Nuevas realidades, viejas categor¨ªas
El populismo no surge porque s¨ª. Es la reacci¨®n visceral ante toda una serie de problemas sin resolver y la ansiedad provocada por la p¨¦rdida de las c¨®modas distinciones y valores
El fil¨®sofo Peter Sloterdijk compar¨® el Estado actual con un inmenso taller de reparaciones, un intricado entramado destinado a tener que enmendar las fallas y disfuncionalidades que no dejan de aparecer en sociedades cada vez m¨¢s complejas. Siempre va al arrastre de contratiempos o percances en los que se ve envuelto y a los que inevitablemente le toca compensar. La mayor¨ªa de ellos casi nunca han sido originados por ¨¦l. M¨¢s que liderar, reacciona; m¨¢s que resolver los problemas de forma estable, los ¡°repara¡±. Eso s¨ª, de forma provisional, porque siguen permaneciendo enquistados. Y enseguida tiene que hacer frente a otros nuevos de forma acelerada. Piensen en la pandemia, o lo que ahora ocurre como consecuencia de la guerra. A los ministros hay que imaginarlos vestidos con mono azul y alguna herramienta en la mano.
A?¨¢danle a esto lo que significa la creciente europeizaci¨®n de las pol¨ªticas nacionales o el siempre necesario ajuste a los imperativos de los mercados. O, como es obligado en toda democracia, el tener siempre encima a la oposici¨®n y una constante supervisi¨®n medi¨¢tica, que obligan a tejer y destejer relatos para dotar a la acci¨®n pol¨ªtica de un orden aparente o justificar los imprevistos que van surgiendo en el camino. Una tarea tit¨¢nica, porque muchas veces es imposible ocultar las chapuzas, como la famosa carta al rey de Marruecos.
Esta realidad choca con la elegante descripci¨®n politol¨®gica tan propensa a establecer la distribuci¨®n funcional de competencias, las taxonom¨ªas de pol¨ªticas p¨²blicas o, en fin, la evaluaci¨®n de su rendimiento a partir de clich¨¦s ideol¨®gicos dados. A donde quiero llegar es a la propia naturaleza de esta gobernanza compleja en la que estamos inmersos, que tendemos a seguir vi¨¦ndola con las anteojeras de las tradicionales categor¨ªas pol¨ªticas, como el hablar de una ¡°contestaci¨®n social de ultraderecha¡±. ?Que Vox puede estar detr¨¢s del sector m¨¢s d¨ªscolo de los camineros? Pues claro. Aprovechar¨¢ cualquier resquicio que le ofrezca el sistema para desestabilizar al Gobierno y cobrar protagonismo. Aqu¨ª no est¨¢ el problema; este reside en la endiablada reconversi¨®n de multitud de sectores productivos, todav¨ªa hu¨¦rfanos de una soluci¨®n, o la crisis de los cl¨¢sicos esquemas de intermediaci¨®n de intereses. No hay una conflictividad social de derechas y otra de izquierdas, sino sectores m¨¢s o menos sintonizados con los esquemas de mediaci¨®n social y pol¨ªtica establecidos. Recuerden la crisis de los chalecos amarillos. Por cierto, tambi¨¦n surgi¨® por una subida de carburantes.
En momentos de descontento florece la demagogia, pero esta no puede confrontarse con otros juicios simplificadores, con el automatismo de las viejas respuestas. Es curioso: cuanto m¨¢s compleja deviene la pol¨ªtica, m¨¢s simpl¨®n resulta tambi¨¦n su reflejo en la disputa ideol¨®gica cotidiana. La realidad conocida se ha dado la vuelta como un calcet¨ªn. Y, mientras buscamos soluciones eficaces para recomponerlo todo hacen falta nuevas estrategias de comunicaci¨®n, una nueva pedagog¨ªa a la hora de describirla. El populismo no surge porque s¨ª; es la reacci¨®n visceral ante toda una serie de problemas irresueltos y la ansiedad provocada por la p¨¦rdida de las c¨®modas distinciones y valores. Es desestabilizador porque busca recuperar un mundo que ya hemos perdido: fronteras, homogeneidad ¨¦tnica, retorno al Estado, etc¨¦tera. La mejor respuesta frente a ¨¦l es abrazar de una vez los datos de esta nueva realidad y actuar en consecuencia.
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