El verdadero campe¨®n de Europa: cr¨®nica de unas burbujas que no se reventaron
El escritor mexicano explora su relaci¨®n con el West Ham, el equipo de la liga inglesa que derrot¨® el pasado junio a la Fiorentina en la final de la UEFA
Las burbujas vuelan sobre Praga con cierta ternura. Es una vista conmovedora, est¨¢ es una de las ciudades m¨¢s bellas del mundo, y ahora con burbujas flotando por doquiera, muchos turistas se preguntar¨¢n si no est¨¢n en un sue?o. Una masa de ingleses borrachos se encargan de traernos de regreso a la realidad. No, no es un sue?o y puede convertirse en una pesadilla. Las burbujas, los ingleses y yo estamos aqu¨ª por la misma raz¨®n, el West Ham juega la final de la UEFA Conference League contra la Fiorentina. Se trata de un hecho casi sin precedentes: la ¨²ltima vez que el West Ham lleg¨® a una final europea fue en 1975¡ y la perdieron.
Mi historia con el West Ham la he contado antes y mejor; cuando ten¨ªa 6 a?os mi familia se mud¨® a Inglaterra y para aligerar la transici¨®n, mi pap¨¢ me regal¨® un cami¨®n de juguete con un letrero indicando su destino: West Ham. Luego vi que los aficionados de ese equipo soplan burbujas y les cantan una dulce canci¨®n sobre c¨®mo siempre se revientan, al igual que sus sue?os y su suerte. Pese al nost¨¢lgico derrotismo, me enamor¨¦. Varias d¨¦cadas despu¨¦s, estoy en Praga a la expectativa de la primera final europea a la que el West Ham ha llegado en el transcurso de mi vida.
Le voy al West Ham aunque gane, la frase de los aficionados del Atlas puede ocuparse perfectamente para este equipo ingl¨¦s. La historia del West Ham es grandiosa pero poco gloriosa. Un equipo asociado con muchas tradiciones; con la clase trabajadora inglesa, con uno de los adefesios m¨¢s grandes de la gastronom¨ªa mundial; la anguila engelatinada, y el hooliganismo de los setentas; el equipo tiene una larga tradici¨®n y muy pocos trofeos. La costumbre de la derrota est¨¢ inmortalizada en su hermoso himno; ¡°Siempre soplar¨¦ burbujas, lindas burbujas en el aire, vuelan tan alto, llegan al cielo, y al igual que mis sue?os se desvanecen y mueren. La suerte siempre se esconde, ya busqu¨¦ en todos lados, siempre soplar¨¦ burbujas, lindas burbujas en el cielo.¡±
El equipo podr¨¢ tener pocos trofeos pero tiene una de las aficiones m¨¢s grandes de Inglaterra. Aqu¨ª en Praga se calcula que han viajado al menos 40.000 y solo 8.000 de ellos tienen boleto para la final. Hay una emoci¨®n palpable entre los londinenses, de pronto se vislumbra ante ellos la posibilidad del triunfo. Esto genera confusi¨®n; aqu¨ª la victoria es desconcertante. Es como si de pronto estar en su antesala fuera un error: ?Y qu¨¦ hacemos si ganamos? En la plaza central de Praga hay un inc¨®modo j¨²bilo, un frenes¨ª que tiene un tinte de no-s¨¦-bien-c¨®mo-prepararme-para-una-final-porque-nunca-antes-he-estado-en-una.
Por lo pronto Praga es una fiesta deslumbrante, entre los aficionados del West Ham abunda la alopecia; las calvas llevan dos d¨ªas reflejando el sol de Praga como espejos. Los aficionados cantan. Cantan y beben. Cantan canciones juguetonas y muchas veces masoquistas. Esto no es el Real Madrid, aqu¨ª no hay un sentimiento de superioridad moral, no hay triunfalismo, sabemos que el equipo est¨¢ para perder, y si gana, pues ni modo. Las letras de las canciones se burlan de esta condici¨®n. Por ejemplo, ¡°El West Ham es enorme a donde sea que vaya¡± cantan los aficionados con toda la intenci¨®n de la iron¨ªa, aunque ahora, en una final europea, hay una confusi¨®n sobre si la canci¨®n que empez¨® como una burla a s¨ª mismos no se ha convertido en una inc¨®moda realidad.
