Pasados los 50: ¡®Let it be!¡¯
Se nos echa encima un sistema burocratizado en el que solo las estad¨ªsticas cuentan, pero la solidaridad intergeneracional no estriba solo en la compensaci¨®n del ¨ªndice de las pensiones
Las primeras hornadas de los babyboomers empiezan a jubilarse. Por este nombre se conoce a la nutrida generaci¨®n que protagoniz¨® la explosi¨®n demogr¨¢fica de finales de los cincuenta a los ¨²ltimos a?os setenta en Espa?a, y que dio buena cuenta de una etapa larga de desarrollismo que comienza con la t¨ªmida reconstrucci¨®n de un pa¨ªs en plena era franquista y llega hasta los ¨²ltimos estertores del dictador, en los inicios de la democracia. Los que nos encontramos en la mitad de esa franja ¡ªnacidos a mediados de los sesenta¡ª ten¨ªamos a unos primos, amigos o hermanos mayores bien curiosos. ?ramos ni?os cuando muchos de ellos estrenaban su adolescencia en la concienciaci¨®n c¨ªvica y pol¨ªtica y, sobre todo, en las aulas. Fueron los primeros hijos de la clase trabajadora que tuvieron acceso a la educaci¨®n superior, que se generaliz¨® plenamente entre los nacidos en los sesenta. ?bamos a sus casas y all¨ª o¨ªamos por primera vez hablar de ¡°una carrera¡±. All¨ª ve¨ªamos a estos j¨®venes sonrientes y confiados y all¨ª se o¨ªa el rumor del futuro. Los primeros estribillos en ingl¨¦s, y un himno por encima de todos: Let it be. Ambas cosas, la educaci¨®n universitaria y la cultura musical popular un¨ªan por primera vez a j¨®venes de clases y or¨ªgenes muy diferentes en Espa?a.
Esa canci¨®n, Let it be, que yo o¨ª por primera vez en el piso de mis primos de Burela, es un hermoso himno que cuenta la historia de una madre muerta que visita a su hijo en sue?os y pronuncia las palabras sabias: Let it be. Todo est¨¢ bien. D¨¦jalo. D¨¦jalo estar. La m¨²sica de la canci¨®n transmite como pocas ese sentimiento de parad¨®jica alegr¨ªa nost¨¢lgica, de desprendimiento y poder, de seguridad y confianza a¨²n en la p¨¦rdida, y quiz¨¢s m¨¢s en la p¨¦rdida.
Mis primos de Burela eran hijos de madre viuda, como mi amigo Ram¨®n Eiras, nacido el mismo a?o que su padre perd¨ªa la vida en el mar. No era nada raro que esas madres y abuelas que hab¨ªan criado solas a sus hijos, con una pensi¨®n exigua y en circunstancias dif¨ªciles, levantaran a sus v¨¢stagos como pr¨ªncipes, con un destino de pr¨ªncipes. Es lo que fueron y lo que son nuestros primos hermanos y nuestros inmediatos referentes, mujeres y hombres j¨®venes empujados por ese sue?o de libertad que se encaminaba a la igualdad plena de derechos. Comenzaba con ellos la aut¨¦ntica revoluci¨®n c¨ªvica y cultural de nuestro pa¨ªs.
Me remito a aquellos primeros chicos que nos gustaban y pienso en Ram¨®n Eiras porque se parec¨ªa mucho a Paul McCartney. Todav¨ªa se parece, m¨¢s de lo que Paul McCartney a ¨¦l mismo. No han pasado por Ram¨®n los a?os como para Paul. No le ha hecho falta ning¨²n lifting para conservar su belleza original desde aquellos dieciocho o veinte hasta los actuales ?sesenta y tres! Me da la noticia su mujer y mi amiga Montse. ?No puede ser! Pero si nosotros tenemos cincuenta y cinco, las cuentas salen... Let it be.
Me acuerdo de Ram¨®n Eiras y de McCartney porque s¨¦ que me entender¨¢n los miles de boomers que dejan ahora el list¨®n muy alto para el relevo generacional de educadores que se avecina. Cuarenta a?os dando la batalla en las aulas como profesor de ESO en el Mart¨ªnez Otero, un colegio de curas al que Ram¨®n Eiras, como muchos de sus compa?eros de generaci¨®n, aport¨® juventud, vitalidad, talento, energ¨ªa y ansias de superaci¨®n a las sucesivas generaciones de chavales que han pasado por sus clases de Historia, por sus entrenamientos de baloncesto. Gente que ha dejado la piel en los colegios, que ha cre¨ªdo en un proyecto educativo, que ha cre¨ªdo y cree que la educaci¨®n nos hace libres. Y probablemente cueste seguir creyendo. Let it be. Como cualquiera que se entrega a una vocaci¨®n en cuerpo y alma, a los de verdad les basta con ejercerla y poner en ella su coraz¨®n para saber que as¨ª ser¨¢, las cosas no pueden ser de otro modo, cuando se planta una semilla esa semilla crece, germina.
El mar sigue movi¨¦ndose, no se le puede pedir que est¨¦ quieto. A veces pega un buen zarpazo y hunde el barco, pero al d¨ªa siguiente amanece maino y no hay puertos en toda Galicia para abastecer de pesca. Ram¨®n es un buen ejemplo de esa multiplicaci¨®n de peces. Montones de alumnos a los que ha empujado a flote, a los que ha descubierto un sue?o, una vocaci¨®n. La herencia que deja en sus redes, que son las redes de la ense?anza y del rigor, de la empat¨ªa y del esfuerzo son las redes que reciben como un tesoro los que llegan ahora.
Los hijos de los babyboomers empiezan a acceder a un puesto en la educaci¨®n despu¨¦s de a?os de oposiciones congeladas. Hemos taponado con nuestra contribuci¨®n a la demograf¨ªa y a la cultura del pa¨ªs a varias generaciones a la espera de una oportunidad. J¨®venes reci¨¦n licenciados adquieren su primer puesto de trabajo en la educaci¨®n secundaria. Tomar¨¢n ese relevo con la misma ilusi¨®n que lo hizo mi amigo Ram¨®n Eiras, y si no se equivocar¨¢n. No se puede culminar una trayectoria profesional sin vocaci¨®n y sin ilusi¨®n hasta el ¨²ltimo d¨ªa, con los ojos puestos en las mentes de 12, 14, 15 a?os. Porque un profesor nunca se jubila. Un profesor permanece en la memoria de sus alumnos y se hace m¨¢s grande en ella. La ilusi¨®n de esos 40 a?os de pelea es el verdadero homenaje, y va por Ram¨®n Eiras, por Emilio Legazpi, por todos los que han sabido transmitir su ilusi¨®n, su fe en los j¨®venes y sus palabras sabias.
Las cosas quiz¨¢s no est¨¦n bien, se nos echa encima un sistema burocratizado en el que solo las estad¨ªsticas cuentan, pero la solidaridad intergeneracional no estriba solo en la compensaci¨®n del ¨ªndice de las pensiones, tambi¨¦n en la integraci¨®n de los descendientes de los inmigrantes, en la fe en ese nuevo contingente de sue?os por cumplir y de savia nueva. Tal vez la educaci¨®n y la cultura no nos aseguran ser millonarios. Nuestros Ram¨®n Eiras no se han dedicado a la cultura del pelotazo ni a la formaci¨®n de esp¨ªritus gregarios y conformistas. Han plantado otra clase de ra¨ªces. Ra¨ªces que son muy profundas cuarenta a?os despu¨¦s, que vienen de lejos y que Zuckerberg se las ver¨¢ y se las desear¨¢ para replicar en su metaverso.
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