El recuerdo inmenso
Celebro a una reina de la poes¨ªa y emperatriz del ensayo que pas¨® por este mundo con el nombre de Josefina Garc¨ªa Marruz, que a un a?o de su muerte cumple el primer siglo de su merecida eternidad
Quiz¨¢ la gran poes¨ªa es un inmenso recuerdo y quiz¨¢ tambi¨¦n el mejor arte del ensayo como forma de pensamiento andante no sea m¨¢s que un abono vol¨¢til o inm¨®vil de un recuerdo inconmensurable que se va pensando paso a paso. Dicho lo anterior, intento celebrar a una reina de la poes¨ªa y emperatriz del ensayo que pas¨® por este mundo con el nombre de Josefina Garc¨ªa Marruz y que a un a?o de su fallecimiento cumple ahora el primer siglo de su merecida eternidad.
Dejo para otro ancho espacio el elogio y gratitud de la elevada arboleda de su poes¨ªa, que le valieron merecidos premios como el iberoamericano llamado Pablo Neruda, el internacional con el nombre de Federico Garc¨ªa Lorca y el Reina Sof¨ªa que en su caso es el precioso pleonasmo que subraya su majestad en verso, pero alargo esta frase con la intenci¨®n de celebrar hoy a Fina Garc¨ªa Marruz por la reciente edici¨®n de sus Peque?as memorias, en la colecci¨®n P¨¦rtiga ahora en coedici¨®n de Universidad Veracruzana con Ediciones El Equilibrista.
Se trata de una joya esmerilada por la nost¨¢lgica bondad del tiempo, un cuaderno que Fina escribi¨® al filo de la edad de Cristo, hace poco menos de setenta a?os y que ahora se publica entero por primera vez y en la colecci¨®n donde la genial travesura y atinado ingenio editante de DGE El Equilibrista hab¨ªa ya publicado una imprescindible antolog¨ªa de ensayos de Garc¨ªa Murruz bajo el t¨ªtulo Como el que dice siempre, tambi¨¦n en P¨¦rtiga (que ya va siendo tiempo de que se conozca una de las bellas, exhaustivas e importantes colecciones de eso que llamamos ensayo/cr¨®nica o bien Vida sin Ficci¨®n en el idioma de la ?).
Peque?as memorias hab¨ªa quedado en ¡°las oscuras manos del olvido¡± (como dir¨ªa un inmenso poeta) y ahora de flor para su centenario sale del caj¨®n para que todos podamos recorrer en prosa de poeta las claves de su obra, las llaves de su biograf¨ªa, las fuentes gen¨¦ticas de dos familias sintonizadas y divergentes (el bullicio de los Bad¨ªa y la saudade de los Marruz), su amor ejemplar al lado y luz de Cintio Vitier, la inmensa sombra de palmera gigantesca de Jos¨¦ Lezama Lima y el bendito consorcio o conglomerado o congreso de m¨²sica, poes¨ªa y letras que se re¨²ne a¨²n legible como Grupo Or¨ªgenes. En este cuaderno de Fina Garc¨ªa Marruz deambula el espectro de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y de Cenobia Camprub¨ª, mirando de lejos a Fina y Bella, las hermanitas de la boina que levitaban desde su belleza eterna entre la mejor literatura de todos los tiempos posibles y aqu¨ª tambi¨¦n la nube l¨ªrica aparentemente impalpable o inalcanzable de Gast¨®n Vaquero¡ aqu¨ª una mujer eterna de 32 a?os decide escribir como Peque?as memorias su catolicismo conmovedor, y esa militante fe en la interminable obra de Jos¨¦ Mart¨ª.
La joya de libro viene envuelta en el pr¨®logo que la presenta, con un discreto t¨ªtulo como caricia o susurro, firmado por Josefina de Diego y Garc¨ªa Marruz, hija de Bella (bella ella misma) y de Pap¨¢ Eliseo, hermana de un Constante y jimagua de Eliseo Alberto; por ende, mi trilliza. Fef¨¦ presenta a Fina con la luz del retrato pausado, acuarela de amor conocedor del tiempo que vivi¨® la poeta que ensaya y ¨®leo que merece mural de la ensayista que destila poes¨ªa hasta en el elogio de la Dicha. Fef¨¦ en el silencio de los pr¨®logos que se vuelven a leer como constante armon¨ªa al contenido del cuaderno, veh¨ªculo de sincron¨ªa para tiempos que parecen lejanos, aunque por debajo de esa persiana parece sonar una m¨²sica llamada melancol¨ªa.
Debo a Fef¨¦ el inmenso recuerdo de haberme llevado como hemano menor a la casa de Fina Garc¨ªa Marruz una calurosa soleada tarde que parece no extinguirse por el tama?o de memoria: es inmenso el recuerdo por el tiempo que se congela, por el peso at¨®mico de la emoci¨®n que entra?a, por la irremediable distancia de las personas que ya no viv¨ªan cuando por fin conoc¨ª a t¨ªa Fina y porque mi saudade se llena de l¨¢grima inmensa pens¨¢ndola ahora eterna.
Fef¨¦ me llev¨® de la mano con una caja de bol¨ªgrafos de tinta indeleble para que la ensayista poeta siguiera escribiendo lo que escrib¨ªa desde siempre y hasta el ¨²ltimo minuto de una hermosa sinfon¨ªa de arte y sentir, de agua de coco y sabor a sudor, de silencio en malec¨®n de murmullos y paisaje del alma¡ algo que heredaron sus hijos m¨²sicos, sus sobrinos monumentales, su hermana Bella¡ su marido Cintio como estatua endecas¨ªlabo¡ su cu?ado Eliseo Diego¡ sus miles de lectores que espero se multipliquen con la irradiaci¨®n de toda su obra y el hermoso retrato que abre p¨¢rpados presentados por su sobrina Fef¨¦ que me llev¨® a conocer a t¨ªa Fina el hermoso d¨ªa en que le le¨ª el atrevido p¨¢rrafo de una novela donde aparece Fina Garc¨ªa Marruz leyendo un poema en una p¨¢gina inventada, que al le¨¦rselo en persona y mecedora habanera, la verdadera Fina sincroniz¨® con su inmenso recuerdo la recitaci¨®n sintonizada s¨ªlaba por s¨ªlaba con el poema ya novelado¡ y afortunadamente hay filmaci¨®n del milagroso instante con el que intento decir que la Poes¨ªa con may¨²scula, el Ensayo de emoci¨®n y entra?a o bien la Literatura luminosa casi indescriptible no sea m¨¢s que el recuerdo inmenso, infinito, incandescente aunque una diosa lo titul¨® Peque?as memorias.
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