Atenci¨®n: Bolsonaro se va a volver m¨¢s peligroso
Si el ¡®impeachment¡¯ no avanza, Brasil (y el mundo) necesita prepararse para algo a¨²n peor que el r¨¦cord mundial de muertes de covid-19
Primero. No existe la m¨¢s m¨ªnima condici¨®n moral para discutir sobre las elecciones presidenciales brasile?as en 2022. Hacerlo es ignorar el horror diario de Brasil, que el 6 de abril registr¨® el r¨¦cord de 4.195 muertes por covid-19. Jair Bolsonaro tiene que ser sometido a un juicio pol¨ªtico ya. Cada d¨ªa que pasa con Bolsonaro en el poder es un d¨ªa con menos brasile?os vivos. Muertos no por una fatalidad, porque el mundo vive una pandemia, sino porque Bolsonaro y su Gobierno han propagado el virus y han convertido a Brasil en un contraejemplo mundial.
Vamos camino de los 400.000 muertos. Si Brasil sigue as¨ª ¡ªcomo advierten varios epidemi¨®logos¡ª superaremos el medio mill¨®n. Y las muertes continuar¨¢n. Si este exterminio no es suficiente para mover a quienes tienen la obligaci¨®n constitucional de promover o apoyar un juicio pol¨ªtico contra Bolsonaro, es importante que abramos los ojos ante una gran probabilidad. Bolsonaro es una bestia. Acorralado y aislado, es casi seguro que se vuelva m¨¢s peligroso. Es urgente detenerlo antes de que se produzca un horror a¨²n mayor que cientos de miles de muertes.
Que a Jair Bolsonaro no le importa nadie m¨¢s que ¨¦l mismo y sus hijos varones, est¨¢ clar¨ªsimo. No duda en poner la zancadilla a quienes le ayudaron a ser elegido ¡ªque se lo digan al abogado Gustavo Bebianno¡ª y tambi¨¦n a quienes le ayudaron a mantenerse en el cargo ¡ªque nos lo diga el general Fernando Azevedo e Silva, ya que Bebianno ya no puede¡ª. Bolsonaro no es leal a nadie, solo le importan sus propios intereses. M¨¢s que intereses, Bolsonaro tiene apetitos. Solo le importan sus propios apetitos.
Sin embargo, a Bolsonaro le ha cogido gusto a la popularidad y a la idea de ser el l¨ªder de un movimiento. Bolsonaro, una mezcla mal acabada de perro rabioso y buf¨®n de la corte, que durante casi 30 a?os chup¨® de las arcas p¨²blicas como diputado sin hacer nada relevante, apreci¨® que finalmente se le tomara en serio. Y eso produjo un efecto en ¨¦l, como en cualquiera.
Bolsonaro fue elegido y empez¨® a gobernar con generales que lo apoyaban, justo a ¨¦l, un capit¨¢n que sali¨® del Ej¨¦rcito por la puerta de atr¨¢s para que no lo arrestaran (otra vez). Bolsonaro fue elegido y comenz¨® a gobernar con Paulo Guedes, un economista ultraliberal que contaba con la bendici¨®n de ese ente metaf¨ªsico llamado ¡°mercado¡±, que tanto opina en los peri¨®dicos, siempre nervioso y con humores, pero rara vez con cara. Bolsonaro fue elegido y comenz¨® a gobernar con el todav¨ªa h¨¦roe (para muchos) Sergio Moro, con su capa de juez justiciero contra los corruptos. Bolsonaro, que solo daba risa, de repente fue aclamado como ¡°mito¡±, elegido para dirigir un pa¨ªs.
Era un delirio en cualquier mente cuerda, pero el delirio se hizo realidad porque Brasil no es un pa¨ªs cuerdo. Una sociedad que vive con la desigualdad racial brasile?a no tiene forma de estar cuerda. Una mayor¨ªa de electores que vota a alguien que dice que prefiere que su hijo muera en un accidente de tr¨¢fico a que sea gay y que defiende en un v¨ªdeo que la dictadura deber¨ªa haber matado ¡°al menos a unos 30.000¡± no pertenece a una sociedad cuerda. Esta sociedad, de la que todos los brasile?os formamos parte y, por tanto, somos colectivamente responsables, ha gestado tanto a Bolsonaro como a sus electores.
