Una pelota para distraer a los mejores del ¡®populacho¡¯
La reflexi¨®n de fondo radica en cu¨¢l es el empe?o que pone lo p¨²blico para promocionar a una ¨¦lite entre los estudiantes de clase trabajadora
Me conect¨® una amiga con esa sensaci¨®n, tan desoladora, que experimentan los estudiantes brillantes cuando aceptan que jam¨¢s tendr¨¢n la alcurnia para lograr ciertos puestos de ¨¦lite. ¡°Es como estar dentro, pero est¨¢s fuera. Algunos mueven un dedo y listo. Tienes los m¨¦ritos, pero jam¨¢s el capital social con el que nacen¡±, me desliz¨® sobre su entorno laboral, tan impregnado de endogamia: el mundo de los organismos internacionales.
As¨ª que algunos dir¨¢n que bienvenida al mundo, as¨ª es la vida; qui¨¦n no ha logrado un trabajo gracias a ciertos contactos. Los pudientes se codean desde anta?o en entornos selectos, forjando grupos de pertenencia o de pares. La sociolog¨ªa tiene bien estudiado el efecto de esas hermandades educativas o de lazos de sangre.
Sin embargo, dar una palmadita piadosa a mi conocida supone transigir, sin rubor, con que el populacho no est¨¢ llegando a ciertos puestos de ¨¦lite tanto como nos gustar¨ªa. Ello enturbia la creencia de que resulta suficiente con un Estado de bienestar que ofrezca oportunidades de estudio para poder romper techos tan altos. Y queda empa?ado cuando observamos ciertos entornos, donde a¨²n pesa tanto la estirpe, como en los c¨ªrculos internacionales.
Aunque el drama es de dif¨ªcil resoluci¨®n, deja reflexiones micro si nos abstraemos del caso. Son las lagunas de nuestro sistema p¨²blico para promocionar que los humildes lleguen a puestos donde la herencia de relaciones, los flujos de informaci¨®n o los contactos resultan tan potentes o cerrados.
Recordaba una conversaci¨®n con un catedr¨¢tico a quien le pregunt¨¦ qu¨¦ proporciona la universidad p¨²blica a los mejores de cada promoci¨®n, m¨¢s all¨¢ de un diploma o, a lo sumo, un bol¨ªgrafo de recuerdo. Es decir, si se sentaban con ellos a orientarles sobre becas, programas..., si eran capaces de ofrecerles suculentos contactos laborales o de crear grupos de excelencia, como s¨ª ocurre en universidades privadas. Me contest¨® sin ambages que ¡°a los mejores, siempre les ir¨¢ bien en la vida¡±.
Y aquel comentario es tan falso como es cierto que el logro acad¨¦mico no necesariamente va aparejado a una bolsa de relaciones, aun si se lucha contra los condicionantes de clase. Esta amiga pudo lograr con enorme sacrificio de sus padres pagarse la ense?anza de idiomas, y con el suyo propio, sacar notazas en la p¨²blica y lograr estancias de trabajo. Pero, pese a su enorme empe?o y a la falta de horas de sue?o, no metaboliz¨® eso que a sus colegas les vino dado, porque a¨²n le faltaba algo.
Ese algo eran los flujos de know-how o de ¡°c¨®mo funcionan las cosas¡± en el mundo. Muchos j¨®venes tendr¨ªan las habilidades o la formaci¨®n, pero se sienten muy perdidos al desconocer la gu¨ªa de opciones, al no contar con los consejos necesarios. Por mucho que los institutos o las universidades ofrezcan charlas a sus estudiantes, el conocimiento real de campo, o la ¡°informaci¨®n¡± sobre ciertos mundillos, sigue siendo un elemento a menudo ligado a la clase social de los padres.
Aunque hab¨ªa otro algo que le falta a mi amiga, que me record¨® a la confesi¨®n de un pol¨ªtico espa?ol hace unos a?os a un periodista: ¡°Por mucho que yo trabaje en esas esferas de la diplomacia, es evidente que no soy uno de ellos. Se palpa en la seguridad, en el habla, en la forma de relacionarse, en el bagaje¡¡±. En definitiva, se notaba en que no pertenec¨ªa a la liturgia de esos distinguidos semejantes.
Y quiz¨¢s la reflexi¨®n de fondo radique en cu¨¢l es el empe?o que pone lo p¨²blico para la promoci¨®n de una ¨¦lite entre los estudiantes de clase trabajadora. Claro est¨¢, el Estado debe ofrecer primero oportunidades al conjunto, mediante becas por nivel socioecon¨®mico. Sin embargo, el Estado puede ir m¨¢s all¨¢, y acompa?ar de forma exhaustiva a los m¨¢s brillantes del populacho, d¨¢ndoles un trato a¨²n m¨¢s personalizado a esos pocos que rozan la excelencia, pero que no habitan en unos entornos selectos de informaci¨®n o contactos.
Ya sea por falta de financiaci¨®n, o por complejo, negarle desde lo p¨²blico a los mejores de la clase humilde un esfuerzo intensivo de promoci¨®n, o capital social, sigue lastrando en parte su ascenso. Su ilusi¨®n de que si logran el mismo curr¨ªculo que los pudientes competir¨¢n en casi igualdad de condiciones, corre entonces el riesgo de volverse la pelota invisible con que el sistema les entretiene, pese a la posible dificultad de satisfacer dicho ideal. Luego llega la bofetada cuando conocen a las verdaderas ¨¦lites, en este caso internacionales, de c¨ªrculos privados que jam¨¢s habitaron, y donde nunca se sentir¨¢n entre iguales, porque siempre les faltar¨¢ ese algo tan tangible pero abstracto.
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