La historia de este c¨¢ntico merece la pena. Lo que es el triunfo de un peque?o, es el fracaso de un grande. El a?o pasado el West Ham sorpresivamente empez¨® a ganar y ascendi¨® a la Europa League. Del lado contrario, el Barcelona sorpresivamente empez¨® a perder y cay¨® a la Europa League. De la nada, se vislumbr¨® la rid¨ªcula posibilidad de que el West Ham pudiese enfrentar al Barcelona en la final de la Europa League. Desde los octavos de final los aficionados londinenses empezaron a cantar ¡°?Barcelona, vamos por ti!¡± La posibilidad de ese partido, al igual que el c¨¢ntico amenazante, eran un absurdo delicioso y los aficionados del West Ham lo saborearon con humor.
Cuando el West Ham elimin¨® al favorito del torneo - el Sevilla- nada hac¨ªa sentido; envueltos en la rid¨ªcula l¨®gica de ese mundo raro, crearon la canci¨®n ¡°el West Ham es enorme¡±. Al final, el West Ham qued¨® eliminado en las semifinales y no pudo enfrentar al Barcelona, pero el c¨¢ntico qued¨® inmortalizado como el himno de la temporada m¨¢s exitosa de los ¨²ltimos tiempos. Nada m¨¢s absurdo para un club como el West Ham que encontrarse con la posibilidad de fracasar y sin embargo triunfar.
En Praga los aficionados del West Ham sabemos que ma?ana ser¨¢ el ¨²ltimo partido del ic¨®nico capit¨¢n Declan Rice antes de irse a un equipo m¨¢s grande. ¡°Un a?o m¨¢s, un a?o m¨¢s Declan Rice¡± empiezan a cantar los ingleses, pero con la cerveza y el buen ambiente, la canci¨®n sigue y sigue hasta que llegan a ¡°10 a?os m¨¢s, 10 a?os m¨¢s Declan Rice.¡± De pronto el viejo reloj astron¨®mico de Praga suena y los ingleses se voltean y espont¨¢neamente empiezan a cantarle: ¡°?No eres m¨¢s que un Big Ben chafa! ?No eres m¨¢s que un Big Ben chafa!¡± Todo mundo r¨ªe y un grupo de aficionados italianos filma la escena.
La sensaci¨®n es deliciosa, en el ambiente en Praga domina una ingenuidad infantil, casi ingenua, que cada vez se ve menos en el f¨²tbol corporativo y global. Estos son aficionados de a deveras, gente que siente los colores desde la cuna, que vive el barrio, que sabe que nacer en el este de Londres no es f¨¢cil, ni siquiera en el futbol. Para los aficionados del West Ham la victoria es una extra?a posibilidad, para ellos el goce est¨¢ en el simple hecho de estar aqu¨ª; qui¨¦n sabe cu¨¢ndo vuelvan a poder estarlo.
Por eso este torneo de la UEFA es un gran acierto. Efectivamente, la final de la Conference League no inspira demasiada pasi¨®n en M¨¦xico, donde el f¨²tbol europeo es visto como una lucha de super marcas globalizadas por el dominio continental. A muchos aficionados mexicanos les hubiera gustado m¨¢s la grotesca idea de la SuperLiga que la creaci¨®n de este tercer torneo de UEFA. Para el aficionado m¨¢s sutil, la Conference League es una oportunidad de que lo local trascienda, un torneo donde los equipos m¨¢s modestos, pero tambi¨¦n m¨¢s reales pueden luchar por ganar algo. El a?o pasado la Roma lo celebr¨® como si hubieran ganado la Champions, y este a?o, sea el West Ham o la Fiorentina, se celebrar¨¢ de la misma forma. Los aficionados locales tendr¨¢n un triunfo sobre los globales, el arraigo sobre el corporativismo.
Yo estoy aqu¨ª invitado como prensa, cosa que agradezco infinitamente porque el estadio es demasiado peque?o y hay 30 mil aficionados del West Ham desesperadamente buscando boletos en las calles de Praga; varios de ellos se me acercan ofreciendo sumas astron¨®micas a cambio de mi pase de prensa. Mejor lo escondo. El asunto se ha vuelto tan candente que seg¨²n reporta el ¡°werevertumorro¡± en redes, la reventa para este partido est¨¢ m¨¢s cara que para la final de la Champions League. El mercado no se equivoca; el ambiente de un estadio peque?o y una afici¨®n con arraigo compensa el glamour de la Champions. Si en el mundo hipster de la gastronom¨ªa, lo local y lo aut¨¦ntico vale m¨¢s que lo global, entonces hace sentido que la experiencia de vivir un partido del West Ham cueste m¨¢s que uno del Manchester City. Este es el futbol real, el de las masas y el barrio, el de la pasi¨®n y la identidad; si existe un realpolitik, que se funde hoy el concepto del realfutbolistik.
