El hombre mediano asume el poder
?Qu¨¦ significa transformar lo ordinario en ¡°mito¡± y darle el gobierno del pa¨ªs?
Desde el d¨ªa 1 de enero de 2019, Brasil tiene como presidente a un personaje que jam¨¢s hab¨ªa ocupado el poder por el voto. Jair Bolsonaro es un hombre que no pertenece a la ¨¦lite ni ha hecho nada excepcional. Ese hombre mediano representa a una gran parte de los brasile?os. Hay que aceptar el desaf¨ªo de entender qu¨¦ hace ah¨ª. Y con qu¨¦ segmentos de la sociedad brasile?a se ha aliado para dise?ar un gobierno que re¨²ne fuerzas distintas que se disputar¨¢n la hegemon¨ªa. Aunque existan varias propuestas y s¨ªmbolos del pasado en la elecci¨®n del nuevo presidente, la configuraci¨®n que encarna Bolsonaro es in¨¦dita. En este sentido, ¨¦l es una novedad. Una novedad dif¨ªcil de tragar para la mayor¨ªa de los brasile?os que no le votaron, que eligieron al candidato opuesto o votaron en blanco, nulo o simplemente no fueron a las urnas. Bolsonaro tambi¨¦n encarna el primer presidente de extrema derecha de la democracia brasile?a. El ¡°desto¡± est¨¢ en el poder. ?Qu¨¦ significa eso?
Cuando Luiz In¨¢cio Lula da Silva lleg¨® al Palacio del Planalto por primera vez, en las elecciones de 2002, despu¨¦s de tres derrotas consecutivas, fue un hito hist¨®rico. Los que estuvieron presentes en el discurso de la victoria en la Avenida Paulista, hubieran votado a Lula o no, entendieron que aquel momento marcaba un antes y un despu¨¦s. No habr¨ªa vuelta atr¨¢s. Por primera vez, un obrero, un l¨ªder sindical, un hombre que hizo con su familia la peregrinaci¨®n cl¨¢sica desde el sert¨®n seco del Nordeste hasta la industrializada S?o Paulo de hormig¨®n, alcanzaba el poder. Alguien con el ¡°ADN de Brasil¡±, como dir¨ªa su bi¨®grafa, la historiadora Denise Paran¨¢.
El Lula que conquist¨® el poder mediante el voto era excepcional. Un ¡°hombre del pueblo¡±, sin duda, pero excepcional. Un l¨ªder brillante, que comand¨® las huelgas del ABC paulista, la regi¨®n industrializada del ¨¢rea metropolitana de S?o Paulo, a finales de la dictadura militar (1964-1985) y se convirti¨® en la figura central del nuevo Partido de los Trabajadores (PT), creado para disputar la democracia que volv¨ªa despu¨¦s de 21 a?os de dictadura. Independientemente de la opini¨®n que cada uno pueda tener de ¨¦l hoy, hay que aceptar los hechos: ?cu¨¢ntos hombres con la trayectoria de Lula se han convertido en Lula?
Lula era el mejor entre los suyos, el mejor entre aquellos que los blancos del Sur discriminaban con el mote de ¡°cabeza plana¡±. Aunque su origen y trayectoria llevaban una enorme novedad al poder central de uno de los pa¨ªses m¨¢s desiguales del mundo, la idea de que aquel que est¨¢ considerado el mejor debe ser el escogido para gobernar atraviesa la pol¨ªtica y el concepto de democracia. No se escoge a cualquiera para dirigir un pa¨ªs, sino a aquellos en los que se ven cualidades que los hacen capaces de realizar la esperanza de la mayor¨ªa. En este sentido, no era ninguna novedad. Cuando una parte de las ¨¦lites se sinti¨® presionada a compartir el poder (para mantenerlo), y despu¨¦s de la Carta al Pueblo Brasile?o, firmada por Lula y en la que garantizaba la continuidad de la pol¨ªtica econ¨®mica, lo excepcional llegaba al Palacio del Planalto por medio del voto.
Lo que la llegada de Lula al poder hizo por Brasil y c¨®mo eso influy¨® en el imaginario y la mentalidad de los brasile?os es algo que merece todos los esfuerzos de estudio y an¨¢lisis para que se alcance la justa dimensi¨®n. Pero una gran parte ya ha sido asimilada por quien ha vivido esos tiempos. Muchos ni siquiera perciben los efectos de lo que Lula represent¨® solo por haber llegado al poder porque ya los han incorporado. Como dijo una vez el historiador Nicolau Sevcenko (1952-2014), en otro contexto: ¡°Hay cosas sobre las que no debemos preguntar qu¨¦ har¨¢n por nosotros. Ya lo han hecho¡±.
