Rita Segato: ¡°El presente es siniestro. Estamos todos amenazados¡±
La antrop¨®loga argentina, que ha dedicado 30 a?os al estudio de la violencia, teje las conexiones entre los cr¨ªmenes sexuales de Ciudad Ju¨¢rez y las masacres de Gaza, en lo que llama el fin de la era de respeto a los derechos humanos
Lleva Rita Segato toda su vida detr¨¢s de un porqu¨¦. ?Por qu¨¦ violan los hombres a las mujeres? ?Por qu¨¦ las torturan, las esclavizan? ?Por qu¨¦ las tiran hechas pedazos? ?Por qu¨¦, para qu¨¦? La han llamado a responder en Brasilia, en Ciudad Ju¨¢rez, en Guatemala, en El Salvador y en Colombia. La siguen llamando, como un or¨¢culo. En cada lugar duda ¡ª¡°es lo que debe hacer una cient¨ªfica¡±¡ª pero en cada uno vuelve a su idea original. ¡°La crueldad sobre el cuerpo de las mujeres es una exhibici¨®n de capacidad de crueldad, de dominio territorial, de poder y de impunidad¡±, dice, y en esa ¨²ltima palabra encuentra los jirones que la llevan a un nuevo lugar, que nunca pis¨®, pero que no la deja dormir: ¡°Gaza es un parteaguas de la historia¡±.
Lleva Rita Segato 30 a?os estudiando la violencia ¡ªtambi¨¦n la raza, el poder, la colonialidad¡ª y tras cada investigaci¨®n le a?ade una nueva capa, como una mu?eca rusa, m¨¢s grave, m¨¢s compleja. De la mano de su idea original se adentra ahora en lo que considera el fin de una era, la del respeto a los derechos humanos. Ha encontrado ejemplos etnogr¨¢ficos del ¡°fracaso de la raz¨®n humanitaria¡± en el aeropuerto de Barajas de Madrid, en la elecci¨®n de mandatarios como Javier Milei o Georgia Meloni, pero sobre todo los ha encontrado en Palestina. ¡°El presente es siniestro. Estamos todos amenazados, se nos est¨¢ exhibiendo la nueva carta de los no derechos. Cuando haya un alguien que moleste en un territorio, el poder de muerte ser¨¢ la ley y ser¨¢n barridos, exterminados, o sea, Gaza somos todos¡±.
Segato (Buenos Aires, Argentina, 73 a?os) es antrop¨®loga, pensadora y escritora. Autora de m¨¢s de una docena de libros, es una de las investigadoras m¨¢s citadas de Latinoam¨¦rica. Es doctora honoris causa en la Universidad de Salamanca, en Espa?a, en la de El Salvador, y en las de Entre R¨ªos y Salta, en Argentina. El grupo chileno Las Tesis cre¨® el himno protesta El violador eres t¨² basado en su trabajo. Tiene el Premio Latinoamericano y Caribe?o de Ciencias Sociales, el CLACSO, y el Daniel Cos¨ªo Villegas, que otorga el Colegio de M¨¦xico. Hace un lleno en cada ponencia y mete la cabeza entre las manos cuando los aplausos no cesan. Segato es una rockstar de la academia.
Llega a Guadalajara (M¨¦xico), en el marco de la Feria Internacional del Libro, despu¨¦s de un mes fuera de su casa. De una de sus casas, especifica. ¡°Est¨¢ muy complicada mi vida, muy¡±. La casa que considera su ¡°lugar en el mundo¡± est¨¢ en la cordillera de los Andes, en la ¨²ltima provincia de Argentina, en la Quebrada de Humahuaca, en Tilcara; la de Brasilia es donde tiene su archivo, su biblioteca, los cuadros familiares y donde es profesora em¨¦rita de la universidad. De ah¨ª sali¨® a final de octubre y desde entonces pas¨® por Lima, S?o Paulo, Buenos Aires, Barcelona, Nueva York y San Luis Potos¨ª. Termina de enumerar y dice: ¡°Estoy en un estado de confusi¨®n mental¡±. Y as¨ª empieza esta entrevista.
