Eterna victoria
Vivimos en la era de la tiran¨ªa sin tiranos, donde el sistema democr¨¢tico puede servir para implantar el autoritarismo sin trauma est¨¦tico
La victoria casi siempre anula cualquier atisbo de cr¨ªtica. Se gana y, por lo tanto, se acierta. A nadie le importa c¨®mo se ha logrado, la nobleza del proceso, ni las virtudes sobre las que se asienta. Ganar es el mejor negocio en un mundo c¨ªnico y resultadista. Por eso sorprendi¨® tan poco el desfile de la Victoria por el que Rusia se apropia del sacrificio de quienes lucharon desde la ¨®rbita sovi¨¦tica contra el nazismo. Y adem¨¢s lo hace con el estilo id¨¦ntico de casi todas las conmemoraciones hist¨®ricas, utilizando las virtudes del pasado para sustentar las infamias del presente. La nostalgia de unos tiempos falseados no es patrimonio ¨²nico de la Rusia actual, es un experimento de seducci¨®n masiva que acapara votos en todas las naciones. Fue lo grotesco de la campa?a electoral francesa, en el que una supuesta reconquista de la grandeza caducada, sin salpicaduras del colonialismo y el racismo, acoge todas las cr¨ªticas posibles al tiempo actual. Si sucede en democracias consolidadas es porque vivimos en la era de la tiran¨ªa sin tiranos, donde el sistema democr¨¢tico puede servir para implantar el autoritarismo sin trauma est¨¦tico. Lo acabamos de ver en Filipinas, donde los votantes han reelegido a la saga Marcos, y se suma a los Bolsonaro y Orb¨¢n en el desaf¨ªo a la esencia de la democracia desde dentro.
Ahora nos preguntamos c¨®mo es posible que Vlad¨ªmir Putin se sentara en todos los foros de poder mundial sin que nadie percibiera ese hambre desatado por recuperar el territorio imperial. Si su mandato se extiende seg¨²n su plan, alcanzar¨¢ los 36 a?os de poder continuado, bajo la sofisticaci¨®n de un aparente sistema democr¨¢tico vac¨ªo de esencia, pues sin separaci¨®n de poderes, alternancia y prensa libre lo que hay es otra cosa, por mucho que se llame con el nombre hermoso de soberan¨ªa popular. Incluso cuando algunos sopesan denunciarlo al Tribunal Penal Internacional, muy pocos afean a Estados Unidos no reconocer ese tribunal de justicia universal. Un reconocimiento que tambi¨¦n evita Israel, que en estos d¨ªas ha vuelto a ser noticia por la impunidad con la que ha respondido a la muerte de la periodista Shireen Abu Akleh cuando hac¨ªa su trabajo en mitad de los enfrentamientos en Yen¨ªn. Seg¨²n su compa?ero, tambi¨¦n herido por los disparos, fueron un blanco seleccionado por los disparos israel¨ªes. Muy probablemente se sumar¨¢ a la impunidad que los espa?oles tan bien conocen por el caso del periodista Jos¨¦ Couso, entre otros muchos.
Todo conflicto b¨¦lico, incluso la latente narcoguerra latinoamericana, se erige en una amenaza contra el periodismo. Y, por supuesto, tampoco se priva de atentar contra la poblaci¨®n civil que es masacrada impunemente o es obligada a desplazarse de su hogar hacia un mundo casi siempre hostil con el necesitado y sumiso con el poderoso. Las instituciones de control est¨¢n presididas por los pa¨ªses m¨¢s musculados y, por tanto, las acciones de justicia reparadora casi siempre se emprenden contra el insignificante y el derrotado. El mejor ejemplo es ver sentada a Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU, vetando cualquier resoluci¨®n contra s¨ª misma. Este es el condimento de un espect¨¢culo desasosegante en el que algunos eligen como representantes a quien roba, maltrata y restringe la libertad, a cambio de que le ofrezca un manto bastante dudoso de seguridad y, por supuesto, mantenga vivo el ardor patri¨®tico de la eterna victoria.
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