Marina Silva, derrotada en las ¨²ltimas tres elecciones consecutivas, en las que cada vez ha perdido m¨¢s capital electoral, ser¨ªa otra representante in¨¦dita de una parte de la poblaci¨®n que nunca ha ocupado la silla m¨¢s importante de la Rep¨²blica. A diferencia de Lula, como ya escrib¨ª en este espacio, Marina encarna a otro amplio segmento de brasile?os, mucho m¨¢s invisible, representado por los pueblos de la selva. Carga en su cuerpo quebrantado por contaminaciones y enfermedades que ya no deber¨ªan existir en Brasil una experiencia de vida totalmente diferente de alguien como Lula y otros pobres urbanos. Pero ese es el pasado de Marina.
Cada brasile?o conoce a varios Jair Bolsonaro, o tiene a uno en la familia
Una mujer negra que se alfabetiz¨® a los 16 a?os y trabaj¨® como empleada dom¨¦stica despu¨¦s de dejar el cauchal en la selva amaz¨®nica, emprendi¨® la b¨²squeda por el conocimiento acad¨¦mico y hoy habla m¨¢s como una intelectual de la universidad que como una intelectual de la selva. Tambi¨¦n dej¨® la Iglesia Cat¨®lica vinculada a la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n para convertirse en una evang¨¦lica genuina, de aquellas que viven la religi¨®n en su d¨ªa a d¨ªa, en lugar de instrumentalizarla en las elecciones, como hacen tantos pastores neopentecostales. Si Marina hubiera conseguido llegar al poder, representar¨ªa toda esa compleja trayectoria, pero tambi¨¦n encarnar¨ªa una excepcionalidad entre los suyos. ?Cu¨¢ntas mujeres con la trayectoria de Marina se han convertido en Marina?
Jair Bolsonaro, hijo de un dentista formado en la pr¨¢ctica del interior del estado de S?o Paulo, oriundo de una familia que podr¨ªa definirse como de clase media baja, no representa solo a un estrato social. Representa m¨¢s bien una visi¨®n de mundo. No hay nada de excepcional en ¨¦l. Cada uno de nosotros ha conocido a varios Jair Bolsonaro en su vida. O tiene un Jair Bolsonaro en la familia.
En la campa?a, Bolsonaro no deber¨ªa parecer mejor que sus electores, sino igual
Durante las varias fases republicanas de Brasil, las candidaturas y los candidatos se acordaron entre las ¨¦lites que se disputaban el poder, o fueron el resultado de una disputa entre ellas. El presidente de Brasil m¨¢s popular del siglo XX, Get¨²lio Vargas (1882-1954), que durante parte de su trayectoria pol¨ªtica tambi¨¦n fue un dictador, era un estanciero, hijo de la ¨¦lite gaucha. Aunque durante la Rep¨²blica haya habido algunos presidentes solo medianos, eran por norma hombres oriundos de alg¨²n tipo de ¨¦lite o fortalecidos por ella.
Lula fue una excepci¨®n. Y Bolsonaro es una excepci¨®n. Pero representan dos opuestos. No solo por uno ser de centroizquierda y el otro de extrema derecha. Sino porque Bolsonaro rompe con la idea de excepcional. En lugar de votar al que reconocen como detentor de cualidades superiores, que lo habilitar¨ªan a gobernar, casi 58 millones de brasile?os eligieron a un hombre que se parec¨ªa a su t¨ªo o su primo. O a s¨ª mismos.
Esa disposici¨®n de los electores fue bastante explotada por la exitosa campa?a electoral de Bolsonaro, que apost¨® por la vida ¡°ordinaria¡±, falseando el d¨ªa a d¨ªa prosaico, la improvisaci¨®n y el apa?o en la comunicaci¨®n del candidato con sus electores por las redes sociales. Bolsonaro no deber¨ªa parecer mejor, sino igual. No deber¨ªa parecer excepcional, sino ¡°com¨²n¡±.
Despu¨¦s de resultar elegido, mantuvieron la misma estrategia, como la desordenada mesa del desayuno con la que recibi¨® a John Bolton, el Consejero de Seguridad Nacional del presidente estadounidense Donald Trump. En este sentido, Bolsonaro nunca podr¨¢ considerarse el ¡°Trump brasileiro¡±. Trump, adem¨¢s de pertenecer a una parte muy particular de la ¨¦lite estadounidense, tiene una trayectoria destacada. Bolsonaro no. Como militar, solo se hizo notar por romper las reglas al quejarse del valor de los sueldos en una entrevista a la revista Veja. Como parlamentario durante casi tres d¨¦cadas, consigui¨® aprobar solo dos proyectos de ley. Se le conoc¨ªa m¨¢s por ser un personaje burlesco y follonero.
