?Por qu¨¦ nos cuesta tanto el paro?
Continuar colocando el trabajo en el centro de nuestra existencia es una estrategia suicida tanto a nivel individual como colectivo
?Por qu¨¦ nos cuesta tanto el paro? La primera respuesta es evidente: porque vivimos en una sociedad en donde para cubrir nuestras necesidades la mayor¨ªa necesitamos un sueldo que obtenemos con un trabajo. Sin embargo, el paro nos cuesta mucho m¨¢s que un sueldo. En la extraordinaria cinta El a?o del descubrimiento (2020) de Luis L¨®pez Carrasco varios de sus personajes relatan el sentimiento de inutilidad, la depresi¨®n y los problemas de ansiedad que entra?a, a pesar del subsidio, la p¨¦rdida del empleo.
En Espa?a hay casi cuatro millones de paradas y parados, m¨¢s de un 16% de la poblaci¨®n activa. La previsi¨®n es que con el cambio tecnol¨®gico se pierdan sobre un 14% de puestos de trabajo. Hay economistas que creen que se inventar¨¢n nuevos empleos, otros piensan que habr¨¢ gente que no llegue a trabajar en la vida, no ser¨¢n ni siquiera parados, sino gente excedente. Continuar colocando el trabajo en el centro de nuestra existencia es una estrategia suicida tanto a nivel individual como colectivo. Sabemos de sobra que nuestro maltrecho planeta no aguanta la l¨®gica productivista al que lo tenemos sometido. ?Por qu¨¦ entonces nos cuesta tanto parar? ?Por qu¨¦ no podemos quitarnos de la cabeza las interminables lecciones de nuestros mayores? Estudia y col¨®cate. ?Por qu¨¦ somos incapaces de resignificar ese verbo? ?Podr¨ªamos pensar que colocarse es algo diferente a conseguir un buen y anacr¨®nico empleo?
Quedarse sin trabajo, quedarse en casa, no significa reposar. En primer lugar, hay que buscar otro empleo y, adem¨¢s, tenemos que dedicarnos a aquellas actividades que permiten el mantenimiento de la vida, lo que para Hannah Arendt, constituye la forma m¨¢s b¨¢sica de la vita activa, la labor. Desde la antig¨¹edad, la labor ha sido considerada una tarea propia de esclavos o mujeres, que, para el caso, ven¨ªamos a ser lo mismo. El desprecio por este empe?o contin¨²a a lo largo de los siglos. Tanto Marx como Adam Smith consideraban el esfuerzo que supon¨ªa cocinar, limpiar, cuidar animales, hijos o ancianos¡ una labor improductiva y parasitaria de la que se obten¨ªa un ¨²nico beneficio: la libertad del amo para dedicar su tiempo a actividades m¨¢s nobles. Solo en las ¨²ltimas d¨¦cadas, la ¨¦tica del cuidado viene a reivindicar y dignificar este tipo de actividades. El nuevo ideario revisa los valores del heteropatriarcado y reivindica otro tipo de sociedad. Sin embargo, la labor y la ¨¦tica del cuidado est¨¢n orientadas hacia la vida, y parece que estamos demasiado preocupados por disfrazar la muerte como para atender a tales banalidades.
Otra de las caras de la vita activa es el trabajo. La Edad Moderna lo glorific¨® como la forma de construir un mundo que perdurase m¨¢s all¨¢ de nuestra propia existencia. El mundo resultante nos dar¨ªa seguridad, ya que vivir¨ªamos en un escenario artificial m¨¢s estable que el desasosegante ciclo vital. La principal misi¨®n del homo faber es la de construir mundos reales o virtuales. En la actualidad seguimos psicol¨®gicamente anclados a la glorificaci¨®n del trabajo, a pesar de que ya hace bastante tiempo que nos enfrentamos a la sobreproducci¨®n y la econom¨ªa de los pa¨ªses no siempre depende de su industria sino del mercado financiero. No podemos mantener una sociedad de trabajadores sin trabajo. No podemos alentar un modelo que destruye el planeta y nuestra propia autoestima. Por supuesto, pienso fundamentalmente en Espa?a y pa¨ªses del entorno. A escala global, no tiene sentido hablar de posindustrialismo, ya que los centros de producci¨®n a trav¨¦s de l¨ªneas montaje ¡ªmuy parecidas a las f¨¢bricas europeas de principios del siglo XX¡ª han sido trasladadas fundamentalmente a China y el Sudeste asi¨¢tico.
Una de nuestras primeras reacciones ante la falta o disminuci¨®n de trabajo es la autoexplotaci¨®n. Fil¨®sofos y analistas alertan del aumento del estr¨¦s al que nos ha conducido trabajar desde casa. Los artistas y los trabajadores precarios freelance del mundo de la cultura sabemos mucho de esto. Utilizo el anglicismo freelance a conciencia; una gran parte de las trabajadoras a las que me refiero no trabajamos por cuenta propia ni estamos contratadas de manera regular. La mara?a de situaciones laborales con las que sorteamos el fin de mes asustar¨ªa al m¨¢s maquiav¨¦lico jefe de personal. El artista en la sociedad contempor¨¢nea se ha convertido en el prototipo de trabajador flexible y precario. La fil¨®sofa, dramaturga y performer eslovena, Bojana Kunst, afirmaba en 2014 que los artistas son peque?os emprendedores que llevan a cuestas su propia empresa. El trabajo que se realiza gratis o casi gratis es un trabajo cuya dedicaci¨®n e intensidad deja muy poco espacio para la vida. Lo m¨¢s preocupante del estudio de Kunst es que los artistas suelen estar a la vanguardia de la sociedad. ?Es este el modelo que queremos instaurar?
Dec¨ªa el Premio Nobel de Econom¨ªa, Jean Tirole, que hay que pasar de proteger el empleo a proteger al trabajador. No s¨¦ ustedes, pero yo me pregunto si no ser¨ªa m¨¢s l¨®gico que de una vez por todas dej¨¢ramos las figuras de mediaci¨®n, evit¨¢ramos disfrazar la realidad y protegi¨¦ramos sencillamente a las personas.
Mar G¨®mez Glez es soci¨®loga, escritora y doctora en Filosof¨ªa por la Universidad de Nueva York.
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