Sin perder nunca de vista sus apetitos, Bolsonaro se crey¨® el delirio. Sin embargo, la realidad lo ha ido corroyendo. Finalmente, en el tercer a?o de su gobierno, Bolsonaro se descubre aislado. De buf¨®n del Congreso ¡ªuna imagen con la que conviv¨ªa sin mayores problemas¡ª ha pasado a ser llamado ¡°genocida¡±. Haber liberado al pueblo de lo pol¨ªticamente correcto, como anunci¨® en su discurso de investidura, puede haber liberado tambi¨¦n varios horrores, hasta el punto de permitir que un mis¨®gino, racista y hom¨®fobo como ¨¦l llegue a ser presidente. Pero el genocidio es un pelda?o que todav¨ªa sigue en el mismo lugar. No se puede bromear con el genocidio.
Quienes a¨²n tienen algo que perder han empezado a alejarse de Bolsonaro, con las m¨¢s variadas excusas, a lo largo de los primeros a?os de su Gobierno. De Janaina Paschoal, una de las autoras de la solicitud de impeachment contra la expresidenta Dilma Rousseff, a Joice Hasselmann, exl¨ªder del Gobierno en el Congreso. De la milicia digital Movimiento Brasil Libre a su propio partido, el Partido Social Liberal. Y entonces el exministro de Justicia Sergio Moro se fue y sali¨® disparando. Y, a finales de marzo, les toc¨® a los militares. Bolsonaro quiso hacer una demostraci¨®n de fuerza destituyendo a un general, y el apoyo de los pechos estrellados de las Fuerzas Armadas se redujo, cuando mucho, a media docena de generales. Bolsonaro todav¨ªa tiene que soportar en la nuca el aliento del vicepresidente Hamilton Mour?o. El general, el ¨²nico que no es destituible, siempre encuentra la manera de avisar sutilmente al pa¨ªs (que ya ha llevado a la presidencia a tres vices desde la redemocratizaci¨®n, uno por muerte y dos por destituci¨®n) que est¨¢ a su disposici¨®n si es necesario. Mour?o siempre est¨¢ por ah¨ª, ingeni¨¢ndoselas para que le recuerden.
La ca¨ªda del canciller Ernesto Ara¨²jo ha sido un punto de inflexi¨®n en el Gobierno de Bolsonaro. Porque Bolsonaro se vio obligado a destituirlo y a Bolsonaro no le gusta que le obliguen a nada. Resentido como un ni?o mimado, reacciona con rabietas infantiles o violencia, lo que en parte explica la mal calculada destituci¨®n del ministro de Defensa, equivalente a un codazo para demostrar qui¨¦n manda cuando siente que ya no manda lo suficiente. Pero sobre todo porque Ernesto Ara¨²jo era importante para Bolsonaro. Era el idiota ilustrado del bolsonarismo, responsable de dar un cariz supuestamente intelectual a un Gobierno de ignorantes que saben que son ignorantes.
Ara¨²jo siempre fue mucho m¨¢s importante que el gur¨² Olavo de Carvalho porque era el ide¨®logo del bolsonarismo dentro del Gobierno y tra¨ªa consigo la legitimidad (y el lustre) de ser un diplom¨¢tico de carrera en el Ministerio de Relaciones Exteriores, aunque oscuro. Su discurso de investidura como canciller fue una ametralladora de citas para hacer gala de erudici¨®n. La pieza final fue delirante, pero cuidadosamente pensada como documento fundacional de lo que el entonces canciller anunci¨® como una ¡°nueva era¡±. Un delirio. Pero ?qu¨¦ es Bolsonaro en el poder sino un delirio hecho realidad?
Perder a Ara¨²jo o, peor a¨²n, verse obligado a darle la patada en contra de su voluntad, significa para Bolsonaro que ya no existe el simulacro de un proyecto m¨¢s all¨¢ de s¨ª mismo y del parapeto que eso representaba, que ya no existe ning¨²n anhelo o expectativa de ser algo en la historia. Bolsonaro ahora tambi¨¦n es oficialmente solo ¨¦l. Y ¨¦l sabe qui¨¦n es.
