El periodismo, la ¡°pol¨ªtica de criadillas¡± y Luis Araquist¨¢in
El talante (y discurso) de algunos de nuestros pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n no han cambiado para bien desde que el periodista y diplom¨¢tico socialista publicase hace un siglo ¡®Las columnas de H¨¦rcules¡¯
Hace unos meses, un art¨ªculo publicado en este mismo peri¨®dico y firmado por Gloria Crespo MacLennan ofrec¨ªa una visi¨®n perturbadora de c¨®mo la industria farmac¨¦utica ha suplantado, de alguna manera, a la religi¨®n, la filosof¨ªa e incluso a la pol¨ªtica en su cometido por proveer la felicidad y el bienestar requeridos para (sobre)vivir en esta sociedad altamente competitiva a la que pertenecemos. Esta supeditaci¨®n a la qu¨ªmica curativa (l¨¦anse la Viagra, el Tramadol, ansiol¨ªticos o antidepresivos) no ha finalizado sino que, por el contrario, la pandemia ha venido a confirmar este reinado coyuntural de las farmac¨¦uticas en el que solo nos queda exhibir nuestra nueva carta de ciudadan¨ªa del mundo a las autoridades aduaneras.
Todo ello me ha llevado a recordar la tesis inicial de Las columnas de H¨¦rcules, del periodista, diplom¨¢tico y pol¨ªtico socialista Luis Araquist¨¢in, donde tambi¨¦n la qu¨ªmica curativa sustitu¨ªa a la res politica a la hora de regenerar un pa¨ªs como Espa?a que se empecinaba en no querer despertarse del sue?o imperial mientras se desangraba en Annual. La soluci¨®n al Espa?a como problema proven¨ªa de la invenci¨®n de unas p¨ªldoras ¡°gen¨¦sicas¡± que reactivar¨ªan ¡°la raza espa?ola¡±. Aun as¨ª, aquellas pastillas de Viagra avant la lettre no eran m¨¢s que un mero MacGuffin del que se servir¨ªa Araquist¨¢in para aplicar el bistur¨ª sobre la Espa?a de su tiempo y, de paso, aportar las recetas necesarias y obligadas para asuntos que siguen estando ah¨ª presentes y sin resolver.
Araquist¨¢in, para el caso, no acudir¨ªa a las escuelas y despensas noventayochistas, sino que su recetario ¨¦tico-est¨¦tico se nublar¨ªa con los f¨¦tidos vahos provenientes de las batallas de Verd¨²n y del Somme que asolaron la Europa de posguerra y que, en el ¨¢mbito cultural, parir¨ªan los ismos vanguardistas y el esperpento valleinclanesco. No era ninguna casualidad que la primera versi¨®n de Luces de bohemia se publicase por entregas en 1920 en Espa?a, semanario fundado por Ortega y dirigido por Araquist¨¢in. Y fue precisamente en aquella plataforma pol¨ªtica donde muchos de sus colaboradores continuar¨ªan la senda regeneracionista iniciada (te¨®rica y filos¨®ficamente) en sus primeros estadios por los miembros de la llamada generaci¨®n del 98.
Su foco de atenci¨®n para la regeneraci¨®n nacional se concentraba muy particularmente en dos aspectos interconectados entre s¨ª como eran la funci¨®n social de la prensa y la denuncia de una clase pol¨ªtica corrupta e incompetente. En ese sentido, Las columnas de H¨¦rcules era y sigue siendo una lecci¨®n excelente de c¨®mo interpretaba su autor el oficio de periodista y, sobre todo, qu¨¦ representaba para la sociedad la b¨²squeda constante, por parte de un diario, de la libertad informativa, la verdad y la objetividad. La regeneraci¨®n de un pa¨ªs cuya nueva hornada de intelectuales aspiraban, ahora s¨ª, a la europeizaci¨®n de Espa?a comenzaba, pues, por un cambio radical del paradigma period¨ªstico que erradicara el estilo truculento y sensacionalista de los art¨ªculos, la connivencia parasitaria con el poder, el inter¨¦s empresarial por encima del informativo o la sumisi¨®n a la dictadura de la mediocridad moral e intelectual.
Esta supresi¨®n de las malas pr¨¢cticas del periodismo se extend¨ªa a un estamento pol¨ªtico bullanguero y falt¨®n en sus jornadas parlamentarias y a ciertos pol¨ªticos con tintes autoritarios que medraban por monopolizar la prensa en aras de manipular ideol¨®gicamente a la opini¨®n p¨²blica espa?ola. Las argucias empleadas por el consejo de administraci¨®n de El Orden ¡ªperi¨®dico sobre el que pivotaba toda la novela de Araquist¨¢in¡ª ejemplificaban el maridaje entre una prensa cat¨®lico-conservadora y unos pol¨ªticos german¨®filos empe?ados en encender una mecha que, finalmente, estallar¨ªa en la Semana Tr¨¢gica barcelonesa. La rebeli¨®n de algunas cabilas marroqu¨ªes contra las autoridades coloniales espa?olas dar¨ªa inicio a una campa?a de desprestigio, desplegada por aquel diario ficticio, contra la ascendencia intelectual de Francia y contra el separatismo catal¨¢n, el anarquismo y la masoner¨ªa.
M¨¢s all¨¢ de las intenciones caricaturescas de Araquist¨¢in al ridiculizar la eugenesia de la raza espa?ola y las ¨ªnfulas panhispanistas de alguno de sus contempor¨¢neos, traer a colaci¨®n Las columnas de H¨¦rcules, que acaba de cumplir cien a?os desde su publicaci¨®n, es una constataci¨®n extraordinaria de c¨®mo el talante (y discurso) de algunos de nuestros pol¨ªticos as¨ª como el de algunos medios de comunicaci¨®n de este pa¨ªs no han cambiado para bien con el paso de los a?os. Vale la pena recuperar un fragmento de la novela donde el director del Banco Popular recomendaba la entrada en la direcci¨®n de El Orden de aquel animal pol¨ªtico al que personalidades como Luis Araquist¨¢in pretend¨ªan borrar del panorama nacional: ¡°Aludo a Bonifacio Gacela, que, como es sabido, no cree, como otros, que la salvaci¨®n de Espa?a est¨¦ en una pol¨ªtica hidr¨¢ulica, ni en una pol¨ªtica forestal, ni en una pol¨ªtica pedag¨®gica, ni siquiera en una pol¨ªtica iberoamericana, sino en algo m¨¢s recio y sencillo: en una pol¨ªtica ¡ªcon perd¨®n¡ª de criadillas¡±.
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