La derecha espa?ola: ?una singularidad (anti)democr¨¢tica?
Hay que llamar a un examen de conciencia a los que se consideran dem¨®cratas para que valoren si los argumentos de la oposici¨®n son inocuos o resultan enormemente da?inos para el presente y el futuro de la convivencia en Espa?a
Si uno escucha a los representantes pol¨ªticos de la derecha o a los medios que suscriben sus postulados, Espa?a est¨¢ al borde del abismo, a punto del colapso.
Esto ocurre a pesar de que ¨¦ste es el Gobierno que m¨¢s justicia social ha logrado en toda la ¨¦poca democr¨¢tica, revirtiendo el estancamiento que sufr¨ªan las rentas de las clases trabajadoras y medias desde comienzos de siglo: ah¨ª est¨¢n, por m¨¢s que algunos lo intenten olvidar, las continuadas subidas del Salario M¨ªnimo Interprofesional (SMI), la puesta en marcha del ingreso m¨ªnimo vital, el acuerdo de revalorizaci¨®n de las pensiones, las medidas contra la discriminaci¨®n salarial de la mujer, la reforma laboral y un record de afiliaci¨®n a la Seguridad Social, con m¨¢s personas empleadas que en ning¨²n otro momento de su historia.
Tambi¨¦n ocurre a pesar de la actividad desplegada por un Gobierno en el que se trabaja a destajo, con una actividad que m¨¢s que din¨¢mica raya en lo febril, acordando planes con la iniciativa privada, las comunidades aut¨®nomas y municipios para reformar, a trav¨¦s de inversiones, sectores de actividad a partir de los fondos europeos Next Generation. Su cuant¨ªa nunca ha sido igualada en Espa?a, pero el esfuerzo para conseguirlos apenas ha sido reconocido. Espa?a es el primero de la clase en Europa en utilizarlos y conseguir desembolsos adicionales, pero eso no sirve para mucho.
Y ocurre esto, adem¨¢s, cuando Espa?a despliega una notable actuaci¨®n exterior, encarando finalmente de frente la inc¨®moda relaci¨®n con el Magreb, siendo capaz de consolidar los lazos transatl¨¢nticos y al mismo tiempo fortalecer la autonom¨ªa estrat¨¦gica de la Uni¨®n Europea en la arena geopol¨ªtica, incrementando su actividad en ?frica sin abandonar su vocaci¨®n iberoamericana, aumentando su ayuda al desarrollo, o realizando una cumbre de la OTAN realmente exitosa.
Pero nada de esto existe, si uno se gu¨ªa por la Espa?a que reflejan el discurso y la narrativa de la derecha pol¨ªtica y de una parte importante de los medios de comunicaci¨®n.
El contexto es, adem¨¢s, extraordinario, despu¨¦s de haber pasado la peor pandemia que pod¨ªa fabular la ciencia ficci¨®n dist¨®pica m¨¢s encendida, de la que hemos salido bastante bien librados con un Gobierno que ha sido capaz de una batalla ordenada frente a la covid-19. Pero ni a¨²n en esta circunstancia nunca imaginada, ha merecido el Ejecutivo un gesto de apoyo de la derecha.
Y como tel¨®n de fondo una guerra, apenas salidos de la covid. Nunca pensamos que tantas calamidades pudieran venir juntas, nunca imaginamos que Rusia iba a iniciar una guerra en Europa. Pero ha ocurrido, y tampoco eso ha servido para que las cosas cambien mucho en Espa?a: incluso la propuesta del Gobierno para que los efectos de la guerra no afecten m¨¢s a los m¨¢s d¨¦biles y para que los costes de la guerra sean sufragados en una parte importante por las grandes compa?¨ªas el¨¦ctricas y los bancos, no har¨¢ variar las coordenadas b¨¢sicas de una oposici¨®n sin cuartel. Si bien ha merecido al menos la abstenci¨®n de las bancadas de la derecha, se ha intentado sepultar la ambici¨®n y la importancia de este plan bombardeando y atemorizando a la opini¨®n p¨²blica con los datos de inflaci¨®n aislados, sin conectarlos con lo obvio: que la guerra tiene un coste para los pa¨ªses democr¨¢ticos y que lo estamos pagando en la forma de una inflaci¨®n resultado del uso del suministro de gas como arma de guerra por parte de Vlad¨ªmir Putin.
