Paz: para superar el conflicto debemos rebelarnos
Las nuevas generaciones ni siquiera recuerdan un M¨¦xico sin decapitados y Ej¨¦rcito en las calles. Ello fija en la memoria colectiva la idea de la impotencia frente a la violencia
No hay palabras que alcancen para narrar el presente. Entonces, repetimos las mismas desde hace 15 a?os: horror, barbarie, desaparecidos, cuerpos, muertos, miedo, dolor, impunidad, guerra y, de tanto o¨ªrlas, nos hacemos sordos.
Hay notas a diario narrando una masacre, un nuevo esc¨¢ndalo que se olvida con el del d¨ªa siguiente, otra protesta frente a alguna oficina de Gobierno que nadie atiende, gritos de v¨ªctimas que, frente a la desesperanza, encuentran poca solidaridad social. ?En verdad nos hemos acostumbrado a la violencia? ?Nos hemos deshumanizado?, o ?Estamos sobreviviendo?
Prefiero pensar que muchas personas han decidido ignorar estas palabras¨Crealidad porque asimilarlas cotidianamente hace imposible la risa, el disfrute, el confiar en los dem¨¢s¡ Vivir.
Y para vivir, para poder tener esperanza en el futuro, nos es necesario exigir paz, no solo justicia.
La paz es un proceso pol¨ªtico con impactos sociales masivos. La justicia, en cambio, son procesos jur¨ªdicos con impactos particulares que son insuficientes para alcanzar la paz.
Sin embargo, las constantes promesas de la clase pol¨ªtica est¨¢n orientadas a la justicia penal mientras se acumulan pilares de expedientes en fiscal¨ªas y tribunales incapaces de procesar lo que estamos viviendo: un conflicto armado que ha rebasado desde hace muchos a?os al sistema de justicia.
Nadie de quienes aspiran a gobernarnos han querido asumir esta realidad evidente. No han hecho ni una propuesta de alto al fuego con todas las negociaciones que esto implicar¨ªa para debilitar el narcotr¨¢fico, incluida la regularizaci¨®n de las drogas, pol¨ªticas de desarme masivo y procesos de justicia transicional que permitan superar el conflicto.
Las nuevas generaciones ni siquiera recuerdan un M¨¦xico sin decapitados y Ej¨¦rcito en las calles. Ello fija en la memoria colectiva la idea de la impotencia frente a la violencia, con gobiernos que han usado la pol¨ªtica m¨¢s como una herramienta de destrucci¨®n del otro que de generaci¨®n de acuerdos.
No hay sensibilidad pol¨ªtica para plantear nuevas propuestas. Nadie nos habla, por ejemplo, de una estrategia nacional de paz en la que la federaci¨®n y los Estados implementen acciones orientadas a gestionar los impactos del narcotr¨¢fico y el trauma social que han dejado d¨¦cadas de confrontaci¨®n, sobre todo en los territorios que estuvieron o est¨¢n expuestos a la violencia a gran escala.
Tienen tanta miop¨ªa que no se han dado cuenta de lo urgente que es atender a las infancias y juventudes que han estado expuestas al conflicto armado. Particularmente ni?os, ni?as y adolescentes que forman parte de grupos delictivos y que son v¨ªctimas de reclutamiento forzado o quienes han quedado hu¨¦rfanos y tienen como herencia la violencia.
Para superar el conflicto necesitamos rebelarnos a la impotencia frente a la violencia. Necesitamos de nuevas exigencias pol¨ªticas y de otras palabras que nos permitan narrarnos de manera distinta. Debemos tambi¨¦n superar socialmente la visi¨®n de ¡°si quieres paz, prep¨¢rate para la guerra¡±. Esa ha sido la perspectiva que ha orientado el actuar de los gobiernos y partidos pol¨ªticos que se han concentrado en la prohibici¨®n y en fortalecer a las Fuerzas Armadas.
La realidad nos debe hacer cambiar el paradigma: si queremos paz, debemos prepararnos para la paz.
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