Las hijas de Judith
Mientras el aborto permanezca en el C¨®digo Penal de Colombia, campesinas, j¨®venes pobres y migrantes temerosas seguir¨¢n acudiendo a garajes clandestinos
Antes de las pa?oletas verdes, del pu?o alzado, de los altavoces y del clamor ¡°saquen sus rosarios de nuestros ovarios¡±; antes de la Sentencia C-355 de 2006, que despenaliz¨® en tres casos la interrupci¨®n voluntaria del embarazo (IVE) en Colombia, Judith ya conoc¨ªa el peso de la persecuci¨®n y la liviandad de la libertad que entra?a el aborto.
La decisi¨®n de la Corte Constitucional sobre dos demandas que buscan eliminar el delito de aborto del C¨®digo Penal ha quedado en suspenso por el impedimento declarado por uno de los nueve magistrados ante la Sala Plena en Colombia. Una pr¨®rroga que es, en s¨ª misma, una met¨¢fora: deja en espera a quienes no pueden ni quieren esperar.
Si alguien sabe de ello es la antrop¨®loga Judith Botero, y no solo por ser la madre de cuatro hijos. Despu¨¦s de haberse sometido a dos abortos clandestinos, desde 1986 lucha por el derecho a decidir de las mujeres m¨¢s vulnerables del departamento de Antioquia.
?Qu¨¦ esperan Judith y tantas mujeres como las que ha acogido durante d¨¦cadas?
Desde hace m¨¢s de un a?o, en manifestaciones p¨²blicas, paneles con expertas, y en las redes sociales virtuales, miles de ciudadanas y colectivos feministas han agitado sus pancartas, entre bailes y cantos: ¡°Yo no soy delincuente, yo no soy criminal, mi Causa Justa, es mi libertad¡±. Ellas han clamado por ese quinto voto que, entre nueve magistrados, definir¨ªa la eliminaci¨®n del delito de aborto en Colombia.
Con la llegada al Alto Tribunal de las demandas del movimiento Causa Justa y del ciudadano Andr¨¦s Mateo S¨¢nchez, las iniciativas provida encendieron sus alarmas mediante acciones como la organizaci¨®n de peticiones masivas con HazteOir o la demanda de Natalia Bernal, que buscaba retroceder y penalizar el aborto en todos los casos. La Corte se declar¨® inhibida.
Los dos grandes modelos mundiales se basan en restricciones a la pr¨¢ctica de la IVE por tiempo de gestaci¨®n o por causales. En Latinoam¨¦rica, la despenalizaci¨®n navega entre la tormenta: a finales de 2020, Argentina la aval¨® para las primeras semanas de gestaci¨®n. En septiembre de 2021, la Suprema Corte de Justicia de M¨¦xico declar¨® inconstitucional criminalizar el aborto y reconocer el derecho a la vida desde la concepci¨®n. El fallo, que cobijaba las legislaturas de Coahuila y Sinaloa, sent¨® un precedente para los dem¨¢s estados.
Aunque los avances en pa¨ªses como Uruguay y Cuba son loables, la regi¨®n sigue con un lunar en materia de derechos humanos: El Salvador, Honduras, Nicaragua, Rep¨²blica Dominicana y Hait¨ª penalizan, sin excepci¨®n, el aborto.
En Colombia, la Corte Constitucional est¨¢ a cargo dada la incompetencia hist¨®rica del Congreso para legislar sobre asuntos que ata?en a la vida digna, como la eutanasia y aborto.
Esta discusi¨®n, aparentemente tan urbana, desvela su realidad en Colombia: seg¨²n cifras de la Fiscal¨ªa, entre los a?os 2010 y 2017 97 % de las mujeres denunciadas por aborto eran habitantes de ¨¢reas rurales.
En un popular sector intelectual de Medell¨ªn, me encuentro con Judith, una leyenda viva del feminismo. Acude a nuestra cita en ropa deportiva, afloja su barbijo y pide una cerveza ¡°al clima¡±. En 1979, un m¨¦dico extranjero le practic¨® un aborto con la t¨¦cnica de aspiraci¨®n manual endouterina. A?os despu¨¦s, cuando lo necesit¨® de nuevo, se enter¨® de que el doctor hab¨ªa desaparecido: ¡°Una mujer de clase alta, ante un obispo de la Catedral Metropolitana, confes¨® que se hab¨ªa practicado un aborto. ?l le dijo que si no le contaba qui¨¦n lo hab¨ªa hecho, no le daba la absoluci¨®n¡±. La polic¨ªa lo captur¨® en una operaci¨®n con una agente encubierta, fue a dar a la c¨¢rcel y luego regres¨® a su tierra natal.