Cuando el payaso Tiririca sali¨® elegido diputado federal, por ejemplo, su gran resultado se interpret¨® como la prueba de que hab¨ªa que hacer una reforma pol¨ªtica con urgencia. Pero Tiririca fue un gran payaso. En un mundo dif¨ªcil para la profesi¨®n desde la decadencia de los circos, Tiririca consigui¨® encontrar un camino en la televisi¨®n, hacerse un nombre y ganarse la vida. No es poco.
¡°Yo no soy nadie aqu¨ª¡±, afirm¨® en 2011
Bolsonaro no. Su gran haza?a fue ser elegido diputado y conseguir que lo siguieran eligiendo diputado. A continuaci¨®n, poner a todos sus hijos en la senda de esta profesi¨®n sumamente rentable y con muchos privilegios. La ¡°familia¡± Bolsonaro se ha convertido en un clan de pol¨ªticos profesionales que, en estas elecciones, ha conseguido un n¨²mero asombroso de votos. Pero no por tener proyectos e ideas excepcionales.
El nuevo presidente de Brasil se ha pasado casi tres d¨¦cadas siendo un pol¨ªtico de lo que en el Congreso brasile?o se denomina ¡°el bajo clero¡±, un grupo que hace bulto pero que no tienen influencia ni planea las grandes decisiones. El apodo es una alusi¨®n injusta al clero religioso que hace un trabajo de hormiguita, el m¨¢s dif¨ªcil y persistente, siempre peligroso, en el mundo de las iglesias. El propio Bolsonaro ya coment¨® una vez que no ten¨ªa prestigio. Cuando disput¨® la presidencia de la C¨¢mara de los Diputados, en 2017, solo obtuvo cuatro votos de los m¨¢s de 500 posibles. ¡°Yo no soy nadie aqu¨ª¡±, afirm¨® en un discurso en el pleno, en 2011.
En los ¨²ltimos a?os, los diputados del ¡°bajo clero¡± del Congreso han descubierto su fuerza y tambi¨¦n c¨®mo enriquecerse uni¨¦ndose a favor de los intereses que les benefician. O simplemente chantajeando con su voto. Bolsonaro es de esa estirpe. Si ocupaba alg¨²n lugar en el Congreso, era el de buf¨®n. Hasta hace un a?o, pocos cre¨ªan que podr¨ªa ser elegido presidente. Parec¨ªa imposible que alguien que dec¨ªa las barbaridades que dec¨ªa pudiera ocupar el cargo m¨¢ximo del pa¨ªs.
La masa que fue a ver la investidura gritaba: ¡°?WhatsApp! ?Facebook!¡±
Lo que se dej¨® de percibir fue que casi todos ten¨ªan un t¨ªo o un primo exactamente como Bolsonaro. Muy pronto esa evidencia qued¨® patente en los almuerzos de domingo o en las fechas festivas de la familia. Pero, aun as¨ª, parec¨ªa solo una continuaci¨®n de lo que las redes sociales ya hab¨ªan anticipado, al revelar lo que realmente pensaban personas que hasta entonces parec¨ªan razonables. Se dej¨® de ver, quiz¨¢ por negaci¨®n, cu¨¢n numeroso era ese contingente de personas. Los prejuicios y los resentimientos reprimidos en nombre de la convivencia se liberaban y fortalec¨ªan por el comportamiento de grupo de las burbujas de internet. Las redes sociales permitieron que los reprimidos se ¡°desreprimieran¡±, un fen¨®meno que benefici¨® mucho a Bolsonaro.
Los gritos de las personas que ocuparon el c¨¦sped de la Explanada de los Ministerios, en Brasilia, constituyen la parte m¨¢s reveladora de la investidura de Bolsonaro, el d¨ªa 1 de enero. Euf¨®rica, la masa chillaba: ¡°?WhatsApp! ?WhatsApp! ?Facebook! ?Facebook!¡±. Quien quiera comprender este momento hist¨®rico tendr¨¢ que pasar a?os dedicado a analizar la profundidad contenida en el hecho de que los electores griten el nombre de una aplicaci¨®n y de una red social de internet, ambas de Mark Zuckerberg, en la investidura de un presidente que las eligi¨® como canal directo con la poblaci¨®n y, a eso, le dio el nombre de democracia.
