Angustia antisanchista
Esta descripci¨®n ag¨®nica del presente es una falacia trumpista, un delirio ideol¨®gico con un prop¨®sito pol¨ªtico
¡°La pol¨ªtica del enga?o se ha afianzado¡±. Era el t¨ªtulo del art¨ªculo sobre la relaci¨®n t¨®xica entre dem¨®cratas y republicanos que Thomas B. Edsall public¨® el mi¨¦rcoles en The New York Times. Reflexionaba sobre el comod¨ªn de la polarizaci¨®n, que sirve para esto y aquello, pero analizaba algo peor que est¨¢ acelerando la degradaci¨®n democr¨¢tica en Estados Unidos: la aceptaci¨®n de la mentira en la conversaci¨®n p¨²blica. Ya no es que en ella se cuelen fake news. Es que votantes de uno u otro partido prefieren ignorar que lo son o les da igual que circulen y se impongan como certezas o, peor, lo que m¨¢s encabrona es que su contrario evidencie que son falsedades. No, no y no. Antes de aceptar la verdad de los otros preferimos que los nuestros, y nuestros medios de comunicaci¨®n, nos mientan ya que dejarnos enga?ar se considera hoy como un mal menor frente a lo que vemos enfrente y nos causa angustia existencial. ¡°Proteger tu identidad se vuelve m¨¢s importante que abrazar la verdad¡±, dijo uno de los acad¨¦micos consultados por el periodista. ¡°Un individuo cuyo partido pierde el d¨ªa de las elecciones puede sentir que su identidad ha sufrido una derrota¡± sugiere Edsall.
Por suerte en Espa?a el nivel de la polarizaci¨®n afectiva est¨¢ lejos del que padece el amigo americano, pero en el coraz¨®n de nuestra convivencia el discurso y la pr¨¢ctica del antisanchismo se han instalado como una emergencia salvadora, como la ¨²nica respuesta patri¨®tica ante una identidad nacional amenazada por la diab¨®lica inmoralidad encarnada por el presidente del Gobierno. Visto desde el rinc¨®n del mundo que es Catalu?a, donde los socialistas han sido estigmatizados por el independentismo como la salvaguarda m¨¢s p¨¦rfida del maldito R¨¦gimen del 78, es f¨¢cil constatar que esta descripci¨®n ag¨®nica del presente es una falacia trumpista, una trola que te cagas, un delirio ideol¨®gico con un prop¨®sito pol¨ªtico.
Lo que se pretende, convirtiendo pactos parlamentarios en pactos nefandos, m¨¢s que discutir decisiones concretas, es trasladarnos primero el miedo y luego la rabia que genera la angustia nacional. As¨ª no discutiremos sobre el objetivo principal del planteamiento destituyente de las elecciones del 23 de julio: la demolici¨®n de una agenda legislativa que, con aciertos (la reforma laboral) y errores (la cat¨¢strofe de la quiebra del feminismo), ha conformado una s¨®lida respuesta socialdem¨®crata a las diversas crisis que se han sucedido durante esta legislatura y, por ahora, han evitado la recesi¨®n anunciada, y de la que hoy nadie habla ni se la espera en campa?a.
Al ser preguntado sobre qu¨¦ es la derogaci¨®n del sanchismo, el l¨ªder de la oposici¨®n fue claro: ¡°Derogar todas aquellas leyes que est¨¢n inspiradas por las minor¨ªas y que atentan contra las mayor¨ªas¡±. De la negociaci¨®n del Gobierno de coalici¨®n con estas minor¨ªas han surgido mayor¨ªas parlamentarias estables en la sede de la soberan¨ªa nacional, traslaci¨®n de la fragmentaci¨®n territorial del pa¨ªs. Somos as¨ª. Mayor¨ªas exiguas, disonantes o desafinadas, con poco di¨¢logo con la oposici¨®n, sin duda. Pero una mayor¨ªa leg¨ªtima, m¨¢s s¨®lida y amplia que la del antisanchismo. Tras las elecciones del pasado domingo, esta segunda mayor¨ªa, la reactiva, se ha reforzado.
Si se consolida esa din¨¢mica, usando algunas razones y demasiadas trolas, se habr¨¢ conseguido lo que un determinado poder sabe que es condici¨®n necesaria para reimponer su agenda de intereses: la negativa politizaci¨®n identitaria del macizo de la raza, para decirlo con el Dionisio Ridruejo que en Escrito en Espa?a explic¨® la deriva de la Segunda Rep¨²blica. ¡°Tempranamente ¡ªy en parte a trav¨¦s de los est¨ªmulos proporcionados por el adversario¡ª, algunos ¡°valores¡± como la seguridad y la unidad de la patria, el respeto a la moral tradicional y la fidelidad a la creencia religiosa, vinieron a ser usados como superestructura o escudo defensivo de la clase amenazada, y as¨ª ser¨ªa como la clase media tradicional, supersticiosa de esos valores, llegar¨ªa a entrar en el juego tras aquellas oscilaciones que convirtieron la obra republicana ¡ªde dos en dos a?os¡ª en el trabajo de Pen¨¦lope¡±. Cuando esa mentalidad se instala, no hay verdad que valga.
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