El fin de la antropolog¨ªa feliz
¡°Nunca eleg¨ª estudiar violencia contra las mujeres¡±, dice sin iron¨ªa desde un hotel de Guadalajara. Lleva al cuello el pu?o en alto del movimiento feminista, como regalo de una artesana de San Luis Potos¨ª, en el centro de M¨¦xico, donde estuvo acompa?ando a madres cuyas hijas hab¨ªan sido asesinadas, desaparecidas. Segato ha dedicado varias d¨¦cadas y algunos de sus libros m¨¢s conocidos (La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Ju¨¢rez o La guerra contra las mujeres) a analizar los feminicidios, pero aun as¨ª insiste: ¡°Nunca quise, no fue por mi propia opci¨®n¡±.
Era 1993 y Segato estaba en la ¨¦poca que denomina de su ¡°antropolog¨ªa feliz¡±. Estudiaba una tradici¨®n religiosa africana en Brasil, una variante del candombl¨¦, cuando el rector de la Universidad de Brasilia la llam¨® junto a las otras dos mujeres que investigaban en la zona. El secretario de Seguridad P¨²blica hab¨ªa pedido a la universidad que explicara por qu¨¦ hab¨ªa un ¡°brote de violaciones¡± en la ciudad. ¡°Ah¨ª pens¨¦: ¡®Vamos a averiguar qu¨¦ est¨¢ pasando, vamos a identificar qui¨¦nes est¨¢n haciendo esto: un grupo, una pandilla... y le vamos a mandar ese dato a la polic¨ªa y la polic¨ªa va a parar con esto¡¯. ?Estaba totalmente equivocada!¡±, grita ahora, ¡°?nunca pude abandonar el tema! Nunca se resolvi¨® y a partir de ese momento solo creci¨®, creci¨®, creci¨®, creci¨®, creci¨® y yo nunca m¨¢s pude retirarme del tema¡±.
Apuntal¨® en esa investigaci¨®n ¡ªpara la que entr¨® a las c¨¢rceles a entrevistar a condenados por violaci¨®n¡ª la primera pata de su an¨¢lisis te¨®rico. El violador habla en dos ejes: en el vertical hacia la v¨ªctima, ¡°el violador es un disciplinador, un moralizador¡±, y en el horizontal se dirige a sus pares, ¡°la dominaci¨®n sexual sobre el territorio cuerpo de la v¨ªctima es un enunciado, es un discurso para titularse hombres¡± ¡ªcomo el caso de Dominique Pelicot, dir¨¢ despu¨¦s¡ª. ¡°O sea, la violencia sexual es expresiva y no instrumental. Eso es muy fundamental¡±, dice y mira a los ojos, ¡°porque me acompa?a hasta el presente¡±.
Esa tesis (publicada en 2003 en Las estructuras elementales de la violencia) la llev¨® hasta El Escorial, en Madrid, a un curso de verano dirigido por el entonces juez Baltasar Garz¨®n. All¨ª coincidi¨® con madres y activistas de Ciudad Ju¨¢rez. La frontera estaba llen¨¢ndose de muertas. Ya hab¨ªan sido encontradas en un campo algodonero Claudia, Esmeralda, Laura, ?ngeles, Mar¨ªa, Elizabeth y Juliana. Todas violadas, con evidentes signos de tortura. ¡°Las madres contaban que hab¨ªa un problema de impunidad en Ciudad Ju¨¢rez¡±, apunta Segato, en referencia al 95% de cr¨ªmenes en M¨¦xico que no se resuelve, ¡°entonces ah¨ª tuve un vislumbre, una epifan¨ªa, podr¨ªamos llamarle, y se me ocurre decir: ¡®No, lo que hay es una exhibici¨®n de impunidad, que es una cosa muy diferente, lo que ustedes est¨¢n viendo es un espect¨¢culo de impunidad¡¯. Esa tesis me sirve hasta el presente¡±.