Bolsonaro representa, s¨ª ¡ªy mucho¡ª a un tipo de brasile?o que se sent¨ªa arrinconado desde hac¨ªa bastante tiempo. Y particularmente en los ¨²ltimos a?os. Y que est¨¢ dentro de cada familia, cuando no es la familia entera. A todas las familias les gusta pensar que son diferentes o, por lo menos, mejores (o peores, seg¨²n el punto de vista) que las dem¨¢s. La experiencia de una confrontaci¨®n pol¨ªtica determinada por los afectos ¡ªodio, amor, etc.¡ª en estas elecciones ha dejado marcas profundas.
Bolsonaro representa, principalmente, al brasile?o que en los ¨²ltimos a?os ha perdido privilegios
Si no engendrase tantas posibilidades destructoras para el pa¨ªs, el fen¨®meno Bolsonaro ser¨ªa bastante fascinante como objeto de estudio. Sugiero algunas hip¨®tesis para entender c¨®mo el mediano entre los medianos se ha convertido en el presidente de Brasil. Los sondeos de intenci¨®n de voto mostraron que Bolsonaro era el preferido especialmente entre los hombres, y especialmente entre los blancos, y especialmente entre los que cobran m¨¢s. Eso no significa que no haya conseguido muchos votos entre las mujeres, los negros y los que cobran menos. Si as¨ª fuera, Bolsonaro no habr¨ªa salido elegido. Incluso en el Nordeste, la ¨²nica regi¨®n de Brasil en la que perdi¨® frente a Fernando Haddad en la segunda vuelta, Bolsonaro obtuvo un resultado significativo.
El nuevo presidente representa, principalmente, al brasile?o que en los ¨²ltimos a?os ha sentido que perd¨ªa privilegios. No siempre los privilegios se entienden bien. No se trata solo de poder de compra, lo cual es determinante en unas elecciones, sino de lo que asienta una experiencia de existir, lo que hace que el que camina sienta que pisa tierra m¨¢s o menos firme, conozca las se?ales y entienda c¨®mo moverse para llegar adonde necesita llegar.
Varias irrupciones han perturbado este sentimiento de caminar por territorio conocido, en especial para los hombres blancos y heterosexuales. Las mujeres les han dicho con un ¨¦nfasis in¨¦dito que ya no pueden hacer gracietas por la calle ni asediarlas en el trabajo o en ning¨²n lugar. La violencia sexual ha sido expuesta y reprimida. La violencia dom¨¦stica, casi tan com¨²n como el arroz con frijoles (¡°una palmadita no duele¡±) se ha confrontado con la Ley Maria da Penha. Afirmar que una mujer est¨¢ ¡°mal follada¡± se ha convertido en un comentario inaceptable de un neandertal.
En la misma direcci¨®n, los miembros de la comunidad LGBTI se han hecho m¨¢s visibles al exigir sus derechos, entre ellos el de existir, y han pasado a denunciar la homofobia y la transfobia. Figuras p¨²blicas como la historietista Laerte Coutinho se han declarado mujeres sin operarse para sacarse el pene. Lo que est¨¢ entre las piernas ya no define a nadie. Y la posici¨®n de hombre heterosexual en lo alto de la jerarqu¨ªa nunca se ha cuestionado tanto como en los ¨²ltimos a?os.
Tanto es as¨ª que, como reacci¨®n, han surgido propuestas como la de crear el ¡°D¨ªa del Orgullo Heterosexual¡± o el ¡°D¨ªa del Hombre¡± y hasta el ¡°D¨ªa del Blanco¡±. No tiene sentido crear fechas para quien tiene todos los privilegios, pero las propuestas indican que la p¨¦rdida de estos privilegios en particular hace tambalear el mundo de quien siempre ha tenido la colecci¨®n completa de ventajas como derechos inalienables.
En su discurso, Bolsonaro prometi¨® ¡°liberar¡± a Brasil de lo ¡°pol¨ªticamente correcto¡±
Lo que la mayor¨ªa de los hombres entend¨ªan como derecho ¡ªdecir lo que quisieran, especialmente a una mujer¡ª ya no es posible. ¡°Ya no se puede decir nada¡± se ha convertido en una frase cl¨¢sica en boca de estos hombres. Los ya tradicionales chistes de ¡°maricones¡±, un tema cl¨¢sico de fortalecimiento de la identidad de macho, se han vuelto inaceptables. Lo ¡°pol¨ªticamente correcto¡±, que Bolsonaro y sus seguidores tanto atacaron en las elecciones, se ha interpretado como una agresi¨®n directa a los privilegios que se consideraban derechos.
