com¨²n. En un a?o, aument¨® la poblaci¨®n penitenciaria de mujeres en un 62.5%. Si hab¨ªa 21.209 privadas de la libertad en 2008, ser¨ªan 34.480 en 2009.
Esto no es novedoso. Ya en los 70 M¨¦xico hab¨ªa ratificado el Convenio sobre Sustancias Psicotr¨®picas de las Naciones Unidas para prevenir su uso y venta y sancionarlas con penas de c¨¢rcel. El C¨®digo Penal Federal se reform¨® para criminalizar todo lo relacionado al cannabis. El uso personal de la marihuana establec¨ªa penas de c¨¢rcel de seis meses a tres a?os. Cuatro a?os despu¨¦s se consolida esta tendencia: la posesi¨®n se sancionar¨ªa con ocho a?os.
En los pasillos de la c¨¢rcel, Domitila comenz¨® a escuchar de la ley de amnist¨ªa que preparaba el gobierno. El 23 de abril de 2020 entr¨® en vigor.
¡°Amnist¨ªa es: sabemos que cometiste un delito pero el Estado ha decidido olvidarlo porque no te pod¨ªa exigir otra conducta. Por primera vez en la historia un documento legal reconoci¨® que estas mujeres estaban en prisi¨®n por un tema de exclusi¨®n de derechos que (el Estado) no hab¨ªa hecho nada por reparar¡±, apunta Valga?¨®n.
Equis tom¨® el caso de Domitila durante dos a?os de incertidumbre. Un laberinto de autoridades y burocracia. La pandemia ralentiz¨® el caso. Domitila se desesperaba. Finalmente, el 20 de mayo de 2022 a las 7.30 am, una funcionaria se acerc¨® a ella y le dijo: ¡°junte sus cositas que ya se va a su casa¡±. Era el d¨ªa de su cumplea?os y hab¨ªan pasado dos a?os y siete meses de encierro. En la casa de Iztapalapa a la que regres¨® ya no estaba su madre, de quien tuvo que despedirse por videollamada. A tres a?os de su implementaci¨®n, s¨®lo 193 personas han salido de prisi¨®n por medio de este mecanismo. De ellas, ¨²nicamente 8 son mujeres.
¡°Las mujeres que normalmente cometen este delito no deber¨ªan estar en la c¨¢rcel y deber¨ªamos revisar los c¨®digos penales e incluir algunas atenuantes cuando elementos como la vulnerabilidad y la pobreza se inserten en la comisi¨®n del delito. El estado tendr¨ªa que prever otras sanciones distintas a la privaci¨®n de la libertad¡± apunta Adriana Muro, directora ejecutiva de la organizaci¨®n de derechos humanos Elementa, a cargo del evento. Seg¨²n Muro, la esencia de una ley de amnist¨ªa es que ¡°reconoce, repara y restituye el derecho a la libertad de una persona que en principio no tendr¨ªa por qu¨¦ haber estado privada de la libertad¡±. En este caso, por contextos de vulnerabilidad y exclusi¨®n. Para ella, es una ley ¡°interesante e innovadora¡± en el contexto latinoamericano. Sin embargo, se?ala que, en paralelo, el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, ¡°lo ¨²nico que hace es seguir criminalizando a las personas que usan drogas y que est¨¢n en el mercado il¨ªcito sin ning¨²n tipo de contexto. Estamos recibiendo una narrativa contradictoria¡±. Amaranta coincide: ¡°La ley de amnist¨ªa no ha logrado que se rompa con la narrativa de criminalizaci¨®n y punitivismo. Se sigue partiendo del principio de que el peligro, el crimen organizado, son ellas¡±.
Para Valga?¨®n, la ley no tuvo los resultados que esperaban. Indica que la implementaci¨®n ha sido lenta y poco transparente. El estado cre¨® una comisi¨®n de amnist¨ªa, y luego la propia fiscal¨ªa apelaba los casos. As¨ª fue con Domitila. ¡°Un sinsentido en t¨¦rminos de pol¨ªticas p¨²blicas. El estado est¨¢ apostando presupuesto a liberar personas y, a su vez, a devolver a prisi¨®n a esas mismas personas¡±.
Muro sostiene que falta que mayor poblaci¨®n conozca la ley y que no se burocratice el proceso. ¡°Tiene que ser una prioridad para el Estado¡±. Las organizaciones demandan m¨¢s recursos para las labores de reinserci¨®n y un acto simb¨®lico de disculpa para completar el proceso de la amnist¨ªa. Domitila es libre, pero a¨²n queda mucho para que el Estado restaure el error que le impidi¨® acompa?ar a su madre en sus ¨²ltimos d¨ªas.
