Vox y los buenos recuerdos
La radicalizaci¨®n del lenguaje de formaciones como la de Santiago Abascal ha sido muy activa, tanto en la destrucci¨®n del centro como en el desplazamiento de la pol¨ªtica institucional
¡°La seguridad ha pasado a ser un recuerdo del pasado en Espa?a¡±. Con estas palabras, el l¨ªder de Vox, Santiago Abascal, consegu¨ªa fundir en un solo lema delincuencia, inmigraci¨®n y memoria, en un multitudinario mitin celebrado hace unos d¨ªas en la plaza de toros de Murcia. El pesimismo y la incertidumbre ante el futuro han condicionado siempre el uso pol¨ªtico del pasado, pero en los ¨²ltimos a?os asistimos a su crecimiento exponencial en los mensajes electorales, con una clara intenci¨®n: llegar a segmentos sociales cada vez m¨¢s amplios con los que confrontar. Se reivindica, de este modo, un tiempo que no tuvo nada de ¨¦pico para otra gran parte de la sociedad que a¨²n vive ese mismo recuerdo de manera traum¨¢tica. Una separaci¨®n en dos mitades opuestas, ideal para este tipo de formaciones.
La utilizaci¨®n del pasado, su reducci¨®n a dos realidades enfrentadas es una t¨¢ctica electoral usada desde hace tiempo en varios pa¨ªses. Alternativa para Alemania (AfD), ha utilizado la partici¨®n y la ocupaci¨®n del pa¨ªs tras la derrota alemana, para crecer en la antigua Alemania del Este, donde la extrema derecha inici¨® su repunte al calor de las crisis de refugiados de la guerra de Siria. En Polonia, Ley y Justicia impuls¨® el control de las investigaciones sobre el Holocausto, hasta entrar en la lista de delitos nacionales. En Francia, el partido de Marine Le Pen, no solo reivindica a Juana de Arco como estandarte de la Europa blanca, asume abiertamente los lemas de la Francia colaboracionista con los nazis, la Francia de Vichy. En Rusia, antes de la invasi¨®n de Ucrania, ya se hab¨ªa prohibido la investigaci¨®n de los cr¨ªmenes de Stalin y todo tipo de informaci¨®n sobre la ¨¦poca era vigilada y perseguida. Su ejemplo m¨¢s conocido ha sido la ilegalizaci¨®n de la Fundaci¨®n Memorial, que desarrollaba esta tarea, pero su s¨ªmbolo m¨¢s claro ha sido la muerte de Gorbachov, que ha pasado oficialmente sin pena ni gloria. En Italia, coincidiendo con el centenario de la marcha sobre Roma de Mussolini, tom¨® posesi¨®n una primera ministra que se reivindicaba a s¨ª misma como sucesora directa del neofascismo refundado en la posguerra, apoyada por una coalici¨®n que comparti¨® durante toda la campa?a gui?os y mensajes positivos hacia el reciente pasado dictatorial italiano y europeo. Y todos recordamos la imagen del asalto al Congreso de Estados Unidos, un a?o antes, dirigido por una bandera confederada del Sur, apoteosis final de la representaci¨®n de la Am¨¦rica de Trump.
En Espa?a ha surgido tambi¨¦n un partido nuevo, Vox, que reivindica el legado del franquismo. Su crecimiento electoral se ha producido entre la desaparici¨®n de ETA y el movimiento independentista en Catalu?a, recuperando dos ideas b¨¢sicas de la dictadura: la antiEspa?a y el anticomunismo. A diferencia de otras formaciones, como Fuerza Nueva, que proced¨ªan del final del franquismo y defend¨ªan su continuidad, no recurre a contenidos o modelos propios del r¨¦gimen. M¨¢s all¨¢ de alguna referencia puntual a te¨®ricos de Acci¨®n Espa?ola o del propio Jos¨¦ Antonio, se han apropiado de su universo simb¨®lico. A trav¨¦s de los recuerdos, recrean el imaginario feliz de aquel franquismo sociol¨®gico que alcanz¨® su madurez en los a?os sesenta. Pero, se dirigen tambi¨¦n a un votante mucho m¨¢s joven, preferentemente apol¨ªtico. Recrean, siguiendo este esquema, un mundo perfecto en un escenario anterior, el Imperio de los Austrias. El objetivo es polemizar con otra versi¨®n que ha ganado visibilidad en los ¨²ltimos a?os: el movimiento contrario al colonialismo y al esclavismo, la cancelaci¨®n, que derriba las estatuas y los s¨ªmbolos del poder europeo. La idea es mostrar la conquista de Am¨¦rica para reivindicar una serie de valores universales como la cristiandad o la hispanidad, ocultados por la leyenda negra protestante. Pero, sobre esa defensa de la dominaci¨®n colonial, surge de nuevo una estrategia que busca la confrontaci¨®n electoral.
La versi¨®n tradicional y heredada de la historia, no se ha modificado. Por el contrario, se ha generado una reacci¨®n, un contrarrelato que adquiere fuerza con rapidez y se convierte en una excelente forma de confrontaci¨®n pol¨ªtica. Es el reflejo de una sociedad que, en el fondo, no considera que Franco sea realmente un dictador como Hitler, Mussolini o Stalin. La clave pasa por aceptar el modelo de memoria oficial de la dictadura. Construida y ensalzada a trav¨¦s del recuerdo de solo una parte de los combatientes, basada en mitos como el de la cruzada o la reconquista, es resucitada de nuevo por la polarizaci¨®n pol¨ªtica que arrastra el pasado y la historia al centro de una guerra cultural sin cuartel. Llega a una nueva generaci¨®n que est¨¢ formando su identidad pol¨ªtica bajo esta visi¨®n de la Historia. Muchos de ellos votar¨¢n por primera vez en las pr¨®ximas elecciones.
El miedo, la inseguridad, la incertidumbre han minado el valor del centro. Su antigua capacidad de atracci¨®n y de estabilizaci¨®n, que, en la posguerra europea, por ejemplo, se mostr¨® como algo muy valorado y esencial, ha dejado de funcionar. En este sentido, la radicalizaci¨®n del lenguaje ha sido muy activa, tanto en la destrucci¨®n del centro como en el desplazamiento de la pol¨ªtica institucional. Su efecto ha sido crucial en la emergencia de este discurso de la llamada ¡°nueva derecha¡±, o nueva extrema derecha. En particular, y, marcando como pauta la b¨²squeda de identificaci¨®n con una comunidad m¨¢s amplia como la nacional, ha impuesto una nueva agenda, una nueva realidad en la que el pasado es solo uno de los m¨²ltiples decorados donde todo se reduce a una lucha entre buenos y malos. Encuentran aqu¨ª todo lo que buscan, las claves emocionales para proyectarse en el presente: la glorificaci¨®n de la fuerza y la eliminaci¨®n de los enemigos para cohesionar el grupo. La visi¨®n de la historia que se correspond¨ªa con la tradicional divisi¨®n izquierda y derecha es sustituida por la utilizaci¨®n de recuerdos comunes como una nueva forma de afinidad que decante la tendencia del voto. El problema no es que huya del debate de ideas, que se genera por otros medios, sino que se construya sobre la confrontaci¨®n social, oponiendo im¨¢genes de recuerdos elaborados, reducidos a dos polos, positivo y negativo, pasado y presente.
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