Cuando aparecen las dificultades, el dedo acusatorio se dirige siempre al mismo lugar: se trata de un problema de comunicaci¨®n. Pero ¨¦ste no es el caso exactamente. El problema no es de portavoces con m¨¢s o menos carisma, de mensajes m¨¢s o menos incisivos, de narrativas m¨¢s o menos acertadas. Siempre est¨¢ bien mejorar la comunicaci¨®n, pero en esta situaci¨®n ser¨ªa indicado un cierto rearme ideol¨®gico. El problema es que se ha gestado en Espa?a una singularidad, que se podr¨ªa definir as¨ª: la derecha ha adoptado una estrategia de oposici¨®n basada en razonamientos antidemocr¨¢ticos; una parte relevante de los medios se han identificado con esos argumentos y los amplifican constantemente; y mientras, otros importantes medios, cronistas e intelectuales han adoptado una posici¨®n de equidistancia, aceptando impl¨ªcitamente los presupuestos de la derecha pol¨ªtica y medi¨¢tica. No estamos, pues, ante un juego normal entre Gobierno y oposici¨®n, estamos m¨¢s bien ante una singularidad antidemocr¨¢tica que est¨¢ degradando el debate, polarizando la pol¨ªtica y haciendo casi imposible la participaci¨®n y la convivencia democr¨¢tica.
La estrategia de oposici¨®n de la derecha se ha asentado desde hace cuatro a?os en dos pilares. El primer pilar descansa sobre el concepto de ¡°Gobierno ileg¨ªtimo¡±. Por supuesto ha sido Santiago Abascal quien por activa y por pasiva se ha cansado de tildar al Gobierno de Pedro S¨¢nchez de ileg¨ªtimo. Tambi¨¦n sucumbi¨® a esa tentaci¨®n Pablo Casado. Y aunque no hemos visto a¨²n en boca de Alberto N¨²?ez Feij¨®o ese calificativo, el nuevo jefe de la derecha sigue utilizando con entusiasmo la narrativa que se asienta en la naturaleza ileg¨ªtima del Gobierno de S¨¢nchez: estamos ante ¡°un Gobierno acabado¡±, que no merece un d¨ªa m¨¢s. Hay que ejercer presi¨®n electoral con un constante bombardeo de encuestas para recrear un ambiente preelectoral. Estamos ya en un ¡°cambio de ciclo¡±. En resumen, como dir¨ªa Feij¨®o, ¡°estamos ante un Gobierno que se desmorona por d¨ªas como fichas del domin¨®¡±. No en vano en el precipitado congreso en el que asumi¨® la presidencia del PP el eslogan que presid¨ªa la reuni¨®n no era otro que ¡°Preparados¡±. En verdad en estos ¨²ltimos cuatro a?os, y desde el primer d¨ªa, ¨¦ste ha sido el discurso de la derecha.
El segundo elemento, complementario del primero, es que esa ilegitimidad se vuelve axiom¨¢tica debido a que el Gobierno se apoya, como lo pondr¨ªa uno de los tertulianos de referencia de la derecha, en una coalici¨®n de golpistas, separatistas, filoterroristas y comunistas. ¡°Gobierno Frankenstein¡± ha sido el calificativo m¨¢s amable que se ha utilizado para calificarlo, y, por supuesto, un Gobierno apoyado en tal base no merece sino ser arrojado al basurero de la historia y que termine cuanto antes su mandato.
Ambos argumentos son completamente antidemocr¨¢ticos.