El largo camino hacia la despenalizaci¨®n de la marihuana
El debate sobre la regulaci¨®n del cannabis en M¨¦xico se encuentra totalmente estancado. Se ha llegado hasta el final en materia de jurisprudencia pero las c¨¢maras no se han coordinado para legislar. El Tribunal Supremo ya se pronunci¨® sobre el uso medicinal y cient¨ªfico del cannabis, dando su visto bueno. La puerta est¨¢ abierta y sin embargo ¡°no se ha visto una voluntad pol¨ªtica en avanzar en una legislaci¨®n integral¡±, se?ala Zara Snapp, directora del Instituto RIA, especialista en pol¨ªticas p¨²blicas de drogas.
¡°Una persona puede ir a solicitar una autorizaci¨®n sanitaria para cultivar para su consumo personal, la gente ya se est¨¢ juntando para hacer cultivos colectivos, para crear clubes o asociaciones cann¨¢bicas, pero no existe el ¨²ltimo eslab¨®n: la parte de un mercado comercial regulado donde comunidades cultivadoras pudieran participar, donde hubiera licencias, donde pudi¨¦ramos integrar una perspectiva de justicia social¡±, relata.
En 2017 se reform¨® la Ley General de Salud para permitir su uso medicinal, pero los productos no pueden superar el 1% de THC y no se permite el autocultivo. Una norma pensada para la industria farmac¨¦utica. Hay sin embargo una manera: si eres una persona adulta, puedes solicitar una autorizaci¨®n sanitaria para cultivar para su consumo personal ante Cofepris, la dependencia de la Secretar¨ªa de Salud de M¨¦xico que se encarga de evaluar los riesgos sanitarios. Ellos la negar¨¢n, pero con el rechazo en la mano y acudiendo al juez se puede denunciar el incumplimiento de la declaratoria general de inconstitucionalidad. La justicia te dar¨¢ la raz¨®n y regresar¨¢s con la Cofepris a recibir el permiso de autocultivo. Un proceso que toma alrededor de 6 meses. ¡°Si eres una persona que consume cannabis o tiene alguna relaci¨®n con el mercado ilegal, es recomendable tener esa autorizaci¨®n, porque te puede proteger ante la extorsi¨®n o abusos por parte de las autoridades¡±, recomienda Snapp.
El momento no ayuda. M¨¦xico tendr¨¢ elecciones presidenciales el 2 de junio de 2024 y la carrera dentro de los partidos por ser la cabeza de cada formaci¨®n ya ha comenzado. La campa?a ya est¨¢ aqu¨ª y los asuntos legislativos no parecen interesar ya a nadie. Seguramente habr¨¢ que esperar al arranque del siguiente sexenio, terreno abonado para promesas legislativas que, en todo caso, no garantizan ninguna avance.
Sin embargo, como se?ala Snapp, la sociedad sigue avanzando en su concepto de la sustancia y la necesidad de conseguir un producto de calidad y con una perspectiva de justicia social, ¡°desde las se?oras hasta pacientes o personas adultas que nada m¨¢s quieren consumir por el libre desarrollo de la personalidad que es el derecho reconocido por la Suprema Corte¡±, dice.
Para ella, una regulaci¨®n integral tambi¨¦n deber¨ªa mirar tras las rejas para reparar el da?o de la prohibici¨®n. ¡°Debemos tener una discusi¨®n sobre la excarcelaci¨®n de las personas que est¨¢n por delitos de drogas y delitos contra la salud¡±.
El actual mandatario, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, siempre se ha mostrado reacio, con el discurso de que su legalizaci¨®n ¡°puede abrir la puerta a otras drogas¡±. Est¨¢ por ver si se convertir¨¢ en un tema de la campa?a electoral.
Mientras tanto, en su casa de Santa Martha Acatitla, a pocos kil¨®metros del penal femenil, Domitila lamenta que ya es muy mayor para conseguir un empleo, aunque no pierde la ilusi¨®n y les sigue preguntando a sus hijos si encontraron algo para ella en internet. Domitila se sienta a la m¨¢quina y repara cojines y ropa para salir adelante. Al menos, est¨¢ en libertad. Podr¨ªa ser peor. Hay miles de domitilas que siguen encerradas por cargar con una planta que lleva a?os en tr¨¢mites de regularizaci¨®n y para las que la amnist¨ªa solo es una promesa que no llega al otro lado del muro.
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