Para un hombre pobre, ya sea blanco o negro, despotricar contra los gais y/o las mujeres en el d¨ªa a d¨ªa puede ser la ¨²nica prueba de ¡°superioridad¡±, mientras enfrenta la masacre diaria de una jornada extenuante y mal pagada. Bolsonaro lo entendi¨® muy bien. En su discurso para la poblaci¨®n aglomerada en la Plaza de los Tres Poderes, el pasado martes, el presidente reci¨¦n investido present¨® el combate a lo ¡°pol¨ªticamente correcto¡± como una de las prioridades de su gobierno. No la espantosa desigualdad social, que hasta los presidentes conservadores cre¨ªan que era bueno citarla, sino la necesidad de ¡°liberar¡± a la naci¨®n del yugo de lo ¡°pol¨ªticamente correcto¡±.
Ya al principio de su discurso, Bolsonaro afirm¨®: ¡°Con humildad y honor me dirijo a todos ustedes como presidente de Brasil y me presento ante toda la naci¨®n hoy como el d¨ªa en que el pueblo empez¨® a liberarse del socialismo, a liberarse de la inversi¨®n de valores, del gigantismo estatal y de lo pol¨ªticamente correcto¡±.
Son esos brasile?os ¡°encadenados¡± los que votaron para retomar sus privilegios, incluyendo el de ofender a las minor¨ªas, como su representante hizo durante toda su carrera pol¨ªtica y tambi¨¦n en la campa?a electoral. Para muchos, el privilegio de volver a tener de qu¨¦ hablar en la mesa del bar, o de que la sobrina empoderada y feminista no lo reprima en el almuerzo de domingo.
Adem¨¢s, las cuotas raciales en las universidades y el Estatuto de Igualdad Racial, conquistas de los movimientos negros reconocidas por los gobiernos del PT, alcanzaron de lleno los privilegios de raza, tan enraizados como los privilegios de clase y de g¨¦nero en Brasil, puede que hasta m¨¢s.
Los negros empezaron a no aceptar pasivamente ser mayor¨ªa en las peores estad¨ªsticas, a tener menos de todo, as¨ª como a morir m¨¢s y m¨¢s temprano. De este enfrentamiento viene la frase que no tiene ning¨²n contacto con la realidad pero que repiten con persistencia Bolsonaro y sus seguidores: que ¡°el PT se invent¨® los conflictos raciales¡±. Est¨¢ claro que, mientras los negros siguieran aceptando su lugar subalterno y mort¨ªfero en la sociedad brasile?a, no habr¨ªa conflicto. Pero esa ¨¦poca ha terminado e incluso espacios que parec¨ªan reservados solo a los hijos de los blancos, como las carreras m¨¢s disputadas de las universidades p¨²blicas, empezaron a ser ocupados por negros.
Para las familias, especialmente las blancas, otro cambio alcanz¨® de lleno un privilegio arraigado que est¨¢ en la formaci¨®n de Brasil y que se alter¨® poco con la abolici¨®n de la esclavitud negra. A principios de la segunda d¨¦cada de este siglo, la ¡°PEC (Propuesta de Enmienda Constitucional) de las Empleadas Dom¨¦sticas¡± le dio a ese gremio, formado mayoritariamente por mujeres, la mayor¨ªa negras, derechos laborales que otros gremios ya ten¨ªan desde hac¨ªa d¨¦cadas, pero que a ellas siempre les fueron negados, como el l¨ªmite de la jornada laboral.
El odio de los bolsonaristas se expresa no por la acci¨®n, sino por la reacci¨®n: la de quien se defiende de lo que cree que es un ataque
Eso hizo que muchas familias de clase media temieran no poder mantener a su esclava contempor¨¢nea haciendo todo el servicio dentro de casa y/o cuidando a sus hijos por un n¨²mero de horas ilimitado. Esa medida afect¨® profundamente a las mujeres blancas de clase media, todav¨ªa hoy responsables en gran medida por la administraci¨®n dom¨¦stica, a pesar de los avances feministas. Las quejas ocupaban todos los espacios. Los derechos de las empleadas dom¨¦sticas se comprend¨ªan como privilegios, cuando en realidad lo que estaba en juego era el privilegio de las mujeres blancas de poder explotar a una mujer negra para que hiciera el servicio dom¨¦stico.
Los derechos de g¨¦nero, clase y raza est¨¢n conectados. El reconocimiento de estos derechos y la ampliaci¨®n del acceso de los negros a espacios que hasta entonces estaban reservados a los blancos tuvo un gran impacto en el resultado electoral y tambi¨¦n en el sentimiento anti-PT. El odio de los bolsonaristas se expresa no por la acci¨®n, sino por la reacci¨®n: la de quien se defiende de lo que cree que es un ataque. Tambi¨¦n por eso sienten que es leg¨ªtimo lanzar las peores y m¨¢s violentas palabras contra el otro. Cre¨ªan ¡ªy todav¨ªa creen¡ª que solo se est¨¢n defendiendo, lo cual, en su visi¨®n de mundo, justificar¨ªa cualquier violencia. Tambi¨¦n por eso, el otro es el enemigo y no el oponente.