En todo caso mi pase de prensa es mucho m¨¢s que un boleto y entre otras cosas me permite asistir al ¨²ltimo entrenamiento del West Ham. La cita es en el Estadio Stahovsky. El estadio es enorme en un sentido desconcertante; con una capacidad de 250.000 aficionados y un campo tres veces m¨¢s largo y ancho que el de un estadio de futbol, ¨¦ste es el estadio m¨¢s grande que haya existido en el mundo, aunque hoy es poco m¨¢s que una ruina fantasmal. ¡°Se parece al viejo estadio del West Ham¡±, bromea un periodista ingl¨¦s al ver las ruinas. Lo cierto es que el lugar es t¨¦trico, con su arquitectura sovi¨¦tica y su abandono palpable, me imagino pocos lugares en los que me dar¨ªa m¨¢s miedo estar de noche. Lo que hace todo esto m¨¢s incre¨ªble es que el Stahovsky no fue construido para ser un estadio de futbol sino de gimnasia, dif¨ªcil imaginar que la sutileza de dicho deporte se pudiera apreciar mucho desde las gradas. Adem¨¢s, por alguna raz¨®n indescifrable, las canchas est¨¢n flanqueadas por unas torres que recuerdan a las de una c¨¢rcel; ¡°para que los francotiradores le dispararan a los atletas que no le gustaran al dictador¡±, bromea cruelmente otro periodista.
Ver al West Ham entrenando a un metro de distancia es una experiencia sublime. Pocos lo saben, pero durante la pandemia jugu¨¦ futbol profesional en Panam¨¢. Sobra decir que fue una carrera corta e intrascendente, pero estar en la cancha con atletas de alto rendimiento cambi¨® mi entendimiento sobre el deportista. Siempre he gozado de una gran condici¨®n f¨ªsica pero cuando llegu¨¦ a Panam¨¢ los primeros dos meses no logr¨¦ aguantar m¨¢s de 5 minutos a su ritmo. Aqu¨ª no aguantar¨ªa ni uno. Parado frente a dos de los mejores jugadores del mundo (Rice y Paquet¨¢) siento su fortaleza y las inmensas diferencias que hay incluso entre los atletas que yo conoc¨ª y ellos. Vistos desde la televisi¨®n, los jugadores pueden parecer lentos y hasta torpes, estando frente a ellos se dimensiona su poder¨ªo.
Habiendo dicho todo esto, lo m¨¢s impresionante del entrenamiento son las piernas de Declan Rice, puedo jurar que el capit¨¢n del West Ham tiene tres pantorrillas en cada pierna y otros muchos m¨²sculos que nunca antes he visto. No soy el ¨²nico que est¨¢ anonadado. ¡°?Ya viste las piernas de Rice!¡± me pregunta un periodista que parece estar teniendo el mismo lapsus que yo. Incluso entre la oprimente arquitectura del Estadio y la lluv¨ªa que comienza a caer, Declan Rice resalta. Lo vamos a perder este verano, pero si nos gana la copa, solo los legendarios Bobby Moore y Billy Bonds estar¨¢n a su altura en la nomenclatura del West Ham.
El d¨ªa del partido
El d¨ªa del partido, Praga viste los colores del West Ham y a¨²n las burbujas persisten. ?Por qu¨¦ no se han reventado? Yo llego al estadio a las seis en punto, no sin antes visitar el centro de Praga y la ¡°Fan Zone¡± para revisar el ambiente. Ambas est¨¢n a reventar. ?Cu¨¢ntos londinenses han hecho el viaje? En Praga hay indicios de que somos un equipo m¨¢s grande de lo que incluso nosotros imaginamos. A nadie deber¨ªa sorprenderle este hecho. Si el West Ham fuera un equipo mexicano, ser¨ªa el equipo de Iztapalapa. Para el resto del mundo el equipo azul de Polanco, y el blanco de la Miguel Hidalgo podr¨¢n parecer m¨¢s grandes, pero el barrio, las masas y las calles nos pertenecen a nosotros.