La antrop¨®loga conoc¨ªa ya M¨¦xico ¡°bastante bien¡± ¡ªsu t¨ªo se hab¨ªa casado con una mujer descendiente de Francisco I. Madero y ella viajaba a visitarlo a Parras, Coahuila, desde que ten¨ªa 19 a?os¡ª cuando le pidieron que viajara a Ju¨¢rez. Quer¨ªan que investigara el interrogante que resuena hasta hoy en la ciudad fronteriza, m¨¢s de 2.300 asesinadas y cientos de desaparecidas despu¨¦s. ¡°?Por qu¨¦ se mata a quien no es el soldadito del cartel enemigo, que no es el enemigo b¨¦lico?¡±, pregunta Segato y ella responde: ¡°Es un discurso de poder jurisdiccional. O sea, la manera en que se expresa el poder en el territorio es en los cuerpos de las mujeres¡±. ¡°?Por qu¨¦ esas mujeres tienen que morir?¡±, pregunta Segato y ella responde: ¡°Yo llego a decir una cosa bastante osada y es que yo creo que hay hombres que est¨¢n participando por obligaci¨®n, porque si no ser¨ªan excluidos¡±.
La investigadora, que ha escrito sobre lo que llama mandato de la masculinidad y sobre ¡°el acceso mancomunado a las mujeres genera un pacto s¨®lido de fraternidad masculina entre los miembros de la tropa¡±, extiende la idea a los grupos criminales: ¡°En las mafias siempre se imponen ciertas pruebas de crueldad para poder ser miembro¡±. A esa mafia ¡ªen sentido amplio¡ª Segato la llama segundo Estado, segunda realidad y, finalmente, paraestado. Una pr¨®tesis del Estado que vive dentro del crimen organizado. ¡°El poder de vida y muerte de ese universo subterr¨¢neo es incontrolable¡±, dice la antrop¨®loga, que lo conecta con un nuevo t¨¦rmino: el femigenocidio, el genocidio de un pueblo en la masacre f¨ªsica, moral y reproductiva de las mujeres.
La antrop¨®loga crea este concepto para distinguir los cr¨ªmenes que se dan en el ¨¢mbito de lo personalizable (bien por el agresor o por la v¨ªctima) y los que representan ¡°la nueva forma de la guerra¡±: ¡°A las mujeres secuestradas para su tortura hasta la muerte por medios sexuales no les sucedi¨® eso por una raz¨®n interpersonal. Los cr¨ªmenes como los de Ciudad Ju¨¢rez, que son plenamente p¨²blicos, tienen que ser investigados y juzgados de otra forma porque tienen que ver con un lenguaje mafioso¡±.
La esclavitud de Sepur Zarco
Es la violencia un idioma, dice siempre Segato. Un discurso anclado y profundo, que serpentea y se transforma entre conflictos y naciones, entre ciudades del mismo pa¨ªs, que tambi¨¦n se expande, como pas¨® con Ciudad Ju¨¢rez (lo ha dicho varias veces: ¡°M¨¦xico se ha juarizado¡±). Es en el cuerpo de las mujeres donde se escribe la guerra. Es en este lenguaje cruel donde la antrop¨®loga encontr¨® diferencias en el conflicto armado de Guatemala: no se violaba igual a las mujeres ind¨ªgenas. Lo comprob¨® en Sepur Zarco.
El ej¨¦rcito estableci¨® en 1982 en esta peque?a comunidad rural, ubicada en el valle de Polochic, en el noreste de Guatemala, un puesto avanzado para el descanso del personal. En ese momento, los l¨ªderes quekch¨ª estaban peleando para conseguir derechos sobre sus tierras y los militares respondieron con torturas, desapariciones forzadas y asesinatos para los hombres; con esclavitud sexual y dom¨¦stica para las mujeres. Las violaciones constantes a las mujeres de Sepur Zarco llegaron hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Rita Segato fue una de las peritos y ah¨ª escribi¨®: ¡°Es una caracter¨ªstica de las guerras contempor¨¢neas, no ya la inseminaci¨®n de las mujeres como bot¨ªn de guerra o anexi¨®n del territorio conquistado, sino su profanaci¨®n o destrucci¨®n moral y f¨ªsica por medios sexuales para alcanzar, de esa forma, el tal¨®n de aquiles del pueblo sometido, su dignidad y la confianza en las instituciones¡±. En 2016, la Corte dict¨® sentencia contra dos de los uniformados, aunque participaron decenas de militares durante meses.