Cuando Bolsonaro asume el poder, este hombre siente que tambi¨¦n vuelve a gobernar un mundo que ya no entend¨ªa
Pero ?qu¨¦ ataque creen que sufren? La suspensi¨®n de privilegios que consideraban derechos, agudizada por el desamparo que provocan una crisis econ¨®mica y la amenaza del desempleo. Son gente ¡ªprincipalmente hombres, heterosexuales y blancos¡ª que, en los ¨²ltimos a?os, ha visto el suelo desaparecer bajo sus pies. Excluidos de las ¨¦lites intelectuales, presionados a ser ¡°pol¨ªticamente correctos¡± porque los otros sab¨ªan m¨¢s que ellos, ridiculizados en su masculinidad fuera de ¨¦poca, atemorizados por las mujeres incluso dentro de casa, reaccionan. Como se sienten d¨¦biles, reaccionan con una fuerza desproporcionada.
Estos brasile?os no quieren un hombre mejor que ellos en la presidencia. Lo que quieren es un hombre igual que ellos en el gobierno. En una ¨¦poca en que hasta las met¨¢foras se literalizan, Bolsonaro les devuelve ¡ªliteralmente¡ª lo que sienten que se les quit¨®. Al asumir el poder, Bolsonaro muestra que el orden del mundo vuelve a la ¡°normalidad¡±. Con Bolsonaro, ellos tambi¨¦n vuelven a gobernar sus propias vidas, sin que se les cuestione ni tengan que cuestionarse temas tan espinosos como, por ejemplo, la sexualidad y su sitio en la familia y en la sociedad.
Son principalmente hombres, pero tambi¨¦n son mujeres que sienten que la opresi¨®n es un precio bajo que hay que pagar para volver a un territorio que, aunque sea asfixiante, es conocido y presuntamente m¨¢s seguro en un mundo movedizo. Son brasile?os que pertenecen a diferentes religiones, pero la votaci¨®n m¨¢s expresiva que recibi¨® Bolsonaro fue la de los evang¨¦licos. Las iglesias evang¨¦licas neopentecostales han multiplicado el n¨²mero de fieles y aumentado su representaci¨®n en el Congreso en los ¨²ltimos a?os, encarnando uno de los cambios culturales ¡ªy pol¨ªticos¡ª m¨¢s importantes de Brasil.
Como dijo Bolsonaro en su discurso a las masas, justo despu¨¦s de ser ungido con la banda presidencial: ¡°No podemos dejar que ideolog¨ªas nefastas dividan a los brasile?os. Ideolog¨ªas que destruyen nuestros valores y tradiciones, destruyen nuestras familias, el pilar de nuestra sociedad. Podemos, yo, usted y nuestras familias, todos juntos, restablecer los est¨¢ndares ¨¦ticos y morales que transformar¨¢n nuestro Brasil¡±.
Bolsonaro se convierte en h¨¦roe porque enfrenta lo ¡°pol¨ªticamente correcto¡± y libera los sentimientos reprimidos de sus iguales
Como se sent¨ªan burros ante la intelectualidad acad¨¦mica que siempre los mir¨® por encima del hombro, los bolsonaristas adoptaron sus propios intelectuales. Que tambi¨¦n los adoptaron de vuelta, como hizo Olavo de Carvalho, que, gracias a ello, se ha convertido en un autor de superventas y ha pasado a ejercer su autoproclamado ¡°anarquismo¡± de forma bastante interesante.
Bolsonaro se convierte entonces en aquel que ¡°no tiene miedo de decir lo que piensa¡± o ¡°el que dice la verdad¡±. Bolsonaro se convierte en h¨¦roe porque enfrenta lo ¡°pol¨ªticamente correcto¡± y libera los sentimientos reprimidos de sus iguales. Ellos, que empiezan a sentirse unos mierdas ante mujeres cada vez m¨¢s asertivas y negros que ya no aceptan ocupar un lugar subalterno, pueden volver a mentir diciendo que los privilegios son derechos y afirmar que esta es ¡°la verdad¡±. Bolsonaro predica ¡°transformaci¨®n¡±, pero solo ha resultado elegido porque su propuesta de ¡°cambio¡± trabaja con la ilusi¨®n del retorno. Esta ¡°nueva derecha¡± entiende muy bien los deseos de una parte de los hombres desesperados de esta ¨¦poca.
