Gira Biden. Y gira tambi¨¦n Maduro
El r¨¦gimen venezolano est¨¢ convencido de que s¨®lo si mejoran las condiciones econ¨®micas con el impulso de inversores extranjeros pueden abrir el calendario electoral para una competencia leal por el poder
Con su decisi¨®n de invadir Ucrania, Vladimir Putin alter¨® las relaciones internacionales aun en regiones muy lejanas al conflicto. Una de esas mutaciones se produjo en Venezuela. Inquieto por la escasez de hidrocarburos derivada del bloqueo a Rusia, el Gobierno de Joe Biden corri¨® hacia Caracas en busca de petr¨®leo. Esa decisi¨®n s¨®lo en apariencia se circunscribe a lo comercial. Si se observa bien el panorama, est¨¢ inscripta en un proceso lento e incierto de cambio que envuelve varias dimensiones de la vida p¨²blica venezolana. Lo que parece un giro de Biden hace juego con un lento giro del dictador Nicol¨¢s Maduro.
El 8 de marzo, la opini¨®n p¨²blica se enter¨® por The New York Times de que una peque?a comitiva de funcionarios de los Estados Unidos, encabezados por Juan Gonz¨¢lez, el responsable de las relaciones con Am¨¦rica Latina del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, hab¨ªa estado en Caracas el d¨ªa anterior. Esos colaboradores de Biden se entrevistaron con Maduro, quien les atendi¨® durante un intervalo de un congreso del chavismo en el que participaban tambi¨¦n el ecuatoriano Rafael Correa y el boliviano Evo Morales.
Jen Psaki, la portavoz de la Casa Blanca, inform¨® que el encuentro se centr¨® en tratar el problema de la ¡°seguridad energ¨¦tica¡±. Un eufemismo para decir que se estudia levantar el embargo a los hidrocarburos venezolanos. No fue la explicaci¨®n m¨¢s feliz. Por suerte, a las pocas horas del encuentro, la dictadura liber¨® a dos presos estadounidenses que hab¨ªan sufrido una detenci¨®n arbitraria desde febrero del a?o pasado. En el equipo de viajeros iba tambi¨¦n Roger Carstens, que tiene a cargo gestionar la excarcelaci¨®n de rehenes alrededor del mundo. El debate ingres¨® en otro andarivel escandaloso: ?Washington negociaba derechos humanos por petr¨®leo? Gonz¨¢lez debi¨® bajar a la arena medi¨¢tica y aclarar que la diplomacia est¨¢ hecha para hablar con quienes piensan distinto, como lo ha demostrado Biden al comunicarse con Putin.
Sigue habiendo un inconveniente: Maduro no es s¨®lo alguien que piensa distinto. Es, seg¨²n la posici¨®n oficial del Gobierno de los Estados Unidos, un pol¨ªtico que usurp¨® la presidencia. Para Washington, el verdadero jefe del Estado venezolano sigue siendo Juan Guaid¨®.
Es obvio que este escollo institucional se convirti¨® en un detalle para una administraci¨®n desesperada por conseguir petr¨®leo donde sea. Los estadounidenses est¨¢n fastidiados por el aumento del precio de la gasolina y ese estado de ¨¢nimo promete impactar en las elecciones legislativas de este a?o. Par¨ªs bien vale una misa. Sobre todo por otra novedad: est¨¢ cada vez m¨¢s claro que los dem¨®cratas perder¨¢n nuevamente Florida, donde este a?o se eligen senadores. La esperanza de triunfar en ese Estado hab¨ªa sido hasta ahora un factor inhibitorio para cualquier acercamiento de Biden a Cuba o Venezuela.
Aun as¨ª, la visita de Gonz¨¢lez y sus acompa?antes a Caracas levant¨® una polvareda. L¨ªderes parlamentarios identificados con la agenda latinoamericana pusieron el grito en el cielo. Lo hizo el republicano Marco Rubio, senador por Florida, quien afirm¨® que la reuni¨®n con ¡°el narco dictador Maduro fue una bofetada para Guaid¨®¡±, a quien los peregrinos de Caracas no pudieron o no quisieron ver. Tambi¨¦n se enfureci¨® Bob Men¨¦ndez, que es senador dem¨®crata por Nueva Jersey, y encabeza nada menos que la comisi¨®n de Relaciones Exteriores del Senado. Men¨¦ndez es hijo de cubanos que se exiliaron a Estados Unidos en 1953, escapando del Gobierno de Fulgencio Batista, no de Fidel Castro. A pesar de ser una figura clave del oficialismo en el Congreso, nadie le avis¨® de la visita de funcionarios a Caracas.
