La guerra en primera persona del verbo TikTok
La invasi¨®n de Ucrania ha dado un salto narrativo y es un conflicto retransmitido por redes; el error m¨¢s grave de Putin ha sido menospreciar el poder de la red social de origen chino
¡°Mi t¨ªpico d¨ªa en un b¨²nker. Mi padre dice buenos d¨ªas, gordita (a?adir emojis de adorables cerditos en la narraci¨®n), uso una pistola caliente como secador, mi perro no entiende por qu¨¦ estamos bajo tierra (visualicen un can con la mirada perdida), mi madre cocina y yo la sigo, salgo a la calle, vuelvo a casa, observo lo que Putin ha hecho con mi ciudad (y aqu¨ª aparece la protagonista, una joven de 20 a?os bailando entre ruinas al ritmo de Che la Luna de Louis Prima), vuelvo al b¨²nker¡±. La autora de este v¨ªdeo ¡ªque suma 20 millones de visualizaciones¡ª se llama @Valerisssh en TikTok y antes de la invasi¨®n era fot¨®grafa independiente en Ucrania. Hoy hace nuevo periodismo (tal vez sin saberlo) desde su canal. Porque si Vietnam fue la primera guerra televisada y la del Golfo la primera emitida en directo, la invasi¨®n de Ucrania ha dado un salto narrativo para convertirse en la primera guerra retransmitida en TikTok. ?Y qu¨¦ cambia eso? Narrativa, social y geopol¨ªticamente hablando, lo cambia todo.
@valerisssh It¡¯s the most horrible trip! Thanks Russia
? Celebrate the Good Times - Mason
Porque poner un altavoz hacia el mundo en las manos de todas las personas que est¨¢n padeciendo y combatiendo la invasi¨®n rusa obliga a cambiar el punto de vista del relato a escala internacional, modifica el sentido del periodismo de guerra y afecta a la estrategia pol¨ªtica sobre el conflicto. La informaci¨®n es poder en una guerra y las redes sociales ¡ªy muy especialmente TikTok¡ª han modificado el sentido del mismo al provocar un cambio estructural en el relato. Me atrevo a decir que el error m¨¢s grave de Putin en su invasi¨®n ha sido menospreciar el poder de TikTok, tecnolog¨ªa de origen chino para m¨¢s inri.
Estoy segura de que Putin no pudo imaginar ¡ªni en sus peores augurios¡ª que el joven soldado ucranio Alex Hook se grabar¨ªa bailando con su uniforme militar para comunicar a su hija de cinco a?os que sigue vivo ¡ªalegre y combativo¡ª a trav¨¦s de esta red. Que sigue defendiendo su pa¨ªs y que cuando baila, piensa en ella. El joven Hook encarna la ¨¦pica de Tom Hanks en Salvar al soldado Ryan y la ternura de Roberto Benigni en La vida es bella y lo hace sin guionistas ni productores a su servicio, de tal modo que su relato apela a lo humano desde un punto de vista radical, sobre el filo de la muerte. A lo mejor por eso el v¨ªdeo donde baila Smells Like Teen Spirit de Nirvana con el resto de su tropa acumul¨® en apenas dos d¨ªas m¨¢s de 60 millones de visualizaciones.
As¨ª las cosas, la capacidad de modificar el curso de los acontecimientos de estas personas asediadas, sin refugio ni horizonte pero con voz y un smartphone, se ha convertido en una cuesti¨®n tan relevante como estrat¨¦gica. De hecho, la Casa Blanca se ha reunido con un selecto grupo de tiktokers norteamericanos para comunicarles las claves sobre los objetivos estrat¨¦gicos de Estados Unidos en la regi¨®n as¨ª como sobre la distribuci¨®n de ayuda al pueblo ucranio o sobre c¨®mo reaccionar¨ªa Estados Unidos ante el uso ruso de armas nucleares. Que nadie crea que TikTok es un juguete para ni?os con bailes, chistes y memes. Todos deber¨ªamos recordar (hoy m¨¢s que nunca) que Internet no es otra cosa que tecnolog¨ªa militar aplicada a la vida civil.
