La respuesta a la degradaci¨®n del lenguaje de los pol¨ªticos
Si nuestros parlamentarios andan a la busca de provocaciones contra el rival es precisamente por su carencia de otros recursos
No parece que la respuesta adecuada del Parlamento a la degradaci¨®n del lenguaje de los congresistas espa?oles vaya en la l¨ªnea adecuada. Suprimir del Diario de Sesiones adjetivos como ¡°filoetarra¡± o ¡°fascista¡± carece de sentido, pues palabras as¨ª han perdido su valor de tanto uso como se les da. Se han empobrecido de tal manera que ya no significan nada. Son un poco como el adverbio ¡°evidentemente¡±, que siempre se antepone antes de decir una necedad, o la coletilla ¡°la verdad es que¡±, que suele preceder a pronunciar una mentira. Algunos piensan que el Parlamento funciona como una v¨ªa de escape de la presi¨®n de la sociedad, y que la crispaci¨®n que all¨ª se teatraliza relaja a los ciudadanos porque los invita a pensar que ya hay otros peleando por ellos. Todo lo contrario. Como ha sucedido con las redes sociales, la violencia del lenguaje antecede a la violencia f¨ªsica y causa la renuncia al debate. Del mismo modo que la xenofobia y el machismo comienzan como un modo de expresi¨®n y acaban como un modo de comportamiento. Si nuestros parlamentarios andan a la busca de provocaciones contra el rival, es precisamente por su carencia de otros recursos. Pero si la respuesta es hist¨¦rica, lo que evidencia es que tanto unos como otros andan escasos de argumentos.
La calidad de la respuesta es la ¨²nica posibilidad frente a la vulgaridad de la afrenta. As¨ª, por ejemplo, a la escisi¨®n radical de los conservadores se les llama fascistas, pero m¨¢s bien habr¨ªa que juzgarlos como hipernacionalistas con una ideolog¨ªa neoliberal de manual. Y lo de filoetarra es empe?arse en jugar en un espacio vac¨ªo, anteriormente fagocitado por la amenaza, pues hoy es otro hipernacionalismo pero empe?ado en la intervenci¨®n moral de la econom¨ªa. Pese a ello, se producen monumentos al absurdo, como que un diputado en la tribuna se abra la chaqueta y reclame para s¨ª el tiro en la nuca que fue el disparo con el que se identificaron los asesinos. Y lo hace adem¨¢s mientras se discute alg¨²n asunto de pol¨ªtica trivial. ?Qu¨¦ respuesta merece? Pues casi la sonrisa burlona, como ante quien saltara al ruedo de una plaza cuando ya se han llevado al toro y presentara el pecho al descubierto o se arrodillara para proponer una puerta gayola al espacio vac¨ªo. Eso se hace con el toro delante o no se hace. Es grave la suplantaci¨®n del tiempo del terrorismo con el tiempo actual, porque el gesto, aunque quiera ser percibido como de valent¨ªa y audacia, en realidad afrenta a las verdaderas v¨ªctimas de los asesinos.
Quienes murieron y sus familiares nunca jam¨¢s ofrecieron la nuca ni se abrieron la chaqueta. Jam¨¢s retaron a los terroristas de otro modo que el de su acto de suprema heroicidad, consistente en sencillamente hacer el trabajo que les correspond¨ªa de concejales, funcionarios, ch¨®feres, jueces, fiscales, guardias, militares, empresarios o periodistas. He ah¨ª la ¨²nica respuesta a ese gesto provocador, ni censuras, ni exclamaciones. Tan solo la p¨¦trea mueca del que presencia un acto rid¨ªculo, bochornoso, que pretende para el que lo hace emparentarle con el h¨¦roe y, sin embargo, lo asocia al oportunismo y la apropiaci¨®n fraudulenta. Sucede tambi¨¦n cuando se trae la Guerra Civil al debate, con una falta evidente de respeto hacia las generaciones que la padecieron. Toda provocaci¨®n necesita de una respuesta previsible para prender su mecha. Aguar la p¨®lvora es uno de los usos de la palabra.
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