Bolsonaro ha convertido a Brasil en un gigantesco cementerio. Y ese ha sido un titular recurrente en peri¨®dicos de idiomas muy diversos. Su proyecto de diseminar el virus para garantizar la inmunidad por contagio, un barco agujereado en el que embarc¨® el primer ministro brit¨¢nico Boris Johnson al inicio de la pandemia pero que abandon¨® cuando el Reino Unido present¨® las peores estad¨ªsticas de Europa, ha dado al Gobierno brasile?o el t¨ªtulo de peor gesti¨®n de la pandemia entre todos los pa¨ªses del planeta.
Si se permitieran cumbres presenciales, Bolsonaro dif¨ªcilmente conseguir¨ªa posar para un retrato oficial junto a cualquier jefe de Estado con autoestima y preocupaci¨®n electoral. El brasile?o est¨¢ considerado un paria y estar cerca de ¨¦l puede contaminar a su interlocutor. En el escenario mundial no es un mito, sino un mico (con el perd¨®n del animal que, gracias a Bolsonaro, hoy vive mucho peor en todos sus h¨¢bitats naturales).
Bolsonaro es radiactivo y ha infectado las relaciones comerciales de Brasil con el mundo. Algunas grandes cadenas de supermercados, por ejemplo, no quieren arriesgarse a sufrir un boicot por vender carne y otros productos de un pa¨ªs gobernado por un destructor de la mayor selva tropical del mundo. Nadie que aprecie la imagen de ¡°dem¨®crata¡± quiere negociar con alguien cada vez m¨¢s pegado a la etiqueta de ¡°genocida¡±, especialmente en una Europa presionada por activistas clim¨¢ticos como Greta Thunberg y con los ¡°verdes¡± aumentando su influencia en varios parlamentos.
Este martes, 199 organizaciones ambientalistas brasile?as han publicado una carta abierta a Joe Biden en la que alertan sobre el riesgo que un inminente acuerdo de cooperaci¨®n entre Estados Unidos y el Gobierno de Bolsonaro traer¨ªa para la emergencia clim¨¢tica, los derechos humanos y la democracia. Descubrir que el Gobierno de Biden ha mantenido conversaciones a puerta cerrada con el de Bolsonaro sobre el medio ambiente durante m¨¢s de un mes ha sorprendido al mundo democr¨¢tico. Seg¨²n la carta, las negociaciones con Bolsonaro ¡ªun negacionista de la pandemia que ha desmantelado la pol¨ªtica medioambiental de Brasil al que los ind¨ªgenas han acusado en la Corte Penal Internacional de cr¨ªmenes de lesa humanidad¡ª contaminan la narrativa de Biden, que ha prometido luchar contra la pandemia, el racismo, la crisis clim¨¢tica y promover la democracia en el mundo. ¡°El presidente estadounidense tiene que elegir entre cumplir con su discurso de investidura o darle a Bolsonaro recursos y prestigio pol¨ªtico. Imposible tener ambas cosas¡±, afirma el texto.
Tras m¨¢s de dos a?os con Bolsonaro en el poder, Brasil vive uno de los peores momentos de su historia. La econom¨ªa se ha hundido. El PIB brasile?o es el peor de los ¨²ltimos 24 a?os. El hambre y la miseria han aumentado. La Amazonia est¨¢ cada vez m¨¢s cerca del punto sin retorno. Los cuatro hijos varones de Bolsonaro (su hija es solo el fruto de un desliz, ?recuerdan?) est¨¢n siendo investigados por corrupci¨®n y otros delitos. Su conexi¨®n con las mafias paramilitares de R¨ªo de Janeiro y la intersecci¨®n con la ejecuci¨®n de la concejala Marielle Franco ¡ªella s¨ª que era un icono¡ª, se vuelven cada vez m¨¢s evidentes. Uno tras otro, los principales peri¨®dicos del mundo retratan a Bolsonaro como una ¡°amenaza mundial¡± en sus editoriales y reportajes.
