Por qu¨¦ no mueren cero mujeres
El machismo trasciende a las edades. La cuesti¨®n no se limita a celebrar los logros ya conquistados, sino que se deben detectar los factores que impiden seguir progresando
Est¨¢bamos un d¨ªa en casa de un amigo jugando a las cartas cuando una mujer de su familia solt¨® esta frase delicada: ¡°Las chicas de hoy os quej¨¢is mucho. Yo saqu¨¦ adelante a mi familia, trabajaba¡ pero ahora me dec¨ªs que no estaba empoderada¡±. Y esa escena me volvi¨® esta semana, mientras preparaba una charla que los socialistas valencianos me invitaron a dar frente al president Ximo Puig por el D¨ªa contra la Violencia de G¨¦nero. Reflexion¨¦ sobre c¨®mo influyen esos pensamientos en la lucha feminista contra el negacionismo actual. Y todas las veces llego a la conclusi¨®n de que hay una especie de silencio, que nadie se?ala, pero que est¨¢ latente.
El feminismo no conecta todav¨ªa hoy con una parte de la sociedad, y ser¨ªa autocomplaciente atribuirlo solo al fuelle de la ultraderecha sin asumir un caldo de cultivo previo. Una amiga psic¨®loga me confirm¨® que en su consulta aprecia tics generacionales sobre la cuesti¨®n de g¨¦nero. Un ejemplo es que a¨²n existen mujeres que se acercan a ese discurso con enorme recelo, como aquella familiar de mi amigo, o hasta en el caso de ciertas j¨®venes.
Quiz¨¢s a algunas les ofende pensar que cuestionamos con altaner¨ªa su esfuerzo, o despreciamos sus vidas, al enarbolar nuestro af¨¢n de avance. Es como si le dij¨¦ramos a nuestras abuelas que su existencia no vali¨® nada porque nosotras gozamos de m¨¢s libertades, mientras que ellas cuidaban del hogar. No se desea lo que no se conoce. Salir del dominio familiar, pese a perpetuar el rol tradicional en su matrimonio, fue para muchas la ¨²nica forma de empoderarse: esa es la realidad inc¨®moda.
Por otro lado, no debemos obviar la dualidad cegadora que hab¨ªa hace 40 o 50 a?os entre quienes se sent¨ªan libres por llevar la casa o poder salir con minifalda y las que soportaban en silencio el yugo de los golpes en sus casas. En cada sociedad, incluso en la presente, es posible que perviva la idea de progreso frente al rostro del p¨¢nico inconfesable. Es el caso de Ana Orantes, asesinada hace 25 a?os, nada menos que en 1997.
As¨ª que ese c¨®ctel difuso delata en parte por qu¨¦ algunos hombres o hasta mujeres por encima de los 45 a?os no entienden hoy que algunas mujeres contempor¨¢neas perciban amenazas en sus derechos. Al compararlo con su contexto familiar de entonces, concluyen que ellas pueden en la actualidad llevar sus vidas emancipadas y cada vez m¨¢s chicos est¨¢n criados en otros roles.
Aunque quiz¨¢s en esa apariencia de ¡°total avance¡± est¨¦ la paradoja. En pleno siglo XXI hay j¨®venes reproduciendo esquemas de control, de desprecio o misoginia, ya sea por el auge de la pornograf¨ªa, las redes o un creciente sentimiento de impunidad cuando est¨¢n en grupo. Mi amiga psic¨®loga resalt¨® que muchos pacientes en la veintena le describ¨ªan conductas en sus grupos que jam¨¢s escuch¨® a los de 40 a?os, por ejemplo, a la hora de ligar.
Aparece de nuevo la paradoja del progreso, de esas dos velocidades. Se aprecia ahora entre las mujeres que llegan ya a ser directoras de sus empresas o disponen hoy de servicios p¨²blicos para pedir ayuda ante el maltrato, mientras que otras siguen siendo brutalmente violadas. El mundo virtual ha tra¨ªdo nuevas formas de acoso que necesitan pedagog¨ªa para ser detectadas, mientras tambi¨¦n se ha roto la idea de que solo existe un prototipo de v¨ªctima o agresor.
Pero si algo podemos aprender del pasado es que el avance puede convivir con el horror mediante otras caras. La lucha de hoy no es tanto contra el tab¨² de hace 40 a?os sino contra la banalizaci¨®n de la propia violencia hacia las mujeres o la inconsciencia ante sus nuevas formas. ¡°Por eso hay que contarlo en programas que no sean solo de pol¨ªtica, porque igual llegan a m¨¢s gente. En muchos sitios creen todav¨ªa que la violencia es solo una paliza¡±, me mensaje¨® mi madre de 60 a?os mientras ve¨ªa la charla en internet.
Y es que a veces preguntarse por qu¨¦ no mor¨ªan cero mujeres hace 30 a?os nos conecta con la reflexi¨®n sobre por qu¨¦ seguimos trabajando porque no haya ni una m¨¢s asesinada. Quiz¨¢s el problema sea obviar que el machismo tambi¨¦n trasciende a las edades, y esto no va solo de celebrar los logros ya conquistados generacionalmente, sino de detectar los factores que impiden seguir progresando o sus actuales caras. Y as¨ª, ¡°hasta que sean cero¡±, el lema de la jornada en Valencia: Cero asesinadas, cero violadas.
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