Otra de periodistas, y algo peor
Los periodistas y activistas asesinados constituyen un dato inc¨®modo que no encaja en el relato del presidente de un pa¨ªs en el que ya no existe la corrupci¨®n
El presidente de M¨¦xico est¨¢ tan obsesionado con el intercambio de reclamos y agravios diarios con la prensa ¡°conservadora¡± que ha perdido sensibilidad para entender la magnitud de la violencia que se ejerce contra los periodistas y las implicaciones que ello acarrea. Como bien se ha dicho, el asesinato de un periodista es la versi¨®n extrema de la censura en una sociedad. Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador se ufana de que en M¨¦xico existe un respeto irrestricto de la opini¨®n p¨²blica, sin darse cuenta de que el primer ladrillo en la construcci¨®n de esa opini¨®n es la posibilidad de que se puedan reportar los hechos al resto de la sociedad sin que ello signifique la muerte para el informador. M¨¦xico es el pa¨ªs con mayor n¨²mero de asesinatos de comunicadores en el mundo, despu¨¦s de Afganist¨¢n. Asumir que existe libertad de opini¨®n p¨²blica en esas condiciones, es como presumir el nivel cultural de un pa¨ªs por el n¨²mero de alfabetizados aunque se mate a quien publica libros.
Una vez m¨¢s, habr¨ªa que insistir que no se trata de que la vida de un periodista sea m¨¢s importante que la de cualquier otro ciudadano v¨ªctima de la inseguridad p¨²blica que vive el pa¨ªs. Si cualquiera de nosotros cae como resultado de la violencia indiscriminada y azarosa que sufrimos cotidianamente, habr¨¢ que lamentarlo e indignarse en la misma proporci¨®n que en el caso de un taxista, un estudiante o cualquier otro mexicano. Pero cuando el asesinato tiene como prop¨®sito silenciar a un periodista, el crimen va dirigido a la sociedad en su conjunto, pues lesiona el derecho que tiene una comunidad para estar informada de la realidad. Se dir¨¢ que se trata ¡°apenas¡± de 28 casos en lo que va del sexenio, considerando que m¨¢s de cien mil personas han sido asesinadas en el mismo lapso, pero eso no es m¨¢s que la punta del iceberg. La ejecuci¨®n de un reportero es el caso extremo; por cada uno de ellos hay cientos, si no es que miles, de advertencias, amenazas y acosos. En conjunto una violencia que reprime la posibilidad de dar cuenta de toda aquella informaci¨®n susceptible de molestar a los poderes legales e ilegales. En muchas regiones los medios de comunicaci¨®n y periodistas han optado por autocensurarse y con ello dejar a sus comunidades en la ignorancia de la corrupci¨®n y el crimen que padecen. No hay posibilidad de libertad de opini¨®n donde no hay manera de informarse de lo que est¨¢ sucediendo, m¨¢s all¨¢ de los discursos de la autoridad. Y, dicho sea de paso, est¨¢ documentado que la mitad de las agresiones proceden de actores pol¨ªticos, no necesariamente del crimen organizado.
Lo mismo podr¨ªa decirse del sistema de justicia; la vida de un juez es tan respetable como la de cualquier otro ciudadano. Pero bastar¨ªa que se atente impunemente contra media docena de jueces que hayan sentenciado a un narco, para que todo el poder judicial, que no es precisamente ejemplar, quede colapsado para efectos de aplicar la ley en contra de los capos. Toda proporci¨®n guardada es el mismo caso en lo que respecta a periodistas y libertad de prensa.
Ciertamente, el Gobierno de la 4T no gener¨® las condiciones que vive M¨¦xico en materia de inseguridad p¨²blica. Grosso modo las tendencias son similares a las de administraciones anteriores y las causas que las explican no nacieron en este sexenio. Pero luego de tres a?os en el poder podr¨ªa esperarse, al menos, una preocupaci¨®n genuina de parte de la autoridad para bordar el problema. Sobre todo porque el efecto es acumulativo; hoy en d¨ªa la autocensura en los medios locales es mucho mayor que la de hace seis a?os. El crecimiento del control que los carteles ejercen en el territorio deja en claro a editores y reporteros que no hay defensa en contra de una amenaza y los n¨²meros de este a?o no hacen sino confirmarlo. En muchas regiones, cada vez en mayor n¨²mero, el profesional no tiene m¨¢s remedio que someterse a las advertencias o seguir operando sabiendo que cada d¨ªa puede ser el ¨²ltimo. Tal fue el caso de Lourdes Maldonado, la m¨¢s reciente de la lista, y la de tantos otros y no solo en el terreno del periodismo.
En cierta manera estos son los h¨¦roes de hoy en d¨ªa. Activistas de derechos humanos, defensores del medio ambiente, denunciadores de talamontes, candidatos y ediles municipales que intentan rescatar a su pueblo de las manos del crimen, polic¨ªas y ministerios p¨²blicos honestos, periodistas decididos a seguir informando. En cada una de estas ¨¢reas decenas han sido ejecutados impunemente y con ello se va perdiendo el ¨²ltimo basti¨®n capaz de ofrecer resistencia a la violencia y la corrupci¨®n que va tomando el control del tejido social y territorial.
Por eso me resulta descorazonador la tibia reacci¨®n de un hombre que decidi¨® combatir la injusticia y la corrupci¨®n. Cada que en las ma?aneras surge el caso de la ejecuci¨®n de una madre en busca de su desaparecido, la muerte de un cr¨ªtico de los talamontes, la supresi¨®n de un reportero inc¨®modo al poder, el presidente se muestra contrariado por la pregunta. Afirma, como tantas otras autoridades en el pasado, que el incidente no quedar¨¢ impune, que ser¨¢ investigado hasta las ¨²ltimas consecuencias, y dos frases m¨¢s tarde vuelve al consabido tema de los agravios en su contra vertidos por la prensa conservadora. Los periodistas y activistas asesinados constituyen un dato inc¨®modo que no encaja en su relato de un pa¨ªs en el que ya no existe la corrupci¨®n y, por consiguiente, le merecen un breve comentario para salir al paso. Para ellos no hay l¨¢minas que proyectar, ni recuento de casos o seguimiento de los anteriores. Mucho menos el reconocimiento al hecho de que perdi¨® la vida luchando por sus ideales.
Los ¡°h¨¦roes¡± en cuya defensa se extiende son los Pedro Salmer¨®n, los Salgado Macedonio, los Gertz Manero o los gobernadores afines que han sido cuestionados por uno u otro motivo. El presidente reacciona como si el se?alamiento a estos personajes constituyera una ofensa a su persona. Le indigna la injusticia que se est¨¢ cometiendo, lo cual podr¨ªa ser explicable si ¨¦l est¨¢ convencido de su inocencia. Pero no deja de sorprender el distanciamiento que asume con aquellos que verdaderamente deber¨ªan ser los h¨¦roes de alguien, que como ¨¦l, ha sido un luchador social toda la vida. Son ellos, las Lourdes Maldonado, los que est¨¢n cayendo en la trinchera que enfrenta a la injusticia y a la corrupci¨®n, que s¨ª existen en el pa¨ªs.
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