En el ba?o de la ¡°Fan Zone¡± un se?or me confiesa que ha usado todo el dinero de su pensi¨®n para traer a su familia al partido. ¡°Mi esposa y mi hija no lo saben, pero no hay nada que hubiera podido hacer con ese dinero que las hubiera hecho tan felices como esto. ?Para qu¨¦ me sirve ese dinero si no es para darles felicidad?¡±, me pregunta. Antes de salir del ba?o se vuelve a acercar a m¨ª. ¡°Es mejor que no lo sepan, no somos gente de dinero¡±, me dice en un tono que no esconde una cierta amenaza.
Otro aficionado, John, ha venido a Praga sin boleto, pero me cuenta que ¨¦l y su hermano estuvieron en la final del 75 y no pod¨ªa perderse ¨¦sta. ¡°No creo que me toque otra final en mi vida, tengo 75 a?os y seamos honestos, estamos hablando del West Ham¡±. John se ha vuelto mi amigo y unas horas despu¨¦s me manda un mensaje. ¡°Compr¨¦ un boleto en la reventa.¡± Yo no le he pedido justificar su derroche pero unos segundos despu¨¦s me llega otro mensaje: ¡°Sobreviv¨ª al c¨¢ncer y a las dos ¨²ltimas derrotas del West Ham en finales, me toca una victoria aunque me salga muy cara.¡±
Ya en el Eden Arena los jugadores reconocen el terreno de juego. Yo los observo pero observo m¨¢s a la prensa. Me intriga saber c¨®mo trabajan, he le¨ªdo a muchos de ellos, la mayor¨ªa me parece fatal, pero hay un par que admiro. La prensa del futbol es pusil¨¢nime, fluyen con las corrientes de la victoria y la derrota sin mucho ¨¢nimo de pensamiento cr¨ªtico ni profundo. Cuando las cosas van mal, critican, cuando las cosas van bien, alaban. La l¨®gica de esto es impoluta, solo que la realidad es m¨¢s compleja. He le¨ªdo al mismo periodista decir que un t¨¦cnico ha desarrollado la cantera, y luego, que la ha destruido, con solo cuatro partidos de diferencia. He le¨ªdo a un mismo periodista decir que el mismo jugador fue un ¨¦xito por anotar 8 goles a pesar de las lesiones, y dos partidos despu¨¦s decir que es un fracaso porque solo anot¨® 8 goles y estuvo repleto de lesiones. Como siempre, hay excepciones. En M¨¦xico la excepci¨®n se apellida G¨®mez Junco.
Lo primero que me llama la atenci¨®n es que la prensa inglesa y la italiana no conviven ni comparten; se ignoran mutuamente. Esto me sorprende. En la antesala de una final uno esperar¨ªa que cada campamento buscar¨ªa sacarle informaci¨®n al otro. ?C¨®mo juega la Fiorentina? ?Cu¨¢l es la percepci¨®n sobre este partido en Italia? Aqu¨ª nada de eso parece ocurrir. Los ingleses siguen siendo un tanto insulares, les interesa lo suyo y poco m¨¢s. Quiz¨¢s por eso me ven con una amable indiferencia, no conocen M¨¦xico ni les interesa. ¡°Ojal¨¢ y me toque cubrir el mundial desde Estados Unidos¡±, me dice uno inmediatamente despu¨¦s de que le digo de d¨®nde vengo. ¡°Creo que el ambiente del mundial va a estar mejor en M¨¦xico¡±, le respondo. Mi interlocutor no se inmuta, si acaso mi comentario le ha causado una condescendiente risa. ¡°Dudo mucho que alguien quiera cambiar la modernidad y el confort de Estados Unidos por ¡°un mejor ambiente en M¨¦xico¡±. Me responde. De alguna manera su respuesta describe al futbol globalizado: la modernidad y el confort sobre la pasi¨®n y la efervescencia. El lema que describe la ¨¦poca.