En el intento de volver a un pasado que ya no puede ser, incluso con Bolsonaro en el poder, los privilegios perdidos se tildan de ¡°ideolog¨ªa¡±. Los que lo ideologizan todo, incluso la orientaci¨®n sexual y las religiones ajenas, culpan a la ideolog¨ªa de todo. Si no les gustan los hechos, como el calentamiento global, los transforman en ¡°ideolog¨ªa marxista¡±. Convierten lo ¡°pol¨ªticamente correcto¡± en una palabrota. Cualquier l¨ªmite se convierte en un ataque a la libertad, en especial la libertad de ser violento. Llaman ¡°comunistas¡± o ¡°izquierdistas¡± a todos los que indican la necesidad de establecer l¨ªmites, como si ambas palabras significaran una especie de pecado capital.
Bolsonaro y sus seguidores corrompen la realidad y afirman su mediocridad como valor
Como se sent¨ªan oprimidos por conceptos que no entend¨ªan, los bolsonaristas descubrieron que podr¨ªan dar a las palabras el significado que les conviniera porque el grupo los respaldar¨ªa. Y, gracias a las redes sociales, el grupo los respalda. El significado de las palabras lo da la cantidad de ¡°me gusta¡± en las redes sociales. Vaciadas de contenido, historia y consenso, vaciadas incluso de las contradicciones y las disputas, las palabras se convierten en gritos, en fuerza bruta.
Y, as¨ª, un hombre mediocre como Bolsonaro se transforma en ¡°mito¡±. Amenazados con perder la diferencia que les garantiza privilegios que ya no pueden tener, Bolsonaro y sus seguidores corrompen la realidad y afirman su mediocridad como valor. Macho. Blanco. Todo un hombre.
Pero ?es este el brasile?o que llega al poder con Bolsonaro? En parte, s¨ª. Pero en parte, no. Esta es la trama que veremos a partir de ahora. Hacerse adulto no es solo una condici¨®n biol¨®gica. En un sentido m¨¢s amplio, es reconocer tus l¨ªmites y responsabilizarte de tus propias decisiones. Bolsonaro, claramente, es un ni?o caprichoso y maleducado que necesita la aprobaci¨®n de los mayores.
Al vislumbrar que Bolsonaro podr¨ªa ganar las elecciones, varios grupos de la ¨¦lite se aproximaron y respaldaron su candidatura. Cada uno con su propio proyecto. Est¨¢ Paulo Guedes, el ultraliberal ambicioso e intoxicado por su propia importancia que quiere hacer historia dirigiendo el superministerio de Econom¨ªa. Est¨¢ Sergio Moro, el juez que ha mostrado que puede saltarse la ley siempre que estorbe su proyecto personal, porque cree que su proyecto personal es p¨²blico y cree saber lo que es mejor para la naci¨®n, como creen todos los que se consideran superiores o, incluso, superh¨¦roes.
?C¨®mo el ni?o Bolsonaro va a lidiar con las disputas en el mundo de los adultos?
Est¨¢n los representantes de la ¡°agroindustria¡±, ¨¢rea que en Brasil se confunde con cr¨ªmenes como grilagem (robo) de tierras p¨²blicas y conflictos agrarios que causan decenas de asesinatos todos los a?os. Avaladores del gobierno del expresidente Michel Temer y tambi¨¦n de la candidatura de Bolsonaro, los ruralistas no solo est¨¢n en el Gobierno, sino que ¡°son¡± el Gobierno.
Este grupo permitir¨¢ que se explote la Amazonia ¡ªsoja, ganado y extracci¨®n¡ª y que se hagan grandes obras. Eso significa, entre otras medidas, cambiar o ¡°regularizar¡± la Constituci¨®n para permitir que las tierras p¨²blicas que solo los ind¨ªgenas pueden usufructuar o las tierras colectivas de los quilombolas (descendientes de esclavos rebeldes) sean explotadas por grupos privados. Una de las primeras medidas de Bolsonaro tras ser investido ha sido la de transferir la demarcaci¨®n de tierras ind¨ªgenas y tierras de quilombolas al Ministerio de Agricultura. Ya el primer d¨ªa, Bolsonaro ha entregado el futuro de la selva y del cerrado a los que lo destruyen.
En el escal¨®n m¨¢s subalterno, est¨¢ un ministro del Medio Ambiente condenado por destruir el medio ambiente, un ruralista escogido por los ruralistas. Est¨¢ una ministra de la cuota evang¨¦lica que cuidar¨¢ de temas tan amplios como los derechos humanos, las mujeres y los ind¨ªgenas, a partir de una lectura literal de la Biblia. Est¨¢ un ministro de la Ciudadan¨ªa que ser¨¢ responsable tambi¨¦n del ¨¢rea de Cultura, pero ya ha afirmado que no entiende nada del tema.
