Trabajar menos, repartir los trabajos y vivir mejor
En pleno siglo XXI es responsabilidad del sindicalismo recoger y proyectar las nuevas reivindicaciones sobre tiempos de trabajo y de vida con toda su complejidad
El anarcosindicalista Salvador Segu¨ª, el Noi del Sucre, fue asesinado hace un siglo por pistoleros de la patronal, en Barcelona, tras lograr un hito hist¨®rico con la huelga de la Canadiense: la jornada de ocho horas, en el marco de una semana laboral de seis d¨ªas. Espa?a fue el segundo pa¨ªs de Europa, despu¨¦s de la Rusia sovi¨¦tica y poco antes de Francia, en establecer por ley esta jornada laboral. Respond¨ªa a la vieja reivindicaci¨®n de la Primera Internacional, planteada en el congreso de Ginebra de 1866, de repartir el d¨ªa de los trabajadores entre ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho para el ocio y la formaci¨®n como personas libres. Hoy, en pleno siglo XXI, ?cu¨¢l es la realidad del tiempo de trabajo y de vida en nuestra sociedad?
Los sindicalistas sabemos que abordar esta realidad implica ir m¨¢s all¨¢ de reivindicar la semana laboral de cuatro d¨ªas o 32 horas. A¨²n hoy, la jornada de ocho horas y la semana laboral de cinco d¨ªas (o 40 horas) no es una realidad universal. En Catalu?a, con tres millones de personas asalariadas, 800.000 trabajan los s¨¢bados y 300.000 los domingos. Y en la Uni¨®n Europea, seg¨²n datos prepandemia a¨²n sin actualizar, la carga de trabajo efectiva de las mujeres es de 71 horas semanales, superior a las 64 horas de los hombres. Esto incluye el trabajo remunerado y el trabajo dom¨¦stico y de cuidados, no remunerado y poco reconocido. El teletrabajo no ha reducido esa brecha de g¨¦nero, sino todo lo contrario. Por eso hablamos de trabajos, en plural, y de la necesaria corresponsabilizaci¨®n de g¨¦nero (y generacional) para reducir la inaceptable y desigual divisi¨®n sexual de los trabajos.
Si hace un siglo la meta sindical era la f¨®rmula 8-8-8, hoy la tr¨ªada, m¨¢s ambiciosa y tambi¨¦n m¨¢s compleja, es trabajar menos, repartir los trabajos y vivir mejor. Afrontamos este reto con las urgencias y disrupciones propias de un mundo en el que la digitalizaci¨®n y las nuevas tecnolog¨ªas, la globalizaci¨®n y el postfordismo, la sociedad de consumo y el individualismo, la crisis energ¨¦tica y la emergencia clim¨¢tica, y la ruptura de las cadenas de valor por la pandemia o la guerra han cambiado radicalmente las formas de organizaci¨®n del trabajo y generan no pocas incertidumbres.
Del mismo modo, en el mundo actual las formas de trabajo y los tiempos de vida est¨¢n marcados por el avance del feminismo y la corresponsabilizaci¨®n en los trabajos de cuidados y del hogar. Por el envejecimiento de la poblaci¨®n y los cambios generacionales. Por el peso espec¨ªfico de la cultura, la educaci¨®n y la formaci¨®n a lo largo de la vida. Por la importancia de la salud f¨ªsica y mental, incluida la pr¨¢ctica del deporte. Por los objetivos de desarrollo sostenible. Y por el anhelo de conservaci¨®n de los derechos sociales y servicios p¨²blicos de un Estado de bienestar que el neoliberalismo ha puesto en crisis. Todo ello nos fija nuevos horizontes por los que luchar.
En un contexto de socializaci¨®n laboral muy distinto al de hace un siglo ¡ªla pandemia ha popularizado el teletrabajo pero tambi¨¦n ha puesto en valor trabajos esenciales sometidos a servidumbres horarias poco o nada flexibles¡ª, la clase trabajadora organizada debe participar activamente de la reflexi¨®n sobre los tiempos de trabajo y de vida. Si no hacemos nosotros este debate, nos lo har¨¢n otros, bien desde la perspectiva de los intereses del capital o bien desde postulados progresistas que no siempre ponen el trabajo en el centro de la acci¨®n sociopol¨ªtica. Y que, en ocasiones, menosprecian la fuerza transformadora que tiene el sindicalismo.
Es necesario que emerja y se entienda la complejidad que supone la aspiraci¨®n a trabajar menos, a repartir los trabajos y a vivir mejor. No existe un modelo horario ¨²nico o est¨¢ndar. Cuando se libera tiempo de trabajo y se incrementa el ocio para unas personas, se incrementa el trabajo y las horas para otras. Sirva de ejemplo la pugna por los horarios comerciales. Adem¨¢s, el trabajo digital y de plataforma aumenta la disponibilidad horaria bajo la f¨®rmula de trabajadores a demanda. Como ocurre con la divisi¨®n sexual de los trabajos, todo ello no puede afrontarse sin un cambio global de la sociedad.
El debate sobre el tiempo de trabajo y de vida tiene un componente generacional. La gente joven no est¨¢ dispuesta a dejarse la vida trabajando como sus mayores en tiempos del pluriempleo. Y existe tambi¨¦n un componente de origen, puesto que son mayoritariamente personas migrantes quienes asumen trabajos precarios o irregulares sin control horario. Esto es lamentablemente as¨ª por condici¨®n de pobreza o por condicionantes socioculturales y pol¨ªticos: muchos trabajadores de nuestro pa¨ªs carecen de derechos de ciudadan¨ªa o democr¨¢ticos tan elementales como el derecho a voto.
El objetivo es que pueda trabajar todo el mundo y que sea en condiciones dignas y de equidad; que los trabajos de cuidado y dom¨¦sticos se ejerzan desde la corresponsabilidad; y que las desigualdades sociales, de g¨¦nero, de origen y de oportunidades se reduzcan para que todas las personas puedan vivir bien y en un mundo socialmente m¨¢s justo y adaptado a los l¨ªmites ecol¨®gicos.
A lo largo de los siglos XIX y XX, la dial¨¦ctica entre utop¨ªa y realidad y la necesidad de mejorar las condiciones materiales de vida de la gente marcaron la acci¨®n transformadora del movimiento obrero. La reivindicaci¨®n de la jornada de ocho horas y el derecho a vacaciones pagadas son ejemplos de ello. Sin olvidar que las cosas del comer siguen siendo b¨¢sicas, en pleno siglo XXI es responsabilidad del sindicalismo recoger y proyectar las nuevas reivindicaciones sobre tiempos de trabajo y de vida con toda su complejidad.
S¨®lo desde la asunci¨®n plena de este debate estaremos en condiciones de situar en el centro la perspectiva de la democracia econ¨®mica y social. Justamente lo que, m¨¢s all¨¢ de la negociaci¨®n colectiva, debe permitir el acceso de los trabajadores y trabajadoras a la gobernanza de las empresas y a la participaci¨®n en la econom¨ªa. El objetivo final: un modelo social alternativo, donde los tiempos, los trabajos y los beneficios sean un instrumento para trabajar menos, repartir los trabajos y vivir mejor.
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