A veces yo soy el abrupto e insensible. Como cuando me acerco a dos periodistas que est¨¢n platicando y le digo a uno de ellos que me gusta leerlo porque piensa igual que yo sobre David Moyes, el t¨¦cnico del West Ham. Al preguntarme a qu¨¦ me refiero, le empiezo a enlistar una serie de adjetivos peyorativos sobre el t¨¦cnico y de la nada me encuentro interpelado por el segundo periodista con una ferocidad inusitada. El primer periodista parece divertido, nos observa discutir un rato antes de presentarnos. Emilio, te presento a Jonathan, un gran periodista y uno de los amigos m¨¢s cercanos de David Moyes. Una cosa es ser franco y otra abrupto, creo que he ca¨ªdo en el terreno de lo segundo, as¨ª que me entra el bochorno y pido disculpas por mi rispidez. Jonathan se r¨ªe, resulta que adem¨¢s de ser un gran periodista y el mejor amigo del hombre al que acabo de acribillar, es un ser humano encantador. ?Que viva Escocia!
En la conferencia de prensa me siento en primera fila y hago preguntas a mansalva. A Julien, el encargado de la UEFA, le ha parecido maravillosamente ex¨®tico que haya un mexicano cubriendo este evento y me da la palabra en todo momento. Le pregunto a Moyes sobre su estrategia, a Bowen y Soucek sobre su preparaci¨®n, al t¨¦cnico de la Fiorentina c¨®mo planea contrarrestar a Rice y Paquet¨¢ y finalmente en un italiano muy resquebrajado, a Milenkovic qu¨¦ se siente enfrentar a un equipo que pudo haber sido el suyo. Milenkovic me congratula por mi italiano, aunque su cumplido se siente m¨¢s como la respuesta de un ¡°chingaquedito¡± a una pregunta que le ha parecido m¨¢s bien inc¨®moda. No importa, yo me siento en Ted Lasso. Al final, Julien se acerca con mucha curiosidad por entender qu¨¦ hago aqu¨ª. Cuando le explic¨® queda muy satisfecho. ¡°No creas que no me doy cuenta que traes una playera del West Ham abajo de tu sweater¡±, me dice juguetonamente.
He sido descubierto. Soy aficionado al West Ham. En realidad no tengo nada que esconder, soy escritor y escribir¨¦ sobre el partido, pero a¨²n as¨ª me da el s¨ªndrome del impostor. Como no s¨¦ bien c¨®mo funciona este mundo y quiero dejar bien parado el nombre de mi pa¨ªs, prefiero disimular la situaci¨®n. Esto no va a ser f¨¢cil, se vienen 90 minutos de alto estr¨¦s en los que tendr¨¦ que fingir aburrida neutralidad. Voy al ba?o y me cercioro de que ahora s¨ª mi sweater cubra mi playera. Luego, un oficial de la UEFA me acompa?a a mi lugar en la esquina izquierda, entre un viejo periodista ingl¨¦s y un joven marroqu¨ª. Me instalo junto a ellos, viendo con envidia como el resto de la afici¨®n del West Ham brinca y canta en desenfreno.
El partido comienza y eso es desconcertante. La antesala a este juego ha sido tan larga que me parece inveros¨ªmil que ya por fin haya empezado. Semanas y semanas de preparaci¨®n para un santiam¨¦n que durar¨¢ poco m¨¢s de 90 minutos. Eso es el futbol, m¨¢s largo que un orgasmo, pero m¨¢s corto que una pel¨ªcula. La afici¨®n del West Ham entra en furor, yo entro en una especie de transe de nervios que no se me quita hasta que el ingl¨¦s a mi lado se voltea y me dice: ¡°?Que partido m¨¢s aburrido, por Dios!¡±. Lo volte¨® a ver extra?ado, este es el partido m¨¢s tenso que he vivido en mi vida, no ha habido tiros a gol, pero cada saque de banda me ha parecido el suceso m¨¢s emocionante del a?o.
Lo cierto es que en el primer tiempo no sucede nada y en el entretiempo los periodistas comentan lo malo que ha sido el partido. Varios critican a Moyes por su mentalidad defensiva y miedosa. ?Solo espero que Jonathan no los escuche! Yo tengo otros planes para estos quince minutos. He venido a Praga pese a las s¨²plicas de mi contador, por eso le he prometido que ahorrar¨¦ todo lo que pueda y he hecho un esfuerzo por cumplir regresando a mis reg¨ªmenes universitarios. Desde que llegu¨¦ a Praga llevo tres Bic Macs y dos Cajitas Feliz. Hace 10 a?os que no com¨ªa en un Mcdonalds y debo confesar que hay algo reconfortante en saber que hay cosas que nunca cambian. Mi mundo ha cambiado mucho en la ¨²ltima d¨¦cada, pero la Big Mac sabe igual. La comida chatarra puede resultar una buena terapia para los que sufrimos de ansiedad de cambio.