Alrededor del acercamiento se formularon opiniones de m¨¢s amplio alcance. Consultado por el Interamerican Dialogue, el exencargado de relaciones internacionales de PDVSA Asier Achutegui, dijo que tratar de debilitar el v¨ªnculo del chavismo con Putin es imposible, porque fue la pol¨ªtica de los Estados Unidos, en especial la de Donald Trump, la que, aislando a Venezuela, la arroj¨® a los brazos de Rusia. Vanessa Neumann fue m¨¢s all¨¢: dada la profundidad del compromiso entre Maduro y Putin, se pregunt¨® si la reposici¨®n de relaciones comerciales con PDVSA no terminar¨¢, por esa v¨ªa indirecta, solventando la maquinaria b¨¦lica de los rusos.
Gonz¨¢lez, sin embargo, advirti¨® que las cosas no son como parecen. Dijo que su visita se inscribi¨® en un plan de m¨¢s larga duraci¨®n, originado hace tiempo. La estrategia consistir¨ªa en aflojar las sanciones contra el r¨¦gimen, siempre y cuando Maduro exhibiera reformas concretas y, sobre todo, avanzara en las negociaciones con sus opositores hasta llegar a una salida electoral.
Por el lado de los Estados Unidos, las decisiones parecen bastante adelantadas. Por ejemplo, de un momento a otro Chevron volver¨ªa a operar en Venezuela. Esa compa?¨ªa, que es una de las grandes petroleras norteamericanas, convivi¨® durante a?os con Hugo Ch¨¢vez. El responsable de sus actividades en Am¨¦rica Latina era en aquel entonces Ali Moshiri, un iran¨ª para el que el pragmatismo carece de secretos, que no se privaba de hacer negocios con administraciones populistas. As¨ª como negoci¨® con Ch¨¢vez, tambi¨¦n firm¨® contratos en la Argentina bajo el Gobierno de Cristina Kirchner. M¨¢s a¨²n: celebr¨® acuerdos con YPF cuando esta empresa acababa de ser estatizada y era vista por la industria de los hidrocarburos como una compa?¨ªa poco menos que robada a sus leg¨ªtimos due?os, los espa?oles de Repsol.
Maduro hace lo suyo para merecer un reencuentro con los inversores de gran escala. Por ejemplo, contin¨²a reintegrando a sus propietarios los hoteles, fincas y f¨¢bricas expropiadas, en especial durante los gobiernos de Ch¨¢vez. El ¨²ltimo ejemplo fue la devoluci¨®n del Centro Comercial Sambil La Candelaria, que se hab¨ªa convertido en un refugio de indigentes en el centro de Caracas. Mientras regulariza esas situaciones, la tesorer¨ªa venezolana sigue recibiendo, como si fueran ca?onazos, los fallos adversos del tribunal arbitral del Banco Mundial, el Ciadi. La ¨²ltima condena sucedi¨® la semana pasada. Suma un monto de 1.640 millones de d¨®lares y benefici¨® al grupo espa?ol Agroinsumos Iberoamericanos, que hab¨ªa invertido en varias sociedades venezolanas confiscadas por Ch¨¢vez. Dijo mucho Maduro cuando afirm¨®, hace quince d¨ªas: ¡°A Ch¨¢vez hubo que llorarlo, pero no hay que llorarlo m¨¢s¡±.
Esta t¨ªmida reorientaci¨®n de la dictadura coincide con un movimiento institucional: la renovaci¨®n del Tribunal Supremo de Justicia. Es una iniciativa de Maduro, dedicada a varios p¨²blicos. Uno es el propio chavismo, donde la composici¨®n del nuevo tribunal ha desatado una guerra dura y sorda. Otro es el universo de las organizaciones de la sociedad civil que luchan por un m¨ªnimo de calidad institucional. El Gobierno negocia con l¨ªderes de esas organizaciones los nombres de los nuevos integrantes. El tercer destinatario de la reforma es el Tribunal de La Haya: Maduro est¨¢ empe?ado en demostrar que Venezuela puede contar con un sistema de Justicia confiable, que le permita evitar el sometimiento a tribunales internacionales. Es una apuesta audaz, pensada para instaurar un r¨¦gimen de justicia transicional, como la que se pens¨® en Colombia para juzgar los cr¨ªmenes de la guerrilla.
El gran interrogante que se abre alrededor de este curso de acci¨®n, sobre todo en Estados Unidos, es si la dictadura de Maduro es acreedora a un progresivo levantamiento de sanciones, cuando todav¨ªa no se observa el m¨¢s m¨ªnimo avance hacia el pluralismo y la cultura democr¨¢tica. Los jerarcas del r¨¦gimen invierten la ecuaci¨®n: est¨¢n convencidos de que s¨®lo si mejoran las condiciones econ¨®micas con el impulso de inversores extranjeros, del estilo de Chevron, pueden abrir el calendario electoral para una competencia leal por el poder.
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