En 1986, trabaj¨® como orientadora en una organizaci¨®n de salud dedicada a la atenci¨®n del ¡°Tratamiento al aborto incompleto¡±. Las pacientes proven¨ªan de todas las clases sociales y rincones de Antioquia. Las campesinas suelen ser quienes tienen m¨¢s clara la necesidad de decidir sobre la maternidad, asevera Judith.
Una vendedora de loter¨ªa del Carmen de Viboral (Oriente antioque?o) a quien acud¨ªan las adolescentes del pueblo, concret¨® una cita con Judith para una campesina de sexto grado, embarazada por su profesor. La ni?a nunca lleg¨®: ingiri¨® un qu¨ªmico para fumigar huertas. Cuando el padre fue a recoger el cuerpo a la morgue, el m¨¦dico forense le dijo: ¡°Su hija estaba en embarazo¡±. Y ¨¦l respondi¨®: ¡°Entonces, mejor as¨ª¡±.
?Qu¨¦ inger¨ªan las mujeres que llegaban a aquel servicio de urgencias? ¡°El aguardiente alem¨¢n [purgante] o brebajes de siete hierbas con cerveza o caf¨¦ muy caliente y Mejoral¡±. Tambi¨¦n se introduc¨ªan sin precauci¨®n sondas vesicales en el ¨²tero.
La instituci¨®n dur¨® dos a?os: fue clausurada por amenazas de bomba, e intimidaciones de monse?or Alfonso L¨®pez Trujillo. Dos d¨¦cadas pasaron para que la sociedad conservadora se volviera a volcar contra otro proyecto de salud que contemplaba la pr¨¢ctica de la IVE: la ¡°Cl¨ªnica de la Mujer¡±. El entonces procurador Alejandro Ord¨®?ez (hoy embajador de Colombia ante la OEA) envi¨® una delegaci¨®n para acabar con el proyecto original. Y lo logr¨®. Ning¨²n alcalde de Medell¨ªn se ha atrevido a recuperarla.
Desde 1989 hasta 2006 (Sentencia C-355), Judith permaneci¨® en la clandestinidad.
Mientras el aborto permanezca en el C¨®digo Penal, campesinas, j¨®venes pobres y migrantes temerosas de la reacci¨®n de las autoridades seguir¨¢n acudiendo a garajes clandestinos, donde buscan el camino al ¨²tero con pinzas de legrado, agujas de malla, cebollas juncas y jeringas con sal. O morir¨¢n intoxicadas en rituales que incluyen bebedizos preparados con hierbas innombrables, mezcladas incluso con p¨®lvora.
La eliminaci¨®n del delito permitir¨ªa construir un modelo garantista y protector de las mujeres m¨¢s vulnerables. De avalarse un sistema de plazos, las mujeres rurales, violadas en las zonas de conflicto o v¨ªctimas de incesto, seguir¨¢n a la deriva: no todas encuentran a una Judith que las acoja.
Las barreras al aborto est¨¢n cimentadas sobre el delito: si se elimina del C¨®digo Penal, desaparecen los obst¨¢culos en el servicio de salud. De lo contrario, prevalecer¨¢n las dilaciones en autorizaciones por parte de funcionarios del sector m¨¦dico y las objeciones de conciencia institucionales. Dichas conductas, con base en prejuicios ideol¨®gicos o religiosos, seguir¨¢n impunes.
Eliminar el delito no significa dejar de regular el aborto sino inscribirlo en el campo de la salud.
A pesar de que esta pr¨®rroga parece un fracaso, Colombia est¨¢ frente a un triunfo indiscutible: inscribir la discusi¨®n en el ¨¢mbito de la salud de las mujeres.
Hace 18 a?os, cuando cruc¨¦ el umbral del consultorio del m¨¦dico que me practicar¨ªa un aborto ilegal, me atormentaba el eco de Shakira: ¡°Un ni?o nacer¨ªa y ya sab¨ªas la fecha [¡] Fuiste donde el doctor a acabar con el problema¡±. La cr¨®nica de esa canci¨®n ¨C¡±Se quiere, se mata¡±¨C alg¨²n d¨ªa ser¨¢ historia. Y en Colombia todas ser¨¢n hijas de Judith: mujeres que deciden ser o no ser madres¡ con libertad.
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