Nadie se ba?a dos veces en el mismo Lorca
Al cumplirse 85 a?os del crimen del poeta granadino prosigue la hiperactiva multiplicidad de interpretaciones, apropiaciones, versiones, investigaciones en torno a su obra
Un aniversario tan lacerante como el de los 85 a?os del crimen de Federico Garc¨ªa Lorca, el 18 de agosto, alienta tambi¨¦n un reverso de atenci¨®n sobre la actualidad de su obra y sobre la sugesti¨®n de juventud y madurez intr¨¦pida, que su escritura irradia.
La hiperactiva multiplicidad de interpretaciones, apropiaciones, versiones, investigaciones, ¨¢ngulos y refrescantes puestas en relaci¨®n por parte de sus lectores, revela una revitalizaci¨®n que produce efectos de transmutaci¨®n creadora, cada vez que se lleva a cabo el contacto con su escritura. Pero parafraseando al famoso cl¨¢sico, nadie se ba?a dos veces en el mismo Lorca.
¡°La virtud m¨¢gica de un poema¡±, dijo ¨¦l en 1933, ¡°es estar siempre enduendado para bautizar con agua oscura a todos los que lo miran¡±. ?Es eso lo que sucede cuando se leen, o, mejor cuando se ¡°miran¡± ¡ªcomo ¨¦l dice¡ª sus obras? La vista, en todo caso, como se?al¨® John Berger, es lo que establece nuestro lugar en el mundo circundante.
?Mirar al poema, entonces, dispone ese lugar? ?Esos versos bautizan, sit¨²an en el mundo a trav¨¦s de la unci¨®n del agua de lo secreto o lo doloroso? En mi caso, puedo decir que s¨ª, que al mirar los poemas, las obras teatrales y la prosa de Lorca ¡ªincluyendo, desde luego, su epistolario, pasmoso por su sentido de la comunicaci¨®n y el estado de gracia del lenguaje¡ª se establece, en gran medida, mi lugar en el mundo.
Durante mi adolescencia y, sobre todo, en mis primeros a?os de estudiante en la Facultad de Letras de Granada, cuando mi mayor aspiraci¨®n consist¨ªa en llegar a escribir alg¨²n d¨ªa ¡ªcuanto antes, mejor¡ª un buen poema, la obra de Lorca significaba el mayor ejemplo de entusiasmo y esplendor po¨¦tico a mi alcance, al mismo tiempo que la m¨¢xima representaci¨®n escrita de una lucha personal de naturaleza doble, que parec¨ªa mirarme: la de llevar a cabo una toma de la palabra de car¨¢cter homosexual ¡ªyo interrogaba ansiosamente cada uno de sus textos acerca de la expresi¨®n de su deseo¡ª, y la de reinventar, de alguna forma, el mundo circundante, el entorno natal, sac¨¢ndolo de las cenizas provincianas.
Una de las virtudes singulares de Lorca reside en su pasi¨®n, trufada de ternura joven, por comprender. Comprender un espacio, un ser, un sentimiento, un apetito. A menudo, el desarrollo material que lleva aparejada esa pasi¨®n, se desenvuelve en la producci¨®n efusiva de im¨¢genes que parecen buscar ¡ªcomo si aplicara una lupa hiperpotente¡ª, por un lado, qu¨¦ cosas invisibles transforman las cosas en visibles delante de nosotros, sin que habitualmente nos percatemos, y por otro, qu¨¦ sentido profundo tienen las cosas como im¨¢genes emotivas. Como si estuviera levantando piedras en el campo y descubriese mara?as de lombrices e insectos, son muchos los poemas, desde Libro de poemas hasta Div¨¢n del Tamarit, en los que Lorca indaga qu¨¦ hay debajo, o detr¨¢s, de lo que se mira, frente a una descripci¨®n misteriosamente limpia ¡ªque en realidad se ofrece como provocaci¨®n¡ª.
En ocasiones esto ocurre de manera expl¨ªcita, por ejemplo, en el poema ¡®Capricho¡¯, de Suites o en ¡®Nueva York (Oficina y denuncia)¡¯, de Poeta en Nueva York, por citar dos casos posicionados formalmente en los extremos. Tanto en el corte de graciosa canci¨®n tradicional del primero, como en el verso libre, dram¨¢ticamente amalgamado, del segundo, el virtuosismo r¨ªtmico funciona como una analog¨ªa exacta del sentido de las im¨¢genes transmitidas, como una convergencia clave.
El deseo de comprensi¨®n en la escritura de Lorca implica un deseo de comprenderse y ser comprendido. Hay un elemento relevante de autoexploraci¨®n y de llamada de auxilio, que recorre toda su obra como un nervio. Para muestra, un bot¨®n conocido: ¡°Porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,/ pero s¨ª un pulso herido que sonda las cosas del otro lado¡± (¡¯Poema doble del Lago Ed¨¦n¡¯).
Otra vez, entonces, el sondeo que descubre el otro lado de las cosas, y una identidad indefinida, ideal, que puede relacionarse con la segunda oportunidad de inocencia durante la madurez ¡ªa fuerza de acercarse con decisi¨®n a quien fue de joven¡ª, a la que se refiere Camila Sosa en su centelleante texto a la escritura y al travestismo, El viaje in¨²til.
La ininterrumpida capacidad de transformaci¨®n de la obra de Lorca, dejada, digamos, sola, y en relaci¨®n con sus lectores, creo que tambi¨¦n est¨¢ relacionada, de modo relevante, con el singular aire de desamparo que emana de sus poemas. Que sea un desamparo en compa?¨ªa, buena o mala, desde luego no lo aminora y, en ocasiones, incluso, lo incrementa, como sucede en los poemas neoyorquinos. Pero se trata, sobre todo, de un sentimiento que congenia con la ¡°nativa necesidad de belleza nueva¡± que adjudic¨® a G¨®ngora, en su conferencia sobre ¨¦l, y que podemos perfectamente atribuir al propio Lorca, al pulso extensible de su fatalidad po¨¦tica.
Luis Mu?oz es poeta. Su libro m¨¢s reciente es Vecindad (Visor).
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