El palacio de los espejos
?Qu¨¦ cambiar¨¢ en el mundo del arte tras la pandemia, si es que cambia algo?
Como tantos escritores y artistas que siempre echamos en falta tener m¨¢s tiempo y m¨¢s tranquilidad para crear, acab¨¦ llegando a la misma conclusi¨®n que todo el mundo: era imposible concentrarse durante aquellas semanas de confinamiento, de encierro forzoso en casa, cercados por la inquietud y el asombro y con el recuento diario y constante del n¨²mero de v¨ªctimas en todo el mundo.
Intent¨¦ hacer como si nada y aprovechar ese tiempo, pero eso implicaba obligarme a trabajar, casi con la amenaza interior de ¡°aprovechar ahora, porque pronto ya no ser¨¢ posible¡±. Y, por desgracia, esa no es forma de crear, sobre todo cuando adem¨¢s llegan los que quieren dar ¨¢nimos: ¡°Por lo menos debes de estar contenta de estar en casa, es ideal, ?no?¡±.
No es ideal, no, por la imposibilidad de ver a nadie. En estos oficios, ver a la gente, a los amigos, encontrarse por casualidad con conocidos, tener conversaciones informales, es lo que hace que surjan ideas, que circulen, cuando intercambiamos nuestras impresiones sobre lo que estamos leyendo, las exposiciones que hemos visitado, los espect¨¢culos, las pel¨ªculas: lo que cada uno ha visto, lo que ha descubierto, alimenta la imaginaci¨®n y la curiosidad por ¨®smosis; no dejamos de compartir los hallazgos, de contarnos lo que nos apasiona en cada momento: ¡°?Todav¨ªa no has visto eso?¡±. ¡°No, no lo conozco¡±. ¡°?Que no lo conoces?¡±.
En lugar de mantener esta puesta al d¨ªa constante entre la actualidad y la relectura de un cl¨¢sico que uno ha redescubierto y otro promete que va a descubrir, o las animadas discusiones sobre las redes sociales y los influencers, sobre esa joven con 30.000 seguidores cuyo momento de gloria consiste en mostrar muy sonriente c¨®mo friega su ba?era ¡ªlo que da pie a una competici¨®n de superlativos relacionados con el adjetivo lamentable¡ª, no ten¨ªamos nada que hacer m¨¢s que ocuparnos d¨ªa a d¨ªa de las cosas m¨¢s b¨¢sicas y materiales. La compra. Eso nos mantuvo ocupados durante esos largos meses, la compra y las comidas. Hasta que entr¨® el virus en la familia y entonces hacer la compra se convirti¨® en el grial, en un horizonte lejano, durante aquellos 10 d¨ªas en los que no pudimos poner un pie fuera. Nunca he tenido tantas ganas de salir a la calle con una cesta.
Durante el primer confinamiento, al contrario que Jes¨²s, no me ocup¨¦ de los asuntos de mi padre sino de mi trabajo art¨ªstico. Justo entonces yo ten¨ªa que empezar a dise?ar un cat¨¢logo monogr¨¢fico en el que se pudiera revisar e inventariar unos cuantos a?os de producciones diversas. De modo que pas¨¦ tiempo tratando de encontrar, clasificar, ordenar y buscar en mis archivos. Utilic¨¦ mucho la escalera plegable. Al principio quedamos muchas veces con el grafista y la editora; despu¨¦s pasamos al teletrabajo. Describir por correo o por tel¨¦fono lo que una imagina es un poco m¨¢s laborioso. ¡°Estaba pensando que podr¨ªamos poner la imagen de la monta?a nevada y el paseante del jersey rojo arriba y a la izquierda de la p¨¢gina y la del coche amarillo y el pino pi?onero un poco m¨¢s abajo, a unos cinco cent¨ªmetros. No, esa en la que el tipo observa el Gran Ca?¨®n bajo un cielo muy azul. Esa no, la otra. Espera, hago una foto y te la env¨ªo¡±. ¡°Ah, vaya, me parece que nos hemos entendido mal. Era exactamente lo contrario. Espera, te mando otra foto¡±.
Explorar el universo propio y crear un inventario completo es una labor trabajosa y un poco desagradable. Es como cuando o¨ªmos nuestra propia voz grabada: solo nos fijamos en los tics, el tono parsimonioso y las vacilaciones. Durante esta paciente reconstrucci¨®n, he tenido la impresi¨®n de perderme en un laberinto de cristales y espejos, como aquel al que ¨ªbamos cuando era ni?a, en un parque de atracciones vetustas y deliciosamente angustiosas. Al principio era divertido encontrarse en ese d¨¦dalo de cristal en el que nos ve¨ªamos multiplicados y la percepci¨®n del espacio se trastocaba por completo. Y enseguida, en pleno recorrido, pens¨¢bamos que nunca conseguir¨ªamos salir de all¨ª, que nunca volver¨ªamos a tener m¨¢s horizonte que nuestro propio reflejo, nuestro aspecto de p¨¢nico y el de otras familias que sobreactuaban y exageraban el lado c¨®mico de la situaci¨®n: ¡°Ja, ja, ja, qu¨¦ divertido¡±, cuando, en realidad, pensaban: ?Alguna vez saldremos de esta trampa que recuerda, en m¨¢s feo, al ¨²ltimo plano de La dama de Shanghai?
Sin esta obligaci¨®n de permanecer encerrados no s¨¦ si habr¨ªa subido y bajado tanto la famosa escalera para coger revistas apiladas en la parte de arriba, para averiguar cu¨¢nto duraba un v¨ªdeo, comprobar la ortograf¨ªa de un nombre, el t¨ªtulo exacto de una exposici¨®n y redescubrir una obra radiof¨®nica que hab¨ªa olvidado, con el misterioso nombre de Les ¨¦pinards (Las espinacas).
Como la creaci¨®n de este libro ha coincidido con este cara a cara obligado, lo he titulado Palais des glaces (Palacio de los espejos).
Val¨¦rie Mr¨¦jen es escritora y videoartista.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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