Cuento esta tragedia gastron¨®mica porque es tal mi nerviosismo y pobreza que aprovecho el medio tiempo para zambutirme toda la comida que puedo del buffet que la UEFA ha amablemente ofrecido a los periodistas. ?Vaya impresi¨®n que he de estar dando! En estos momentos mi pudor es limitado, si como suficiente aqu¨ª podr¨¦ evitar la Big Mac de rigor para la cena. Ese es mi aliciente. Cuando el hambre aprieta, la verguenza afloja, dec¨ªa Don Ram¨®n con mucha sabidur¨ªa. Unos minutos despu¨¦s, llego de regreso a mi palco con el est¨®mago lleno y los nervios de punta; mi vecino me pregunta si todo est¨¢ bien. ¡°Tengo jetlag¡±, le contesto.
El segundo tiempo es otra historia. Una ¨¦pica de esas que solo el futbol o los escritores griegos pueden generar. Los aficionados del West Ham avientan vasos a la cancha y descalabran a un jugador de la Fiore. El ¨¢rbitro para el partido y surge un rumor de que el partido puede ser suspendido. Afortunadamente tanto el ¨¢rbitro como los aficionados recapacitan y el juego se reanuda con m¨¢s civilidad. Esta pausa nos beneficia, la Fiore juega mejor futbol; nosotros dependemos de una desconcentraci¨®n suya.
A los pocos minutos una jugada pol¨¦mica ocurre en el ¨¢rea de la Fiorentina: parece ser que el bal¨®n ha tocado la mano de un defensa italiano y el ¨¢rbitro marca penal. El Var entra en acci¨®n y el coraz¨®n se me detiene. ?Ser¨¢ posible que est¨¢ vez la ¡°suerte NO se nos esconda¡±? La revisi¨®n del Var parece eterna, pero aqu¨ª arriba hay consenso entre los periodistas ingleses: es mano. Los italianos no est¨¢n tan de acuerdo, empu?an la mano como si cargaran un huevo.
Los ¨¢rbitros del Var parecen tan divididos como los periodistas ac¨¢ arriba, le piden al ¨¢rbitro central que lo revise ¨¦l mismo. El colegiado corre a su pantalla y el estadio cae en un silencio f¨²nebre aguardando su decisi¨®n final. Esta decisi¨®n puede definir el partido. 1975-2023, 28 a?os pesan sobre sus espaldas. Por f¨ªn el ¨¢rbitro corre al centro del campo y alza su brazo como un dictador. ?Penal! La afici¨®n del West Ham se vuelve loca. Hay tumultos en las gradas y yo suelto un grito involuntario. Mi colega me voltea a ver extra?ado, por su rostro veo que espera una explicaci¨®n a mi s¨²bita muestra de emoci¨®n. ¡°?A este partido le hace falta un gol para mejorarse¡±, le digo intentando recomponer mi compostura. Mi colega analiza mi coartada y aprueba. ¡°Tienes toda la raz¨®n.¡±
Cualquier aficionado del West Ham es suficientemente sabio como para esperar lo peor. El penal est¨¢ sancionado pero a¨²n no cobrado. Dios alenta el tiempo en los segundos previos al cobro. Benrahma. Algerino. 27 a?os. 12 goles. Todo ser¨¢ estad¨ªstica a menos que se vuelva h¨¦roe. Los h¨¦roes no tienen numerolog¨ªas, tienen leyendas. ¡°No tengas miedo de fallar el tiro de penal¡±, la famosa frase del mejor de los cantautores italianos viene a mi mente. Los aficionados de la Fiore deben estar recitando a De Gregori con escapulario en mano.
Todo parece andar en c¨¢mara lenta hasta que Benrahma se perfila, tira, y mete el penal en el costado derecho. ?Genio! Entonces todo se acelera. Mi cuerpo segrega cortisol, mi hipot¨¢lamo se activa y lanza una se?al a mi coraz¨®n, mi coraz¨®n bradic¨¢rdico empieza a arrojar m¨¢s sangre de lo normal hacia todos lados y yo siento ganas de gritar. Nadie se da cuenta; por fuera mi cuerpo se mantiene r¨ªgido y en pose elegante, la presi¨®n de representar dignamente a mi pa¨ªs reprime mis verdaderos sentimientos sobre lo que est¨¢ pasando.
