Flaubert en globo
El autor de ¡®Madame Bovary¡¯ diagnostic¨® a su generaci¨®n como la que hab¨ªa llegado ¡°demasiado pronto y demasiado tarde¡±
A Gustave Flaubert le pill¨® la revoluci¨®n de 1848 visitando Par¨ªs. Cuando su amante Louise Colet le pregunt¨® su opini¨®n sobre lo que acababa de suceder, le contest¨®: ¡°Pues bien, todo esto es muy gracioso. Hay caras descompuestas y muy regocijantes de ver. Me deleito profundamente al contemplar todas las ambiciones aplastadas¡±. Mucho tiempo despu¨¦s, en 1870, cuando Francia entr¨® en guerra con Prusia, Flaubert le dec¨ªa en una carta a la escritora George Sand: ¡°Lloro por los puentes cortados, los t¨²neles hundidos, todo ese trabajo humano perdido, ?una negaci¨®n tan radical!¡±. He ah¨ª el oso, un tipo que miraba el mundo desde una distancia tan sideral que lo mismo pod¨ªa re¨ªrse de los afanes de cuantos hab¨ªan arriesgado sus vidas en las calles para tirar abajo la monarqu¨ªa de Luis Felipe I que conmoverse por las p¨¦rdidas materiales que estaban produci¨¦ndose al mismo tiempo que las carnicer¨ªas en los campos de batalla. ¡°Reflexiona sobre el hecho de que tanto nuestras alegr¨ªas como nuestras desgracias solo son ilusiones ¨®pticas, efectos de luz y de perspectiva¡±, le dijo a su amante en otra carta del 16 de diciembre de 1846. Y en una anterior: ¡°Fatalista como un turco, creo que todo lo que podemos hacer por el progreso de la humanidad y nada es absolutamente lo mismo¡±.
El domingo se cumplen 200 a?os del nacimiento de Flaubert, acaso uno de los mayores novelistas del siglo XIX ¡ªes decir: de todos los tiempos¡ª, el autor de Madame Bovary, el escritor que trabaj¨® de manera obsesiva en cada frase para que llevara dentro exactamente lo que ten¨ªa que llevar, sin grasa alguna, sin sentimentalismos gratuitos: parca, si a eso obligaba el quitarle las adiposidades innecesarias. Su prosa avanza con una naturalidad y elegancia imponentes, y cuanto se propon¨ªa decir queda dicho con tanta solvencia que causa asombro. Tambi¨¦n en sus cartas. Ahora en El hilo del collar: Correspondencia, Antonio ?lvarez de la Rosa ha hecho una generosa selecci¨®n de las casi 4.500 conocidas que dej¨®, y las ha presentado cronol¨®gicamente. Ah¨ª est¨¢ el joven que va construyendo su mirada para dedicarse a la literatura, el hombre que escudri?a cuantos recovecos tiene la pasi¨®n de la mano de Louise Colet, el que viaja a Oriente, el que se esconde en su madriguera para contar las grandes expectativas y las miserias de una mujer de provincias que quiere comerse la vida, el que odia la estupidez, el solitario cascarrabias que sigue entregado a la escritura hasta el ¨²ltimo momento.
¡°?No sue?as a menudo con los globos?¡±, le pregunt¨® Flaubert a su amigo Louis Bouilhet en 1850. ¡°El hombre del futuro quiz¨¢ tenga inmensas alegr¨ªas. Viajar¨¢ por las estrellas con p¨ªldoras de aire en sus bolsillos. Hemos llegado demasiado pronto y demasiado tarde. Habremos hecho lo m¨¢s dif¨ªcil y lo menos glorioso: la transici¨®n¡±. Estaba en Atenas entonces, y la carta la escribi¨® en el L¨¢zaro del Pireo.
Ahora que ya es el futuro, lo de las ¡°alegr¨ªas¡± sigue un tanto en el aire, aunque las haya, y de lo que no hay ciertamente noticia es de esas ¡°p¨ªldoras de aire¡± para recorrer las alturas. Sigue siendo verdad, sin embargo, la impresi¨®n de haber llegado ¡°demasiado pronto y demasiado tarde¡±. Siempre en medio de ninguna parte, ni aqu¨ª ni all¨ª, de camino. En transici¨®n: ?qui¨¦n sabe hacia d¨®nde!
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