?Qui¨¦n permanece junto a Bolsonaro hoy? Paulo Guedes, anunciado como un superministro para aplacar los ¨¢nimos del mercado, ha sido solo un miniministro desde el inicio del Gobierno. El hecho de que siga siendo el titular de la cartera de Econom¨ªa en un Gobierno con semejante desempe?o dice mucho m¨¢s de Guedes que de Bolsonaro. Si fuera una empresa privada, como las que ¨¦l tanto defiende, lo habr¨ªan despedido hace muchos meses. Y no sirve de nada echarle la culpa a la pandemia, porque varios Gobiernos del mundo, incluso en Am¨¦rica Latina, han mostrado unos resultados econ¨®micos mucho mejores, entre otras cosas porque decretaron confinamiento.
Los l¨ªderes del evangelismo de mercado tambi¨¦n siguen a su lado. Es importante diferenciar a los evang¨¦licos para no cometer injusticias. Quienes apoyaron y apoyan a Bolsonaro y sus pol¨ªticas de muerte son los grandes pastores vinculados al neopentecostalismo y al pentecostalismo que han convertido la religi¨®n en uno de los negocios m¨¢s rentables de esta ¨¦poca, y tambi¨¦n algunas figuras cat¨®licas. Las iglesias se han beneficiado de la condonaci¨®n de una deuda, concedida con la bendici¨®n de Bolsonaro, de 338 millones de d¨®lares, dinero que, es importante se?alar, se le est¨¢ quitando a la poblaci¨®n porque le pertenece. Sin ning¨²n compromiso con la vida de los fieles, esos mismos pastores y curas abrieron sus templos en Semana Santa, autorizados por Nunes Marques, magistrado-mascota de Bolsonaro en el Supremo Tribunal Federal, provocando aglomeraciones en un momento en que Brasil cada d¨ªa superaba al anterior en r¨¦cord de muertes por covid-19.
Y tambi¨¦n siguen a su lado media docena de generales en pijama, de quienes tratan desesperadamente de distanciarse los generales en activo para no corromper a¨²n m¨¢s la imagen de las Fuerzas Armadas. Tambi¨¦n est¨¢ el Centr?o, el numeroso grupo de diputados de alquiler que hoy manda en el Congreso, pero que ya ha demostrado que, de la noche a la ma?ana, puede cambiar de bando si es m¨¢s rentable, como hizo con la expresidenta Dilma Rousseff en un pasado muy reciente. Esta chusma es la que sigue junto a Bolsonaro, que ya no encuentra personal m¨ªnimamente convincente ni siquiera para recomponer su propio Gobierno.
Bolsonaro, a quien le gusta ser popular, ve que se producen bajas en su base de apoyo, asombrosamente leal a pesar de los horrores de su Gobierno... o a causa de ellos. Su popularidad est¨¢ cayendo. Es cierto que siempre quedar¨¢ ese grupo que se identifica totalmente con Bolsonaro, para quien negar a Bolsonaro es negarse a s¨ª mismo. Este grupo, aunque minoritario, es lamentablemente significativo. Lamentable porque demuestra que una parte de los brasile?os son capaces de ignorar a los cientos de miles de muertos a su alrededor, incluso cuando las p¨¦rdidas se producen dentro de casa. Es una caracter¨ªstica de la distorsi¨®n mental complicada de tratar en una sociedad, pero no es nueva, ya que la sociedad brasile?a siempre ha convivido con la muerte sistem¨¢tica de los m¨¢s d¨¦biles, ya sea por hambre, por enfermedad no tratada o por una bala ¡°perdida¡± de la polic¨ªa.
Sin embargo, todos aquellos que encuentran cualquier resquicio para desidentificarse de Bolsonaro o para alegar que les enga?¨® en la campa?a electoral se alejan de ¨¦l horrorizados. Como sociedad, tenemos que dejar de repudiar a los votantes arrepentidos de Bolsonaro, porque hay que dar salida a esas personas o se ver¨¢n obligadas a permanecer en el mismo sitio. Todo el mundo tiene derecho a cambiar de opini¨®n, lo que no le exime de la responsabilidad de los actos a los que le han llevado sus ideas en el pasado.