Desafortunadamente el gusto me dura poco. Unos minutos despu¨¦s, Giacomo Bonaventura atraviesa un hermoso disparo y este se clava en la porter¨ªa del West Ham. Estamos nuevamente empatados, uno a uno. ?Vaya injusticia! Me reprocho mi ingenuidad. La futilidad de emocionarse cuando en el fondo uno sabe que las burbujas siempre se revientan. Es su naturaleza.
El reloj avanza y cada vez avanza m¨¢s r¨¢pido. Dios est¨¢ compensando por la lentitud anterior. A partir de este momento cualquier error se vuelve fulminante. Los aficionados se han callado. ?Despierten! ?Estamos en una final! No hay que olvidarlo. Creo que el error fue que los aficionados del West Ham se atrevieron a cre¨¦rsela. Durante 8 minutos creyeron que su equipo pod¨ªa aprender a triunfar hoy en Praga. Ahora ya no est¨¢n tan seguros, pero el haber probado la victoria nos ha vuelto codiciosos. Hace unas horas d¨¢bamos gracias tan solo por estar aqu¨ª, ahora -los muy engre¨ªdos- ?Adem¨¢s queremos ganar! Eso explica el silencio: la expectativa, la maldita esperanza¡
El reloj avanza y el tiempo se agota. Van a agregar 4 minutos. Es t¨ªpico del West Ham perder en el ¨²ltimo minuto. Alguien por favor recuerde la derrota ante el Liverpool en la final de la FA del 2006. ?No! Mejor no pensar en eso. Yo prefiero ser optimista, es el minuto ochenta y nueve y me volte¨® con mi colega ingl¨¦s. ¡°Esto se va a resolver en penales¡±. ?l est¨¢ de acuerdo conmigo. Queda un minuto de tiempo regular y en la cancha no pasa nada, los dos equipos ya juegan para no perder.
Es el ¨²ltimo minuto de juego y la Fiorentina revienta el bal¨®n lo m¨¢s lejos de su porter¨ªa. Es lo adecuado. Un defensa del West Ham cabecea el bal¨®n a cualquier parte. Hoy esa ¡°cualquier parte¡± resulta ser los cultismos pies del astro brasileiro Lucas Paquet¨¢. En esa misma circunstancia cualquier otro de los 22 jugadores en la cancha dar¨ªa un pase horizontal para asegurar la pelota; de todas formas no hay a d¨®nde m¨¢s ir. Al menos que ¡ Paquet¨¢¡ ?l ve algo que nadie m¨¢s ve. Un espacio que a¨²n no existe. Una oportunidad donde otros ven piernas. Estamos hablando del 10 de la selecci¨®n brasile?a, del jugador m¨¢s caro de la historia del West Ham. El brasile?o hace dos movimientos, controla el bal¨®n y luego lanza un pase hacia adelante por un resquicio imperceptible. Jarred Bowen corre, el pase es perfecto y deja al ingl¨¦s solo contra el portero. Esta escena la he visto muchas veces, con la selecci¨®n mexicana y el West Ham: un mano a mano con el portero que cualquier jugador del Barcelona anotar¨ªa, pero que los jugadores de los equipos que yo amo, no.
Nuestro Jarrod Bowen controla el bal¨®n y avanza. Bowen es bueno pero no infalible. Lo sabemos. En su segundo paso ya tiene a un defensa encima y por eso tiene que precipitar su tiro. El tiro no es perfecto y golpea al portero en el hombro. Me temo que esto ya lo he visto antes, la posibilidad perdida en el ¨²ltimo minuto que recordaremos el resto de la vida. ¡°Si Bowen la hubiera metido¡¡±, diremos en el futuro al hablar de la derrota. Pero no. Hoy no. El bal¨®n hace una extra?a par¨¢bola y de la nada, se escurre al fondo de la red. Aqu¨ª se acaba el maleficio. ?Lo imposible ha sucedido, Bowen ha anotado en el ¨²ltimo minuto y el West Ham es campe¨®n de Europa!
