Terroristas, populistas y antivacunas
Se percibe un creciente dogmatismo cient¨ªfico-sanitario que desincentiva cualquier intercambio cr¨ªtico sobre la forma de abordar la pandemia
Cada ¨¦poca, incluso cada d¨¦cada, tiene su manera de etiquetar al enemigo com¨²n: esa parte de la sociedad que en el imaginario dominante est¨¢ del lado equivocado y a la que hay que combatir. Si nos ce?imos estrictamente a este siglo, en su primera d¨¦cada, tras los atentados del 11-S, la figura del enemigo com¨²n la encarnaban los terroristas isl¨¢micos y, en algunos pa¨ªses, los musulmanes, en general. En la siguiente, tras la Gran Recesi¨®n de 2008, esta figura la representaron los populistas que se movilizaban contra un sistema econ¨®mico y pol¨ªtico que consideraban corrupto. En esta d¨¦cada, cuyo inicio est¨¢ marcado por la pandemia de la covid, parece m¨¢s y m¨¢s evidente que la figura del enemigo com¨²n la personifican los complotistas y los antivacunas que cuestionan el origen accidental de la pandemia y las buenas intenciones de los laboratorios y los gobiernos con sus pol¨ªticas restrictivas y de vacunaci¨®n masiva.
No es que los enemigos comunes forjados en las d¨¦cadas anteriores hayan desaparecido; simplemente, surgen nuevas encarnaciones de esta figura. Tampoco la analog¨ªa entre estas tres etiquetas ¡ªterrorista, populista y complotista¡ª es perfecta, pero s¨ª demuestra lo que muchos pensadores cr¨ªticos explican desde hace tiempo: la creciente necesidad de las sociedades democr¨¢ticas de fraguar un otro que supuestamente amenaza la seguridad, prosperidad y bienestar del cuerpo social. Se busca reforzar el sentimiento de pertenencia del grupo dominante y el consenso sin fisuras en torno a ciertas ideas promovidas desde quienes ejercen el poder. Para los individuos, las comunidades o las ideas que reciben este etiquetaje, las consecuencias son la estigmatizaci¨®n y con frecuencia la discriminaci¨®n y el ostracismo.
Es algo que conocen bien los musulmanes en pa¨ªses de mayor¨ªa no musulmana tras cada nuevo atentado yihadista. Un reciente informe elaborado por Naciones Unidas denuncia que el odio hacia los musulmanes ¡°alcanza proporciones epid¨¦micas y urge a los Estados a actuar¡± para ¡°combatir formas directas e indirectas de discriminaci¨®n contra ellos¡±. El informe aclara, al mismo tiempo, que ¡°la cr¨ªtica de las ideas, los l¨ªderes, los s¨ªmbolos y las pr¨¢cticas del islam no son islam¨®fobas per se; salvo que est¨¦n acompa?adas de odio o prejuicio hacia los musulmanes en general¡±. No siempre es sencillo distinguir entre la mera cr¨ªtica hacia una creencia y el prejuicio hacia quien la practica o a quien se le atribuye por su apariencia. Pero la distinci¨®n es importante, pues, desde la perspectiva de la libertad de expresi¨®n, no se trata de proteger a determinadas creencias o ideas de la cr¨ªtica argumentada, sino a los individuos que las profesan o defienden de ataques o vejaciones que van m¨¢s all¨¢ de esta.
Al mismo tiempo, desde el momento en que un conjunto de creencias o ideas es, sistem¨¢ticamente, tachado por la mayor¨ªa de representantes p¨²blicos y medios de comunicaci¨®n de errado o nocivo para la sociedad, resulta dif¨ªcil, si no imposible, para quienes lo defienden, participar del debate p¨²blico en igualdad de condiciones. Sucedi¨® tras la Gran Recesi¨®n con aquellos economistas y movimientos sociales que cuestionaban las pol¨ªticas de austeridad y exig¨ªan pol¨ªticas redistributivas y un Estado de bienestar reforzado en respuesta a la crisis y que fueron categorizados de populistas. Un t¨¦rmino de las ciencias pol¨ªticas que, a lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada, se ha convertido en un insulto que invalida autom¨¢ticamente la postura de alguien, coloc¨¢ndolo fuera del juego democr¨¢tico. Es significativo que la RAE, que define el t¨¦rmino como ¡°tendencia pol¨ªtica que pretende atraerse a las clases populares¡±, a?ada que es ¡°usado m¨¢s en sentido despectivo¡±.
La historia de las ideas, especialmente las cient¨ªficas, demuestra que algunas de las que se consideraron erradas en el pasado resultaron m¨¢s adelante acertadas y, a la inversa, aquellas que dominaban en un determinado momento resultaron descaminadas a la luz de nuevas evidencias. Es lo que plantean algunos cient¨ªficos que cuestionan el modo en que se est¨¢ gestionando la pandemia, desde las restricciones sanitarias hasta el proceso de vacunaci¨®n, y que a menudo reciben la etiqueta de anticient¨ªficos, complotistas o antivacunas. Se les desacredita ¡ªfrecuentemente, con referencias a su persona y desempe?o profesional¡ª, se les ridiculiza y, finalmente, se les retira la posibilidad de expresarse en los canales de comunicaci¨®n serios. Quienes entendemos que el proceso cient¨ªfico se caracteriza por la duda y el contraste permanente entre teor¨ªas, hip¨®tesis y datos emp¨ªricos, percibimos un creciente e inquietante dogmatismo cient¨ªfico-sanitario que desincentiva cualquier intercambio cr¨ªtico, supuestamente, en nombre del bien com¨²n y, concretamente, de la salud p¨²blica.
Conviene recordar que hoy, algo m¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s de la Gran Recesi¨®n, las pol¨ªticas de estimulaci¨®n de la demanda que en aquel entonces se consideraron populistas ¡ªy, por tanto, nocivas porque aumentaban la deuda p¨²blica¡ª se est¨¢n adoptando por numerosos gobiernos para hacer frente a la crisis postpandemia. ?Suceder¨¢ algo parecido en el futuro con algunos de los planteamientos defendidos hoy por complotistas y antivacunas?
Olivia Mu?oz-Rojas es doctora en Sociolog¨ªa por la London School of Economics e investigadora independiente. oliviamunozrojasblog.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.