Los fenicios en la Uni¨®n Europea
Los mercaderes no han perdido su mala prensa en el mundo moderno. Sin embargo, el gran ¨¦xito de la UE ha consistido, precisamente, en crear un mercado com¨²n y sobre ¨¦l desarrollar pol¨ªticas comunes y solidaridades de hecho
La execrable invasi¨®n de Ucrania ha puesto de relieve, entre otras muchas cosas, algunas carencias de la Uni¨®n Europea, empezando por una eficaz pol¨ªtica de defensa com¨²n. Pero tambi¨¦n ha resaltado la importancia de las relaciones econ¨®micas, que en este momento de crisis se pueden usar como una eficaz arma de guerra. Y esto nos lleva a hablar de una actividad hist¨®ricamente menospreciada: el comercio. As¨ª, si uno tiene la oportunidad de visitar el excelente Museo Arqueol¨®gico de Medina Sidonia se podr¨¢ hacer una idea aproximada de c¨®mo era la vida en la civilizada ciudad romana de Assido-Caesarina, con s¨®lidas casas, espl¨¦ndidas calzadas, eficaces cloacas y hasta juegos para ni?os en sus aceras. Tambi¨¦n hay algunas referencias al posible origen fenicio de la ciudad, que se habr¨ªa llamado Sid¨®n. En especial, destaca un texto del erudito local Francisco Mart¨ªnez Delgado, que a finales del siglo XVIII explic¨® las mal¨¦volas artes que los fenicios empleaban con los ind¨ªgenas: ¡°La santidad ponderada del sitio, el vestido de sus sacerdotes, la majestad de las ceremonias, y el aparato todo del templo, embelesar¨ªan su atenci¨®n, conquistar¨ªan su respeto, excitar¨ªan su devoci¨®n, y, a cambio de hacerse virtuosos, se dejar¨ªan dominar como siervos¡±. As¨ª que el visitante sale del museo con la impresi¨®n de que los romanos nos trajeron la civilizaci¨®n, mientras que los fenicios lo ¨²nico que hicieron fue explotarnos astutamente.
Esa visi¨®n positiva de los romanos y negativa de los fenicios es la visi¨®n tradicional espa?ola desde que Plutarco los definiera como ¡°un pueblo descort¨¦s y lleno de rencor, sumiso a los dominadores, tir¨¢nico con los que domina, feroz cuando es provocado, firme en sus prop¨®sitos y tan estricto como contrario a todo humor y gentileza¡±. Seguramente hay varias razones para ello, incluyendo cierto antisemitismo difuso, pero me parece que la principal es la baja consideraci¨®n que los romanos ten¨ªan del comercio y los comerciantes, prejuicio que en buena medida pas¨® a nuestra cultura cristiana, con la historia de Jes¨²s expulsando a los mercaderes del Templo, contada miles de veces. Otras muchas situaciones en la historia y en la literatura dan buena prueba de nuestro repudio al comercio, comenzando por el fuerte sentido peyorativo del adjetivo ¡°fenicio¡± en castellano, que de alguna forma heredaron los comerciantes genoveses y venecianos en la Edad Moderna y los catalanes, en la contempor¨¢nea. Nuestros h¨¦roes tradicionales son conquistadores, desde Alejandro Magno hasta Napole¨®n, pasando por El Cid y Hern¨¢n Cort¨¦s. Si recordamos a Marco Polo, es m¨¢s por las historias que nos cuenta de China y el Gran Khan en El mill¨®n que porque este fuera un verdadero manual de comercio internacional, b¨¢sico para el restablecimiento de la Ruta de la Seda, una v¨ªa de relaci¨®n pac¨ªfica entre las grandes civilizaciones euroasi¨¢ticas. Antonio Escohotado, cuya marcha ya a?oramos, ha recogido todos estos precedentes en su trilog¨ªa Los enemigos del comercio.
Aunque no tienen la ¨¦pica de la Il¨ªada ni la de los caballeros andantes, no cabe duda de que el comercio es un elemento de civilizaci¨®n moralmente muy superior a la conquista y colonizaci¨®n, porque respeta al pueblo menos desarrollado y porque se basa en la libertad: solo comercian aquellos que quieren hacerlo. Es m¨¢s, las dos partes salen beneficiadas de ese intercambio, en contra de un t¨®pico muy arraigado, tanto que, como san Mateo, todav¨ªa hay quien cree que las tiendas son ¡°cuevas de ladrones¡±. Fenicia, Venecia, G¨¦nova, Ragusa, la Liga Hanse¨¢tica, Holanda, talasocracias m¨¢s basadas en el comercio que en el ej¨¦rcito, son sin duda modelos moralmente superiores a los imperios militares. Sin embargo, los mercaderes no han perdido su mala prensa en el mundo moderno, como demuestra lo habitual que es achacar a la ¡°Europa de los mercaderes¡± aquellas decisiones de la Uni¨®n que no se comparten. La versi¨®n m¨¢s elegante y refinada de esa animadversi¨®n al comercio es la ap¨®crifa atribuci¨®n a Jean Monnet de la frase ¡°si tuviera que comenzar de nuevo la construcci¨®n de Europa lo har¨ªa por la cultura¡± ¡ªuna vez demostrada su falsedad, los recalcitrantes a?aden: pero podr¨ªa haberla dicho¡ª.
Sin embargo, el gran ¨¦xito de la Uni¨®n Europea ha consistido, precisamente, en crear un mercado com¨²n y sobre ¨¦l ir desarrollando pol¨ªticas comunes y solidaridades de hecho. En estos dif¨ªciles tiempos, los europe¨ªstas estamos expectantes por la posibilidad de que se ponga en marcha el embri¨®n de un ej¨¦rcito europeo y nos acerquemos a¨²n m¨¢s a los Estados Unidos de Europa que desde V¨ªctor Hugo llevan imaginando algunos visionarios. Pero en ese gran objetivo no debemos olvidar los peque?os pasos comerciales, que terminan cristalizando en grandes ¨¦xitos sociales. Por eso, espero con la misma ilusi¨®n que en 2022 por fin termine el proceso de ratificaci¨®n del Acuerdo de Libre Comercio UE-Mercosur firmado en junio de 2019 (tras m¨¢s de dos d¨¦cadas de negociaci¨®n), pero que parece tan perdido como el templo de Heracles Melqart en C¨¢diz. Ojal¨¢ que se confirme el hallazgo de este templo en la bah¨ªa gaditana y el dios fenicio de la navegaci¨®n y el comercio ayude a ratificar el acuerdo que tan beneficioso puede ser para Sudam¨¦rica y Europa.
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