Los puristas reclamar¨¢n este enunciado. Esta no es la Champions. Los puristas no entienden nada. El West Ham es campe¨®n de Europa y si tienen dudas que le pregunten a la UEFA. En su p¨¢gina oficial hay un buz¨®n de quejas. Aqu¨ª en Rep¨²blica Checa el estadio entra en frenes¨ª. Hay gente llorando y gritando. Hay ni?os tirados en el suelo. Yo corro a la zona mixta y luego a los confines de la cancha. A dos metros de m¨ª, los jugadores se abrazan, alzan la copa, se enredan en j¨²bilo y l¨¢grimas. Las m¨ªas no pueden salir, estoy m¨¢s en shock que en ¨¦xtasis. El ni?o que fue con su pap¨¢ una tarde lluviosa de 1995 a Upton Park a ver al West Ham ganarle 4-2 al Blackburn Rovers, ahora est¨¢ viendo c¨®mo ese mismo equipo alza una copa europea a unos cent¨ªmetros de ¨¦l.
Si estiro mucho la mano podr¨ªa tocar la copa, pero, ?me pertenece ese derecho?. ?Los aficionados somos parte del equipo? Hay algo que me incomoda de celebrar el triunfo ajeno. Llorar por un equipo de f¨²tbol: ?un acto de inmadurez del adulto que soy o de resiliencia del ni?o que fui? La psique es rara: he esperado tanto para esto y ahora s¨ª saco l¨¢grimas pero no siento nada. ?Nada? No. Es algo, y ahora s¨¦ que es: m¨¢s que cualquier otra cosa es cansancio. Estoy agotado. Me pregunto qu¨¦ sentir¨ªa S¨ªsifo si un d¨ªa llegara a la cima y le dijeran que no tiene que volver a bajar. Creo que ser¨ªa algo muy parecido a lo que siento: abatimiento. No es que tenga el s¨ªndrome de estocolmo hacia la derrota, es que liberarme de ella me ha dejado sin energ¨ªas. Uno no se pone a celebrar despu¨¦s del orgasmo, se dispone a descansar.
Mientras tanto el estadio baila. Baila y canta. ¡°?Bowen est¨¢ en llamas y se est¨¢ cogiendo a Danny Dyer, Bowen est¨¢ en llamas y se est¨¢ cogiendo a Danny Dyer, ?BOOM!¡±. A pesar de mi cansancio observo con maravilla e incredulidad. Son mis ojos de ni?o los que miran ahora. Los jugadores bailan con los aficionados, sin miedo a ellos, sin menosprecio, aqu¨ª se siente el esp¨ªritu de una comunidad, ?de un equipo? Tambi¨¦n hay burbujas, burbujas por doquiera, muchas burbujas redonditas y pachonas. Burbujas sanas, burbujas llenas, burbujas gorditas y bien alimentadas. Est¨¢s son burbujas que no explotan, est¨¢s son burbujas que vuelan sin miedo a caer, estas burbujas tocan el cielo sin reventarse. Nadie ha visto m¨¢s burbujas que un aficionado del West Ham, pero nunca hemos visto burbujas como ¨¦stas.
Durante las siguientes horas la ciudad de Praga ser¨¢ testigo de una fiesta efervescente. Ma?ana, en las calles de Londres 70.000 aficionados del West Ham recibir¨¢n a sus h¨¦roes como si hubieran ganado la guerra. La guerra contra lo imposible. Los otros 40.000 que estamos en Praga no tendremos tiempo de llegar a ese festejo, pero ya sabemos que somos suficientes para llenar dos ciudades con nuestra celebraci¨®n. Declan Rice est¨¢ m¨¢s sorprendido: ¡°No me esperaba que saliera tanta gente a las calles¡±, dice en televisi¨®n nacional.
Yo estoy agotado pero he visto al West Ham campe¨®n y ni el vuelo pollero que me regresa a casa con paradas en Bruselas, Varadero y Canc¨²n, ni la chica que me vomita encima cuando despegamos de Cuba, me podr¨¢n quitar la sonrisa de la boca. Cuando por fin aterrizo en M¨¦xico recibo un mensaje de John: ¡°Espero que hayas llegado bien y que ya te hayas dejado de pellizcar¡ ?todo fue real! ?S¨ª sucedi¨®! Te lo prometo.¡± Praga y las burbujas parec¨ªan un sue?o, West ham y una copa, una ilusi¨®n, tengo mis dudas de todo, pero por esta vez, le voy a creer a John.
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