?Por qu¨¦ votan las mujeres a la extrema derecha?
Cada vez m¨¢s partidos ultras usan preocupaciones feministas para reformular la cuesti¨®n de g¨¦nero como un problema de seguridad contra inmigrantes y de reconocimiento social, en lugar de como un problema de igualdad entre g¨¦neros
Tradicionalmente, la extrema derecha ha sido una cosa de hombres. Una de las regularidades m¨¢s consistentes sobre el voto a los ultraderechistas es que les apoyan mucho m¨¢s los hombres que las mujeres y Espa?a no es una excepci¨®n. Sin embargo, en las pasadas elecciones francesas, Marine Le Pen logr¨® romper esta brecha de g¨¦nero electoral. La candidata de Reagrupamiento Nacional (RN) ya ven¨ªa apuntando maneras, pero estas elecciones fueron las primeras en las que no solo ninguna encuesta mostraba diferencia entre sexos, sino que incluso algunas daban una ligera ventaja a Le Pen en voto femenino. Aunque existan diferencias entre Vox y RN, Macarena Olona mira a su hom¨®loga francesa (y tambi¨¦n a su hom¨®loga italiana, Giorgia Meloni) y copia algunas de sus estrategias. La gran pregunta, por tanto, es: ?c¨®mo logr¨® Le Pen ese resultado y conseguir¨¢ replicarlo Vox en Andaluc¨ªa?
En la literatura acad¨¦mica se suelen dar dos grandes razones de por qu¨¦ las mujeres suelen votar menos a la extrema derecha. La primera es que las mujeres tienden a tener m¨¢s en cuenta el estigma social de ciertos partidos que los hombres. Los trabajos de Harteveld e Ivarsflaten demuestran que el prejuicio contra los inmigrantes es relativamente parecido entre hombres y mujeres, pero ellas son m¨¢s propensas a ¡°controlar sus prejuicios¡± cuando act¨²an en sociedad y cuando votan. La segunda gran raz¨®n es la divisi¨®n sexual del mercado de trabajo. El voto a la extrema derecha suele asociarse a las profesiones de corte m¨¢s industrial y obrero, profesiones que tienden a ser ocupadas por hombres. Sin embargo, Le Pen no solo consigui¨® normalizarse como opci¨®n pol¨ªtica, sino que, adem¨¢s, logr¨® avanzar entre las profesiones administrativas, de servicio y de ventas, que suelen estar muy feminizadas.
?Qu¨¦ ha hecho RN para ganarse el voto de las mujeres? Una de las explicaciones m¨¢s recurrentes es tener una mujer al frente del partido; sin embargo, con la excepci¨®n de Le Pen, los partidos ultra con liderazgos femeninos son los que presentan una brecha de g¨¦nero electoral m¨¢s grande. Tener una mujer l¨ªder, por tanto, no parece especialmente importante para las votantes ultra. No obstante, s¨ª puede ser ¨²til para enfatizar otras estrategias que parecen haberle funcionado a Le Pen y a Meloni y que Macarena Olona parece querer copiar.
La primera es la del feminacionalismo, que consiste en vender la exclusi¨®n del inmigrante como parte de una defensa de los derechos de las mujeres. Al centrar el debate en la comparaci¨®n de la situaci¨®n de la mujer ¡°occidental¡± con la ¡°oriental¡± o en las violencias sufridas a manos de inmigrantes, se redefine la igualdad de g¨¦nero como una cuesti¨®n de seguridad contra inmigrantes. Seg¨²n una reciente encuesta de Ifop, Le Pen logr¨® que las francesas confiasen m¨¢s en ella para luchar contra las violencias sexuales y el acoso p¨²blico que en Macron (48% frente a 36%). Por tanto, el feminacionalismo est¨¢ cada vez m¨¢s normalizado entre la poblaci¨®n francesa y eso nos recuerda que, aunque el feminismo haya convencido a gran parte de la sociedad de preocuparse por la desigualdad de g¨¦nero, todav¨ªa no ha logrado el monopolio sobre las soluciones.
