Cien a?os de levedad
Un valor para llevar en el viaje del a?o que empieza, por sugerencia de Italo Calvino, de cuyo nacimiento se celebra el centenario
Llegan a su fin las festividades invernales, y Europa se dispone a afrontar ya de lleno el nuevo a?o. Esta columna no pretende cartografiar c¨®mo podr¨¢ ser, sino solo someter a consideraci¨®n de quien quiera un valor para llevar en el viaje, el primero que plante¨® Italo Calvino en su ciclo de conferencias Seis propuestas para el pr¨®ximo milenio: la levedad. Este a?o se cumple el centenario del nacimiento del escritor italiano.
El autor recordaba c¨®mo en ciertos momentos ten¨ªa la sensaci¨®n de que ¡°el mundo se iba volviendo de piedra: una lenta petrificaci¨®n, m¨¢s o menos avanzada seg¨²n las personas y los lugares, pero de la que no se salvaba ning¨²n aspecto de la vida. Era como si nadie pudiera esquivar la mirada inexorable de la Medusa¡±. Frente a eso, opt¨® por recurrir al arma de la levedad. Una extraordinaria herramienta literaria, pol¨ªtica y existencial.
La premisa fundamental es que, en su intento de explicar las razones de su preferencia por la levedad en la dicotom¨ªa con el peso, el escritor no quiso descalificar los argumentos de este otro extremo. A veces, es el camino necesario. Ante la petrificaci¨®n del mundo que propaga la artiller¨ªa de Putin, la reacci¨®n empieza inevitablemente por lo pesado: armas para defenderse, y de gran calibre. Puede elogiarse el paso dado esta semana por Par¨ªs y Berl¨ªn prometiendo entregar a Kiev eficaces veh¨ªculos de combate de infanter¨ªa.
Pero la levedad (nada que ver con la ligereza superficial) es una herramienta de al menos igual importancia que el peso (fuerza y estructura, en su mejor connotaci¨®n) y, sin embargo, tan a menudo olvidada. Calvino recuerda el mito seg¨²n el cual es Perseo, ¡°que vuela con sus sandalias aladas [¡] que no mira el rostro de la Gorgona, sino s¨®lo a su imagen reflejada¡±, quien logra descabezarla. El mito quiere decirnos algo, y ese algo es, posiblemente, que, a veces, para vencer a las fuerzas de la petrificaci¨®n debe recurrirse a la levedad.
Europa necesita levedad. C¨®mo no, para restar ese peso grueso y pedestre que aqueja a tanta de su pol¨ªtica. Para disolver esos reflejos nacionalistas que entorpecen en la UE el movimiento arm¨®nico en esas ¨¢reas en las que la alternativa, en el fondo, es poco m¨¢s que el rigor mortis. Pero tambi¨¦n, por ejemplo, para dar un brinco hacia arriba en mundos como los de la inteligencia artificial o la computaci¨®n cu¨¢ntica, que decidir¨¢n el futuro, y en los cuales EE UU y China avanzan a la velocidad de la luz.
Los europeos tambi¨¦n la necesitan a nivel individual, como demuestran una tras otras estad¨ªsticas acerca de la salud mental o encuestas sobre su optimismo. Todas las ¨¦pocas tienen sus factores de petrificaci¨®n en la esfera privada; esta tiene la peculiaridad de contar con uno que, como en un mito pavoroso, anda camuflado de levedad. Las redes sociales, o los mecanismos de mensajer¨ªa de varia ¨ªndole, que sin duda mucho aportan ¡ªpero, ay, ?cu¨¢nto restan!¡ª. A menudo restan humanidad y profundidad. Piensen en los mensajitos que inundan nuestras vidas, tan abundantes en estas fechas, que son ¨²tiles, pueden ser bellamente agudos, po¨¦ticos, er¨®ticos, pero que han acabado por enterrar en medida muy significativa las conversaciones. Cabe pensar que no ha sido un buen trueque, que detr¨¢s de la sensaci¨®n de levedad del WhatsApp se anida una terrible petrificaci¨®n humana. S¨ª, ten¨ªa sentido llamar de vez en cuando a una persona querida con la que no podemos quedar con facilidad. S¨ª, hubiese sido mejor felicitar el A?o Nuevo con una breve charla que con ese mensajito. Pero parece que una llamada para conversar es hoy un bien en v¨ªas de extinci¨®n. Un peque?o ejemplo de las m¨²ltiples v¨ªas por las que la petrificaci¨®n avanza en nuestro tiempo.
Calvino escribi¨® en su Levedad que el sentido de su acci¨®n literaria fue, la mayor parte de las veces, un esfuerzo para restar peso. Restemos peso. Peso a nuestras dudas, nuestros miedos, nuestros narcisismos, nuestros remordimientos, nuestros instintos rabiosos o rencorosos, nuestra propensi¨®n a juzgar a la ligera ¡ªno con levedad¡ª, que tan f¨¢cil reconocemos en los dem¨¢s, tan poco en nosotros mismos. A estos engranajes petrificadores que nos restan vitalidad humana. El peso y la opacidad del mundo, escribi¨®, son rasgos que, si no se encuentra la manera de evitarlo, ¡°enseguida se adhieren a la escritura¡±. A la mayor¨ªa tambi¨¦n se nos pegan f¨¢cil al cuerpo y al esp¨ªritu. La levedad, en cambio, es tan dif¨ªcil de asir. Pero conviene no rendirse, porque a menos levedad, m¨¢s oscuridad, soledad, dependencia. ?l lo logr¨®, fue un autor inatrapable, una espl¨¦ndida ardilla literaria, que consigui¨® escabullirse del peso que paraliza y hunde, como Cosimo Piovasco di Rond¨° en los ¨¢rboles, el conmovedor Bar¨®n Rampante. Casi siempre hay un ¨¢rbol a mano para subirse, aunque sea un rato, y que no nos pillen.
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