Las palabras tambi¨¦n son fr¨¢giles
En la batalla partidista se distorsionan t¨¦rminos como ¡®libertad o ¡®fascismo¡¯
Cuando los laboratorios de comunicaci¨®n de los partidos se ponen en funcionamiento para engrasar una campa?a electoral, las palabras corren grave peligro porque se distorsionan. Es lo que ha ocurrido ante la cita con las urnas del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid. Da igual lo que las palabras puedan significar, ni el uso que se les haya dado anteriormente. Importa poco su historia y menos a¨²n las ambig¨¹edades que llevan dentro. Lo que interesa en la batalla partidista es su capacidad de movilizaci¨®n, las resonancias que despiertan, sus ecos emocionales. Ha ocurrido con la palabra libertad. Se la ha puesto en circulaci¨®n con el af¨¢n de que apuntara en una direcci¨®n concreta: que representara antes que nada una v¨¢lvula de escape ante una presi¨®n intolerable o que expresara alivio frente a la fatiga, como si fuera la mejor herramienta para abrir las ventanas y que entre la luz en tiempos de oscuridad. Una libertad que se pilla al vuelo, disponible detr¨¢s de cada barra de bar, que circula sin problemas y a la que no hace falta m¨¢s que engancharse.
Se ha explicado poco que para poder actuar con libertad son necesarias ciertas condiciones. No estar demasiado amarrado a las necesidades, por ejemplo, sin apenas margen de maniobra, asediado por limitaciones econ¨®micas o maniatado por constricciones a¨²n m¨¢s severas. Pendientes tan solo de sobrevivir es dif¨ªcil ser libres. Puedes salir a tomarte una ca?a, claro, pero igual esa libertad no es la m¨¢s relevante de todas. La tarea de los pol¨ªticos seguramente es la de proponer caminos para conseguir que la gran mayor¨ªa disponga de recursos para construir su futuro. Y que cada cual pueda realmente situarse en esa posici¨®n donde puede elegir. De eso se ha tratado poco en la campa?a, de c¨®mo reducir las alarmantes desigualdades que est¨¢n creciendo y que limitan las oportunidades de tantos y tantos.
Los pol¨ªticos distorsionan las palabras para hacerles decir lo que quieren que digan. Y muchas veces se sirven del brillo de algunas de ellas para colar mercanc¨ªas averiadas. El fil¨®logo de origen jud¨ªo Victor Klemperer fue uno de los m¨¢s brillantes analistas de la lengua que utiliz¨® el Tercer Reich para conseguir que las palabras se pusieran a su servicio. En sus diarios hay un momento en que se detiene en la expresi¨®n por derecho, que Hitler decidi¨® que se utilizara para justificar lo que estaba ocurriendo: ¡°todo hab¨ªa sucedido por derecho¡±. Las distancias con lo que ocurri¨® entonces son abismales, evidentemente, pero la tentaci¨®n de forzar las palabras para sacarles provecho permanece intacta. As¨ª que conviene estar atentos ahora a lo que hay detr¨¢s de esa libertad prometida.
Basta, por otro lado, con abrir cualquier p¨¢gina de esos diarios de Klemperer para hacerse cargo de lo que ocurr¨ªa durante el Tercer Reich, acaso el r¨¦gimen que mejor encarna lo que se entiende por fascismo, otra palabra tambi¨¦n muy utilizada esta temporada. ¡°Es impresionante c¨®mo d¨ªa tras d¨ªa ¡ª escribe el 17 de marzo de 1933, cuando todav¨ªa los nazis no hab¨ªan aplicado sus designios m¨¢s devastadores¡ª, salen en calidad de decretos la pura fuerza bruta, la violaci¨®n de la ley, la m¨¢s repugnante hipocres¨ªa, la m¨¢s brutal bajeza de esp¨ªritu¡±. Poco despu¨¦s, el d¨ªa 19 escribi¨®: ¡°Ya no hay carta, ni conversaci¨®n telef¨®nica, ni palabra dicha en la calle que no pueda ser objeto de denuncia¡±. Las palabras son fr¨¢giles y, si se abusa de ellas, igual terminan por no decir nada.
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