La segunda estrategia consiste en ofrecer un reconocimiento social a las dificultades a las que se enfrentan las mujeres, especialmente las madres trabajadoras. Le Pen, por ejemplo, public¨® tuits apoyando a las enfermeras, critic¨® la precariedad laboral que sufren las mujeres y enfatiz¨® durante su campa?a la p¨¦rdida de poder adquisitivo, un elemento que es especialmente atractivo para muchas mujeres, particularmente las de clases m¨¢s populares, ya que todav¨ªa hoy son las que se encargan de la econom¨ªa dom¨¦stica. Vox ha puesto un gran ¨¦nfasis en la defensa de la maternidad, combinando un discurso esencialista sobre la realizaci¨®n personal de la mujer como madre con una cr¨ªtica a la precariedad econ¨®mica que dificulta a muchas poder tener hijos. Olona, por ejemplo, critic¨® que ¡±PP y PSOE no han permitido a las espa?olas formar una familia¡±. La candidata de Reagrupamiento Nacional tambi¨¦n reivindic¨® la maternidad a trav¨¦s de su papel de madre soltera que ha criado a sus hijos ella sola y al repetir que deseaba dirigir Francia como una madre de familia.
Lo relevante de esta estrategia es que se est¨¢ dando en un contexto de crisis de la maternidad en toda Europa. La incorporaci¨®n de la mujer al trabajo trajo consigo el desarrollo de la superwoman, es decir, de la mujer que deb¨ªa combinar la excelencia en el trabajo, el trabajo dom¨¦stico, la presi¨®n social sobre su est¨¦tica y, sobre todo, la maternidad. El avance de la mercantilizaci¨®n y la precarizaci¨®n ha llevado a nuestras sociedades a vivir una ¡°crisis de los cuidados¡± que complica la conciliaci¨®n familiar y causa que muchas mujeres retrasen la edad a la que se quedan embarazadas, tengan menos hijos de los que querr¨ªan y/o decidan no tener descendencia para concentrarse en sus carreras.
Al ensalzar las dificultades de las mujeres, la extrema derecha no alaba a la esposa tradicional que se queda en casa, sino que glorifica la figura de la superwoman, es decir, a la mujer que a duras penas combina la maternidad con su carrera laboral. Esta estrategia puede resultar efectiva, porque lo hace en un momento en el que muchas mujeres se ven obligadas a retrasar la maternidad en contra de sus deseos. Aunque Le Pen enfatice el trabajo de las mujeres y Vox se centre m¨¢s en la maternidad, en realidad, hablan de las dos caras de la moneda de la superwoman.
Esta estrategia es preocupante porque el principal atractivo de la extrema derecha es un reconocimiento social del estatus m¨¢s que unas pol¨ªticas efectivas. Numerosas investigaciones apuntan que un gran n¨²mero de votantes de la extrema derecha europea son obreros industriales, es decir, trabajadores que, aunque conservan su empleo, pertenecen a sectores en declive y buscan una revitalizaci¨®n de su estatus. Lo que est¨¢n tratando de hacer las extremas derechas es aplicar esa misma l¨®gica a las dificultades de ser madre.
Sin embargo, la extrema derecha no ofrece soluciones reales y sociales a las mujeres, sino solo reconocimiento individual. Como explica Carla Mascia, Le Pen no presenta ninguna propuesta realista para mejorar la vida de las mujeres, y la negaci¨®n de la violencia machista por Vox es un ejemplo de su evidente antifeminismo. Por ello, es necesario que, ante la creciente politizaci¨®n de la maternidad, las propuestas desde la izquierda sepan combinar las medidas reales con el reconocimiento social.
Cada vez m¨¢s partidos ultras usan preocupaciones feministas, como la incorporaci¨®n de las mujeres al trabajo, las dificultades para conciliar o la violencia contra las mujeres, para reformular la cuesti¨®n de g¨¦nero como un problema de seguridad contra inmigrantes y de reconocimiento social, en lugar de como un problema de igualdad entre g¨¦neros. Sin embargo, hay que recordar que esta estrategia le funcion¨® a Le Pen porque, al no ser las cuestiones de g¨¦nero dominantes durante la campa?a francesa, no pudieron desenmascararse bien las contradicciones y la pobreza de las propuestas de la extrema derecha sobre las mujeres. Que Macarena Olona consiga reducir la brecha de g¨¦nero electoral en las pr¨®ximas elecciones andaluzas depender¨¢ en gran parte de cu¨¢nto se hable de feminismo durante la campa?a.
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