¡ª?C¨®mo se siente de estar tan cerca de este tipo de cr¨ªmenes, del horror?
¡ªHorrible. Yo me doy cuenta de algo en mi vida, que es raro. Primero, que soy una feminista, pero me he dedicado toda la vida a estudiar la masculinidad. Despu¨¦s me di cuenta que estudiar la masculinidad es indagar qu¨¦ es y c¨®mo es el poder. Y tercero, de que en todos mis textos hay esfuerzos por identificar y modelizar qu¨¦ est¨¢ detr¨¢s de los epifen¨®menos que relatan los diarios o los testimonios, pero que yo no cuento la crueldad. No vas a encontrar un texto en que se describa el acto cruel. Porque describir eso hace da?o. Cuando escuch¨¦ algunas cosas muy espantosas, cierta forma de crueldad extrema que se perpetraron contra las mujeres en la guerra represiva de Guatemala, qued¨¦ enferma por una semana. Estaba muy mal, no pod¨ªa. La segunda semana ya consegu¨ª anotar lo que hab¨ªa escuchado, escribirlo para mi peritaje. Y la tercera semana consegu¨ª hablarlo, contarlo a los dem¨¢s, ?qu¨¦ pas¨®? Se movi¨® mi umbral de tolerancia contra la crueldad, se ampli¨®, eso es la pedagog¨ªa de la crueldad. Tiene doble filo porque, por un lado, est¨¢s denunciando, pero al mismo tiempo est¨¢s normalizando. Est¨¢s volviendo posible algo que no podr¨ªa ser posible.
Gaza y el fin de las palabras
Es 2009 y Rita Segato escribe en La Jornada: ¡°Si la palabra es inocua frente a la barbarie, si la ret¨®rica de los textos no alcanza y ni toca los o¨ªdos de la Bestia y no consigue sacudir el marasmo de las multitudes at¨®nitas, no habr¨¢ salida: solamente la fuerza bruta restar¨¢ para oponerse a la fuerza bruta¡±. No escribe sobre violencia feminicida, sino sobre Palestina. Aunque a?os despu¨¦s utilizar¨¢ esas frases para coronar su peritaje de las violaciones en Sepur Zarco. Es una de las primeras conexiones de la investigadora entre los dos temas. Ahora es una de sus obsesiones: ¡°En Ciudad Ju¨¢rez nos est¨¢n diciendo que tienen poder, nos est¨¢n diciendo que son impunes, y eso en escala global es Gaza. Es el espect¨¢culo definitivo de la impunidad y del poder jurisdiccional¡±.
Segato ¡ªque tiene ascendencia jud¨ªa¡ª compara lo sucedido en el r¨¦gimen nazi con las masacres en Gaza, perpetradas por el ej¨¦rcito israel¨ª, que han acabado ya con la vida de 40.000 palestinos. ¡°El nivel de violencia de Gaza existi¨® otras veces, pero no el espect¨¢culo. En el Holocausto con todas las abominaciones que sucedieron, terribles y espantosas, hab¨ªa algo oculto. Mucha gente inclusive en Alemania no ten¨ªa una noci¨®n clara de lo que estaba pasando. En Gaza no es eso, lo que est¨¢n haciendo es esto: miren. Es la exposici¨®n total del genocidio como ley leg¨ªtima del poder de muerte, hay un final del Estado de Derecho¡±, dice. ¡°Cuando estamos en un mundo donde el dominio es el poder de muerte desaparece la gram¨¢tica. La legislaci¨®n siempre fue una ficci¨®n jur¨ªdica pero es una gram¨¢tica que nos permite convivir, ahora no hay enunciado que llegue destino y el grito se vuelve inaudible, eso es lo que nos est¨¢ pasando¡±.
¡°Yo no puedo. Podr¨ªa tener algunas alegr¨ªas, pero no podr¨ªa tener alegr¨ªa, porque no lo puedo soportar, a m¨ª lo de Gaza me est¨¢ enfermando. Me levanto muy temprano, 5 de la ma?ana, en un estado de terror y angustia absolutos. Porque es una amenaza al mundo¡±, dice y termina la entrevista: ¡°Ahora no voy a poder dormir¡±.
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