Bolsonaro se descubre aislado. Y se descubre feo, un paria para el mundo. Ni siquiera los l¨ªderes de la derecha de otros pa¨ªses quieren verlo cerca. Sus antiguos partidarios, que se beneficiaron mucho de ¨¦l, se escapan por la primera grieta que encuentran. Bolsonaro est¨¢ acorralado, como mostr¨® al destituir al ministro de Defensa, el general Fernando Azevedo e Silva. Y Bolsonaro acorralado es a¨²n m¨¢s peligroso, porque no le gusta perder y cada vez tiene menos que perder. No hay que olvidar que es un hombre que plane¨® detonar bombas en los cuarteles para presionar por un salario mejor. Hacer estallar bombas dice mucho de alguien. Pero tambi¨¦n hay que prestar atenci¨®n al porqu¨¦: para mejorar su propio sueldo. Bolsonaro solo act¨²a fundamentalmente para s¨ª mismo. Su vida es la ¨²nica que importa, como ha quedado m¨¢s que demostrado.
La idea rid¨ªcula de que Bolsonaro es controlable es solo eso: rid¨ªcula. Y, en varios momentos, tambi¨¦n oportunista, para que algunos justificaran lo injustificable, que es seguir con Bolsonaro o negociar con ¨¦l. El hombre que gobierna Brasil es bestial. Se mueve por apetitos, por explosiones, por delirios. Pero no es burro. Aliado con las fuerzas m¨¢s depredadoras de Brasil, ha destruido gran parte del armaz¨®n de derechos que tanto cost¨® conquistar, una obra que inici¨® el expresidente Michel Temer. Tambi¨¦n ha desmantelado la legislaci¨®n medioambiental y ha debilitado los organismos de protecci¨®n, permitiendo que se explote la Amazonia a niveles solo superados en la dictadura c¨ªvico-militar (1964-1985). Bolsonaro gobierna. Y, no lo duden, seguir¨¢ gobernando mientras no sufra un impeachment.
Hay que entender que Bolsonaro es una bestia, s¨ª, en el sentido de su bestialidad. Pero es una bestia inteligente y con un proyecto. Pocos gobernantes han ejecutado su proyecto con tanta rapidez al asumir el poder. Salvo el vac¨ªo discurso anticorrupci¨®n, Bolsonaro ha hecho y hace exactamente lo que anunci¨® en la campa?a electoral. Por eso, lo que llaman ¡°mercado¡± est¨¢ siempre a punto de ¡°perder la paciencia¡± con ¨¦l, pero c¨®mo tarda... Tarda porque siempre se puede ganar un poco m¨¢s con Bolsonaro. Lo que llaman mercado invent¨® las reglas que mueven al grupo de diputados de alquiler llamado Centr?o. Lo que importa son los fines y los fines son las ganancias privadas, a la gente que la zurzan. O que se muera en la cola del hospital, como ahora. El mercado es el Centr?o con pedigr¨ª. Mucho m¨¢s viejo y experimentado que su v¨¢stago en el Congreso.
Bolsonaro tiene que sufrir un impeachment ya, porque lo que har¨¢ a partir de ahora puede ser mucho peor y m¨¢s mort¨ªfero que lo que ha hecho hasta ahora. Y tambi¨¦n tiene que sufrir un impeachment por lo obvio: porque constitucionalmente alguien que ha cometido los delitos de responsabilidad que ¨¦l ha cometido no tiene derecho legal y ¨¦tico a seguir en la presidencia. Haber destituido a Dilma Rousseff por haber maquillado las cuentas para encubrir el d¨¦ficit p¨²blico y no destituir a Bolsonaro ¡°por falta de condiciones para hacer un impeachment ahora¡± o porque ¡°el impeachment es una medicina muy amarga¡± es incompatible con cualquier proyecto de democracia. Es incompatible incluso con una democracia desgarrada como la brasile?a. Y habr¨¢ consecuencias.
Lo que le queda ahora a Bolsonaro, cada vez m¨¢s aislado y acorralado, es mirar a Donald Trump y aprender de los errores y aciertos de su ¨ªdolo. Seguir¨¢ intentando dar un autogolpe, aunque las Fuerzas Armadas afirmen su papel constitucional. Seguir¨¢ apostando por quienes lo mantuvieron durante casi 30 a?os como diputado, su base desde los tiempos en que quer¨ªa hacer estallar los cuarteles: los mandos inferiores de las Fuerzas Armadas y, sobre todo, los polic¨ªas militares.