Pero ?qu¨¦ tiene TikTok que no tengan Twitter, Instagram o Facebook? Muy sencillo: nativos digitales. Esta es la red preferida por los j¨®venes y cuenta entre sus usuarios con m¨¢s hijos de Internet que de la imprenta. Y esto supone un cambio sobre la narrativa ¡ªy consecuentemente sobre la identidad¡ª como no hab¨ªamos conocido en siglos. Y este cambio es decisivo en todas las esferas de la vida, pero muy especialmente en un conflicto armado, porque para la generaci¨®n que aprendi¨® a comunicarse en red ¡ªy por tanto de un modo m¨¢s horizontal¡ª, la verdad solo puede sostenerse sobre cierta forma de legitimidad. En cambio, sus madres y padres (no digamos ya sus abuelos), aprendimos a sostener los relatos y la verdad sobre el principio de autoridad. Y hablo aqu¨ª de la autoridad en un sentido positivo, me refiero a la autoridad intelectual, a la autoridad del conocimiento o de la Historia. La misma autoridad que llena las p¨¢ginas de an¨¢lisis de la prensa internacional en estos d¨ªas y que se vac¨ªa de argumentos ante el horror. Me refiero a que la autoridad racional, que es necesaria para entender y recordar, ha dejado de ser suficiente (ya veremos si tambi¨¦n necesaria) para explicar el mundo. La autoficci¨®n lleg¨® hace a?os a la literatura, pero ahora ha entrado en el tu¨¦tano de la comunicaci¨®n pol¨ªtica y el periodismo de guerra.
Creo pertinente recordar que alguna vez he escrito aqu¨ª sobre la capacidad adictiva e invasiva de TikTok y que he condenado su uso en ni?os y adolescentes. Y lo mantengo. La potencia de esta red es inmensa, un arma tan potente que puede llegar a herir la salud mental de personas que se expresan o informan a trav¨¦s de ella, especialmente cuando no manejan ning¨²n otro relato. Sin embargo, esta potencia no solo act¨²a contra uno, sino que tambi¨¦n puede desplegarse contra el poder, contra la manipulaci¨®n de la verdad y contra los viejos relatos hegem¨®nicos, vengan de donde vengan. Por otro lado, es dif¨ªcil defender (y confiar) en nuestro sistema de pensamiento tradicional (articulado a trav¨¦s de la letra impresa) a la luz de las atrocidades que cargamos sobre su magistral potencia. Si las redes conjugan la intimidad (y el narcisismo m¨¢s deleznable en su peor versi¨®n), las ¡°religiones del libro¡± han conjugado el principio de autoridad (y el poder m¨¢s abusivo en el peor de los casos).
As¨ª las cosas, puede que el mestizaje entre ambos relatos sea quiz¨¢ lo m¨¢s cerca que podemos estar de la verdad en estos d¨ªas. En este sentido, Margaryta Yakovenko es un ejemplo de rigor e intimidad capaz de contar esta invasi¨®n desde una nueva narrativa que su generaci¨®n ha conquistado: la de la intimidad que planta cara al poder. Me atrevo a decir incluso que ha inaugurado un nuevo reporterismo de guerra, que trabaja sobre un nuevo terrero, el digital. Yakovenko no se ha movido de Madrid, sin embargo, puede ver con sus propios ojos las entra?as de lo que pasa en Mari¨²pol a trav¨¦s de su smartphone. Internet ha modificado el sentido de la presencialidad, incluso en una guerra. Pero m¨¢s all¨¢ de la geolocalizaci¨®n, su relato es impensable sin esa primera persona a la que su generaci¨®n digital exige una nueva legitimidad a la hora de apoderarse de cualquier relato. Yakovenko habla ruso, entiende ucranio, trenza los acontecimientos con su memoria, chatea en los grupos de Telegram donde los supervivientes buscan a las v¨ªctimas y puede derramar sus recuerdos sobre cada una de las ruinas que denuncia. As¨ª, de alg¨²n modo, sus cr¨®nicas nos recuerdan a quienes leemos m¨¢s peri¨®dicos de lo que abrimos TikTok que, en esta guerra, con enorme distancia sobre cualquier otra, la historia de las personas est¨¢ luchando para convertirse en el ¨²nico centro de la Historia. Ser¨¢ una contienda dura, ya que si eso llegara a pasar, no habr¨¢ justificaciones ni revisiones sobre las que el relato de Putin pueda apoyarse. Gracias, China, por entregar TikTok al pueblo ucranio. En el fondo sabes que ayudares a defenderse es hacer lo correcto.
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