Reflexiones por las orillas del Ebro
Los lectores escriben sobre los restos de los botellones a orillas de los r¨ªos, los peligros de ir a la monta?a sin preparaci¨®n, los abuelos y los pinchazos a mujeres en fiestas
La noche ha sido tropical, t¨®rrida, al igual que en el resto del pa¨ªs. Tengo la impresi¨®n de que el continente africano se va extendiendo hacia arriba a pasos agigantados. La cama me arroja de su lecho y, sin pensarlo dos veces, me pongo ropa c¨®moda para aprovechar la brisa matutina, fluvial, refrescante paseando por las orillas del Ebro. Las gaviotas, cormoranes, garzas reales, garcetas, martinetes¡ ya se han desperezado y se lanzan hambrientas por sus primeras presas. Pasa alg¨²n transe¨²nte, cabizbajo, a algunos se les ve con rumbo fijo, a otros, sin ¨¦l, intentando tambi¨¦n tragar alguna bocanada de aire fresco. Mi atenci¨®n se dirige a zonas donde las hordas del botell¨®n han hecho de las suyas: todo un reguero de envases y desperdicios. Me produce mucha desaz¨®n pensar que todo acabar¨¢ arrastr¨¢ndose al mar. Pero en medio de la tormenta aparece el arco iris: contemplo c¨®mo algunos ciudadanos van recogiendo toda la basura que otros han dejado durante la noche de juerga. Constituyen aut¨¦nticos brotes verdes en esta sociedad reseca.
Mariano Aguas J¨¢uregui. Zaragoza
Los peligros de la monta?a
En Asturias tenemos un problema: todos los d¨ªas aparecen noticias sobre rescates de monta?a. No lamentamos un gran n¨²mero de fallecidos, por suerte, pero s¨ª un elevado gasto p¨²blico. La publicidad no muestra que lo hermoso de la naturaleza conlleva una lecci¨®n cruel: No es para todo el mundo. La monta?a es peligrosa y el sendero m¨¢s f¨¢cil necesita preparaci¨®n. Adem¨¢s de calzado, v¨ªveres y equipamiento adecuado, quiero recordar lo que, para m¨ª, es m¨¢s importante: preparaci¨®n y respeto. No subas por donde no vayas a poder bajar, no contin¨²es si no sabes a d¨®nde te diriges, presta atenci¨®n al entorno, estudia el lugar, acude acompa?ado, asume tus capacidades f¨ªsicas y no te pongas al l¨ªmite. No todo es inmediato en la vida y en la monta?a, mucho menos. Ven, pero no te juegues la vida.
Sara Paz Su¨¢rez. Los Campos (Asturias)
La casa de mi abuela
Estoy pasando el verano en casa de mi abuela. Ella ya no est¨¢, muri¨® hace cinco a?os. Sin embargo, est¨¢ extra?amente presente en sus cosas, en el modo en que las organiz¨®, en los peque?os chistes que dej¨® por casa. Pero esa presencia revela una ausencia insoportable. Por la ventana de la casa de mi abuela entra el sonido de una trompeta. Un vecino est¨¢ tocando el Ave Mar¨ªa de Sch?nberg. Yo quer¨ªa pasar un verano alegre y me estoy poniendo nost¨¢lgico. Encima soy de l¨¢grima f¨¢cil (si me viera mi abuela...). Entre eso y el calor, voy a deshidratarme. Ahora bajar¨¦ a por hielo, que mi abuela no me ense?¨® a hacerlos.
Rafael Mart¨ªnez Rivas. Valdemoro (Madrid)
Ocupar los espacios
Estos pinchazos a mujeres en las noticias podr¨ªan ser la triste an¨¦cdota que ahora ocupa el inter¨¦s medi¨¢tico. Inaceptable, como gesto pueril del mat¨®n desnortado. Pero m¨¢s all¨¢ del inexplicable abuso f¨ªsico, se percibe el ataque sutil a la mujer que ocupa el espacio p¨²blico, haci¨¦ndola, de paso, vulnerable al viajar sola, moverse independiente, navegar su propia ruta. Entre l¨ªneas, me pregunto si vamos a tener que reconquistar la plaza, como las fl?neuse del pasado, mujeres de paso firme que tomaron las calles a zancadas por las ciudades del XIX. ?Es este el aguij¨®n mis¨®gino versi¨®n siglo XXI?
Mar¨ªa Jos¨¦ Mart¨ªnez Ruibal. Vigo
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