El singular acuerdo de inversiones China-UE
Se ha conseguido amortiguar el da?o de la covid-19 a la econom¨ªa, pero a costa de un incremento en la dependencia, y por lo tanto vulnerabilidad, hacia la potencia asi¨¢tica
En el transcurso de la pandemia, China se ha convertido en el primer socio comercial en bienes de la Uni¨®n Europea. Desplaza de esta posici¨®n a los Estados Unidos, que por otra parte se mantiene como socio principal si incluimos el intercambio de servicios. La buena noticia es que el aumento de las exportaciones ha permitido amortiguar el da?o de la covid-19 a la econom¨ªa de los pa¨ªses europeos, especialmente la alemana, cuyas remesas han aumentado 24%. La otra cara de la moneda, un incremento en la dependencia, y por lo tanto vulnerabilidad, hacia la potencia asi¨¢tica.
El asunto ata?e al acuerdo de inversiones EU-China (CAI por sus siglas en ingl¨¦s) firmado el pasado mes de diciembre y bloqueado por el Parlamento Europeo la pasada semana. Un viraje de 180? que en menos de cinco meses aparca, temporal o permanentemente, siete a?os de negociaciones. El detonante, el cruce de sanciones por abusos de derechos humanos en Xinjiang. En paralelo, los reflejos del presidente Joe Biden para intentar recomponer a tiempo las relaciones transatl¨¢nticas y coordinar una pol¨ªtica com¨²n de aproximaci¨®n a China.
Una primera mirada al CAI pone de relieve las ventajas para los socios europeos: un mayor acceso a un mercado de 1.400 millones de consumidores y la b¨²squeda de posiciones de equilibrio en la balanza comercial, a modo del tratado firmado por Trump en el 2020. Para Beijing, la posibilidad afianzar su anclaje en la UE y poder avanzar el Belt and Road Initiative, el proyecto de infraestructuras y conectividad intercontinental. Como inconveniente de fondo, el riesgo a que las relaciones comerciales sean cautivas de una posible utilizaci¨®n por parte del r¨¦gimen autoritario de Xi Jinping para influir sobre la pol¨ªtica internacional.
En este sentido, resulta aleccionador lo sucedido con Australia, la isla-continente a caballo entre Estados Unidos, su principal aliado pol¨ªtico, y China, primer socio comercial al que destina un 40% de sus exportaciones. A ra¨ªz de solicitar una investigaci¨®n independiente para determinar el origen de la pandemia en la ciudad de Wuhan, Camberra fue penalizada por Beijing con la imposici¨®n de tarifas a sus exportaciones de servicios y manufacturas, generando unas p¨¦rdidas que ascienden a 30.000 millones de euros. De poco sirvi¨® la firma del Acuerdo Estrat¨¦gico Integral en el 2014. Hoy la posici¨®n de Canberra es precaria, y como afirma Jane Golley, directora del Centro Australiano de China en el Mundo, ambos pa¨ªses est¨¢n diversificando sus econom¨ªas en una ¡°carrera hacia el desacoplamiento que Australia no podr¨¢ ganar¡±.
A la luz de la experiencia australiana (sirva tambi¨¦n de muestra las sanciones impuestas en su momento a Noruega por conceder el Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo) convendr¨ªa tener en cuenta la parad¨®jica singularidad del CAI: los r¨¦ditos del ¨¦xito econ¨®mico constituyen su mayor riesgo pol¨ªtico y, por lo tanto, una contingencia para la buscada ¡°autonom¨ªa estrat¨¦gica¡± europea.
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