Un precario equilibrio
Gran parte de la humanidad viv¨ªa ya en el alambre antes de la pandemia. Por eso la habitual receta de recortar gastos sociales para reconstruir la econom¨ªa no parece la m¨¢s conveniente
La nueva realidad que nos aguarda entra?ar¨¢ grandes dosis de recelo y asepsia, pero tambi¨¦n indelebles estigmas del pasado como la desigualdad. Porque si algo ha demostrado el coronavirus es su eficacia a la hora de subrayar los sesgos de clase (en el Reino Unido afecta exponencialmente a los trabajadores no cualificados, hasta 16 veces m¨¢s a un conductor de autob¨²s que a un sanitario) y de etnia (los brit¨¢nicos negros, como los de otras minor¨ªas, enferman cuatro veces m¨¢s que sus compatriotas blancos, en proporci¨®n parecida a la de negros y latinos en EE UU).
Si las perspectivas son demoledoras para las grandes econom¨ªas del planeta, y las m¨¢s pobres apenas si pueden so?ar con una moratoria de su deuda, son las intermedias, aquellas que ven¨ªan mostrando un buen desempe?o macroecon¨®mico pero no han remediado la desigualdad estructural que define a muchas de ellas, las que m¨¢s pueden tambalearse: de los mercados emergentes hab¨ªan huido a finales de marzo 83.000 millones de d¨®lares, la mayor salida de capital global registrada en la historia, seg¨²n el FMI.
Como anteriormente hac¨ªan los terremotos o las cat¨¢strofes naturales, la pandemia ha alterado el precario equilibrio de muchos pa¨ªses de rentas medias, aplicados aspirantes a la primera divisi¨®n del progreso. Ahora, tras la colosal respuesta sanitaria, cuando corresponde actuar a la sociedad para secundar los logros m¨¦dicos y minimizar los riesgos, cabe preguntarse qu¨¦ margen de maniobra tendr¨¢n sociedades donde el derecho a la salud ¡ªinherente a cualquier intento de justicia social¡ª sigue siendo casi una utop¨ªa o, cuando menos, una posibilidad sujeta a pago.
La revista m¨¦dica brit¨¢nica The Lancet advert¨ªa recientemente del momento clave de la reconstrucci¨®n poscovid-19 para los sistemas de salud m¨¢s endebles. El mensaje se dirig¨ªa en concreto al Banco Mundial y el FMI ¡ªal que ha recurrido m¨¢s de un centenar de pa¨ªses en busca de ayuda¡ª para subsanar vicios a?ejos de sus programas de saneamiento econ¨®mico: hasta ahora, el respaldo que ambas organizaciones brindaban ¡ªadem¨¢s de un claro apoyo a dictaduras como las latinoamericanas¡ª implicaba condiciones inapelables como recortes presupuestarios, reducci¨®n en volumen, sueldo y medios de los trabajadores sociales y privatizaciones, Sanidad incluida.
Chile, protagonista del milagro econ¨®mico de Latinoam¨¦rica, es un ejemplo de manual, con una clase media precarizada que bordea la vulnerabilidad por culpa de la insuficiente seguridad social. Ello se traduce en ciudadanos desafectos, crecientemente airados, cuyas protestas apenas si ha logrado silenciar la emergencia. Pero no es solo Chile ¡ªuno de los que han recurrido al FMI en busca de liquidez¡ª, tambi¨¦n el 70% de los pa¨ªses del mundo en los que la desigualdad se ha disparado en las ¨²ltimas d¨¦cadas. De la respuesta que se d¨¦ a las persistentes secuelas de esta crisis, depender¨¢ que los millones de descontentos del planeta se aplaquen o, al contrario, dirijan su ira contra la l¨ªnea de flotaci¨®n del sistema.
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