Porque todo est¨¢ ligado
No hay cultura del odio sin difamaci¨®n, y ante el proyecto neoliberal de destrucci¨®n de la esfera p¨²blica la izquierda de Portugal debe tener la oportunidad de probar su discurso plural y solidario

En esta campa?a para las elecciones en Portugal, el candidato del Partido Social Dem¨®crata (PSD), Rui Rio, ha dicho que si la televisi¨®n p¨²blica no da beneficios, deber¨¢ ser privatizada. La privatizaci¨®n parece ser la soluci¨®n para todo, es una soluci¨®n com¨²n al PSD, Chega, Iniciativa Liberal o al Centro Democr¨¢tico Social (CDS). ?Pero la televisi¨®n, como la cultura, el teatro, la salud, la educaci¨®n, no tiene que dar beneficios en un sentido pragm¨¢tico! En el caso de la cultura, el beneficio es inmaterial, pero es un patrimonio que se va construyendo y que no tiene precio. Pienso que toda la izquierda defiende la cultura, de la misma forma que a la derecha nunca le interes¨® un pueblo culto, porque eso significa un pueblo que piensa, que cuestiona y que es cr¨ªtico.
Una sociedad culta y con educaci¨®n es una sociedad m¨¢s apta para exigir una vida decente, es una sociedad que defender¨¢ m¨¢s f¨¢cilmente los impuestos como forma de ayudar y mantener la ¡°cosa p¨²blica¡±. Un pueblo culto se batir¨¢ m¨¢s f¨¢cilmente, pienso, por la defensa del planeta porque sabr¨¢ que todo forma parte de todo, que yo solo soy yo porque hay un otro. V¨¦ase c¨®mo en la argumentaci¨®n del movimiento antivacunas, que est¨¢, en gran medida, ligado al extremismo de la derecha, nunca hay una referencia al ¡°otro¡±.
Noam Chomsky tiene un libro, Requiem for the American Dream: The Ten Principles of Concentration of Wealth and Power (2017), en que defiende que dos de los principios para la concentraci¨®n de la riqueza y del poder por los gobernantes, por los capitalistas, por los ide¨®logos estadounidenses son ¡°mantener la chusma dentro del orden¡± y ¡°atacar la solidaridad¡±. Esto conecta con lo que acabo de explicar sobre la relaci¨®n entre el yo y el otro, porque atacar la solidaridad significa abrir camino hacia el odio, con la insistencia en la perpetuaci¨®n de los roles de g¨¦nero: las supuestas feminidades y masculinidades. O sea, es tan importante que estemos atentos a la desigualdad social como a la desigualdad de g¨¦nero. En el caso de los hombres, la promoci¨®n por la derecha de un lenguaje hipermasculinizado, violento; en el caso de las mujeres, de un lenguaje de docilidad y sumisi¨®n. Recuerdo una frase que gritaban los seguidores de Trump, antes de la invasi¨®n del Capitolio de EE UU: ¡°?La testosterona est¨¢ llegando!¡±.
Es que todo est¨¢ ligado. Retomar la tradici¨®n de vestir ni?as de color rosa y ni?os de azul, como fue defendido por la Moci¨®n Estrat¨¦gica Global para Portugal, presentada en la convenci¨®n del Chega, que defend¨ªa tambi¨¦n ¡°la extirpaci¨®n de los ovarios¡± de ¡°las mujeres que abortasen en el Sistema Nacional de Salud por motivos que no fuesen de riesgo inminente para su salud¡±. Esa moci¨®n fue rechazada. Pero fue escuchada y discutida con seriedad, como si fuese un asunto de inter¨¦s nacional. Y fue muy aplaudida.
No hay cultura del odio sin difamaci¨®n, y el proyecto neoliberal de destrucci¨®n de la esfera p¨²blica es connivente con ella. Para que esa cultura del odio progrese es necesario mentir y distorsionar los hechos, atacar la solidaridad, declarar los movimientos de emancipaci¨®n social como amenazas, colocar a las personas contra las personas. Es una experiencia estremecedora (y al mismo tiempo muy esclarecedora por las semejanzas) leer 2083: A European Declaration of Independence, el manifiesto de Anders Breivik, el terrorista nazi noruego que cometi¨® los ataques de 2011. En ¨¦l, Breivik culpa al feminismo por incentivar la erosi¨®n del tejido de la sociedad europea y defiende la restauraci¨®n del patriarcado para salvar la cultura europea a trav¨¦s de la derrota del ¡°marxismo cultural¡±, una expresi¨®n muy apreciada a la derecha.
Si es fundamental el activismo social, tambi¨¦n lo es el activismo de aquellos y aquellas que trabajamos con la literatura, con el arte: impulsar el pensamiento sobre las po¨¦ticas y las pol¨ªticas relativas al g¨¦nero, al sexo y a las sexualidades, reflejando sobre esta ola del contexto mundial reciente que ha venido a alimentar una visi¨®n retr¨®grada y reaccionaria de los derechos humanos y del ejercicio de las diferencias, bases fundamentales para la verdadera ciudadan¨ªa.
Pienso ahora en c¨®mo la extrema derecha brasile?a y la estadounidense han afrontado la cuesti¨®n ambiental. Jair Bolsonaro dijo en abril de 2017 que ¡°las reservas ind¨ªgenas y las quilombolas [organizaciones de antiguos esclavos, reconocidos constitucionalmente en Brasil desde los a?os 80] estorban a la econom¨ªa¡±. O aquella famosa casi an¨¦cdota, si no fuera gesto tr¨¢gico, del senador republicano James Inhofe, fundamentalista, antifeminista y contra los derechos de los homosexuales, cuando llev¨® una bola de nieve al Senado de EE UU para probar que el calentamiento global era un fraude. Quisiera destacar el escaso debate en esta campa?a electoral en Portugal sobre una cuesti¨®n ligada al medio ambiente y, por tanto, a las personas. Me refiero a la explotaci¨®n del litio, un inmenso atentado al equilibrio ambiental, a la convivencia arm¨®nica de los humanos (y de los animales) con su entorno, a la belleza del paisaje.
La izquierda siempre se enorgulleci¨® de tener un discurso plural y una pr¨¢ctica solidaria. Que pueda tener ahora la oportunidad de probarlo.
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