El primero, porque dentro de un r¨¦gimen democr¨¢tico al Gobierno se le deben aplicar los criterios de legalidad. La legalidad la confieren las leyes democr¨¢ticamente adoptadas, comenzando por la Constituci¨®n. Y en la Constituci¨®n espa?ola forma gobierno y gobierna quien consigue y mantiene una mayor¨ªa parlamentaria, sea en las elecciones o sea mediante un mecanismo de moci¨®n de censura. La oposici¨®n, en tanto no tenga fuerza suficiente para forzar una votaci¨®n a trav¨¦s de una moci¨®n de censura o en tanto no gane la batalla en unas elecciones, debe hacer oposici¨®n, d¨ªa a d¨ªa, propuesta a propuesta, plan a plan hasta el momento de las elecciones, que son convocadas cuando el Gobierno lo decide o cuando los plazos legales lo exigen. Pero en vez de eso, la derecha decidi¨® desde el primer momento que el Gobierno de S¨¢nchez no merec¨ªa gobernar y que la ¨²nica estrategia de oposici¨®n posible era echarle cuanto antes. Y, de modo absolutamente irresponsable, ha seguido esa estrategia contra viento y marea sin variarla ni un ¨¢pice durante un periodo hist¨®ricamente excepcional de pandemia seguido de otro de guerra.
El segundo pilar es tambi¨¦n profundamente antidemocr¨¢tico. Ser comunista no inhabilita ni para representar a los ciudadanos ni para gobernar, ser separatista tampoco: afortunadamente tenemos libertad de pensamiento, de asociaci¨®n y de opini¨®n. Haber intentado un simulacro de declaraci¨®n unilateral de independencia ilegal o formar parte de la denominada izquierda abertzale, integrando una formaci¨®n pol¨ªtica que ha pasado el filtro de la ley de partidos, tampoco excluye a nadie de representatividad democr¨¢tica cuando se han cumplido las sanciones y procedimientos legales para poder ser representante del pueblo o miembro de un gobierno. Todo lo que signifique establecer grupos pol¨ªticos de primera y segunda categor¨ªa, donde unos tienen m¨¢s legitimidad para gobernar que otros, es un argumento plenamente antidemocr¨¢tico.
Las ra¨ªces antidemocr¨¢ticas de la oposici¨®n actual no deber¨ªan seguir siendo ignoradas, deben ser expuestas ya bajo los focos, porque sus consecuencias son muy serias. La polarizaci¨®n en el debate pol¨ªtico es resultado de esa estrategia de la derecha espa?ola. La toxicidad que desprende el debate pol¨ªtico tambi¨¦n es consecuencia de esa estrategia. El rechazo a la pol¨ªtica y a los partidos pol¨ªticos son resultado de ello. La desmovilizaci¨®n de sectores enormes del electorado, tambi¨¦n. La degradaci¨®n del debate, el recurso a las salidas de brocha gorda del tipo ¡°Johnson se va, pero S¨¢nchez se queda¡±, zafios y sin altura dial¨¦ctica, tienen as¨ª mismo esa causa. Y as¨ª muchos de los debates que surgen, abortan apenas nacidos en nuestro pa¨ªs sin alcanzar ni altura ni profundidad.
Es muy libre la derecha de atarse a esa estrategia, y los medios que comulgan con ella de jalearla. Sin embargo, deber¨ªan mirar hacia atr¨¢s a la historia de Espa?a de los siglos XIX y XX hasta que en los a?os 70 hicimos la transici¨®n a la democracia, porque ha sido una tr¨¢gica y violenta historia de lucha fratricida siempre por la misma causa: la falta de adhesi¨®n en la letra y en el esp¨ªritu a la convivencia democr¨¢tica. Pero la Espa?a democr¨¢tica no deber¨ªa dar por buena esta situaci¨®n. Hay que llamar a un examen de conciencia a todos aquellos que influyen en la opini¨®n p¨²blica y que se ven a s¨ª mismos como dem¨®cratas. Ser¨ªa bueno que examinaran si est¨¢n contaminados por la toxicidad que desprenden esos planteamientos antidemocr¨¢ticos esgrimidos por la derecha contra Pedro S¨¢nchez, su Gobierno y la coalici¨®n que lo sustenta; que decidan si la polarizaci¨®n actual se debe a la actitud de todos los partidos por igual o es fundamentalmente fruto de la actitud de la derecha; si la equidistancia no debe de ser sustituida por la ecuanimidad en el juicio y en las valoraciones. Y si, en definitiva, los argumentos centrales que configuran la estrategia de oposici¨®n de la derecha tienen un pase democr¨¢tico y son inocuos, o por el contrario no son aceptables desde un punto de vista democr¨¢tico y resultan enormemente da?inos para el presente y el futuro de la convivencia en Espa?a.
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