Est¨¢n tambi¨¦n los ministros de la cuota afectiva de Bolsonaro, como el canciller Ernesto Ara¨²jo, que se ha atribuido la tarea de construir la base intelectual de la ideolog¨ªa de Bolsonaro. En un art¨ªculo publicado en una revista estadounidense, el diplom¨¢tico que parece despreciar la diplomacia present¨® una especie de nacionalismo religioso: ¡°Dios a trav¨¦s de la naci¨®n¡±. Y est¨¢ el ministro de Educaci¨®n que cree que el golpe que llev¨® a Brasil a 21 a?os de dictadura tiene que celebrarse. Borrar la historia, sacrificando los hechos en nombre de la ideolog¨ªa, es una de las misiones del gobierno de Bolsonaro.
Y est¨¢, finalmente, el que quiz¨¢s es el grupo m¨¢s significativo, compuesto por siete militares que ocupan puestos clave en el gobierno. No siempre estos grupos est¨¢n de acuerdo sobre qu¨¦ es mejor para Brasil. Es probable que en algunos puntos est¨¦n en profundo desacuerdo. ?C¨®mo va a lidiar con esta disputa de adultos el ni?o Bolsonaro?
?C¨®mo va a enfrentarse a la realidad el ni?o mimado, ahora que la campa?a ha terminado? ?Qu¨¦ pasar¨¢ cuando la corrosi¨®n de los d¨ªas amenace la pasi¨®n de las masas? Y, en el lado opuesto, ?c¨®mo lidiar¨¢n los adultos con el ni?o caprichoso cuando no pueda ser manipulado ¡ªo cuando lo est¨¦ manipulando el grupo adversario¡ª y amenace su proyecto de poder? ?C¨®mo se har¨¢ esa negociaci¨®n? ?Qu¨¦ riesgo hay de ruptura?
Como todo mediocre, Jair Bolsonaro se llena la boca de ignorancia como si fuera sabidur¨ªa. Pero, tambi¨¦n como todo mediocre, en el fondo, muy en el fondo, sospecha que es mediocre. Y busca desesperadamente la aprobaci¨®n de los adultos.
Por ahora, Bolsonaro est¨¢ encantado de tener a un intelectual de la Escuela de Chicago que le dice lo especial que es. A un h¨¦roe de la Operaci¨®n Lava Jato que lo elogia. Y, principalmente, a generales que saludan a un capit¨¢n. Pero la realidad es implacable con las ilusiones.
Para aumentar la posibilidad de que se produzcan conflictos, est¨¢ tambi¨¦n la familia de Bolsonaro, con su tr¨ªo de principitos, esta vez mimados por el padre, que todav¨ªa llama ¡°ni?os¡± a unos chicarrones que no tienen l¨ªmites. Extasiados con el poder, ya han demostrado que les encanta tener audiencia y que la pueden liar gorda. Como padre t¨ªpico de este momento hist¨®rico, Bolsonaro protege a sus ni?os. En este caso, de su propia mediocridad. Los Bolsonaro Junior parecen estar seguros de que son excepcionales y que la realidad se va a doblegar a su voluntad. Si no se doblega, siempre pueden llamar a ¡°un cabo y un soldado¡± para que les hagan el trabajo.
El experimento de Brasil que ahora empieza es fascinante. Aunque solo si vivi¨¦ramos en Marte y si la mayor selva del planeta no estuviera amenazada. En alg¨²n momento, Jair Bolsonaro se mirar¨¢ al espejo y ver¨¢ solo a Fabr¨ªcio Queiroz, polic¨ªa militar y exasesor de su hijo, que no consigue explicar de d¨®nde viene el dinero que ingres¨® en la cuenta de la primera dama. En alg¨²n momento, Jair Bolsonaro podr¨¢ mirarse al espejo y solo ver¨¢ la imagen m¨¢s exacta de s¨ª mismo. Perseguido por la verdad que no podr¨¢ denominar fake news, correr¨¢ hacia las calles para o¨ªr a los Queiroz que gritan: ¡°?Mito! ?Mito! ?Mito!¡±. Pero los gritos se los puede tragar la realidad de los d¨ªas. Entonces sabremos, en toda su magnitud, qu¨¦ significa Bolsonaro en el poder.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes ¨C o Avesso da Lenda, A Vida Que Ningu¨¦m v¨º, O Olho da Rua, A Menina Quebrada, Meus Desacontecimentos, y de la novela Uma Duas. Sitio web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum/ Facebook: @brumelianebrum
Traducci¨®n de Meritxell Almarza
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