Bolsonaro se prepara desde mucho antes que Trump. Si lo conseguir¨¢ o no es una inc¨®gnita. Pero ?los que est¨¢n sentados sobre m¨¢s de 70 peticiones de impeachment y los que todav¨ªa apoyan al Gobierno se quedar¨¢n mirando a ver qu¨¦ pasa? ?En serio van a seguir discutiendo una ¡°soluci¨®n de centro¡± para las elecciones de 2022 y van a ignorar todos los delitos de responsabilidad que ha cometido Bolsonaro? ?En serio todav¨ªa no han entendido que siempre ha estado fuera de control porque las instituciones que deber¨ªan controlar que respetara la Constituci¨®n han renunciado a hacerlo?
?En serio van a arriesgarse a reproducir en Brasil, de forma mucho m¨¢s violenta, la ¡°insurrecci¨®n¡± que vivi¨® el Congreso estadounidense el 6 de enero de 2021, cuando el Capitolio fue invadido por seguidores enardecidos por Donald Trump? Conviene recordar al republicano Mike Pence, vicepresidente en la Administraci¨®n de Trump, y al republicano Mitch McConnell, l¨ªder del partido en el Senado: le dieron a Trump todo lo que quer¨ªa, creyendo que estaban a salvo, hasta que el 6 de enero descubrieron que tambi¨¦n estaban amenazados. No se puede controlar a las bestias.
En Brasil, sin embargo, con una democracia mucho m¨¢s fr¨¢gil, cualquiera de las perversas aventuras de Bolsonaro podr¨ªa tener consecuencias mucho m¨¢s sangrientas. Puede que me equivoque, pero creo que Trump no ten¨ªa intenci¨®n de que hubiera muertes. Es un pol¨ªtico sin escr¨²pulos, un negociante deshonesto, un mentiroso compulsivo y un showman al que le encantan los focos, pero no creo que sea un asesino. En cambio, Bolsonaro es notoriamente un defensor de la violencia como manera de actuar, defiende armar a la poblaci¨®n y goza claramente con el dolor ajeno. Bolsonaro cree en la sangre y cree en infligir dolor. Al lado de Bolsonaro, Trump es un ni?o travieso con un tup¨¦ raro. Y Bolsonaro se mueve.
?Cu¨¢ntos brasile?os y brasile?as tienen que morir todav¨ªa?
Brasil ya presenta un n¨²mero de muertos por covid-19 comparable a los grandes proyectos de exterminio de la historia. Y las tumbas siguen cav¨¢ndose a una media de casi 3.000 al d¨ªa. Muchas de estas muertes podr¨ªan haberse evitado si Bolsonaro y su Gobierno hubiesen combatido la covid-19. Esto no es una opini¨®n, es un hecho probado por estudios serios. La sanidad p¨²blica est¨¢ colapsada. La sanidad privada tambi¨¦n est¨¢ colapsada. Ni siquiera sirve de nada tener dinero en Brasil. La gente se muere en la cola, lo que tambi¨¦n est¨¢ demostrado. Los mejores hospitales privados est¨¢n racionando el ox¨ªgeno y diluyendo los sedantes. Y las muertes siguen multiplic¨¢ndose.
La pregunta a las autoridades responsables, en todos los ¨¢mbitos, en la esfera p¨²blica y privada, es: ?cu¨¢ntas brasile?as y cu¨¢ntos brasile?os m¨¢s tienen que morir para que ustedes cumplan con su deber? Muchos de nosotros seguiremos muriendo, pero les garantizo: muchos de nosotros viviremos para nombrar la responsabilidad de cada uno en la historia. Sus nombres se escribir¨¢n con la verg¨¹enza de los cobardes y sus descendientes tendr¨¢n sus apellidos manchados de sangre. No moriremos en silencio. Y los que sobrevivan dir¨¢n el nombre de cada uno de ustedes, d¨ªa tras d¨ªa.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de Brasil, construtor de ru¨ªnas: um olhar sobre o pa¨ªs, de Lula a Bolsonaro. Web: elianebrum.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter, Instagram y Facebook: @brumelianebrum.
Traducci¨®n de Meritxell Almarza
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